Relato erótico
Tenía que probarlo
Está casada y viven en un pueblo pequeño. Es profesora y considera que su vida es muy monótona. Descubrió en internet una página de contactos y le llamó la atención una pareja que, además del contacto, habían enviado relatos de sus encuentros. Se lanzó y quiso conocerlos.
Natalia – La Rioja
Conocí a un matrimonio a través de una web de contactos. Esos escritos despertaron mi sexualidad adormecida y me animé a escribirles. Mi vida pueblerina transcurría dentro de una monotonía que hacían tediosos los días. Mis amistades no me permitían expresarme como sentía, ya que el tema sexual era prohibido y pecaminoso, hasta que descubrí los relatos eróticos en las páginas de internet, que llenaron un vacío que buscaba para satisfacer mis deseos y fantasías.
Me llamo Natalia y soy profesora en un colegio secundario, donde me muestro recatada y juiciosa, tratando de disimular mi verdadera personalidad. Varias veces estuve tentada para cometer una trasgresión con un alumno que despertaba mis instintos sexuales; en más de una ocasión me masturbé pensando en que me entregaba a su fogosa juventud.
Estoy casada y gozo de prestigio dentro de la comunidad de mi pueblo, lo que me impedía expresarme con sinceridad por temor que descubriesen mis ocultos deseos. Después de intercambiar correspondencia con Susana, me atreví a confesarle mis frustraciones. Ella compartía mis secretos y me estimulaba para que diese rienda suelta a mis instintos. Gozábamos describiendo a través del correo electrónico escenas lésbicas que me llevaron, en varias oportunidades, a unos orgasmos intensos que jamás había experimentado. Fue entonces cuando comprendí mi bisexualidad. Disfrutaba imaginando relaciones intensas con hombres y mujeres y se lo transmití a Susana, que me instó a hacerlas realidad.
-Natalia, debemos encontrar el momento y el lugar apropiado, y no debes cejar hasta no haber satisfecho tus deseos y los míos.
Me decía constantemente. La oportunidad llegó. Había unas jornadas de actualización académica en la enseñanza durante un fin de semana y se lo transmití a Susana. Eufórica, me manifestó su complacencia ante la oportunidad que se presentaba. Ella iba a preparar todo para disfrutar de dos días distintos e inolvidables.
A pesar de sus palabras, para tranquilizarme, pues nadie me conocía ni sabía de lo nuestro, dudé hasta último momento en ir a la cita.
Finalmente, la insistencia de Susana y la oportunidad que se presentaba para consumar lo que tanto habíamos imaginado, hizo que me decidiese. Mi marido contribuyó a mi decisión insistiendo para que aceptase la invitación al congreso, sin imaginar el verdadero motivo de mi viaje.
Parecía impulsarme a pecar, deseándome que fuese y disfrutase de ese fin de semana, ya que él, por razones de trabajo, no me podía acompañar. Cuando me senté en el autocar para trasladarme a la ciudad, mi corazón se aceleró. Mil preguntas acudieron a mi mente, ¿haría bien en aceptar la invitación de Susana? ¿Sería capaz de hacer realidad mis fantasías participando de una “reunión” especial como había soñado? ¿No defraudaría a Susana cuando me conociese? Al bajarme en la parada, mis dudas empezaron a disiparse, allí estaba esperándome Susana, que me recibió con una sonrisa.
– ¡Natalia! ¡Cuanto gusto de verte y conocerte personalmente! Eres hermosa, tal como te había imaginado.
Me abrazó y me dio un beso en la boca. Sentí sus labios húmedos y cálidos y le devolví sus besos sin reparar en la gente de alrededor. Me cogió del brazo y mientras me llevaba hacia su coche, fui observando su figura; era de estatura mediana, ojos pardos y mirada sugerente.
Su boca, carnosa, de labios gruesos, su cuerpo armonioso, de cintura estrecha y sus pechos firmes me impactaron. Toda su figura irradiaba un halo de sensualidad y misterio. De viaje hacia su casa, comprobé su delicadeza y amabilidad como a través de nuestra correspondencia había intuido. Dejé mi equipaje y después de cambiarme de ropa y acicalarme, se ofreció para llevarme al hotel donde se realizaba el evento y registrarme en el congreso. Se lo agradecí con la condición que después aceptase mi invitación para comer juntas.
La comida sirvió para relajarme y entrar en confianza. Susana fue logrando que me sincerase y le transmitiese mis reparos y mis dudas para enfrentar esa “fiesta” que ella me proponía. Con tino y seguridad, desestimó cada una de ellas. Era maravillosa. Durante el mismo, me explicó que iríamos a un espectáculo nocturno donde conoceríamos gente liberal, compartiendo una copa y un show, para después volver a casa y disfrutar de un fin de fiesta “especial”. Pasaron dos horas de confesiones y confidencias hasta que llegó la hora de ir al simposio. Fuimos juntas hasta el hotel y Susana quedó en pasarme a buscar cuando acabara. Debo confesar que lo que se exponía, me importaba poco, todos mis pensamientos se centraban en la “reunión” de la noche. Era la primera vez que participaría realmente de una velada plena de erotismo y sensualidad.
Me preguntaba a cada instante si yo, Natalia, una simple pueblerina disfrutaría al hacer realidad mis deseos, dando rienda suelta a mis instintos de mujer frustrada. Puntualmente, Susana me pasó a buscar. Ya en su casa tuve mi primera experiencia homosexual; me bañé y al salir de la ducha me esperaba ella totalmente desnuda. Era hermosa y todo su cuerpo irradiaba sensualidad. Dejé caer la toalla que me envolvía y me uní en un abrazo estrecho, uniendo nuestros labios. Su boca carnosa entreabierta recibió mis besos y la lengua recorrió sus entrañas. Respondió con desesperación cerrando sus ojos. Que maravillosa sensación de posesión y lujuria. Sentí sus senos apretándose contra los míos y su respiración agitada. Entre jadeos y palabras de amor balbuceaba:
– Cuanto deseé este momento, Natalia.
– Yo también -le respondí.
Nos cogimos de las nalgas, aproximando las pelvis, para frotar nuestras vulvas y tuve mi primer orgasmo con una mujer. De la mano y trastabillando torpemente por la urgencia y la calentura que nos consumía, llegamos a la habitación. Nos dejamos caer sobre la cama que fue testigo de nuestra entrega. Susana se situó entre mis piernas y me prodigó una mamada fenomenal, lamiendo la vulva y mordisqueando el clítoris. Me retorcí de placer y no pude evitar los gemidos ante cada caricia. Después fui yo la que atendí y le di placer a esa vagina húmeda llena de pringosos jugos, que sorbí hasta la última gota.
Terminamos agotadas y sudorosas, por lo que debimos bañarnos nuevamente, lo que sirvió para que al enjabonarnos nos prodigásemos caricias plenas de agradecimiento y amor ante tanto placer. Me vestí con una blusa y una faldita corta, que dejaba ver mis piernas. Al ver mi atuendo lo elogió.
– Natalia, eres preciosa y vas a despertar más de una mirada. Me voy a poner celosa -fue su comentario.
– No seas tonta, no puede haber otra mujer en mi vida después de haberte conocido. Además, no creo que ningún hombre me satisfaga como tú -le respondí.
– Eso lo veremos y debes estar segura de lo que dices. Esta noche podrás comprobarlo.
Sus palabras me intrigaron, pero Susana no agregó nada más. Cenamos frugalmente y a la medianoche nos dirigimos al pub donde encontré un ambiente diferente a todo lo que había conocido. Parejas de gais y lesbianas compartían el lugar. Nos acomodamos en una mesa que Susana había reservado y cogidas de la mano, me dispuse a observar a la gente y el espectáculo. Me entretuve al principio y comprobé la familiaridad y el respeto con que saludaban a Susana, quien me confesó que era una asidua concurrente al lugar. Después salimos a bailar y reanudamos nuestros juegos amorosos. Ya no reparaba en nada ni en nadie. La media luz del local contribuía, generando un ambiente pleno de erotismo.
A pesar de las relaciones previas que habíamos gozado con Susana, volví a excitarme y solo la luz que se encendió para dar comienzo al espectáculo impidió que tuviese un orgasmo en la misma pista de baile. Nos sentamos abrazadas y nos dispusimos a disfrutar del striptease. Estaba distraída mientras una mujer hermosa realizaba el striptease, hasta que apareció un joven en el escenario y comenzó con su show. Era apolíneo y fue mostrando su musculatura marcada en la medida que se desnudaba, hasta quedar solo con el slip que sugería un miembro enorme bajo su tela. Estaba fascinada ante lo que observaba. Susana me sacó de mi ensimismamiento cuando me preguntó:
– Natalia, ¿te gusta?
– Por favor, que desperdicio, ¿es gay?
– No, es heterosexual, y muy amigo mío. Después te lo presento -me dijo
Al concluir el show, se encendieron las luces. Había bebido demasiado para lo que acostumbro, y me sentí un poco mareada. Fui hasta el baño para refrescarme y cuando retorné a la mesa, Susana estaba conversando con el joven. Me presentó a Miguel, que después de saludarme se despidió de nosotras con un beso y un “hasta luego”. Eso me intrigó, pero no pregunté nada, ¿qué habría querido decir? Eran las cuatro de la mañana cuando llegamos de regreso a casa de Susana. Me quité el maquillaje y cuando me estaba desvistiendo sonó el timbre del portero electrónico. Susana atendió presurosa y me tranquilizó cuando me dijo:
– ¡Ha llegado la sorpresa!
Vaya si lo fue… El joven del desnudo en el escenario, apareció en la puerta. Me cubrí con una camiseta mientras Susana sonreía.
– No te preocupes, esta noche será completa y te darás cuenta de la mujer ardiente que hay en ti, querida Natalia. Ya le expliqué cuáles eran tus fantasías y decidimos que las haríamos realidad.
Quedé sorprendida y esbocé una tímida defensa, pero no estaba en condiciones de contradecirla. Siempre había soñado con una orgía, y no era el momento de echarme atrás. Nos desnudamos los tres y Miguel terminó de despojarse el slip. Tenía una enorme verga que Susana tomó con sus manos y arrodillándose, la llevó a su boca. Observé como la mamaba y me invitaba a compartirla. No dudé un instante y la imité. Era la primera vez que lo hacía con un desconocido. Esa verga era mucho más grande y gruesa que la de mi marido y me dediqué a besarla y a acariciar sus testículos. Estaba eufórica y me desconocía. El coñito de Susana y la verga de Miguel harían realidad mis fantasías. Me fueron guiando y me colocaron de espaldas sobre la cama, Susana se colocó a horcajadas sobre mi rostro, acercando su vulva a mi boca.
Ya no pude con mi calentura, besé la vagina de Susana y mi lengua sorbió los jugos agridulces que fluían de ella. Miguel se situó entre mis piernas, abrió mis muslos e insinuó la gruesa cabezota de la enorme verga entre los labios carnosos de mi chocho, que se abrió generoso para recibirla. Comenzó a bombear lenta y profundamente, dilatando en cada embestida las paredes de mi coñito ávido de gozar con esa verga descomunal. Miguel era un experto en eso de dar placer. Mis tetas recibían las caricias de las manos de Susana y Miguel, que pellizcaban los pezones endurecidos por el estímulo. Mis orgasmos se sucedieron una y otra vez. Miguel parecía insaciable y mi coño estaba agradecido. No podía creer que esa enorme polla desapareciese íntegra dentro de mí. Después invertimos las posiciones y fui yo la que dirigí la verga de Miguel hacia el coño de Susana.
Observé como su chocho se abría para albergar semejante tranca. Era maravilloso ver la introducción de la verga hasta los testículos, que quedaban como únicos testigos de la follada, golpeando rítmicamente los glúteos ante cada ir y venir.
Fue una noche intensa, mi chocho y mis tetas terminaron irritadas como resultado de una noche de lujuria y sexo desenfrenado. Cuando me incorporé para ir al baño, mis piernas temblaban.
Al mirarme al espejo comprobé mi rostro, con sus ojeras marcadas, que denotaban el cansancio por tanta entrega. Jamás imaginé que pudiese gozar tanto con un hombre y una mujer, los cuales me brindaron su experiencia y su comprensión. Mis fantasías se habían hecho realidad.
Un beso.