Relato erótico

Preparando el “aperitivo”

Charo
1 de abril del 2019

Juega en una liga de fútbol sala, y aquel sábado quedaron que después del partido irían a cenar a casa de uno del equipo. Como estaba lesionado, dijo que iría a casa de su amigo para ayudar a su novia con los preparativos de la cena.

Miguel Ángel – Almería
La verdad es que siempre me ha gustado contar historia reales a todos aquellos que le gusté escuchar, porque es una forma de recordar momentos brutales, y es eso lo que hago ahora. Como podéis comprender, pondré nombres ficticios pero el lugar y los hechos son verídicos.
Mi nombre es Miguel Ángel y tengo 29 años. Aquí, en la provincia de Almería, suele haber una liga de futbol sala en la que mis colegas y yo solemos jugar los sábados por la tarde. Ya sabéis, un momento de reunión y juerga, donde poder tomarse después unas cervecitas y hablar de la vida y demás. Es costumbre que las novias de los del equipo nos acompañen y pases un buen rato con nosotros.
Una de ellas, Sara, siempre me ha puesto muy burro. Imaginaros una chavala de 23 años, de 1.65 de altura, delgada, con un buen trasero aunque con poco pecho. Siempre se pone ropa para resaltar las curvas de su trasero y sus piernas.
El asunto es que todo empieza una tarde de sábado. Esa tarde jugaban mis colegas a las 8 de la tarde pero habíamos quedado a comer todos juntos cerca de la casa de Luis (el novio de Sara) en la que viven juntos. Yo estaba lesionado y no podía jugar. Subimos a tomar un café y cuando se acercó la hora todos se fueron, quedándonos allí Sara y yo, para preparar la cena de después y pasar un buen rato viendo el partido de futbol.
Sara iba vestida con un pantalón de chándal azul y una sudadera de colores, con su pelo pelirrojo teñido y sus gafas. Vamos, que se había puesto cómoda para ponerse en la faena. A todo esto que me entran ganas de mear, fui al aseo y cerré la puerta.
En el plato de ducha estaba un cesto de ropa sucia blanco y, sin poder resistir la curiosidad, lo abrí. Y allí estaba, un tanga color negro estaba en la parte superior de la ropa. Mi excitación subía por momentos y mientras meaba no pude aguantar. Cogí el tanga.
Durante unos minutos olí el tanga que estaba realmente manchado. Era como tener su sexo en mi cara. Joder, que rico estaba. Lo lamía y lo olía mientras me la cascaba sin parar. Era un sabor agrio y dulzón a la vez que se me estaba metiendo en todo el cuerpo. Estaba embriagado, pero no me llegué a correr por temor a que se pudiera dar cuenta Sara. Así que, con la excitación tan grande que tenía, dejé el tanga en el cesto de ropa sucia y esperé un minutito para que se me bajara la bestia parda.
Al salir me sorprendió que la puerta estuviera abierta pero totalmente encajada, con lo que me dije que seguro era que se había abierto con el viento. Salí del cuarto de baño y llegó la sorpresa.
Sara estaba sentada en el sofá, con sus gafas pero con el pelo suelto. Se había maquillado levemente, señalándose los ojos del resto de la cara. Además, se había cambiado de ropa. Llevaba un pantalón vaquero negro, con unas botas negras de tacón, un chalequito de lana sin mangas. Me estaba mirando. Me debatía entre la excitación y el nerviosismo.

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Me senté a su lado y no dejaba de mirarme. Empezamos a hablar de cosas diáfanas y le pregunté por la ropa, por qué se había cambiado. Ella me dijo que era para estar presentable por la noche, ya que eran cerca de las ocho y cuando llegaran todos sobre las nueve y media no le iba a dar tiempo. Entonces ella me preguntó que si me gustaba su ropa y le dije que sí, que le quedaba muy bien. Pero la sorpresa fue mayor cuando me dice, sin tapujo ninguno:
-No, si sabe bien mi ropa. Su cara era la de una niña mala, porque había sacado un poco la lengua y la tenía mordida entre sus dientes.
La ostia, no sabía dónde esconderme. Me puse colorado como un tomate y empezaba a tartamudear. Pero ella se levanto y se plantó delante de mí. Su coño me quedaba a la altura de la boca y me dijo:
-¿Quieres probar mi tanga ahora?
Se agachó y me metió la lengua en la boca. Joder, me puso a cien y dimos rienda suelta a el deseo de follar como posesos. Me tumbé en el sofá y ella se puso encima de mí. Nos besábamos como locos y las lenguas entraban con fiereza en la boca. Le cogía el culo prieto que tenía y le azotaba en él, a lo que ella respondía con mordiscos en los labios. Aprovechó la situación en la que le lamía en cuello para decirme:
-¡Trátame como a una golfa, que Luis no me da caña últimamente!
Fue como el pistoletazo de salida.
Le di la vuelta en el sofá y le subí el chalequito. Llevaba un sujetador negro que se me resistió un poco pero, al quitarlo, vi esas dos tetitas, pero con los pezones muy grandes. Los chupaba y los mordía, y ella gritaba de placer… le gustaba el sexo duro. Mientras seguía liado con sus pezones ella se frotaba el clítoris y se estremecía más aún.
Fui bajando poco a poco hasta llegar a la altura del pantalón. Lo desabroché y se lo bajé hasta las rodillas. Un tanga color rojo, precioso, estaba totalmente manchado. Ella, un poco ruborizada, pero totalmente excitada dijo:
-No me ha dado tiempo a limpiarme…
Pero a mí me daba igual. Su coño desprendía un olor muy bueno y quería probarlo. Le quité las botas y los pantalones y abrió las piernas.

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Tan pronto como las abría metí mi cabeza y le lamía el coño como si llevara años sin probarlo. Sus gemidos llenaban toda la casa y sus manos me hundían la cabeza en su conejo.
Cuando conseguí zafarme, le levanté un poco las piernas y empecé a darle lamidas largas, llegando al ano. Sus estremecimientos me dejaron a las claras que el sexo anal le gustaba, era un plato que intentaría no desaprovechar. Al final le introduje dos dedos en el coño y los moví tan rápidos mientas le lamía el clítoris. Tuvo un orgasmo bestial que salió disparado. Se me había corrido en la cara.
Se levantó y me empezó a lamer toda la cara. A esa altura, estaba supe burro. Con lo que, ni corto ni perezoso le dije:
– Te voy a follar la boca…
Le puse al revés en el sofá, con la cabeza sobresaliendo del mismo y las piernas en el respaldo. Me agaché y le enchufé la polla en la boca. Me follaba su boca como un loco; ella daba arcadas y, de vez en cuando, se la sacaba para que escupiera y pudiera respirar bien. Ya estaba a tope.
Me tumbé en el sofá y Sara se sentó en mi polla. La verdad que es normal, unos 18 cm, pero es muy ancha. A ella le dolía pero se la metió entera. En eso me sobresaltó porque no llevaba condón puesto, pero me leyó la mente y me dijo que no me preocupara, que tenía condones al lado pero que ella tomaba la píldora… ¡Barra libre!
Tras estar un minuto sentada en mi polla, se puso a horcajadas y empezó a subir y bajar como una puta auténtica. Cada vez que su culo chocaba con mis muslos emitía un gemido porque se la estaba clavando entera. Mientras le pellizcaba los pezones con fuerza, los tenía totalmente rojos. Y en eso, ocurrió algo que me excitó más si se podía. Con la mano derecha me hizo el ademán de abrir la boca y me escupió en ella para, a continuación, besarme desatadamente. Así estuvimos un tiempo hasta que la levanté de allí.
Se puso a cuatro patas ofreciéndome ese precioso culo y se clavó toda la polla. Ella cabalgaba como nunca. Estaba sudando y le lamía la espalda llena de sudor, las axilas… al parecer, tratarla como una puta le estaba haciendo sacar lo mejor de sí misma. Mientras, le estaba metiendo un poco el dedo pulgar en el ano, se lo quería reventar. Entonces me dijo:
-Ponte un condón, es mejor.
Me lo puse y empecé a meter la punta poco a poco. Costó trabajo porque no estaba muy dilatado, a pesar de la saliva que aplicamos. Parte de la excitación se me había bajado y ella notándolo empujaba más para introducir pronto la polla. Cuando estaba dentro me dijo:

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-¡!!No te cortes, fóllame¡¡¡
La cabalgaba como si me fuera la vida en ello. Ya no gemía… gritaba. Le decía que dijera cosas sucias, guarras a ella le gustaba. En un momento tembló y un chorro manchó el sofá, se había vuelto a correr como una loca. Esperé un par de segundos y se la volví a meter, me decía que parara un momento pero ya estaba desenfrenado. Al cabo de un par de minutos me iba a correr, me quitó el condón y me dio dos mamadas profundas.
No pude aguantar más y me corrí. La primera lechada le cayó en su cara, manchando su pelo rojo y el resto lo succionaba con fuerza, me estaba matando la hija muy golfa. Al terminar, se apartó un poco y me enseñó mi leche. Me había corrido en grandes proporciones. La dejó caer lentamente por la comisura de la boca hacia sus tetas y allí se la refregó, tocándose el coño y metiéndose los dedos también.
Nos quedamos tumbados en el sofá un par de minutos, exhaustos y recapitulando todo lo que habíamos hecho. Al mirar la hora vimos que eran las nueve menos cuarto, con lo que nos quedaba el tiempo justo para arreglarnos y limpiar lo que habíamos manchado.
Al llegar toda la gente nos dijeron que por qué no estaba preparada la cena. La excusa, nos hemos puesto a jugar con la Wii. Al parecer, este polvo le había despertado su espíritu de zorra que llevaba porque hemos tenido más juegos y escarceos. Del primero de ellos, es que se masturba con las bragas puestas y una vez que termina, con las bragas todas mojadas, las guarda y me las da para que las saboree. Del segundo, como hicimos un trío con un transexual… una prostituta transexual. Pero será en otra ocasión.
Un saludo.

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