Relato erótico

Voyeur por casualidad

Charo
5 de octubre del 2018

Por una casualidad hizo de voyeur de alguien que creía que era su mujer. Este hecho despertó en el unas ganas locas de ver follar a su mujer con otros hombres.

Jorge – SEVILLA
Querida Charo, un buen día llegando a su casa, me percaté que el vehículo de mi mujer, Carmen, iba saliendo. Como esa no era su costumbre decidí seguirla a una distancia prudente. No es que yo fuese celoso o desconfiase de mi mujer, pero ya era algo tarde para que ella saliera de casa sin haberme llamado por teléfono. Yo ya estaba a punto de darle alcance con mi coche cuando el de ella se detuvo en una esquina y un hombre se montó en él sin problema alguno. Yo estaba que si me hubiesen rajado no hubiera echado sangre, pero me controlé y decidí darles una sorpresa a los tórtolos. Por mi cabeza pasaban mil ideas disparatadas para terminar con aquella historia.
De pronto el vehículo de mi esposa se desvió hacia una carretera rural, al llegar a un despoblado, se detuvieron y dentro del coche la pareja comenzó a magrearse. Yo detuve el coche a una distancia prudencial y me acercó sigilosamente quedando oculto por unos matorrales cercanos desde donde observaba parcialmente. El tipo se había acostado sobre ella y se la estaba comiendo a besos y yo ya estaba a punto de iniciar lo que consideraba mi venganza, cuando una especie de placer morboso me invadió, así que me detuve justo a tiempo cuando la pareja salía del coche y casi sin ropas se tiraron al suelo. Yo no podía dar crédito a lo que mis ojos veían, mi dulce y angelical mujer arrastrándose por el suelo con un tipo como una cualquiera. Yo no lo podía soportar, pero una fuerza superior a mí me obligaba a permanecer detrás de los arbustos y no moverme.
En eso observé que el tipo se incorporaba de espaldas a mí se bajaba los pantalones y mi mujer se disponía a mamárselo. De la impresión solté el tubo y permanecí observando en silencio, al tiempo que una gran excitación me recorría todo su cuerpo y casi sin darme cuenta me había bajado la cremallera del pantalón y sacado la verga, empezando a masturbarme.
Cuando el tipo le ordenó a mi mujer que dejara de chupársela, que él le quería dar por el culo, ella dejó de realizar su labor y se puso a cuatro patas, frente a frente al lugar donde yo me ocultaba. Entonces fue cuando yo me percaté de que no era mi mujer. Era nuestra vecina Luisa. Al darme cuenta de la identidad de la que yo creía hasta hace pocos segundo era mi esposa, sentí un gran alivio en mi atribulado espíritu y de golpe dejé de hacerme la paja, me escondí la polla en el pantalón y me retiré en silencio.
Camino a mi casa me cuestioné como era posible que yo dudara de la fidelidad de mi mujer y me alegré de no haber actuado de forma impulsiva pero, ya casi llegando a unas pocas calles de mi casa, me detuve y me acordé de los sentimientos que experimenté al pensar que mi mujer mantenía una relación sexual con otro hombre, como me excité y como me estaba masturbando mientras creía que era mi esposa.

Después de analizarlo un rato, me di cuenta que en el fondo lo había disfrutado, y que no sabía la razón pero lamentaba que no hubiera sido mi mujer a la que le estuvieran dando por el culo mientras yo observaba.
Al llegar a casa le pregunté a mi mujer por su coche y ella me dijo que se lo había prestado a la vecina que iba a ver a su novio. Yo le conté parte de los hechos y a medida que lo hacia me excité y me llevé a mi mujer a la cama. A partir de ese momento me devané los sesos para que mi esposa fuese poseída por otro hombre mientras yo lo disfrutaba sin que ella lo supiese.
Por cosas del destino, a Carmen le salió una erupción, mejor dicho un pequeño sarpullido entre las piernas, ocasión que yo aproveché para recomendarle que no usara ningún tipo de braguita durante algún tiempo mientras se le curaba esa irritación y como Carmen es una mujer recatada no se molestó mucho por mi recomendación ya que sus faldas por lo general le quedan por debajo de las rodillas. Pero las cosas fueron cambiando ya que yo le regalé varios vestidos y minifaldas para que ella los usara por lo menos en casa, luego me dediqué a descubrir cual era el nivel de tolerancia de mi mujer al alcohol, descubriendo que el vino no le hacia ni cosquillas pero que el coñac era otra cosa, además de que le gustaba.
Después de la segunda copa perdía rápidamente todas sus inhibiciones, cosa que en más de una oportunidad yo aproveché para que me hiciera más de una buena mamada, así como comerle el culo sin que ella se opusiese como cuando se encontraba sobria.
Más adelante cambié de táctica, la excitaba y medio embriagaba en casa y luego salía con ella a una discoteca y bailando le subía la falda permitiendo que se le viera en ocasiones hasta el coño y el culo. Yo ya había alcanzado parte de mi plan, la otra parte era conseguir al individuo adecuado.
Un día, en mi clase, me fijé en tres estudiantes de primer año de ingeniería, materia de la cual imparto clase en la universidad. Al principio remodelé mi casa, para poder entrar o salir sin que se percataran que lo que yo hacía, lo segundo fue invitarlos periódicamente a charlar de noche sobre distintos aspectos, política, arte, deporte, en fin de cualquier tema pero al final, por lo general, terminábamos hablando de sexo y en ocasiones conseguía algunas películas algo fuertes para como yo decía, solo para distraerse.
Durante las charlas Carmen participaba por lo general como oyente aunque yo, previamente, ya le había servido una o dos copas de coñac pero Carmen, aunque se mostraba más abierta a la conversación y yo marido procurando que recibiera a los visitantes en minifalda y sin nada debajo, ella siempre mantuvo la compostura y los chicos nunca se sobrepasaron, por lo menos delante de mi.

En una ocasión me las ideé para abandonar la reunión con la excusa de haber recibido una llamada de un compañero de trabajo que había sufrido un accidente pero mi esposa, al retirarme yo se despidió de los visitantes, y se fue a dormir cerrando la puerta de su cuarto por dentro.
Yo, entonces, llegué sin ser visto y me quedé en una pequeña habitación, donde podía escuchar y ver sin ser visto. Estaba molesto por el hecho de que mi esposa se fuese a dormir a penas yo me había ido, pero me sentí reconfortado al escuchar la conversación de los estudiantes pues dos de ellos, Joaquín y José, se habían dado cuenta de que la mujer de su profesor andaba sin bragas ni sujetador, mientras que Luis comentaba y gesticulaba como le daría por el culo si ella se lo permitiese. Los otros dos realizaron comentarios similares y después de terminarse lo que bebían se retiraron.
Yo estaba obsesionado con la idea de que otro hombre se tirara a mi mujer, pero quería que no diera la impresión de que era algo provocado por mi. A la semana siguiente tuve un golpe de suerte. En una revista vi un anuncio de unas gotas que sirven para “calentarse” y las compré.
Al día siguiente, que era sábado, antes de almorzar yo le puse a Carmen en el vaso de leche, una gotas tal y como indicaba el prospecto. A los veinte minutos, Carmen fue experimentando gradualmente un cambio en su conducta, empezó a quejarse del calor, y a mover en su entrepierna una pequeña revista. Luego se fue acercando a mi, que estaba sentado frente a un gran ventanal que hay en nuestra casa y a ella no le importó que las cortinas se encontraran totalmente abiertas, se sacó la poca ropa que , después se sentó sobre mí y allí mismo, frente al ventanal, más de un vecino vio el espectáculo.
Después de eso cogió mi cabeza y me pidió que le comiera el coño allí mismo. La verdad es que yo no contaba con que mi mujer actuara de esa manera. Al terminar, ella se fue al baño y cuando yo entré a ducharme la encontré masturbándose con un aparato que generalmente se usa para dar masajes. Carmen trató de explicarme su comportamiento pero yo, sonriendo y dándole un beso en la frente, le dije:
– Es que tú en ocasiones eres una mujer muy fogosa, hoy casi no puedo contigo.
Ella sonrió y me comió la polla como nunca. Ya no me quedaban dudas y organicé esa misma noche una tertulia con los estudiantes. A eso de las nueve de la noche llegaron los tres, Joaquín, José y Luis que, como era costumbre, se reunieron en la sala,
Por un buen rato se tocaron diversos temas, pero como siempre se llegó al tema de sexo. Carmen permanecía escuchando con atención y de vez en cuando participaba pues yo lo tenía todo calculado.

A eso de las diez de la noche sonó el teléfono, Carmen lo cogió y le indicaron que un tío mío había sufrido un ataque cardiaco y que era necesaria mi presencia. Carmen me lo comunicó y yo, de inmediato, me disculpé con los chicos, pero les pedí que se quedaran un rato más, luego en la cocina le serví a Carmen una copa de coñac con unas gotitas, y le dije a ella que no se acostara de inmediato, que atendiera a mis estudiantes como si fuera yo mismo. De inmediato me retiró y en menos de diez minutos me encontraba dentro de la pequeña habitación, armado con una cámara de video y otra de fotos instantáneas, mientras Carmen se sentaba en un sofá de la sala frente a los tres jóvenes.
Estos dejaron de hablar, pero a insistencia de Carmen continuaron hablando sobre una película porno que Luis había visto y se encontraba describiendo con lujo de detalles una de las escenas donde la “actriz” principal al mismo tiempo atiende a cinco hombres. A medida que Luis relataba la escena nuevamente la conducta de Carmen fue cambiando, sin darse cuenta se encontraba con las piernas totalmente abiertas y abanicándose con parte de su pequeña falda. Los muchachos no le quitaban la vista de encima. Luis continuaba con el relato procurando ser lo más descriptivo posible, pero de repente Carmen lo interrumpió pidiéndole que le explicara como era posible que una sola mujer atendiera a cinco hombres a un mismo tiempo. Ella le dijo que le era fácil el imaginarse a la mujer con una verga en cada mano y otra en la boca, mientras otro de los hombres le trabaja el coño pero el quinto, ¿donde lo quería?
Luis, ayudado por José, procuraron explicárselo, pero Carmen se hacia la desentendida hasta que ella se levantó y dijo:
– ¿Por qué no me lo demostráis, quizás así lo entienda mejor?
Diciendo eso procedió a despojarse de la pequeña falda y de la blusa, quedando totalmente desnuda frente a los tres hombres. Estos no salían de su asombro y Carmen, al verlos paralizados, les dijo:
– Mi marido me encargó que os atendiera lo mejor posible y creo que eso hago.
Entonces, al tiempo que se agachaba frente a Joaquín, con sus manos le soltaba la correa y le abría el pantalón buscando la verga del joven que se encontraba totalmente erecta. Una vez fuera de su encierro y sin ningún miramiento, Carmen se la empezó a mamar con todas sus ganas mientras José y Luis se despojaron de inmediato de sus pantalones así como de su ropa interior y se dedicaron a penetrar a Carmen los dos al mismo tiempo. Mientras José la atacaba por el coño, Luis la follaba por el culo.
Yo, por mi parte, me encontraba disfrutando de la trama que había montado. Desde la pequeña habitación grababa con lujo de detalles todo el encuentro entre mi mujer y los tres estudiantes.

Y mi excitación era tal, que empecé a masturbarme. Por mi cabeza pasaban muchas ideas, a veces me reprochaba mi conducta, pero después seguía disfrutando de como los tres tenían a mi mujer ensartada, y lo mucho que ella parecía disfrutarlo. Cuando llegó el momento en que Joaquín descargó todo su semen en la boca de mi esposa, pensé que ella lo escupiría, pero me equivoqué pues se tragó hasta la última gota.
Luego su chocho fue invadido por el semen de José, al tiempo que ella se acariciaba el clítoris y por ultimo Luis permaneció un mayor tiempo dándole por el culo a mi mujer pero no se corrió, se detuvo sacándosela del culo, ella se puso en pie cogiendo a Luis de la mano se lo llevó a su habitación, retiró el cubre cama y le dijo que la esperara que se iba a lavar.
Cuando regresó, se acostó boca arriba con las piernas bien abiertas, detallándose todo, los labios, el clítoris, su vulva, hasta la humedad reinante. Luis no se hizo de esperar, se subió a la cama y empezó a mamarle el coño a Carmen mientras yo había cambiado de posición la cámara ya que esa pequeña habitación también tenía vista al dormitorio. Yo no salía de mi asombro de como Carmen había metido a otro hombre en su cama. Yo había preparado todo el festín para ver como se follaban a mi mujer, pero aunque a veces me dolía el haber hecho eso, no despegaba la vista ni un solo instante de la pareja que se encontraba en la cama… pero lo que sigue ya te lo contaré, querida Charo, en una próxima carta.
Saludos y hasta muy pronto.

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