Relato erótico

Un ligue silencioso

Charo
13 de febrero del 2019

Se iba de vacaciones y cogió un tren para llegar a Valencia y después continuar. Estaba cansado y quería aprovechar el viaje para dormir tres horitas. A su lado se sentó una chica que, sin ser un monumento, estaba bien. La chica se colocó de lado para dormir y allí empezó todo.

Alex – Madrid
Volvía yo en un tren que hace el recorrido de Madrid a Valencia con la intención de pernoctar en esta ciudad bañada por las olas del mediterráneo y continuar días después en dirección al lugar donde pensaba pasar las vacaciones de verano. El tren salía de Madrid a media mañana, pasadas las once.
Como estaba lejos de la estación de Atocha, un amigo se ofreció a acompañarme y las conversaciones, las risas y el “colegueo” hacían muestras de existir entre nosotros, la sensación de saber que tardaría más de un año en volver a verles hacía que la despedida no dejara de tener su tono amargo.
Casi hasta la misma puerta del tren me acompañó y nos despedimos. En el tren, fastidiado por el hecho de que la fiesta finalizaba y cansado por los muchos días sin dormir, dejó pronto la maleta en el compartimento y busqué mi asiento. Tenía ganas de tumbarme, dormirme y dejar que las tres horas de sueño arrastraran el tedio del viaje en el vacío de la inconsciencia. Cuando lo encontré, le pedí a la chica que estaba sentada en el asiento situado al lado del mío que me permitiera pasar, cosa que hizo musitando un “si, en seguida”. No era un bellezón de esos que se leen por ahí, era rubia, joven y parecía simpática.
Me senté con la mochila (siempre llevo algún tipo de bolsa de mano donde llevar libros, algún cuaderno y un boli) en el suelo entre las piernas. Saqué un libro que me había comprado hacía poco y que tenía muchas ganas de leer, aunque solo fuera para ir cogiendo el sueño atrasado. Bajé la bandeja de las comidas para poder apoyar el libro cómodamente y me dispuse a leer. La chica de al lado, sin decir palabra, sacó uno que llevaba en el bolso y también se puso a leer.
Me fije en el libro, es una costumbre que adquirí en su día por dos razones, la primera por que toda mi vida he leído muchísimo y me interesa saber qué libros lee la gente, y la segunda porque durante mi época de dependiente en una librería me dejo la manía de observar todos los detalles observables por si me lo pedían en algún momento (color, titulo, editorial, autor, etc.), así que cuando alguien abre un libro cerca de mí, me es inevitable fijarme. En ocasiones he llegado a entablar conversación únicamente con la sana intención de saber que tal esta el libro, cosa que muchas veces se ha confundido con un intento de ligoteo.
La cuestión es que la chica estaba leyendo un libro que se había editado justamente uno o dos meses antes y había tenido polémica. Se había recopilado distintos relatos eróticos que hablaban de las mujeres desde la perspectiva de los hombres, y en concreto, uno de los relatos lo había escrito una persona que escribe habitualmente en foros de relatos eróticos y que tiene como única temática, las violaciones de mujeres.

Precisamente la polémica de dicho libro fue lo que hizo que me fijara más en ella, pero solamente pensaba si esta chica tenía el libro porque de verdad le gustaba, o simplemente por la polémica que había generado. Así que seguí leyendo mi libro y el tren comenzó a salir de la estación.
Media hora después, desvelado por lo interesante de mi libro, note como la chica se reclinaba y se situaba dándome la espalda, intentando sin mucha suerte el conseguir una postura más o menos cómoda para dormir. Lo que me sorprendió fue que al ponerse en esa postura, su culo, cubierto con un pantalón de chándal ajustado de color rojo, quedaba a escasos dos centímetros de mi pierna. La tentación de acercarla a ella y sentir su contacto era realmente exasperante, pero sabía que si lo intentaba, ella se podría molestar y montar un follón.
Pasaron cinco minutos y el vaivén del tren hizo que ese culo se fuera acercando a mi pierna. Yo ya no podía pensar en dormir, así que me lié la manta a la cabeza y desplacé lentamente la pierna para acercársela. Cuando noté el contacto de la pierna con su culo, sentí un escalofrío tremendo. Ya se que es una gilipollez, pero fue mejor un orgasmo, la sensación de prohibido, de saber que todo puede ser una equivocación, de que te pueden pillar… Esa sensación es lo que persiguen aquellos que solo buscan el morbo. El primer contacto, el escalofrío, el calambrazo de electricidad que recorre tu cuerpo. La satisfacción de continuar y verse respondido no es peor, pero si que es diferente.
Bueno, acababa de notar en mi pierna el contacto de su culo y decidí apretar un poco. Como ella estaba de costado, el hecho de apretar implicaba que mi pierna, en lugar de hacerlo sobre un glúteo, lo hacia directamente sobre la parte posterior del coño, así como sobre el agujero del culo, cosa que sabía y que me estaba volviendo loco. Ella, dormida, no respondió ante el contacto.
Claro, en una situación como esas, todo se vuelve en un continuo seguir hacia delante. Como ya estaba empujando ligeramente, haciendo movimientos lentos con la pierna para “frotarme” con ella, decidí avanzar un paso más y coloqué la mano encima de mi pierna, de esta manera, al acercarla a ella, el contacto ya no sería a través de la pierna, sino directamente con mi mano. Estaba muy nervioso y hoy en día, al recordarlo, todavía me pongo así. Avancé la pierna y llegué a tocarla, que delicia. Notaba el calor de esa zona en mi mano, como si un calido fuego estuviera acariciándome con las alas de unos ángeles.
Apreté la pierna haciendo que la mano presionara con más fuerza y a través del chándal comencé a notar las curvas, las arrugas y los orificios. Además, al haber estado sentada leyendo, la dulce humedad del sudor (o de la excitación) también era patente. Mi corazón estaba latiendo a mil por hora y si alguien me hubiera pegado un grito en ese momento, habría muerto de un ataque. Siempre hacia delante, a los cinco minutos del contacto con la mano y viendo que ella no reaccionaba de forma negativa (yo ya suponía que debía de estar despierta), comencé a mover el dedo corazón, levantándolo hacia lo que suponía por el contacto que debía de ser su coño.

Lentamente, lo levantaba, notando como apretaba la tela del chándal hacia dentro de su orificio, presionaba durante un segundo, y volvía a bajarlo. Al segundo siguiente volvía a levantarlo, y repetía el proceso, lentamente, disfrutando como un enano. De hecho, mi polla estaba tan dura que en cualquier momento podría correrme de la simple excitación que sentía ante esta situación. De repente empecé a sentir humedad en el dedo, desde luego, se estaba poniendo como una moto, si a través del pantalón del chándal notaba esa humedad, así que decidí pasar al siguiente paso.
Retiré la mano, cosa que a ella debió de sobresaltarle porque a riesgo de descubrirse, apretó el chocho contra mi pierna buscándola y lentamente la subí hasta donde el chándal tenia la goma. Puse un dedo justo entre el sitio donde acababa la tela del pantalón y comenzaba la camiseta, y note como ella se tensaba. Pensé que si había llegado hasta aquí, tampoco iba a pasar nada si continuaba, así que lentamente dejé los otros tres dedos apoyados junto al dedo corazón y lentamente, muy lentamente, fui haciendo que se introdujeran por el borde del pantalón.
Cual sería mi sorpresa al descubrir que no llevaba bragas, o al menos, no notaba su presión. Ella estaba tensa, sin moverse, sin casi respirar, y mientra, mi mano, deslizándose lentamente por dentro del chándal, hacía que mis dedos alcanzaran el canalillo del culo y lo fueran recorriendo centímetro a centímetro. No sabía hasta donde quería llegar ella, así que deseaba disfrutarlo todo lo que pudiera.
Comencé a notar el sudor y el calor intenso de esa zona y cuando mis dedos alcanzaron su agujero trasero, pude escuchar un suspiro. Lo acaricié unos minutos pero sabía que no iba a pasar mucho tiempo ahí, y en cuanto gire un poco el brazo para facilitarme la postura, continúe. Dos centímetros más, inundé mi mano en un chocho tan mojado que se podría beber su miel durante días.
Empecé a acariciar todo lo que reconocía. Debido a la postura, lo primero que tenía entre mis dedos eran los labios vaginales, tanto los de fuera como los de dentro, resbaladizos de flujo y ardientes como carbones. Mis dedos los recorrían por fuera, por dentro, introduciéndose en el coño hasta el fondo para luego repartir toda su miel alrededor, para volver otra vez dentro a recoger más. Avancé un poco el brazo y mientras ella tenía pequeñas contracciones que intentaba disimular, mis dedos alcanzaron el final de los labios, los pelos del pubis y el clítoris.
Mis dedos recorrían de arriba abajo toda la zona, se mojaban en el interior del coño para luego llevar esa humedad al clítoris, que estaba duro como una piedra, para deslizarse sobre él como si estuviera bañado en aceite. Cuando ya llevaba un buen rato, ella se arqueó rápidamente unos centímetros. Del susto intenté retirar la mano, pero la aprisionó entre sus muslos haciendo que con cualquier movimiento mis dedos rozaran su clítoris y ella apretara más fuerte con los muslos.

Y cinco minutos después logré retirar la mano, con los dedos arrugados como pasas, como si hubieran estado una hora dentro de un barreño de agua caliente y con el olor más delicioso que jamás haya alcanzado mi nariz. Yo no sabía como reaccionar. Ella seguía quieta en la misma postura y yo no podía decirle a alguien a quien, sin conocerla, acababa de hacerle una paja”ha estado bien, ¿eh?”, además, por la excitación mis pantalones cortos no solo mostraban un bulto más que evidente, sino que el líquido pre seminal comenzaba a notarse desde fuera.
Decidí que fuera ella la que diera el próximo paso, decidí intentar tranquilizarme, cerré los ojos para relajarme, respiré una vez, otra, otra, otra y cuando ya iba a abrir los ojos y preguntarle si quería echar un polvo, noté un contacto a pocos centímetros por encima de la rodilla. Entreabrí los ojos y vi su mano apoyándose suavemente en mi piel y rozando mi vello. El bulto de mis pantalones volvió a saltar hacia arriba, empujó saltando como de un embolo y noté como ella giraba la cabeza hacia mí. Yo, intentando mantener los ojos cerrados a toda costa, y a la vez entreabiertos para no perder detalle.
Vi como la mano comenzaba a acercarse a la pernera del pantalón corto y metiéndose debajo de ella, a subir lentamente por la pierna hacia la ingle. Yo no sabía eso de no ir con ropa interior en los trenes, pero por suerte utilizo siempre boxers amplios, ya que me gusta la sensación de libertad, y la mano continúo por debajo de los mismos. Cuando llegó a la ingle, se encontró con mis testículos, los que acarició durante un rato, para luego dirigirse sin tardanza a mi polla. Mientras miraba por la rendija de los ojos entreabiertos, veía como la rubia tenía la mitad del antebrazo metida en mi pernera, mientras notaba que iba moviendo la mano en una paja lenta y deliciosa.
Yo estaba sin poder aguantar los suspiros y hacía todo lo posible por no “despertarme”, ya que el juego parecía ir por ese lado. A los cinco minutos la chica adelantó la otra mano y mientras con la mano que ya estaba dentro me inclinaba la polla hasta la pierna, con la otra levantaba la tela del pantaloncito y del boxer para sacármela. Una vez quedó la polla fuera, se inclinó para metérsela en la boca, me corrí. No hacia falta ni que hubiera estado ni dos minutos. Fue sentir sus labios alrededor de mi glande, notar la lengua recorriéndome la punta y sentir el calor de la misma acaparando lentamente toda la extensión de la polla, cuando no pude más y acabé con un placer inmenso.

Ella terminó de limpiarme con su lengua, después con una servilleta y posteriormente me la volvió a meter dentro del pantalón suavemente, manteniendo nuestro secreto. Entonces caí completa y absolutamente dormido. Me desperté una hora después, cuando el personal del tren me indicó que ya habíamos llegado y que el resto de los pasajeros se estaban marchando. El asiento a mi lado estaba vacío y no volví a verla nunca más.
Saludos para todos.

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