Relato erótico

Un giro bestial

Charo
22 de marzo del 2020

Su mujer es atractiva y sensual pero en el sexo no es muy “lanzada”. Poco a poco ha conseguido introducir un poco de morbo en su relación. Se le ocurrió una idea y la montó sin consultárselo a ella. La situación no acabó como esperaba.

Ricardo – Madrid
Somos una pareja de Madrid y esto que voy a contar nos ocurrió en verano, y es que los calentamientos y la fogosidad a veces te hacen perder el norte, aunque diré que hoy por hoy, ya lo estoy pagando. Mi mujer se llama Mónica, tiene 36 años, está muy buena y se conserva de maravilla, tiene una cara de niña buena, con melena morena rizada, mide 1´74m, vientre plano, piernas duras y largas, pechos firmes aunque quizás algo pequeños, un culito respingón con forma de corazón, con un tamaño proporcionado a su cuerpo delgado. Su tacto es suave, duro y firme y suele llevar su pubis arreglado todo el año, dejando, como a mí me gusta, pelitos en su triángulo del monte de Venus, pero su raja completamente despejada de pelos, así que se aprecian claramente sus labios mayores, perfectamente simétricos.
Es de buena familia, así que en el tema sexual siempre ha sido muy tradicional y clásica. Con el paso de los años ha ido cogiendo experiencia conmigo y se ha ido experimentando, sobre todo en crear situaciones morbosas de cara a los previos del polvo en sí. El sexo acababa siendo siempre igual de placentero, pero a la vez igual de monótono y clasicón, ya que siempre pedía que le estimulara el clítoris mientras la penetraba. Cada vez los juegos y el morbo eran más fácil de buscar la situación que nos excitase y nos motivase. La mayoría de las veces, antes de follar simulábamos que ella era una prostituta y el juego consistía en que yo, pasándome por otro, la obligaba a desnudarse con los ojos tapados insinuando que en la sala había más gente.
Algunas veces le sacaba fotos que después mostraba a gente por Internet; me ponía mucho que la gente dijese lo que haría con ella. Cada vez se hicieron más calientes y atrevidas las situaciones, a veces lo que tenía que hacer era pasar por una geisha o esclava obedeciéndome. En las ocasiones que ella hacía de esclava, noté como le excitaba muchísimo encontrase sometida y humillada sobre todo como si fuese un juguete o un objeto erótico, esto rompía con todo lo que era en si su persona, ya que ella es muy discreta, bastante tímida, pudorosa… Tanto pensaba que con el calentamiento llegaba a desinhibirse, que un día decidí jugar arriesgando un poco. La pregunté si quería ser mi esclava, mi objeto sexual, mi juguete y aceptó con una sonrisa picarona y directamente ella mismo empezó el juego:
– ¿Qué quiere que haga, amo?
– ¿Vas a ser muy obediente hoy?
– Si amo, lo que tú digas.

– Hoy será distinto, haré contigo lo que quiera, los juguetes se comparten…
Puso cara de sorpresa, pero me imagino que entendió que formaba parte del juego
– Serás humillada, insultada, utilizada, mostrada, compartida… ¿sigues queriendo ser mi esclava?
– Si mi amo – dijo tragando saliva.
La cogí de la mano y la llevé a la habitación en la que tenemos el ordenador al que me había conectado con anterioridad y había abierto un chat con el nick “te muestro a mi mujer”.
Obviamente, un sinfín de ventanillas se abrieron y tras una selección, elegí un chaval de 18 años que tenía cam y le ofrecí un espectáculo de Mónica a cambio de que se masturbase frente a su cam; aceptó.
Quedamos pasadas un par de horas, dejando las cam conectadas. Puse una silla cerca de la cam y yo le veía a él en la cama. Antes de entrar en la habitación, le puse una venda en los ojos a Mónica, eso le permitía dejarse llevar por la fantasía de que era otro el que ocupaba mi lugar. Entramos y coloqué a Mónica junto a la silla, tuve que mover la cam para encuadrarla a la perfección y me senté frente al ordenador. Cuál fue mi sorpresa cuando al conectarme con el chaval, me encontré que estaba desnudo, pero lo más alucinante es que al lado tenía dos chicos desnudos, uno ya completamente empalmado. Me acerqué y dije flojo:
– ¡Hola chicos!
– ¡Hola! Son dos colegas ¿te importa?
– No, al contrario, ahí la tenéis ¿qué tal? ¿Qué os parece?
Se les cambio la cara. Uno se llevó la mano al paquete y empezó su particular tratamiento. Mónica estaba de pie descalza, con los ojos tapados al lado de la silla, con una camisa azul y una falda ajustada blanca.
– ¡Gírate y apóyate en la silla, quiero tu culo en pompa!
Le costó entender la orden y tardó unos segundos en reaccionar, pero finalmente se acercó a la silla de frente a la misma y de espaldas a la cam y se agachó subiéndose inevitablemente la falda al límite de la vista de su braguita blanca.
– ¡Levanta más la falda!
Apareció su culo respingón abierto y tapado por la braguita, ante la mirada de los tres chavales incrédulos.

Me acerqué y pasé mi mano por todo su culo, luego bajé mi mano por sus muslos y volví a subirlos. La hice incorporarse, la giré de nuevo de cara a la cam. Su falda cayo tapando de nuevo su ropa íntima.
– ¡Baila, contornea tu cuerpo, insinúate! ¡Vamos muévete!
Al principio lo hizo de manera torpe, pero según se calentaba ya pasaba sus manos por sus pechos, levantaba ligeramente la falda mostrando sus preciosas piernas.
– ¡Desabróchate la blusa!
Poco a poco se fue desabrochando la blusa, no llevaba sujetador por lo que inevitablemente, cada vez que se movía con el baile, se le abría la blusa y dejaba entrever sus tetas.
– ¡Quítate la falda!
Los miré y estaban con los ojos muy abiertos, masturbándose. Se desabrochó la falda por un lateral y esta se abrió, mostrando sus bragas. Se quedó como sin saber qué hacer con ella en la mano, hasta que la tiró al suelo. Deje unos segundos de silencio y luego le pedí que se girara. Obedeció. La camisa le tapaba algo, así que le ordené que se la quitara. Lo hizo, mostrando su espalda morena con la marca de la parte alta del bikini.
– ¡Métete esas bragas por el culo como si fuera un tanga!
Lo hizo, dejando unos segundos su culo a la vista.
– Colócate como antes, con el culo en pompa.
Pensé que con esas vistas era momento de desnudarme y así lo hice, sin caer que me verían los tres chicos. Salí en escena y me acerqué mirando a la pantalla, acerqué mi mano abierta a su culo y acariciándola, colé un par de dedos en la tela metida entre ambas nalgas y tiré hacia un lado, apartando la poca tela que escondía y tapaba la desnudez total de su culo. Miré al ordenador y noté como la intensidad de movimiento de las manos de los tíos se incrementó.
– Ponte de pie y gírate que veas esas tetitas.
Se giró despacio mostrando su bonito cuerpo casi desnudo. Sus tetas estaban muy erguidas, con las aureolas rosadas y algo abultadas, con los pezones apuntando al cielo. Le pellizqué los pezones que se endurecieron aún más y le ordené que se las tocara. Rápido se puso a acariciarlas. Otra vez salí en escena, pero esta vez mi rabo estaba mirando al cielo. Me coloqué frente a ella y por la parte más ancha de la braga colé mis dedos a cada lado y retiré toda la tela, desnudado su sexo y tirando para arriba, metiéndose toda la tela entre los labios vaginales desnudos. Me retire y le ordené que se quitara las braguitas. Me encanta verla con que delicadeza levanta una pierna y desliza la braga por su muslo pasándola por un pie y después retirándola de la otra pierna, quedando completamente desnuda.

Me coloqué en frente de nuevo y le pedí que abriera las piernas. Obedeció y con la palma de la mano bien abierta, empecé a recorrer de abajo arriba toda su mojada y despejada raja, notando como al paso de mis dedos se abría su cueva caliente, y se humedecía aún más, y notaba sus labios menores con su clítoris expectante. Al notar ese primer contacto, se encogió echando ligeramente el culo hacia atrás y gimiendo. La dejé en esa postura unos segundos para deleite de los chicos.
– ¡Acaríciate y mastúrbate!
Empezó a tocarse, al principio despacio, pero poco a poco empezó a mover su cuerpo, a contonearse, a acariciarse con una mano el pecho y con la otra mano no paraba de estimular su sexo. La hice sentar, mientras no dejaba de acariciarse.
– ¡Abre las piernas y súbelas a cada lado de la silla!
Eso hizo que inevitablemente sus muslos y piernas quedaran separados al máximo, exponiendo su humedecido y desnudo coño. Sus caricias hacían que inevitablemente su mano tapara y descubriera su cueva, lo que no tapaba era su agujerito anal, perfectamente expuesto. En esa postura tan humillante cogí la cam y la acerqué hacia la zona más escondida de cualquier mujer.
– ¡Quita la mano y enseña mejor ese coño de puta que tienes!
Con ambas manos separó aún más los labios, dejando ver su agujero abierto y su sexo en pleno esplendor. Que ganas de follármela tenía, pero aguanté y acerqué la cam, los tíos no daban abasto, estaban viendo el coño y el culo de mi mujer en un primer plano.
– ¡Ábrete las nalgas!
Con ambas manos las separó, ensanchándose el agujero y dejando entrever su cuevecita más cerrada.
– ¡Chúpate un dedo y métetelo!
Se lo fue arrimando hacia su coñito…
– ¡No, no, ahí no, en el culo!
Arrimó su dedo a su ano. Este, notando el contacto de su dedo, como en defensa propia se contrajo. Mientras, la cam no perdía detalle y ofrecía unas imágenes impresionantes y más cuando poco a poco fue entrando el dedo índice de mi mujer en el interior de su agujerito. Yo ya no podía más, y al mirar a los chicos vi como dos estaban de pie, uno ya se había corrido y el otro, según le estaba mirando, se le empezó a salir unos chorretones impresionantes.

Decidí no aguantar más, me coloqué enfrente de Mónica, puse la cam de nuevo, sin contemplaciones tumbé a Mónica en la alfombra, eché las piernas de Mónica hacia atrás manteniéndolas abiertas y llevándola los tobillos hacia sus hombros, levantando su culo y dejando toda su desnuda raja a mi merced.
La miré, estaba encharcada, arrimé mi glande a su raja y sin contemplaciones me fui perdiendo en su caliente coño. Yo miraba hacia abajo y veía como mi polla se perdía en su coño, mientras debajo su agujerito negro entreabierto me estaba pidiendo guerra. No podía resistirlo más y tras varios va y vienes, decidí sacar mi polla de ese suculento agujero y mirándole su agujero anal y separándole aún más las nalgas, sin apenas lubrificarlo empecé a clavarle mi polla en su estrecho ano. Aun no me había entrado el glande y Mónica ya estaba gritando y agarrándose ambas nalgas empezó a separárselas aún más, para abrirme el camino. La fui enculando poco a poco y mi polla se fue perdiendo hasta el fondo, mientras con las manos jugueteaba con su clítoris, estirándoselo y pellizcándoselo sin dejar de meterla uno, dos y hasta tres dedos en el coño.
Ella no paraba de gritar, acariciarse y gemir como nunca, teniendo un orgasmo tras otro. Veía como poco a poco mi polla desaparecía en su estrecho agujero para volver a aparecer, notaba un calor especial. Miré hacia el monitor, los tres se estaban fijando bien pegados a la pantalla. Saqué la polla, ya estaba a punto de correrme. Olvidándome debido a la excitación y la sobredosis de testosterona que tenía aun los voyeurs mirando, se me ocurrió quitarle la venda de los ojos y arrimarle mi polla a la boca. Ella la agarró con las manos y sin hacer ascos, se la metió entera en la boca, pero según pestañeo empezó a abrir los ojos y precisamente de reojo vio el ordenador encendido. Justo cuando estaba a punto de correrme se la sacó de la boca y miró al ordenador.
– Pero, ¿qué es esto? ¿No será verdad?
Según decía eso, me corrí inevitablemente, manchándole la cara, pelo y pecho. Se apartó cabreada pero no por la corrida. Medio tapándose se levantó y pegó su cara a la pantalla, viendo a los tres chavales en pelotas.
– Gracias por todo -se atrevieron a decir.
– ¿Me habéis estado viendo desde el principio?
– Si, y tienes un cuerpazo impresionante, cuanto quieras quedamos.
Se sentó alucinada, como pensativa. Yo no me atreví a decir nada; de repente y sin contestarles apagó el ordenador bruscamente y mirándome dijo:
– Te has pasado, esta me la pagas…
– Pero cariño, que era un juego.
– ¿Juego? Te voy a decir lo que es un juego. A partir de ahora cuando estés trabajando delante del ordenador, quiero que mantengas tu Messenger conectado y deberás de aceptar a cualquier mujer que te agregue y tu obligación será obedecerla y mostrarle lo que pidan, igual que lo que has hecho conmigo, ¿entendido? A ver si te gusta ese juego… Y que sepas que algunas vendrán de mi parte, amigas, hermanas…Ya veremos. Otras podrán agregarte directamente y ya sabes, tú a obedecer y punto.
Así es como al final fui yo el que me convertí en un sumiso a través de mi ordenador, obedeciendo todos los caprichos de las mujeres, sin decepcionar a ninguna…
Un abrazo.

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