Relato erótico
Una historia casi perfecta
Sus negocios no funcionaban, era joven y atractivo. Un amigo le dijo, medio en broma, que buscase una mujer con dinero y se casara con ella. Dicho y hecho, la conoció un una fiesta y poco después se casaron. Pero, no todas las historias acaban como uno desea.
Toni – Barcelona
Conocí a Sara en una de esas fiestas aburridas donde lo que uno menos espera es pasárselo bien. Había asistido con la única intención de relacionarme, con un estructurado y bien pensado plan para estar en el sitio correcto, en el momento justo y con la gente adecuada. Mi empresa de importaciones y exportaciones no había resultado ser tan buen negocio como había esperado. Mi padre, por más que le imploré y rogué, no quiso darme ni un duro más, y ante la negativa no tuve más remedio que endeudarme. Próximo a cumplir los 30 años, me encontraba en la flor de la vida y en un callejón sin salida. Roberto, mi mejor amigo, me dio un sabio consejo: “búscate una vieja rica y quítate de problemas”. Así fue como empecé a asistir a cuanto evento social me invitaran. Nunca antes lo había hecho, yo prefería las discotecas llenas de música, alcohol y los mejores culos que uno pudiera desear. Me había liado a un montón de chicas bonitas, aunque a veces algo estúpidas. Me metí en varios problemas, pero siempre supe salir bien. Ahora debía cambiar de estrategia, porque esos culitos, por muy sabrosos que estuvieran, no me iban a sacar del atolladero. Gracias a esa decisión, me topé una noche con Sara. Era la fiesta más aburrida a la que hubiera asistido nunca.
Un escultor loco presentaba una exposición con todas sus obras, absolutamente horribles. Afortunadamente había buen vino y una que otra señora de muy buen ver. Me prometí que me quedaría solo media hora, si lograba aguantar. Fingí estar interesado cuando se acercaron las piernas más bonitas que había visto en mucho tiempo. Mi vista ascendió hasta una falda ajustada que revelaba unos muslos llenos y bien formados, subí la vista y me encontré unos ojos verdes y unos labios rojos que me sonreían, era Sara. Nuestro noviazgo fue rápido, en cuanto me enteré que además de bonita era la heredera de una enorme fortuna, la cortejé a todo lujo. La boda, la luna de miel en Bahamas y el resto de acontecimientos fueron como un sueño.
Cinco años después, estaba en la cama despierto, con una fuerte resaca. Sara estaba a mi lado, desnuda y ebria todavía. Boca abajo, sus bonitas nalgas me provocan una erección. Le pasé la mano por la espalda, fina y blanca, estaba perdida e inconsciente; eso me excita más todavía. Mi verga dura, me acaricié los huevos suavemente, mientras mi mano entraba en medio de sus piernas. Tenía el coño seco, lo cual era raro en ella. Metí un dedo en la vagina y lo saqué para olerlo, su aroma es inconfundible, al menos para mí.
Lo lamí y un ramalazo de deseo me obligó a montarla. Le abrí las piernas y me coloqué en medio, le separé los muslos con mis rodillas y descansé el abdomen sobre sus nalgas frías. Coloqué la punta de la verga en el coño y empujé para metérsela. Le faltaba lubricación, así que procedí con lentitud. Sara se quejaba en medio de su sueño alcoholizado, pero no me importaba porque estaba muy caliente.
Le metí la verga hasta la mitad mientras deslicé una mano bajo su cuerpo, buscándole los pechos. Localicé un pezón al mismo tiempo que le enterraba la verga hasta el fondo. La sensación de su chocho apretando mi polla era gloriosa, empecé a moverme dentro de su cuerpo. Sara abrió los ojos, miró hacia atrás tratando de verme. Tenía la mirada perdida y una mueca de disgusto en los labios.
– Toni, no tengo ganas ahora, déjame en paz.
Paré en seco, no podía creerlo. Aun con la verga dura y dentro de su cuerpo, un sudor frío corrió por mi espalda. Después de este incidente, preferí irme de viaje una semana antes que pelearme. Sara era muy importante para mí, su dinero había sacado mi empresa adelante, aunque en realidad yo no vivía de mi trabajo. Sara tenía suficiente para los dos, y mucho más. Me había habituado a la buena vida y a los lujos. El enterarme de que me era infiel, no iba a cambiar eso, y yo tampoco me había portado muy bien que digamos. Varias de sus amigas ya habían pasado por mis brazos. Lo pensé mejor, puse las cosas en la balanza y regresé del viaje cargado de regalos. Encontré a Sara en la piscina, con un diminuto bikini. No estaba sola, Eva y Paco estaban con ella bebiendo margaritas. Me acerqué a ellos y Sara me recibió amorosa y sensual. Me besó como si estuviéramos solos, metiéndome la lengua profundamente. Sus pechos se aplastaban contra mi delgada camisa de lino, desbordando el blanco bikini y mi verga comenzó a reaccionar. Turbado, traté de disimular el bulto de mis pantalones, mientras Eva y Paco nos miraban sonrientes.
– Ponte un traje de baño y vente, o mejor aún, no te pongas nada -dijo Sara.
Solté una carcajada nerviosa y me alejé antes de que notaran mi turbación. Entré en la casa perplejo por su comportamiento. Paco y Eva eran un matrimonio que habíamos conocido un mes antes, y no había tanta confianza como para ir exhibiéndonos de aquella forma. En mi cuarto, mientras me desnudaba me asomé por la ventana, Sara estaba de espaldas a mí y Paco le ponía aceite en la espalda. Sara se había desabrochado la parte superior del bikini. Me puse un bañador blanco, me miré en el espejo. El bulto se veía tremendo y me alegré de haber dedicado tantas horas al gimnasio, estaba en buena forma. Me reuní con ellos y disfruté con las miradas que me lanzaron, tanto las de ellas como la de Paco, en evidente desventaja frente al notorio bulto de mis genitales. Me lancé al agua y di unas cuantas brazadas, Sara se zambulló y nadó hacia mí.
Comenzó a besuquearme, un poco turbado la hice a un lado tratando de disimular, pero entonces vi que Paco y Eva estaban en lo mismo. La escena me excitó, Paco besaba a Eva mientras le acariciaba el coño sobre su bañador, las piernas de Eva estaban medio flexionadas y los dedos de su marido apretando la delgada tela dejaban adivinar el contorno de sus labios vaginales. Miré la entrepierna de Paco, su miembro se dibujaba perfectamente.
Sentí la mano de Sara bajo el agua, buscando mi verga, la encontró dura. Me quitó el bañador y se despojó del suyo, me atrajo hacia ella y la penetré, sin importar ya la presencia de extraños. Paco terminó bajándole el bikini a Eva, su pubis casi depilado se abrió a sus dedos. Seguí follándome a Sara sin perder detalle de nuestros amigos. Paco se quitó el bañador sin sacar los dedos del húmedo coño de Eva, su pene largo y grueso brilló al sol. Se montó sobre su mujer y le metió la verga de un solo empujón. La pequeña y resbaladiza vagina absorbió la tranca de Paco. Desde nuestra perspectiva, pudimos ver el trasero de Paco subir y bajar, y sus huevos rebotar entre las piernas abiertas de Eva. Entonces me llegó el orgasmo, y Sara se aferró a mi cuello mordiéndome las orejas, alcanzando su clímax ruidosamente. Después de ese día, repetimos un par de veces. Nunca intercambiamos, aunque más de una vez sorprendí la mirada de Paco, sabía que deseaba a Sara y ese pensamiento lograba excitarme. En la última sesión acordamos una cita para la siguiente semana. Para nuestra sorpresa, Paco llegó solo, dijo que Eva había tenido un imprevisto y había tenido que marchar en el último momento. Le dije que podíamos posponer la cita, pero Sara se empeñó en invitarlo a cenar.
Al acabar de cenar, Paco sirvió unas copas. Sin la compañía de Eva, me sentía un poco cohibido con su presencia, Sara en cambio se veía cómoda, se sentó en medio de los dos. El alcohol relajó mi tensión y me puse a preparar otra ronda. Desde el bar vi que Sara coqueteaba con Paco, su falda había subido más allá de los muslos, y Paco no perdía detalle. Pensé que me sentiría mal de ser un cornudo, pero recordé que peor me sentiría volver a ser pobre.
Me serví un whisky doble y lo tomé de un solo trago. La velada siguió adelante. Todos estábamos bastante bebidos, la falda de Sara estaba tan arriba que se podían apreciar las pequeñas bragas de encaje. Imaginé su coño húmedo y sentí que mi verga respondía al instante. Tal vez de no haber estado tan borracho, me hubiera podido contener, pero la calentura me ganó. Deslicé la mano por los muslos de mi mujer y la subí hasta rozar el encaje de su ropa íntima. Sara me besó con esa lengua rápida e inquieta que logra excitarme casi tanto como su cuerpo. Paco estaba a un costado de mi mujer y sentí que se removía inquieto. Poco después vi que acariciaba las rodillas de Sara, y ella abría las piernas. La mano de Paco siguió el mismo camino que yo, trepando por sus muslos hasta llegar a su entrepierna.
Su mano topó con la mía y lejos de molestarme, se me hizo lo más cachondo que hubiera hecho nunca, le hice espacio a sus dedos y entre ambos comenzamos a frotar la caliente vagina de Sara. Yo continuaba besándola y Paco le desabrochó la blusa. Los senos de Sara asomaron, con los pezones erectos. Paco comenzó a lamerlos y mordisquearlos, Sara comenzó a gemir. Su mano buscó mi verga y Paco le tomó la otra mano para guiarla hasta la suya. Sara desabrochó los pantalones casi simultáneamente. Miré el pene de Paco en la mano de mi mujer, estaba duro y ella lo masajeaba, igual que al mío. Nos fuimos quitando la ropa hasta quedar desnudos. Me sentía mareado y más caliente que nunca. Sentado, llevé a Sara a mi regazo, ella montó sobre mí rodeándome con sus piernas. Su coño descendió y se abrió recibiéndome dentro. Comenzó a cabalgar sobre mi verga endurecida. Paco le besaba el cuello, acariciando sus pezones. Ella estaba concentrada en la sensación de empalarse en mi verga. Él se puso de pie detrás de ella y comenzó a besarla desde la nuca hacia abajo. Me imagino que comenzó a lamerle el culo, porque Sara se estremeció y gimió como loca. Sentí la barbilla de Paco rozando entre mis muslos y poco después el aleteo de su lengua entre mis piernas.
Pensé que lo había imaginado, pero casi al instante sentí sus labios en mis huevos. Su lengua comenzó a lamer decidida mis bolas y la sensación era maravillosa. Por un lado, los labios vaginales de Sara acariciando mi verga, y por otro, los labios de Paco chupando mis huevos. Aquello estaba saliéndose de control, pero no pude detenerlo. Las lamidas de Paco cesaron, se había puesto de pie. A un lado de Sara se inclinó para besarla, ella, aun con los ojos cerrados, permitió que su lengua entrara en su boca. A escasos centímetros vi sus bocas unirse y pude oler la colonia de Paco. Yo continuaba bombeando en la húmeda cueva de Sara y al terminar aquel beso, el pene de Paco se interpuso entre los dos. Lo dirigió hacia la boca de Sara y ella se apresuró a aceptarlo. Jamás pensé que esa visión pudiera excitarme tanto. Desde abajo, el pene parecía enorme, y la forma como ella lo tragaba me resultó muy excitante. Paco terminó trepándose en el sofá, abriendo sus piernas sobre mi cuerpo para ponerse frente a Sara. Abajo, desde mi posición, pude ver sus nalgas y el rítmico balanceo de sus testículos al empujar su polla dentro la boca de Sara. Ella se aferró a sus nalgas controlando el impulso de sus acometidas, eso me permitió ver su culo velludo y sin pensarlo, alcé una mano para acariciarlo.
Paco me dejó hacerlo y sin pensarlo, me humedecí un dedo para acariciárselo. El ano estaba caliente y disfruté acariciando su apretado aro de carne. Probé a meterle el dedo y se lo comió golosamente. Movía las caderas y mi dedo desapareció hasta la empuñadura. Estaba tan caliente y sorprendido con aquello que cuando Sara sugirió que me lo follara, no supe negarme con verdadera determinación. En cuestión de segundos Sara se había bajado de mi regazo, dejando mi verga tiesa y excitada añorando el calor de su vagina.
Paco tomó su lugar y no hice nada para evitar que sus nalgas se sentaran sobre mi erección. Con los ojos cerrados y dirigiendo mi pene con una mano, nuestro invitado logró meterse el trasto sin vacilar. Sara y yo, asombrados, fuimos testigos de que mi hinchado garrote pudo encontrar espacio dentro de su cuerpo. Los vaivenes de su cuerpo y la forma en que apretaba mi masculinidad me hicieron venirme casi al instante, mientras Sara se masturbaba, apenas logró contener el orgasmo unos segundos y me acompañó en mi corrida. Paco explotó entre jadeos, viniéndose sobre mi pecho, aun con el culo lleno de verga.
Exhaustos, caímos los tres en el sofá. Más tarde, cuando Paco había marchado y después de un baño, a punto de dormir, Sara me dijo lo mucho que la había excitado verme con otro hombre, y al comentarlo, comenzamos a excitarnos nuevamente. Comencé a lamer sus erectos pezones, haciendo que abriera las piernas. La monté en una follada rápida y placentera. Ya casi a punto de llegar al orgasmo, me susurró al oído que la próxima vez que invitáramos a un hombre, quería que el follado fuera yo. Mi verga explotó en aquel momento, y la idea de Sara se quedó flotando entre nuestros cuerpos, sin que pudiera decirle que estaba que loca.
Cuando se recuperó, me miró y me dijo:
-Quiero ver cómo te folla un hombre
Me quedé petrificado, y ella divertida, se alejó dejándome sumido en una total confusión. Dos semanas después ni siquiera me acordaba de mi promesa, hasta que llegué un día a casa y encontré a Sara con un extraño brillo en los ojos y en compañía de un tipo alto y apuesto, que no conocía. Era Gorka, su profesor de equitación. Le di la mano. Se me hizo antipático y deseé marchara pronto. Con evidente fastidio me senté junto a Sara, mientras el tipo hablaba de caballos y otras cosas aburridas. Al rato se disculpó preguntando por el baño y Sara le indicó el camino, antes de que volviera, Sara me besó en la mejilla.
– En breves minutos te va a follar -dijo sonriente.
La miré con ojos desorbitados, definitivamente estaba loca. Me puse de pie bastante molesto y decidido a largarme. Gorka, estaba parado en el umbral del salón, alto y fornido. Mi mujer me empujó en su dirección, y comencé a acercarme, me detuve a medio camino. Continué andando hasta llegar frente a Gorka, con ojos fríos me empujó hacia abajo y quedé de rodillas frente a él. Desde arriba, sin dejar de mirarme, se desabrochó la bragueta. Sara se sentó disfrutando con la escena. Tragué saliva al ver aparecer la punta de su polla, me la acercó a la boca y cerrando los ojos abrí los labios. Comenzó a meterla, primero solo la cabeza, luego hasta la mitad y poco después sentí sus vellos púbicos arañando mi nariz. Me sorprendí disfrutando de aquel trozo de carne.
Quería que me la metiera toda, que la devorara, y comencé a sentir que me ahogaba. Gorka me apartó de su verga cogiéndome del pelo hacia atrás. Sara vino y me tomó de una mano, me puso de pie y me condujo hacia el dormitorio, Gorka vino detrás de nosotros. Al entrar, Sara comenzó a desnudarme. Gorka estaba en la puerta mirándonos en silencio. Cuando estuve totalmente desnudo y con una erección de campeonato, Sara me llevó a la cama y me hizo inclinarme sobre el colchón, con las piernas abiertas y las nalgas preparadas para el sacrificio. Me quedé en esa posición, mientras ella iba hasta Gorka y se arrodillaba para mamarle la verga.
Pensé que tenía los labios donde minutos antes habían estado los míos, y eso me hizo sentir extrañamente unido a ella. Mi verga cabeceó furiosa mientras esperaba en aquella humillante posición, y mi mujer seguía prendida al pollón de Gorka. Cuando se hartó de chuparlo, lo trajo hacía mí, dirigiéndolo por el pene. Gorka se acercó y contuve la respiración. Sus enormes manos se posaron en mis nalgas y me estremecí de anticipación. Mientras me acariciaba, Sara comenzó a desnudarlo. Cuando quedó totalmente desnudo, me abrazó por atrás, pegando su sexo a mis nalgas.
Lo sentí vibrante y caliente, duro como una roca, y temí no ser capaz de aguantarlo. Sara vino con crema, me untó el ano, y embadurnó el miembro a Gorka, guio el pene de Gorka hasta mi agujero, y él empezó a empujar. El pene de Gorka entró finalmente, el dolor era inconcebible, pero al mismo tiempo sensual. Sara comenzó a besarme, alentándome a resistir, y yo solo atinaba a pensar que algo tan grande no iba a caber, me equivocaba. Pronto comenzó a bombear su tranca dentro de mí. Los besos de Sara y el roce de aquella verga me estaban descubriendo una forma de algo muy parecido al placer. Algo nuevo e insospechado hacía ir mis nalgas a su encuentro, él me tenía firmemente sujeto por la cintura, deteniéndome y controlando sus embestidas, haciéndome sentir el viaje de su largo y grueso pene dentro de mi culo, hasta que su pelvis chocaba contra mis nalgas. Sara, incapaz de resistir más, se metió bajo mi cuerpo y se prendió de mi verga, más dura que nunca. Su sexo quedó al alcance de mi boca, la vulva hinchada y jugosa se abrió como una flor grotesca y maravillosa. El perfume de su entrepierna entró potente por mi nariz, enterré la lengua entre los labios abiertos de su vagina, sorbiendo el jugo de su cuerpo entre los muslos blancos y suaves.
La verga en mi trasero continuaba incansable, y la vorágine de sensaciones amenazaba con volverme loco. Comencé a lanzar leche sin poderme contener. Sara bebía debajo mi semen caliente y espeso, mientras yo gritaba dentro su coño el inmenso placer que estaba sintiendo. Gorka empujó con ímpetu, como queriendo partirme el culo en dos, hasta que me bañó con otro río de semen.
Caímos exhaustos, ajenos a cualquier otra cosa que no fuera los apasionados momentos que acabábamos de vivir. Han pasado semanas desde el encuentro y trato de convencerme que sigo siendo el mismo, pero tal vez no sea así, de cualquier modo, salí ganando.
Saludos para todos.