Relato erótico

Siempre hay excepciones

Charo
6 de febrero del 2018

Tienen unos vecinos y amigos con los que practican el intercambio de pareja. Tenían unas “normas” que siempre tendrían sexo entre los cuatro pero nunca por separado.

Vicente – Lérida
Querida Charo, de nuevo te enviamos una experiencia vivida con nuestros vecinos Alberto y Olga. Nosotros somos Merche y Vicente de Lérida y como recordarás de algunos testimonios enviados en anteriores ocasiones, ya hemos tenido algún que otro intercambio aunque siempre en presencia de los cuatro, pero en esta ocasión solamente fue mi mujer con Alberto mientras que yo, sin que ella lo supiera, estaba metido en el vestidor de nuestro dormitorio desde donde pude presenciar todo lo que ocurrió y que seguidamente paso a contarte.
Olga, la mujer de Alberto, se había marchado unos días a su pueblo por motivos de la enfermedad de un familiar por lo que, tanto mi mujer como yo, nos habíamos ofrecido a Alberto para todo lo que necesitase mientras su mujer estaba fuera y así, alguna que otra noche había cenado con nosotros en nuestra casa y aunque yo le había insinuado algo no había pasado nada. Después de cenar se marchaba a su casa y yo comentaba a Merche que podríamos haber aprovechado alguna de esas noches para follar los tres y pasarlo bien pero ella me contestaba que posiblemente Alberto no se encontraba en condiciones ya que le faltaba su mujer y siempre que hemos hecho el intercambio hemos estado los cuatro. Eso es cierto pues ni mi mujer no yo nunca habíamos estado con otra persona sin saberlo el otro y siempre en presencia de los dos.
Era viernes y el sábado volvía Olga del pueblo. Había llamado a Alberto diciéndole que llegaría en el tren sobre las diez de la noche del sábado. Alberto, ese viernes, cenó con nosotros, mi mujer se acostó y como no teníamos que trabajar al día siguiente, nosotros nos quedamos tomando una copa y viendo la tele hasta que le dije a mi amigo:
– Cuando mi mujer esté dormida entramos los dos en la habitación le metemos mano, le comemos el coño y nos la follamos. Yo creo que está muy caliente y lo está deseando.
– Mejor lo dejamos para mañana, cuando esté mi mujer – me dijo Alberto – Aunque ya llevo cuatro o cinco días sin follar y me gustaría, al menos, que me la chupara y correrme en sus tetas.
– ¡Pues en el momento en que esté dormida entras tú en la habitación, le abres las piernas y le empiezas a comer el coño, que yo eso se lo hago muy a menudo y le gusta! Además como la luz estará apagada no sabrá quién le está comiendo el coño y una vez que se lo hayas comido yo entro en acción y nos la follamos los dos – insistí – Verás que bien lo pasamos.
Seguimos con otra copa y sobre las doce de la noche nos dirigimos los dos a la habitación y allí estaba Merche, como siempre acostada con su camisón transparente, sin bragas y sin sujetador, ya que así duerme todas las noches y no solo duerme sino que en casa siempre va igual. Tenga lo que tenga puesto, nunca lleva bragas ni sujetador, cosa que a mí me pone cachondo.

Con mis manos le empecé a separar las piernas y sin ofrecer ningún tipo de resistencia y como se encontraba boca abajo, levantó el culo y entonces Alberto le empezó a meter la lengua suavemente en el coño y en el culo, que ella levantó aún más facilitándole la entrada de su lengua y cada vez lo levantaba más y más ayudándole yo abriéndole la raja para que Alberto se lo chupara. Entonces es cuando ella se dio cuenta que estábamos los dos liados con ella, Alberto chupándole el coño y yo abriéndole el culo.
– ¡Pero que estáis haciendo! – exclamó – Ya sé que estáis cachondos pero Olga no está y a mi me gusta que estemos los cuatro, aunque también sé que Alberto, como lleva varios día sin follar, tiene la polla que le va a reventar así que, como me habéis puesto tan cachonda que vamos a disfrutar un buen rato.
Se quitó el camisón, se abrió de piernas y le dijo a Alberto:
– Alberto, sigue comiéndome el coño hasta que me corra en tu boca, aunque no sé si podrás aguantar ya que tienes la polla dura como una piedra y no te dará tiempo a darme gusto.
Así fue, a los pocos segundos Alberto empezó a decirle a mi mujer:
– ¡Merche, cómeme la polla que no aguanto… cómemela…!.
Merche se sentó en la cama y empezó a chuparle la polla a Alberto quien, a los pocos segundos se corrió como un caballo en las tetas de Merche sin parar de decirle:
– ¡Merche, que buena estás y qué coño más rico tienes! Déjame que te lo voy a comer y te vas a correr como una perra en celo.
Merche se restregaba la leche de Alberto por las tetas mientras me la comenzaba a chupar a mi y yo, ante este espectáculo, no pude aguantar más y también me corrí en su cara, chupándome ella la polla hasta que no me quedó ni una gota de leche. Alberto comía el coño de Merche más tranquilo y le daba unos chupetones que se oían en el rellano, pasándole la lengua muy despacio, luego más rápido por el culo y continuaba en el coño, que a veces yo le abría para que le diera más gusto hasta que, apartando a Alberto, empecé a follar por el coño a mi mujer la cual, al cabo de un rato, me dijo:
– Vicente, deja que me folle Alberto un rato, que tiene la polla más gorda que tú y me da mucho gusto.
Yo me aparté y Alberto se la clavó y como es verdad que la tiene muy gorda, mi mujer empezó a gemir pidiendo más y añadía:
– ¡Vicente, que polla más buena tiene Alberto, déjame que vuelva a chupar la tuya mientras él me sigue follando!
Se la metí en la boca y así estuvimos bastante rato hasta que ella tuvo un gran orgasmo, casi continuo, sin parar de decir:
– ¡Que bien me lo estoy pasando, no puedo más, me corro, me corro… sigue Alberto, sigue y no pares hasta mañana!
– ¡Sigue follándote fuerte a la zorra esta! – le dije yo a Alberto – ¡Esta guarra no tiene bastante con mi polla y necesita cada vez más clávasela ahora en el culo!

Entonces Merche exclamó:
– ¡No, por el culo no que siempre me ha dolido bastante y no quiero! – dijo Merche.
Hablando, follándole el coño a Merche por parte de Alberto y comiéndome la polla a mi, llegamos los tres a corrernos y nos quedamos tumbados en la cama descansando para reponernos y entonces Alberto dijo:
– Bueno, yo me marcho a mi casa.
Pero Merche le contestó rápidamente diciéndole:
– Te podrías quedar con nosotros esta noche, los tres juntos en la cama –
dijo Merche- Tu mujer no se va a enterar, por nuestra parte no le vamos a decir nada.
– Eso espero -dijo él- Vosotros sabéis que mi mujer no quiere que yo folle con nadie si ella no está conmigo.
Se quedó esa noche con nosotros, yo metiéndoles un dedo en el coño a Merche y Alberto sobándole las tetas. Así nos dormimos hasta el día siguiente, sábado. Al levantaros, nos duchamos y tomamos el desayuno, pero aún seguíamos los tres calientes, ya que para Merche y yo mismo, era la primera vez que dormía otra persona con nosotros en la misma cama y eso nos puso muy calientes y creo que lo mismo le pasó a Alberto ya que, antes de vestirnos, observé como de nuevo tenía la polla dura, cosa que hizo que a mi también se me enderezara. Nos vestimos, mi mujer dijo que iba a comprar al súper y Alberto y yo salimos a dar una vuelta a la espera de que por la noche, llegara su mujer e intentar ver el video que en la anterior ocasión no habíamos podido ver.
Yo le había dicho a mi mujer que no volvería hasta la tarde ya que tenía que hacer unas gestiones y entonces le dije a Alberto que mi mujer seguía muy caliente y que en vez de irme a hacer estas gestiones me iba a esconder en el vestidor que tenemos en el dormitorio y que cuando volviera mi mujer que él fuese a mi casa, preguntara por mi y luego intentara follársela de nuevo. Yo estaría escondido y así podría ver la reacción de ella, ya que siempre ha dicho que si yo no estoy con ella nunca follaría con ningún hombre ni con ninguna mujer. Así lo hicimos, yo me marché a casa y me escondí en el vestidor a la espera de que llegara mi mujer y posteriormente Alberto.
Sobre las doce y media de la mañana, llegó mi mujer de la compra y lo primero que hizo fue cambiarse de ropa, quitarse las bragas y el sujetador y colocarse una bata de estar por casa, casi transparente. A los pocos minutos llamó Alberto, ella abrió y al verle exclamó:
– Alberto, ¿Qué ocurre, necesitas algo? Mi marido se ha marchado y no volverá hasta la tarde.
Alberto, sin contestarle, empezó a levantar le bata y meterle mano en el coño y ella, sin moverse y empezando a gemir, le dijo:
– Vamos al dormitorio, que allí estaremos más a gusto.

Le cogió de la mano, se lo llevó hasta la cama y allí estaba yo observando cómo Alberto le quitaba del todo la bata, la tumbaba en la cama y empezaba a comerle el coño, le apartaba los pelos negros, le masajeaba la pipa y después, colocándola boca abajo, empezó a darle un masaje con un aceite especial que tenemos. Después la puso boca arriba y continuó con los masajes por sus tetas, por su entrepierna y por su coño empezando a meterle un dedo en la raja. Hasta tres le llegó a meter y ella cada vez más cachonda, retorciéndose de gusto y pidiéndole que se la follara, que se quería poner a cuatro patas y que le metiera su gorda polla en el coño, que le daba mucho gusto, y Alberto así lo hizo.
La puso a cuatro patas y se la metió de golpe ya que ella tenía todo el coño dilatado por la lamida que Alberto le había hecho y por el morbo que le daba pensar que estaban solos. Siguieron un buen rato, Alberto jadeando y ella gimiendo y diciéndole:
– ¡Fóllame sin piedad hasta que me corra… como me gusta tu gorda polla… fóllame y no pares… fóllame…!.
Alberto continuaba bombeando hasta que, pasados unos minutos, se corrió sacándole la polla del coño y echándole la leche en su hermoso culo, cayendo ella bocabajo en la cama, rendida después del polvo que le había echado. Entonces yo, que ya no podía aguantar, salí del vestidor quedándose ella sorprendida y enfadada preguntándome:
– ¿Qué haces aquí escondido, es que os habéis puesto de acuerdo los dos?- Esto no se hace y no quiero ni veros.
Yo empecé a comerle las tetas, Alberto a meterle mano en su peludo coño y a los pocos minutos ya estaba calmada, convencida y dispuesta a ser follada de nuevo por los dos, pero Alberto ya no podía más por lo que me dediqué yo a ella y Alberto solo intervenía abriéndole el coño, cogiéndole la pipa y dándole masajes en la nuca hasta que yo no pude más y le pedí a mi mujer que me hiciera una paja. Primero me la chupó un rato, después se la sacó de la boca y empezó a meneármela hasta que me corrí en sus carnosos labios, restregándole toda la leche por la cara.

Por la noche fuimos a recibir a la mujer de Alberto y luego vimos la película de video que teníamos pendiente. Pero eso ya te lo contaremos en otra ocasión.
Besos de los cuatro para ti.

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