Relato erótico

Química total

Charo
4 de julio del 2019

Desde el mismo momento en que la conoció saltó una chispa entre los dos. A los dos días cogió una llamada que no era para él, era ella. Hablaron unos minutos y quedaron para ir a cenar. Fue una noche redonda.

Ricardo – Málaga
Nos habíamos conocido en una cena familiar y ninguno de los dos nos habíamos fijado en el otro. Sin embargo, aquel día sentí una gran definición de las cosas, una energía limpia y duradera que recorrió mi cuerpo, atravesándome entre las piernas y saliendo por la parte anterior de mi cabeza. Entonces, advertí algún cambio en mi vida. A la semana siguiente, por casualidad cogí una llamada que no iba dirigida a mí. Era ella de nuevo. Ahora sentí (sentimos) que algo físico nos unía con irrefrenable poder y después de un minuto de conversaciones vagas y ambiguas, estábamos quedando para cenar.
Era verano y el calor diurno se había atenuado considerablemente, una suave brisa llegaba desde el mar, acariciando los edificios, los árboles, las personas… Mi estado de ánimo era fantástico, mi alegría por conocer en profundidad a Susana desbordaba mis gestos, dibujando una sonrisa amable en mi rostro. Sentía placer por existir, por estar en este mundo.
El restaurante elegido era japonés y la comida estupenda, tanto por la cantidad como por la calidad de la misma. Ella me esperaba en la puerta, llevaba un vestido morado ajustado, de forma que todo su cuerpo se ensalzaba a cada gesto o movimiento.
Medía 1’65m aproximadamente, sus cabellos rizados y negros escondían un rostro de belleza impenetrable, sus pechos abundantes marcaban unos pezones tersos, bajo un sujetador de lencería fina. Sus caderas bien formadas dejaban entrever un bonito trasero, firme y terso, que se balanceaba a cada paso, en un andar vespertino y sensual que evocaba e irradiaba placer por los cuatro costados. Al llegar la besé en la mejilla y puse suavemente mi mano en su cadera, apretando un poco.
Ella comprendió y aceptó el gesto, se adelantó hacia mí hasta rozarme con su cuerpo. Fue el primer contacto íntimo, el preludio de una extraordinaria noche de placer. Comimos sin demasiado entusiasmo, abstraídos por el futuro inmediato y sabiendo que aquella cena tan solo consistía en un ritual de entrada hacia un conocimiento más profundo y más placentero.
Sin embargo, ambos nos esforzamos por aparentar buenas formas y por establecer un diálogo entre transcendente y entusiasta; mis planes, los suyos, el estado de la nación, la cultura… Cuando terminó el ritual, nos dirigimos hacia su casa. Ninguno de los dos habló por el camino, ni tampoco al subir la escalera, ni al entrar en la habitación amplía y bien decorada. Ella se dirigió a la cocina y preparó un par de copas con hielo, se acercó a mí y me ofreció el vaso moviéndolo entre sus dedos, con un insinuante gesto al que acompañaba el tintineo de los hielos. Entonces se dio la vuelta y se dirigió hacia el aparato de música. Inclinó su cuerpo, de forma que su culo tomo una redondez especial, mostrándome todo su encanto.
Mientras elegía la música apropiada, lo movía insinuante de un lado hacia otro, con graciosa soltura. Mis ojos no podían apartase de su voluptuoso cuerpo, entre el vestido morado se adivinaban unas braguitas pequeñas y finas, entonces tuve una erección. Estaba realmente preciosa.

Me acerqué hacia ella y coloqué mi polla dura y erecta sobre sus hermosas caderas. Mi miembro pedía a gritos salir de mis pantalones y liberar todo el potencial acumulado, de modo que se amoldó a la perfección a su culo. Ella me recibió con sumo placer, se quedó quieta, reconociéndolo y exclamo con dulzura. Permanecimos así unos minutos, en ese tiempo mi excitación subió varios grados y la suya también. Sin dejar de quitar su culo de mi ardiente polla, apretándolo y encajándolo en mi miembro, acertó a poner música romántica, entre suspiros de placer y una respiración entrecortada que expresaba su ardiente pasión, aún contenida. Una suave melodía inundo el ambiente, un sonido cálido nos relajó y dispuso en mejor actitud aún para el amor y el placer. Susana se dio la vuelta y me miró con dulzura, sus ojos eran tiernos y brillantes, y no dejaban de mirarme fijamente. Acercó sus labios a mi cara, yo culmine su movimiento posando los míos sobre los suyos.
Al principio nos rozamos tan solo, poco a poco la presión fue aumentando, nuestras bocas se entreabrieron y nuestras lenguas se entrecruzaron hasta comernos literalmente el uno al otro. Sorbíamos nuestra saliva con deleite, nos mordíamos los labios con suavidad o apretábamos nuestras mandíbulas hasta el límite del placer y el dolor. Susana apretó su cuerpo contra el mío y rodeó mi espalda con sus manos, bajando hasta coger mi culo, que apretó contra su cuerpo. Al poco tiempo de besarnos con pasión, me separé para mirarla y contemplar su belleza. Su cuerpo voluptuoso se entregaba poco a poco a mí, me miró y casi sin darme cuenta, colocó su mano en mi miembro y lo apretó suavemente.
– Eres preciosa -le dije.
Susana no dijo nada, se limitó a bajar mi cremallera despacio y a cogerme la polla dura y caliente entre sus manos. Mis pantalones y bóxers cayeron del todo. Mientras nos besábamos, ella movía mi tronco de jade despacio y rítmicamente. Una nueva energía invadió todo mi ser renovándome. Mi miembro estaba pletórico y ella lo sentía así, pero no aceleraba el ritmo ni intensificaba su presión. Tiró de mi piel hacia abajo, dejando mi prepucio al descubierto, mi glande enrojeció de alegría y aumento su tamaño considerablemente.

Entonces bajó sus dejos y me cogió los huevos, los apretó con firmeza, tirando de ellos hacia abajo y haciendo de mi pene un enorme falo irresistible y duro. Estaba poniéndome realmente a cien, pero me contuve y la dejé hacer, experta como era. Al cabo de diez minutos de magrearme, se agachó y en cuclillas, casi sin darme tiempo a pensar, se introdujo mi polla en la boca.
Sus manos me rodearon las caderas y permaneció así unos instantes que me parecieron eternos. Entonces se la sacó y comenzó a besarme el miembro en toda su extensión, con una gran dulzura. Me indicó que me quitara la camisa, cosa que hice al momento. Su boca mordió la base de mi falo, haciendo movimientos graciosos de ataque y conquista. Tan pronto me sentía liberado de su presión, como era preso de sus fauces, tan pronto era su dueño como su esclavo.
– ¿Te gusta? -me preguntó.
– Me encanta Susana, de verdad, estoy asombrado de lo que estás haciendo conmigo…
– Pues esto no es nada, túmbate cariño -me susurró al oído.
Me tumbé en la cama desnudo por completo. Susana se puso de pie frente a mí y pude contemplar su cuerpo y su rostro, su ser excitado y deseoso, casi lascivo. Se quitó el vestido y se quedó en ropa interior. Llevaba una lencería negra con encajes de gran finura. Se puso a cuatro patas y comenzó a rozarme con su cuerpo, me besó los pezones y bajó lentamente hasta mi vientre, centrándose en el ombligo que lamió y mordió con pasión. Finamente, llegó de nuevo a mi miembro que se había quedado un poco flácido, pero que reaccionó al instante, pues en cuanto su lengua pasó por él, volvió a erigirse con gran armonía y poder. Su mano izquierda comenzó a acariciarme, sus dedos se movieron con rapidez, tocándome con habilidad toda mi entrepierna, mientras con su boca comenzaba a besarme los testículos. Susana se afanaba en lamerme la parte anterior, que cada vez adquiría mayores proporciones y durezas, y solo transcurrido un rato comenzó a subir hacia el prepucio.
Cuando llegó hasta este, tenía la sensación de que todo mi cuerpo era un gran miembro palpitante a punto de explotar. Lo cogió y lo puso en vertical, haciéndome concebir un placer nunca imaginado, lo acarició con su lengua y cuando ya salían los primeros efluvios blancos, se lo introdujo entero hasta la garganta. Yo no daba de sí del placer que me procuraba aquella mujer, gemía como un niño desconsolado y la pedía desesperadamente que la moviera para poder explotar en su boca.
– ¡Mueve mi polla, hazla explotar, libera mi placer que es angustia también!
Pero Susana permanecía fiel a su estrategia, incrementando mi placer y mi tensión emocional. Yo movía mis caderas hacia arriba, en un intento por acelerar el éxtasis y culminar así el momento de la dicha, pero ella me sujetaba con fuerza impidiendo cualquier movimiento. Al final cedí a su poder, me entregué completamente y suspiré:
– Soy todo tuyo mi amor, haz de mí lo que te plazca…
Entonces se apartó y me dijo:
– Quiero tu polla dentro, quiero que me poseas entera, escucha, voy a darme la vuelta, ya lo tienes duro como el acero y ahora me pertenece ¿verdad?
– Claro que si -le contesté.

– Bien, pues voy a ponerme a cuatro patas y voy a alzar mi culo hacia ti. Mi sexo se abrirá y tú me penetrarás…
Me encantaba el plan, de modo que me aparté un poco para dejarle sitio. Se colocó a cuatro patas, situando su mata de pelo en un lado de su cuello. Alzó su culo redondo y terso hacia mí, abriendo su sexo y permaneció quieta. Gimió, como sabiendo lo que esperaba recibir. Mi polla vibraba de placer, realmente me había preparado bien, casi la sentía latir y pedía a gritos entrar en su cuerpo cálido y amable.
Cogí un preservativo y me lo coloqué sin perder tiempo, alcé su culo metiendo mi mano entre sus caderas, toqué con mi palma todo su matorral, ya humedecido, la quité las bragas y acerqué mi boca y mi lengua hacia su coño. Lo lamí con una intensidad y una dulzura que llegó a sorprenderme. Susana seguía gimiendo de placer y suplicaba entre susurros
– ¡Fóllame, fóllame! Penetra mi cuerpo, hazme sentir el hombre dentro, hazme mujer y dime cosas bonitas…
Entonces acerqué mi polla lentamente hacia su coño, abierto y palpitante, del que goteaban ya pequeñas muestras de placer y se la metí con suma dulzura, hasta dentro del todo. Permanecí ahí durante unos cuantos segundos que se hicieron una eternidad, saboreando mi dulce y amorosa venganza. Empecé a moverme con ritmo, cinco golpes de cadera y uno fuerte, cinco golpes de cadera y uno fuerte. Susana cedió a mi impulso, entregando todo su ser al placer que la colmaba. La quité el sujetador, volví a detenerme dentro y apreté con fuerza hacia ella, que gemía y suspiraba sin cesar. Sin moverme, solo apretando contra su coño, empecé a subir y bajar mis caderas hasta que mi polla alcanzó unas dimensiones de altura. Mis manos rodeaban su culo y lo acariciaban, al tiempo que sostenía en él mi vaivén vertical. Me sostuve arriba y el hueso de mi tronco encajó en su perfecto coño. Susana cedió al placer intenso, sus manos no sostuvieron por más tiempo su cuerpo y su rostro se posó sobre la almohada.
Su culo entonces se alzó más aún hacia mí, mostrándome el poder de la diosa, gimió, suspiró… y se corrió entera. Después de su orgasmo en el que todo su cuerpo vibró, empecé a moverme lentamente. Cogí sus caderas con mis manos y la follé unas cuantas veces con fuerza, dejando bien claro que aún no habíamos terminado. Ella pedía más y más.
Después de unas cuantas sacudidas, Susana volvió a subir su pecho y a posar sus manos en la cama. Cuando estaba repuesta y mi excitación al máximo, saqué mi polla de su coño y comencé a golpear su culo, la posé en su raja y la dejé descansar un momento. Al instante, Susana, con un movimiento rápido, se dio la vuelta y colocó su boca delante de mí glande, sacó el preservativo, lo miró con picardía y lo lamió hasta que no pudo más y de nuevo volvió a metérsela en la boca, esta vez con frenesí, como esperando que rápidamente me retirase, para volver a tomarla.
– Me estas poniendo a cien de nuevo, Susana. Mi polla vuelve a crecer para ti. Deseo follarte otra vez, pero esta vez explotaré, lo sé, mi deseo es sutil e irrefrenable.
Dejó de lamerme para ponerme un nuevo preservativo y seguidamente tumbarse boca arriba, abriendo sus piernas y llamándome con sus brazos. No quise esperar más, habría otros momentos y más experiencias placenteras con Susana.

Dejé caer mi cuerpo sobre ella, se la volví a meter y comencé a cabalgar sobre su vientre, esta vez con un ritmo constante y una fuerza inusual. Al cabo de unos minutos, Susana empezó a explotar de nuevo en un orgasmo múltiple que parecía no terminar nunca, mientras mi boca cerca de su oído exclamaba los rugidos del jaguar. Sobre su placer, repleto de gemidos, suspiros y gritos débiles, todo mi ser comenzó a vaciarse. Saqué mi polla y mis chorros de semen inundaron su barriga por completo, nuestros cuerpos se confundieron y por un momento pensé que nuestra mente y nuestro espíritu se transformaban en uno solo. Susana suspiraba, yo suspiraba, hasta que ambos caímos exhaustos.
Ese fue el principio de una buena y satisfactoria “amistad”, que mantuvimos durante un par de años, hasta que conocí a mi novia. Lo nuestro fue una intensa relación de mucho sexo y pasión, que me hizo aprender muchas cosas nunca vividas y extremadamente placenteras.

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