Relato erótico
Por suerte acepté
Sus padres insistieron en que los acompañara a una cena en casa de uno de sus socios, me dejé convencer, y dije que si. En cuanto vi a la mujer del anfitrión me alegró haber aceptado, fue una noche “diferente”.
Jesús – Zaragoza
Esto ocurrió hace bastantes años cuando era joven. Después de mucho insistir, accedí a acompañar a mis padres a una cena en casa de uno de sus socios, era un coñazo pero acepte.
Llegamos, se saludaron y el anfitrión procedió a presentarnos a su mujer.
Se hizo a un lado y apareció frente a mí una mujer de unos cuarenta años que, sin duda su procedencia no era española sino de algún lugar al este de Europa. Su pelo rubio peinado hacia atrás caía sobre sus hombros desnudos y su piel estaba dorada por el Sol. Llevaba un vestido largo de noche en tonos blancos y negros con un escote amplio donde descansaban, sin dejarse caer, dos pechos grandes y carnosos que me hicieron agradecer el haber asistido a esa bendita cena que dos horas antes había repudiado.
Saludó con dos besos a mi padre y a mi madre y cuando reparó en mí me dedicó una sonrisa cálida y acercándose me rodeó con sus dos manos y me gratificó con otros dos besos mientras apoyaba sus pechos sobre mí. Aquella mujer madura, rebosante de sexualidad, con aquellas caderas anchas y pendulantes acababa de volverme loco .
La comida era una maravilla y ellos no paraban de hablar, de pronto, Simona, la mujer del amigo de mi padre dijo:
– Y tú, ¿qué nos cuentas?. No hablas mucho, ¿estás aburrido?.
Mi madre se apresuró a responder por mí :
– Solo se entretiene con los videojuegos, le tienen la cabeza comida.
Simona sonrío sin dejar de mirarme y añadió:
– ¿Te gustan los videojuegos?. Yo tengo una consola, mi marido dice que soy infantil pero cuando me casé con él y vine a España me llamaron mucho la atención pues en mi país jamás pude tener acceso a ese tipo de cosas. Todas las noches cuando nos acostamos, mientras él lee para coger el sueño yo juego un rato. Me encanta. Si quieres cuando termine la cena ellos se quedan hablando y tú y yo nos vamos a jugar a ver quién es mejor.
– Anda – dijo mi madre – no te podrás quejar, hasta vas a jugar a la consola como si estuvieras en casa.
Nunca una cena me pareció tan interminable como aquella. Al fin terminamos y pasamos a una sala con chimenea y los inevitables sillones. Mis padres se sentaron y empezaron a hablar con su anfitrión de temas relacionados con la empresa mientras la habitación empezaba a llenarse de humo. Entonces Simona me cogió del brazo y me dijo:
– Anda, venga que nos vamos a jugar.
Su marido nos miró con la cara hinchada y sonrojada:
– Sí chaval, llévatela que ella en estas conversaciones se aburre más
que tú .
Entramos en una habitación grande, con una cama inmensa de matrimonio, una mesita en frente con una televisión y una consola de videojuegos. Cogí uno de los mandos y me senté en el borde de la cama .
– ¿Qué juegos tiene? – pregunté.
Simona estaba de pie ante mí mirándome de una manera extraña y de pronto me dijo:
– Me gustas.
En ese momento no sabía que hacer. Apenas podía moverme. Simona bajó uno de los tirantes de su vestido, con la mano se sacó el pecho derecho y se pellizcó con dos dedos el pezón que enseguida respondió al estímulo poniéndose erecto . Después se inclinó ante mí y colocó aquel inmenso pecho sobre mi boca. Yo la agarré con las dos manos por el culo y la atraje un poco más hacia mí para poder comerle mejor aquel pezón que sabía a gloria . Fuera de la habitación se podían oír las risotadas de su marido acompañadas de las de mis padres . Yo chupaba aquel pecho con ansia y me creía que el pantalón me iba a estallar .
– Mmmm, muy bien mi niño, me encanta – Simona me susurraba al oído a la vez que me daba tiernos besos en la mejilla.
Pasados unos minutos se echó hacia atrás, se colocó bien el vestido volviendo a guardar aquel manantial de sabor en su escote y me dijo:
– Ahora solo tienes que hacer una cosa más por mí y luego yo te haré algo, ¿vale ricura?.
Yo asentí sin poder emitir palabra. Se volvió a acercar hacia mí, levantó una pierna y apoyó el pie en la colcha a mi lado. Se remangó el vestido hasta la cintura y con una mano separó el tanga que llevaba puesto. Su coño, de labios increíblemente carnosos, quedó a escasos centímetros de mi cara. Posó una mano sobre mi nuca y me fue acercando hasta ella hasta que me vi con mi boca comiendo aquella fuente de calor y maravilla. Estuve comiéndole el coño durante un buen rato, no soltaba mi nuca y gemía muy bajito mientras no dejaba de vigilar la puerta.
– ¡Aaaaah… sigue así cariño… ya falta poco…! – decía entre suspiros.
Un minuto más tarde apretó con fuerza mi nuca hundiéndome entre sus piernas y lanzó un gemido algo más alto que los anteriores. Había terminado. Se separó, recompuso su vestido y me dijo:
– Muy bien niño, ahora vamos a ver qué tienes ahí .
Me desabrochó el pantalón y tiró de él hacia abajo hasta los tobillos. Después hizo lo mismo con los calzoncillos. Mi pene estaba más grande y duro que nunca. Se sentó a mi lado, se inclinó y se metió mi glande en la boca. Empezó a chupármelo como nunca me lo habían hecho mientras reposaba una mano sobre mis testículos apretándolos suavemente. De repente subió su cabeza y me dijo:
– Eres joven así que puedes aguantar bastante tiempo. No vayas a eyacular que lo mancharías todo y nos podrían pillar.
Después me guiñó un ojo y volvió a meterse mi miembro en la boca pero, unos segundos más tarde se oyó la voz de su marido:
– Nena, ¿qué tal va eso?.
Simona sin inmutarse gritó:
– Todo bien cariño, nos estamos haciendo buenos amigos, juega casi tan bien como yo .
Y volvió a oírse la risotada de su marido acompañada de sus comparsas. Simona entonces se incorporó quedando sentada a mi lado y acariciando mi cara me dijo:
– La verdad es que mi marido nos podría pillar. Con que yo gimiera un poco alto podrían oírnos pero hay algo que te quiero hacer .
Dicho esto se chupó el dedo índice y pasándolo por mis testículos apoyó la punta en la entrada de mi culo. Yo me asusté bastante .
– No Simona – le dije – Eso no me gusta nada, por favor, antes íbamos muy bien pero eso ni se te ocurra .
– ¿Quieres que tus padres se enteren de lo que estás haciendo?. ¿ Qué pasa si te pillan sentado en la cama del jefe de tu padre con los pantalones bajados?. No tengo más que gritar un momento y vendrán corriendo. No te dará tiempo de nada y yo lo único que tengo que decir es que te has bajado la ropa y me has propuesto que follemos y que por eso he gritado – me dijo sonriendo.
Notó el miedo en mis ojos, sonrió aún más y acercándose a mi oído, añadió:
– Lo único que tienes que hacer es quedarte quieto y en silencio. Verás como al final hasta te gusta.
Dicho esto me introdujo el dedo hasta la primera falange, pero yo agarré su mano para quitármela, aquello no me gustaba nada.
– Ssshhhhh… chico, tranquilo o quieres que empiece a gritar – me amenazó.
Miró hacia la puerta amenazante. Solté su mano y en su boca se dibujó una sonrisa triunfante, divertida y muy lasciva. Se abrazó a mí y hundió su dedo entero dentro de mí. Yo apenas me podía mover y a ella le parecía encantar.
– Mmmmmm, maravilloso, tienes un culito de lo más tierno. Te has portado muy bien niño así que, como premio, puedes terminar en mi boca, para que veas que no soy tan mala.
Sin sacar su dedo empezó a mamarmela, esta vez a un ritmo salvaje que ningún mortal hubiese podido soportar y en un par de minutos eyaculé en su boca llenándosela por completo. Ella pareció tragárselo todo, se incorporó y dándome un abrazo me susurró :
– Me gustas mucho y ahora vístete, tenemos que volver o empezarán a sospechar algo pero en la próxima cena follaremos.
Y así fue. Con las piernas aún temblándome salimos de la habitación y nos incorporamos a la reunión. Ni siquiera nos preguntaron a qué juego habíamos jugado.
Besos y gracias, al menos, por leerme.