Subyugada

Trabaja en una tienda de ropa de caballero y está acostumbrada a ver hombres atractivos o no pero, aquel día, quedó impresionada con aquel cliente.

Pilar – VALLADOLID
Hola Charo, soy Pilar y hasta hoy desconocía la existencia de vuestras revistas y ha sido el chico con el que en estos momentos mantengo una relación morbosa, de alto contenido erótico sexual, el que me ha animado a que os relate nuestra historia con el fin de que podáis compartir nuestros momentos más calientes.
Trabajo de dependienta en una tienda de ropa sport para caballero, tengo 34 años y estoy casada, siempre fiel a mi marido pero tengo que reconocer que soy muy apasionada en cuanto al sexo se refiere, en cambio él es de los que tiene muy poquito aguante, su excusa siempre ha sido que como estoy muy buena no aguanta la eyaculación pero últimamente es que ni lo hacemos y yo siempre con ganitas aunque termine masturbándome sin que llegue a enterarse. Comprenderéis que no es normal para lo jóvenes que somos y así nos va.
Reconozco que soy una mujer muy atractiva, de estatura media, una cara muy bonita con unos grandes ojos oscuros, unos labios carnosos, siempre perfilados por el maquillaje, y una larga melena rubia rizada. Suelo llamar la atención de los hombres e incluso la de alguna mujer también. Me gusta ir siempre ajustadita, con ropa que resalte mis encantos como son mi culo prieto y levantado, y mi pecho firme con los pezones siempre mirando hacia adelante.
Sin más preámbulos os contaré nuestra historia. Todo empezó una mañana del pasado mes de Octubre, cuando entró en la tienda un joven cliente al que anteriormente le había vendido una camiseta y vino para ver si se la podía cambiar, pero ya la había llevado y ni siquiera se molestó en lavarla. El chaval no estaba nada mal, con un traje azul que le sentaba de maravilla, y se dirigió a mí diciéndome:
– Vas a pensar que soy un guarro por traértela sin lavar y luego no querrás quedar conmigo.
En ese momento me di cuenta que me estaba tirando la caña y al ver mi cara de asombro continuó:
– ¿Estás casada?
– Sí, estoy casada – dije.
No pareció importarle, estuvimos hablando un ratito, nos intercambiamos los teléfonos y se marchó, pero no tardó ni 5 minutos en enviarme un sms diciendo:

– Hablaba en serio, estás muy bien.
Yo le seguí el juego y a la semana siguiente volvió a hacerme otra visita. Cuando lo vi entrar me puse un poco nerviosa y excitada. Se acercó al mostrador y sin darme cuenta me estaba tocando las tetas, pellizcándome los pezones y diciendo:
– ¿Ves? No pasa nada, ¿quieres tocarme el “arma”?
Mientras nos mirábamos fijamente, sin dudar, le acaricié por encima del pantalón notando como iba creciendo su empalmada. Era una cosa tremenda. Al final nos besamos y se fue. A mi me temblaban las piernas y mi coño se había humedecido hasta mojar el tanga. A continuación otro sms:
– ¿Qué te ha parecido la visita? Ahora tócate.
Aquello no podía quedar así, teníamos que volver a vernos. Vaya tranca tenia el chaval, me lo tenía que follar, me daba igual que estuviera casada y que él tuviera novia.
Un día quedamos en su casa y reconozco mientras subía las escaleras me sentía un poco zorra pensando en los cuernos que le iba a poner a mi marido, pero cuando me abrió la puerta el chocho se me hizo agua, allí estaba él, un chaval de ventipocos años, alto, guapo, esbelto y con una tranca de las que quitan el hipo que me estaba esperando para mi solita. Nos empezamos a besar y de pie me fue desnudando mientras acariciaba mis senos y mordisqueaba mis pezones jugando con ellos, diciéndome:
– ¡Me encanta putita, que tetas tienes!
– ¿Te gustan?- preguntaba yo coqueta.
– Sí, mucho.
Le ayude a desnudarse, primero se quitó la camiseta y le lamí el pecho al mismo tiempo que le acariciaba su tranca por encima del pantalón de chandal. Llevaba una erección brutal y como quería verle la polla, le bajé el pantalón. Era tremenda, toda depilada hasta los huevos. Me agaché, se la cogí con la mano dándole unas pasadas magistrales con la lengua de arriba abajo hasta que me la metí en la boca, mientras observaba atenta su cara de placer. Se la puse como un palo y mi coño estaba ya como una fuente. Entonces me levantó para que le dejara la polla en paz, se sentó en el sofá y empecé a cabalgarle. Subía y bajaba de aquella cosa tan dura y tan larga sin que se saliera en ningún momento.
– ¡Oooh… sigue así, me encanta, no pares, eso es, folla a tu macho! – me decía.

Me empecé a correr como una perra, sin parar de jadear. Entonces me dijo:
– ¡Me voy a correr pero tú sigue, no pares!
Fue una explosión tremenda la que noté dentro de mi coño pero entonces me cogió y me puso a cuatro patas. Yo no paraba de gemir:
– ¡Aaah… sigue, me encanta tu polla, cabrón!
– ¿Te gusta, eh? ¡Pues te vas a enterar de lo que es un macho dominante! – exclamó.
Mientras empujaba con toda su fuerza, me volví a correr, tenía el coño lleno de caldo.
– ¡Te voy a follar duro! – repetía.
– ¡Sí, sí fóllame, quiero tu tranca para mi solita! – grité.
Y entonces noté como se colaba uno de sus dedos dentro de mi precioso culo.
– ¡No, no!, ¿qué haces? – chillé.
– Calla, ¿es que nunca te han follado el culo?
– ¡No, por favor! – supliqué.
– ¡Calla! – repitió.
Estaba tan excitada que cuando me di cuenta eran los dos dedos que intentaban ensanchar mi culo virgen y estrecho.
– Te voy a follar el culo, te va a gustar y otro día serás tú la que me lo pida… ¡Oooh… que agujerito más pequeño vaya culito mas prieto que tienes puta!
Me hizo levantar un poco el culo y colocar las piernas por encima de sus hombros, me lubricó con vaselina y acercó su duro capullo a mi estrecho agujero, pero cuando empezó a penetrar le supliqué:
– ¡No, no me haces daño!
– Calla que es solo al principio, te lo voy a hacer con cariño, tócate el coño y relájate. ¿Ves? va entrando sola sin que yo empuje.
– ¡No, no para por favor!
– Que me enfado ¿eh? Ya falta poco, no grites.
Me había enculado toda su tranca y empezó a bombear de dentro hacia fuera lentamente, hasta notar yo sus cojones. Me hizo daño pero no tanto como imaginaba. Tras follarme el culo quiso que le hiciera una buena cubana al mismo tiempo que le hacia una mamada. Intenté metérmela entera en la boca pero fue imposible, era demasiado grande, y eso que soy garganta profunda. Seguí jugando con ella escupiéndole en el capullo le puse a cien hasta que gritó:
– ¡Oooh… me corro, sigue putita… oooh… que gusto, ahora despacito!

Eyaculó con toda su fuerza y le lamí toda su leche hasta dejarlo bien limpito. Fue genial, una gran follada de todos mis agujeritos con enculada incluida. Hay que reconocer que a los dos nos gusta follar y juntos nos desinhibimos más que con nuestras parejas y cuando coincide que podemos, no dudamos en quedar para darnos placer mutuamente.
Espero que os haya gustado, besitos.