Relato erótico
Relación abierta
Tiene novio y mantienen una relación “abierta”. El puede follar con quien quiera y ella también. Solo hay una condición, deben contarse, siempre, con quien han estado. Siempre ha cumplido el trato, pero ahora tiene un 2secreto” que no puede contarle.
Almudena – LA RIOJA
Mi nombre es Almudena y con mi novio, Hugo, tenemos una relación muy abierta y muy sincera. Tenemos relaciones con quien nos guste, con quien nos atraiga y nos lo contamos todo. El único secreto que le guardo es el de mi relación con su padre ya que me parece demasiado fuerte como para contárselo, no solo porque es su padre, si no también por su madre.
Con Hugo empezamos a salir hace unos tres años, él es tres años mayor que yo, tiene 23 años en la actualidad y yo hace poco tiempo que vivo sola, pero para poder hacerlo necesitaba un trabajo. El padre de Hugo tiene una agencia de viajes y él mismo me dijo que podría trabajar para su padre, y así lo conocí recién hace un año. Hasta ese entonces solo conocía a su madre.
El padre de Hugo, Joaquín, es alto, bronceado, con algunas canas que lo hacen muy sexy. Tiene casi 50 años, es grandote, fornido, pues de joven practicaba mucho deporte, aunque tiene algo de barriga. Lo conocí en su oficina, rodeado por dos muy bellas y jóvenes secretarias. Hugo me había aconsejado sobre su padre. Me había dicho que era muy estricto y de temperamento fuerte, muy respetado entre sus empleados y también muy temido. Cuando nos recibió en su oficina fue todo lo contrario de esta descripción. Nos invitó a tomar algo y sonreía mucho. De inmediato accedió a darme una mano y solo pidió un poco de tiempo para pensar dónde podía ubicarme. Luego me despidió muy amablemente y nos fuimos de ahí. A la semana Hugo ya tenía novedades y volvimos a la oficina de Joaquín para que él nos hablara de eso. Entonces noté que solo había una de las dos chicas hermosas que había visto la vez anterior.
Otra vez fue muy amable y por fin nos comunicó la noticia. Quería que yo fuera una de sus secretarias, porque había despedido a una de ellas por razones que no vienen al caso, según él.
Explicó que tenía dos secretarias porque necesitaba tener a una más cerca y esto significaba que debía tener una de más confianza para asuntos más serios y personales. Cuando él viajaba necesitaba estar al tanto de todo y para eso necesitaba a alguien de confianza. Me preguntó que si podía hacer todo eso y yo sorprendida le dije que sí. Me propuso empezar con un mes de prueba y un sueldo nada despreciable y según cómo me desempeñara podía seguir trabajando y hasta aumentar mi sueldo. No me preocupé mucho más, ese dinero ya me parecía una suma sideral teniendo en cuenta que siempre había dependido de mi padre, de mi madre y hasta de mi padrastro.
Empecé el primer día hábil siguiente a esa reunión. Con Joaquín me mantuve en contacto telefónicamente mientras él disfrutaba unos días de vacaciones y hacía sus negocios. Ese viaje repentino duró casi dos semanas, en las cuales sobre el final de las mismas me puse muy nerviosa porque sentía la responsabilidad de manejar casi todo yo sola. Hugo ayudaba poco, él tenía otras tareas.
Le preguntaba cada dos por tres por el viaje de su padre pero no me quería decir nada o no sabía nada distinto a lo que yo sospechaba. Un domingo por la noche apareció en mi apartamento, sin avisar. Yo ni siquiera sabía que había vuelto de viaje.
Ese domingo yo no había estado con Hugo, en vez de eso estuve todo el día con dos de mis vecinos, que eran dos tipos mayores, uno casado y el otro divorciado. Con mis experiencias pude desarrollar un gusto por los hombres mayores, por los experimentados. Ese día, como muchos otros, lo pasé con mis vecinos, ellos habían alquilado algunas películas, entre ellas algunas pornos y nos estábamos manoseando, tocando, besando y yo estaba empezando a chupar la verga de uno de ellos sentado en el sofá mientras el otro preparaba unas copas en la cocina, cuando sonó el timbre de la puerta. Pregunté quien era y una voz fuerte, grave, me respondió:
– Joaquín.
Enseguida dejé de chupar, solté la verga, les pedí a mis vecinos que no hicieran ruido y se quedaran en mi habitación. Como estaba solo con el tanga puesto, busqué una camisa de unos de mis vecinos y me la puse. Abrí la puerta y puse cara de sueño. Joaquín se disculpó primero y después me preguntó si me había despertado. Le contesté que sí pero que no había problema. Me dijo que había tenido que despedir a la otra secretaria. Me sonó muy raro, pero no le di mayor importancia, pero no quería que se quedara mucho tiempo, por los invitados que tenía adentro, pero él insistió en contarme lo que había pasado, me preguntó si podía pasar y le dije que estaba muy desordenado, volvió a insistir, hasta que me dijo que podíamos bajar y hablar abajo. Le dije que sí. Cualquier cosa con tal de que no se quedara ahí. Bajamos hasta la entrada del edificio, el encendió un cigarrillo, me ofreció uno y acepté. Se veía nervioso. Me di cuenta que afuera llovía. El abrió la puerta y salió, yo me quedé dentro.
Entonces me dijo que si me quedaba ahí iba a hacer sonar la alarma de incendios, sonreí y le dije que no creía que hubiera necesidad de tal cosa. Me señaló para arriba y me dijo que eso era una alarma contra incendios y se activaba con el humo. Me dio una carcajada porque creía adivinar sus intenciones, llevarme fuera, pero ¿para qué? Entonces nos pusimos debajo de un techo que sobresalía de la entrada, empezando a contarme el por qué había tenido que despedir a la otra secretaria. Me dijo que habían tenido relaciones en el viaje, que en realidad lo de ellos venía de mucho antes de ese viaje y que le había dado miedo que su mujer se enterara. Le pregunté si estaba seguro, que si despedirla era la mejor solución. No me contestó. Le pregunté si lo mismo había pasado con la otra chica que había despedido antes de que yo entrara a trabajar y me contestó dudosamente que sí. Realmente me había sorprendido su confesión.
Tiré mi cigarrillo y se apagó al caer. Le pregunté porqué me decía todo esto a mí. No me respondió. Sentí pena por él, lo veía realmente dolido y recordé una vez más las palabras de esa secretaria, de que no me fiara de él. Le propuse que subiéramos porque se estaba mojando y así lo hicimos. Pasamos al salón y le dije que iba a buscar algo para que se sacara la ropa mojada que él llevaba. No encontré mucho más que un par de toallas, pero de todos modos se las llevé. Joaquín estaba tomando una copa y le dije que se secara con una toalla. Primero se secó la cara y trató de hacer lo mismo con su ropa pero no daba buenos resultados por lo que decidió sacarse la camisa y secarse. Su pecho velludo y firme confirmaba el buen estado en el que siempre Hugo me decía que su padre se mantenía. Cuando terminó de secarse me miró, me sonrió, me acerqué con la otra toalla y se lo coloqué en la espalda, nos quedamos muy juntos, me miró como me miran los tipos cuando salgo a bailar o a tomar algo buscando un macho y me dijo que yo también estaba mojada, le contesté que si con la cabeza. Me preguntó que si en su ausencia Hugo había crecido más. Sorprendida le pregunté que quería decir con eso.
– Lo digo por la camisa, se ve muy grande para Hugo – me dijo sin dejar de mirar mis tetas que se traslucían por la camisa mojada y mis pezones que se habían endurecido un poco también por el agua y el frío.
De repente sentí sus manos en mi cintura, bajaron suave y lentamente hasta mi cadera, me llevó un poco más contra él hasta que sentí el bulto en sus pantalones. Como no reaccioné a eso él siguió con una de sus manos bajando hasta mi culo. La camisa terminaba un poco más abajo y metió su mano por debajo de ella acariciando el cachete de mi culo. Con la otra mano fue subiendo lentamente por mi cintura y desviándose hacia delante quedó justo en el final de mis tetas. Su mano subió más y se puso sobre mi teta, la agarró fuerte, la apretó y reaccioné ante esto con un gemido, pero viendo que me gustaba siguió haciendo esto y con la otra mano agarró mi tanga y lo levantó provocándome una especie de calambre en las piernas producto de la tremenda excitación que sentía por estar así con el padre de mi novio y por tener en mi habitación a mis dos vecinos.
Lentamente comenzó a desabrochar la camisa y liberar mis tetas que, además de manosearlas ahora también las besaba, mordía los pezones, rasgaba con sus dientes mis tetas y también las lamía. Luego apartó mi tanga hacia un costado y buscó el agujero de mi culo, pasó el dedo índice por la raja y después lo metió en el agujero, pero poco. Eché mi cabeza un poco para atrás, por la calentura que tenía y cogí su cabeza apretándola contra mis tetas para que no dejara de comerlas y con la otra mano busqué el bulto en sus pantalones. Estaba empalmadísimo, lo apreté con fuerza, lo recorrí sobre el pantalón como pude y cuando creía llegar a sus bolas apreté bien fuerte. Reaccionó a esto mirando con una sonrisa y suspirando. Luego terminó de sacarme la camisa mientras me decía:
– Que hermosas tetas tienes, chiquilla, he soñado con estas mamas desde que te vi con el primer escote.
– Pues aquí las tienes, son tuyas – le contesté sin dejar de apretar su bulto. Pero ahora métemela.
Me cogió con fuerza de una mano y me llevó hasta la barra que separa la cocina del comedor, me puso de frente a ella, dándole la espalda a él. Me agarró de la nuca y sin perder tiempo me preguntó:
– ¿Tienes un preservativo?
Miré alrededor buscando mi bolso, que estaba casi en la punta de la barra, me estiré y lo traje hasta mí, busqué dentro hasta encontrar uno y me quise dar media vuelta para ponerle el preservativo, pero él me frenó.
– Quiero vértela – le dije.
– Todavía no, – me contestó.
Sacó su polla de la raya de mi culo y un ratito después sentí como entraba en mi coño. La metió toda suavemente y la dejó dentro de mí un instante, luego puso sus dos manos en mis caderas y comenzó a sacarla y a meterla suavemente y después fue acelerando el ritmo. Mientras sus penetraciones eran cada vez más rápidas, metió el dedo gordo de su mano en mi culo y mantuvo la otra mano en mi cadera. Lo miré sonriéndole con la mejor cara de vicio que me salió aprobando lo que hacía. Su otra mano subió por el costado de mi estómago hasta mis tetas y se quedó allí apretando una de ellas. Al rato sacó el dedo gordo de mi culo y me dio un par de cachetes en el culo. Sus dos manos estaban otra vez en mis caderas y una de ellas empezó a bajar hasta mi entrepierna buscando mi clítoris. Sin dejar de penetrarme me masajeaba el clítoris provocándome unos gemidos altísimos y un placer indescriptible, pero para mi decepción sacó su verga y me cogió del pelo tirándome hacia atrás.
– Me encantas, me vuelves loco – me dijo y a continuación me preguntó – ¿Te gusta que te la metan por el culo?
– Sí cariño, me encanta que me rompan el culo le contesté.
Entonces me dijo que me pusiera a cuatro patas en el suelo. Le hice caso dejando mi culito bien paradito y enseguida sentí cómo su verga entraba en él. De inmediato empezó a penetrarme y lo hacía muy rápido. Mis gritos mezclados con gemidos hicieron que me preguntara si me gustaba y le contesté que sí, que no dejara de hacerlo. Después de un buen rato y de manosearme las tetas, me la sacó, me dijo que me pusiera de rodillas y él se sentó en el apoyabrazos del sofá con la verga en sus manos y me dijo:
– Quiero ver que putita eres.
Su verga se mantenía dura, empinada y me acerqué a ella gateando. La tomé con una mano de la base y enseguida me la llevé a la boca. Me la metí toda y después subía y bajaba por ella rozándola con mi lengua. Después le pasaba la lengua como a un helado y lo miraba a él, le sonreía, él me sonreía y ponía cara de placer mordiéndose los labios. Se la lamí hasta la punta y quedándome allí la fui bajando hasta mi cuello y después hasta mis tetas golpeándolas con ella, y pasando la lengua por mis labios.
Él se agachó un poco y me agarró las tetas, las apretaba fuerte, las manoseaba y las masajeaba.
– Tus tetas me vuelven loco, – me decía sin dejar de apretarlas.
Entonces me llevé su verga a la boca otra vez y comencé a chuparla rápido, quería su leche, su leche caliente. Sin dejar de chuparla también lo pajeaba para acelerar el proceso. Me agarró la cabeza y me dijo:
– ¡Te lleno, te lleno! – y me lanzó su semen en mi boca.
Salió caliente, con mucha fuerza y seguí chupando su polla un poco más y después me la saqué de la boca, sonriéndole sin abrirla. Me preguntó si me gustaba la leche y le contesté con un gemido. Me hice un poco para atrás sentándome en mis pies, agarré mis tetas con ambas manos y abrí mi boca dejando caer en ellas el semen de Joaquín, mi futuro suegro.
Ya os contaré otras aventuras con este hombre, mayor pero muy potente.
Besos y hasta pronto.