Relato erótico
Tarde de compras y algo más
Lo que tenía que ser una tarde dedicada a la compra de un traje para ir a una boda, se convirtió en una sesión desenfrenada de sexo. Cuando a veces lo piensa, le cuesta creer que tuviera tanta suerte.
Jorge – Navarra
Querida Charo, me llamo Jorge y os voy a contar la experiencia que he tenido esta misma mañana con una mujer imponente. Había ido a comprar ropa para ir a una boda y como no me decidía por nada ya que no sabía si me caía bien o mal le dije a una de las vendedoras, que era simpatiquísima y además tenia un escultural cuerpo, que si podía entrar conmigo al probador para que me diera su opinión acerca de cómo me quedaba la ropa. Aquélla rubia imponente asintió con la cabeza, aunque yo no me lo podía creer ya que nunca me había visto en una circunstancia igual. Ella se acercaba con un ligero contoneo de caderas, vestía un pantaloncito negro súper ceñido que marcaba cada curva de su cuerpo y una blusa transparente por la que se vislumbraba el sujetador negro con los pezones marcadísimos. Entro en el probador conmigo, y cuando se giró… ¡vaya vista!
Su redondo culito hizo que me dieran ganas de cogerlo con las manos y estrujarlo fuertemente contra mi vientre. Entonces ella se dio la vuelta y me dijo:
– Vamos a ver, quítate ese pantalón y pruébate este a ver cómo te queda.
A mí me daba mucha vergüenza ya que estaba completamente salido por lo que tuvo que repetir, con un tono entre agresivo y dulce en la voz:
-Venga, que no tengo todo el día, ya sé como estas o sea que no me vas a asustar.
La verdad es que nunca me he explicado por que las mujeres pueden hacer eso con la voz. Yo me desabroché el botón y comencé a bajarme los pantalones, notando como ella se sorprendió de las dimensiones que había tomado mi cuerpo a la altura de las ingles y dejó escapar una exclamación de sorpresa tapándose la boca con la mano abierta. Yo llevaba un slip pero la fuerza con la que se me había despertado el miembro le había desplazado y aquello parecía, según me dijo ella una tienda de campaña para 12 a lo cual yo no pude hacer otra cosa que sonreír.
– ¿Puedo cogerla? – me preguntó – Nunca he tenido en mis manos algo tan grande como esto.
– Por supuesto -contesté yo terminando de sacarla de entre el slip y el ombligo.
Ella se agachó cogiéndola y mis manos fueron a posarse sobre su perfecto culo donde me entretuve a acariciarlo con un suave masaje. Casi al instante, ella se metió el aparato en la boca, por lo que deduje que la gustaban mis caricias, y mis manos se aventuraron en dirección a su pecho donde desabroché dos botones e introduje mi mano hacia su teta izquierda jugando con el duro pezón.
Ella se levantó de su posición y se quitó los estrechos pantalones que vestía dejándome ver el tanga más bonito que he visto en mi vida, aunque no me la dejó ver por mucho tiempo por que se la quitó tan rápido como se había quitado los pantalones, entonces vi su coño afeitado. Tenía toda la pinta de estar jugosísimo y por él ya rezumaban los jugos ya que se veía brillante.
Luego se quitó la blusa que ya había desabrochado yo anteriormente y el negro sujetador, mostrándome los pechos por los que mis manos ya habían navegado, pero ahora eran sus manos las que navegaban por la superficie de su vagina, acariciándose los labios que ya los tenia mojadísimos.
– ¿Te gusta mi coño, eh? – preguntó.
Había llegado un momento en el que ya no tenía que responder, la rigidez de mi verga no dejaba lugar a confusión. Ella seguía tocándose el coño y a mí me estaba poniendo a cien, que digo a cien, por lo menos a mil, ya no podía aguantar más, me la tenía que follar, así que acercándome a ella la cogí por la cintura y poniéndola con el culo a la pared la levanté y ella misma cogió mi verga y la puso a la entrada de su chocho. Entonces la dejé caer suavemente sobre ella y la penetré mientras ella lanzaba un débil gritito, y eso que no había entrado entera que si no hubiéramos llamado la atención de la gente que se encontraba en la tienda a aquella hora, que era bastante.
Con un nuevo empujón entró entera mientras ella abría la boca sin gritar, solo lanzaba leves gemidos de placer mientras yo bombeaba y bombeaba haciendo su coño a la justa medida de mi polla, hasta que hubo un momento en que ella no pudo aguantar más y un alarido salió de su boca, que yo intenté tapar con la mía para no descubrir que estábamos echando el polvo poco menos que del siglo, si no lo era, por lo menos era el mejor polvo que he echado hasta el momento.
La bajé de mis brazos y asiéndola de los hombros la hice arrodillarse de manera que su cara quedase a la altura de mi instrumento, abrió la boca y de un movimiento de caderas le introduje mi estilete en ella hasta que rebotó en la campanilla haciendo que ella la volviese a sacar en medio de una arcada, pero acto seguido la volvió a meter en su boca caliente. El sudor recorría nuestros cuerpos hasta caer al suelo formando un pequeño charco que se unía a los jugos derramados por su chocho.
– Lámemela bien para que luego no te haga daño en el culo – le dije yo.
Ella respondía chupándomela con más ahínco que nunca, mientras vi que sus dedos se perdían en el interior de su culo, quizás para abrirme el camino.
Cuando se la saqué de la boca no tuve que decirle nada, ella ya sabía lo que la iba a hacer, se puso a cuatro patas y con el culo en pompa esperó a que la penetrara pero no lo hice sino que abrí la cortina del probador buscando un amigo que había venido conmigo y le invité a entrar. Clara, que así se llamaba la empleada, se sintió cohibida al ver a mi amigo en el probador e intentó taparse con la ropa que se encontraba tirada por el suelo, pero yo le expliqué que no pasaba nada, que solo quería que experimentaría lo que se siente con dos pollas a disposición de una mujer, y le dije que se la pusiera a punto para penetrarla por el coño mientras yo se la metía por el culo cosa a la que accedió con gusto metiendo la polla de Raúl en su boca y empezando a chupar.
Entre tanto, yo jugueteaba con mis dedos y mi lengua en su culo chupándoselo para lubricarlo e intentando darlo de si un poco ya que era la segunda vez, según me dijo, que se lo hacían por ahí, y cuando Raúl la tuvo a punto se tumbó en el suelo.
Clara se sentó encima clavándose la polla de Raúl en el coño emitiendo un pequeño suspiro de placer, Raúl la cogió de las tetillas y tirando de ellas consiguió echarla hacia delante hasta que sus bocas se fundieron en un beso, y yo, cogiéndola de los cachetes del culo y poniendo mi polla a la entrada de su ano, la fui penetrando lentamente, pero como no entraba fácilmente, tuve que dar un fuerte empujón que hizo que Clara gritara de dolor.
– ¿Quieres que pare? – dije.
– ¡No, sigue, fóllame, dame por el culo! – me decía con lagrimas en los ojos.
Al cabo de unos minutos esas lágrimas se transformaron en violentos gemidos de placer. Ya no le importaba que la oyeran, lo estaba pasando bien y eso bastaba, le daba igual ahora solo pensaba en aquellas dos pollas que la estaban follando. Yo, en un momento dado, exploté vertiendo toda mi leche en el interior de su ano y Raúl al ver que ya me había corrido y que ella estaba teniendo un orgasmo de campeonato, no pudo aguantar más y también se corrió. Cuando ella se levantó, el semen le salía por los dos orificios por los que había sido follada.
Justo en el momento en el que ella se estaba abrochando la blusa, alguien abrió la cortina y nos pillaron a los tres allí dentro, una vendedora llamó a la jefa que se personó en el probador y vio las manchas de semen y de flujo vaginal en la moqueta del suelo y a nosotros sudando. Finalmente a ella la despidieron por escándalo en el lugar de trabajo y a Raúl y a mi amigo nos denunciaron por escándalo publico, aunque yo creo que la jefa nos quitaría la denuncia a cambio de una noche de sexo desenfrenado y yo la verdad es que le echaría un polvo como nunca lo han echado, y estoy seguro de que Clara, con la que hemos quedado para repetirlo otro día, piensa lo mismo. ¡Que nos quiten lo bailado!
Saludos y hasta otra.