Una buena inspiración

Su marido llevaba la revista Clima a casa y ella se aficionó a mirar los contactos y a leer los relatos y gracias a eso y lo insatisfecha que se sentía decidió tener un amante. Era un compañero de trabajo, casado como ella y con él conoció cosas del sexo que nunca se hubiera imaginado.

Cristina – Oviedo
Soy lectora de tu revista desde que mi marido empezó a traerla a casa y gracias a ello, e insatisfecha de lo que mi esposo me daba en la cama, me animé a buscar una amante. El agraciado con mis favores, fue un compañero de oficina, un hombre también casado, de 50 años, alto, fuerte y mucho más potente que mi marido. Me llamo Cristina, tengo 43 años, y trabajo como secretaria en una empresa que tiene su oficina principal en Barcelona.
Aquella tarde, como muchas anteriores, nos habíamos citado y solo quedaba esperar a que diera la hora en que todos los compañeros se marcharían y nosotros nos quedaríamos solos. Las piernas empezaban a hormiguearme y como siempre, me parecía muy excitante el hecho de que nos viéramos en la oficina ya que, en cualquier momento alguien podría sorprendernos y eso lo hacía más y más emocionante. Inevitablemente empecé a recordar su forma de hacerlo, su piel y lo rico que huele, sus manos, su miembro, que tantas ganas tenía de tocarlo, de sentirlo entre mis manos, boca y que, conforme pasaban los minutos, mis deseos se acrecentaban. No tardes, pensé.
Cuando al fin apareció, cerramos la puerta de mi despacho. Solo esperaba que nadie subiera y pudiera llevarse una gran sorpresa. Estando muy cerca de la puerta, empezó a tocarme y pude sentir su salvaje lengua entrando en mi boca y sus manos recorriendo libremente mi macizo cuerpo, de formas abultadas, con grandes tetas y gordo culo, así como las mías recorrían el suyo, aunque teniendo los dos toda la ropa puesta. Pero ese día yo no podía esperar más, quería lanzarme a él y sentir su cuerpo desnudo contra el mío. Más que besos, en ese momento quería lamerlo, chuparlo, quería su verga enorme dentro de mí o en mi boca, quería satisfacer los deseos que su mismo recuerdo me estaban provocando.
Era la primera vez que sentía esta necesidad de que me lo hiciera, como fuera pero que me tocara. Estaba muy excitada y quería que él lo estuviera también. Me quité el sujetador y él, de inmediato, empezó a tocarme las nalgas encima de la falda, luego metió sus manos bajo ella y se dio cuenta que no llevaba ropa interior. Yo, intencionadamente, me había puesto esa falda que no tiene botones, solo un resorte que se ajusta a la cintura así que le fue muy fácil quitármela con solo hacerla resbalar hacia abajo, quedando semidesnuda de inmediato aunque no tardó nada en quitarme también la blusa y entonces sí, quedé completamente desnuda.

Mientras me acariciaba los pechos, mis manos ya estaban tocando su enorme verga, deseosa de salir de la ropa que le estorbaba, así que traté de desabrocharle el cinturón, pero era tanta mi excitación que ni siquiera podía hacerlo. El tuvo que ayudarme y cuando la vi fuera, como lo deseaba, tan grande y fuerte, me dio el impulso de abalanzarme a ella de una vez, quería besarla, tenía muchas ganas de chuparla, pero antes de que yo lo hiciera, el me llevó de espaldas hacia el escritorio e hizo que me recostara en él. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al sentir lo frío del mueble y sentí como los pezones se endurecían más. Como no era algo que me esperara, ese cambio de temperatura y el lugar donde estaba me excitó aún más, pensando que me faltaba poco para correrme. Me incorporé un poco para poder verlo y… ¡Que escena! Yo completamente desnuda sobre el escritorio y él con los pantalones bajados, pero aún con su camisa. Me sentía a su voluntad y me encantaba el hecho de experimentar esa sensación de su poder sobre mí. Me recosté, oí caer algunas cosas que estaban en el escritorio pero ya no me importaba que alguien pudiera venir y sorprendernos, al contrario, el pensar en ello lo hacía más excitante.
Sentí sus manos tomarme por la cadera y de un solo movimiento me atrajo hacia él. Quedé tan cerca de su cuerpo, de su miembro, que pensé que en cualquier momento me correría. Me parece increíble la habilidad que tiene y me encanta pensar que sabe bien lo que quiere y como obtenerlo, me gustan sus posiciones extravagantes y atrevidas. Acomodó mis piernas sobre sus brazos y manoseó mis senos una vez más. Si estiraba un poco las piernas, podía tocar la pared con la punta de mis dedos. Solo con verlo y sentir sus manos, hacían arquear mi espalda. Me sentía tan excitada, lo quería dentro y sin esperar más, de un solo golpe metió su enorme verga profundamente en mi coño. No podía gritar, pero con qué gusto lo hubiera hecho. Sus movimientos eran lentos, pero salvaje cada uno de ellos.
Entraba profundamente y salía, provocándome tanto placer que casi de inmediato empecé a sentir las descargas inequívocas del orgasmo y, no sé si él lo notó, pero se detuvo y de golpe detuvo mi corrida. Aún no me recuperaba de ese parón cuando de nuevo la metió y reemprendió su ritmo. Cuando estaba ya casi lista volvió a sacar su verga de mí. Mi respiración estaba completamente agitada y quise pedirle que no me hiciera esperar más, pero antes de que yo dijera algo, volvió a follarme salvajemente, pero con movimientos regulares, no muy rápidos.

Yo casi me mordía los labios para no gritar, quería venirme, pero este juego me volvía loca de placer, así que, pensé, podía esperar hasta que él decidiera que era el momento. Y lo volvió a hacer. Una tercera interrupción de un fuerte orgasmo.
Traté de recuperar el aliento, no quise desesperarme, sé que él sabe lo que hace y que seguramente estaba pensando algo en ese momento, que nos daría más placer a ambos más tarde. Me incorporé y recargué mi peso sobre los codos, durante este tiempo podía ver su cara atenta a mis sensaciones, pero también lo veía excitado, bajé la mirada para ver su hermosa verga fuera de mi coño. La tomé con una mano y la llevé justo donde debía estar. Me sonrió como si supiera mi suplicante deseo y esta vez comenzó a meterla y sacarla de forma intensa, salvaje, veloz y no tardé en estar lista una vez más pero poco antes de venirme, puso sus dedos expertos sobre mi clítoris, que masajeó rápido, de un lado a otro y no podría explicar lo intenso, lo salvaje del orgasmo más fuerte y pronunciado que jamás había sentido. La descarga me golpeó una y otra vez recorriendo todo mi cuerpo hasta dejarme completamente exhausta, sudando y temblorosa, como si ese juego hubiera incrementado en mucho las sensaciones.
Ni siquiera recuerdo si grité. Entonces bajó el ritmo hasta que se salió de mí, me tomo de las manos e hizo que me sentara, luego me bajó del escritorio. Yo notaba que las piernas no me aguantaban, no me sentía recuperada completamente, todo mi cuerpo temblaba. El se sentó en una silla cercana pero no soltó mis manos, de tal forma que al tiempo en que él se sentaba yo quedé arrodillada frente a él y sin dejarme recuperar el aliento, me ofreció su verga completamente erecta. No hacía falta que me dijera nada, solo acercó un poco mi cara a su miembro para que yo, instintivamente, lo tomara y empezara a chuparlo.
Lo quería dentro de la boca pero mi respiración, aún agitada, me lo impedía así que empecé besándolo, tocándolo. Era increíble como lograba, acabando de tener una corrida de locura, seguir manteniéndolo tan duro, tan tieso. Con solo verlo así, me excité nuevamente. Empecé lamiéndolo desde los huevos hasta la punta, luego de regreso, con la lengua dibujé círculos en su glande y despacio seguía lamiendo cada cara de su enorme verga. Al poco rato, me incorporé un poco para que mis pechos abrazaran su verga. Yo me movía de arriba a abajo y trataba de alcanzar con mi lengua el glande que se asomaba entre las tetas y que a veces sacaba un poco de lubricante que mojaba mi pecho.

Luego lo tomé con mi mano y empecé a masturbarlo mientras seguía lamiendo la punta. Los movimientos eran lentos y rápidos según. Cuando veía que ya le faltaba poco para correrse, bajaba el ritmo.
Al final me coloqué en posición y metí su verga profundamente en mi garganta. Faltaba poco para que mis labios tocaran sus vellos, luego la saqué y así estuve hasta que sentí que se venía porque pude sentir en mis labios la leche pasando a bloques por su verga y llegando a lo más profundo de mi boca pero, antes de que se corriera del todo en mi garganta, saqué su verga chorreando aún y dejé que el resto cayera parte en mis senos y parte en mi cara.
Cuando acabó, se recostó en la silla y la cabeza en la pared, mientras miraba como yo recogía su semen de mi cuerpo con mis dedos para, llevándomelo a la boca, saborearlo y luego, el que había caído en su rodilla y parte de su pierna, lo saboreé también, lamiéndolo de su piel. Lo miré y vi su cara tranquila, serena, con un toque de cansancio, pero con satisfacción.
-¿Te gustó? – me preguntó, acariciándome el cabello.
– Sí, mucho ¿y yo a ti?
– También… – dijo.
Me sonrió una vez más, yo me recosté sobre sus piernas mientras sus dedos se perdían entre mi cabello. Ojalá ese momento hubiera durado más tiempo pero teníamos que vestirnos y limpiarnos, porque, después de todo, estábamos en una oficina.
Saludos y hasta otra.