Relato erótico
Polvo “playero”
Se fue con su amigo a una playa nudista donde, normalmente, podían disfrutar de bonitos cuerpos de de alguna que otra pareja echando un polvo.
Salvador – Ibiza
Voy a contar una experiencia que he tenido con la esperanza de que caliente a los lectores como me calientan a mí las experiencias que ellos te cuentan. Con un amigo que se llama Octavio, quedamos en ir al sur de la isla para pasar un rato agradable, aprovechando que él tiene coche ya que era más cómodo que estar esperando la salida del autobús, tanto al ir como al volver. Nada más llegar, nos fuimos directamente al lugar de la larga playa donde sabíamos que podíamos desahogar nuestros huevos. Lo primero con lo que nos encontramos fue a una pareja en la cual el marido estaba filmando en vídeo a su mujer mientras le chupaba la polla a un chico, a otro le hacía una paja y un tercero se la follaba.
Tanto Octavio como yo opinamos que ya eran demasiados así que proseguimos caminando entre las dunas y los arbustos, hasta que nos topamos con una pareja de italianos.
La chica estaba buenísima y Octavio no paraba de decirme:
– ¡Que rica está la tía, si el tío dejara que nos la folláramos…!
En estos momentos, ella le estaba tocando la polla a él. Ambos estaban de pie pero al vernos, se tumbaron y entonces era él quien le tocaba las tetas mientras nos decía:
– Podéis mirar y tocarla pero no follarla.
Mientras Octavio, meneándose la polla, acariciaba las tetitas de la chica yo, aprovechando que estaba tumbado de lado, con una mano le tocaba el chochito y con la otra el culito. El simple hecho de tocarla, desearla y no poder hacerle nada, me ponía la polla dura a reventar y me excitaba más que nunca.
El italiano, con la polla en la mano, haciéndose una paja, no dejaba de mirar como Octavio y yo disfrutábamos de su mujer. Luego ella le cogió la polla a Octavio y le hizo una paja hasta que mi amigo se corrió. A continuación cogió la mía e hizo lo mismo. Me miraba la polla como si se la fuera a comer con los ojos hasta que vio como saltaba toda mi leche contra la arena. Nos dejó a los dos tan a gusto que nos fuimos al agua para limpiarnos y refrescarnos ya que el sol era tan fuerte que parecía poder romper las piedras.
Cuando salimos del agua, nos tumbamos en la orilla para ver pasear a los chochitos y esos cuerpos desnudos que la madre naturaleza ha traído al mundo. Y si, encima, a unos metros de donde tú estás se encuentran unos cuerpos de mujeres solas, acompañadas de amigas o con pareja, tienes más opciones.
Ver las nalgas, los pechos y los coños como se movían al caminar o cuando se agachaban a coger la pelota o jugando con la raqueta o simplemente tumbadas tomando el sol a unos metros de nosotros, enseñando la figura y las formas más íntimas de su anatomía, aunque más las que, tumbadas boca arriba, nos ofrecían la visión de sus tetitas y coñitos. Algunos de los coños estaban delicadamente depilados para poder ver perfectamente la forma de su raja o lo que es peor para nuestra tranquilidad hormonal, con colgantes. Lo que nosotros no sabíamos, no obstante, es que también estábamos siendo observados. De ello nos enteraríamos más tarde. Al rato de estar tomando el sol y bañarnos, vimos como dos chicas cogían sus toallas y subían hacia las dunas. Tanto Octavio como yo, sin decirnos ni una palabra ni pensarlo dos veces, cogimos también nuestras toallas y fuimos tras ellas. Lo que más nos llamaba la atención es que ellas, mientras caminaban, de vez en cuando miraban hacia atrás, como si se aseguraran de que las seguíamos.
Cuando llegamos a su altura, ellas ya estaban desnudas tomando el sol. Nos acercamos y les pedimos un cigarrillo y ellas, muy amablemente, no solo nos lo dieron sino también conversación, hasta que una de ellas nos invitó a sentarnos a su lado.
– Mientras vosotros mirabais a las otras chicas nosotras os mirábamos a vosotros y, tanto para mi compañera como para mí, no estáis nada mal, ¿entendéis lo que quiero decir? – dijo la otra.
– Perfectamente – contestamos a dúo Octavio y yo, sentándonos cada uno al lado de una de las chicas.
Nos presentamos, ellas se llamaban Rosa y Cristina y cuando quise darme cuenta, Octavio ya estaba liadísimo con Rosa, pegándose un lote los dos de campeonato. Entonces Cristina me dijo:
– ¿Por qué no te tumbas?
Yo, muy obediente, me tumbé y ella, agarrándome la polla, empezó a hacerme una lenta y muy agradable paja hasta que, inclinándose, se metió mi verga en la boca mamándomela como una verdadera experta. Parecía que se la quería comer entera. Me pasaba la lengua por un lado de la polla, por el otro, por la punta del capullo, por los huevos, hasta que paró y me dijo:
– Ahora te toca a ti, Salva.
Lo primero que hice fue lamerle las tetas, chupando sus pezones, tiesos y duros como piedras. Cuando me cansé de tetitas, pasé al coño pero para comprobar cómo estaba de cachonda, primero le metí un dedo en la raja encontrando que estaba pidiendo polla a gritos.
Empecé comiéndome todo el coño, chupándoselo con fuerza hacia mí como si quisiera comérmelo. Ella, por los gemidos que lanzaba, estaba muerta de gusto. Se estaba corriendo todo lo que a su cuerpo le estaba permitido. Entre chupadita y lamida en el clítoris, paré y le metí un dedo en el coñito para ver como estaba. Lo tenía súper mojado así que me cogí la polla y se la metí hasta el fondo. Mientras mi polla entraba y salía de su coño, ella decía, entre suspiros y gemidos:
– ¡Que gusto… aaah… dame polla, dame polla, fuerte, fuerte… más… más… oooh… fóllame que me corro…!
– Cristina, ponte a cuatro patas – le dije parando de follármela – para follarte más a gusto y meterte mi polla hasta los huevos.
Tras un buen rato de jodérmela en esta posición y tras correrse ella unas cuantas veces más, me dijo:
– Salva, me has follado a cuatro patas todo lo que has querido pero ahora me toca a mí así que, túmbate en la arena.
Se colocó en cuclillas sobre mi dura polla, me la cogió con una mano y se la introdujo en todo su coño, empezando a cabalgarme, haciendo subir y bajar su coño por mi verga. Al buen rato de estar follándose, me dijo:
– Ahora quiero que me la metas en el culo, que me quiero correr a gusto.
Se mojó los dedos con saliva y se los pasó por el ano, añadiendo:
– Mójate tú la polla para que se me introduzca mejor en el culo.
Apoyé mi polla en el agujero de su culo y se la fui introduciendo suavemente y poco a poco hasta que la tuve entera dentro de su recto.
– ¡Que rico, que gusto me estás dando! – decía ella sin parar de agitarse y de remover su trasero – ¡Me vuelvo a correr… oooh…!
No veáis, lo que yo disfrutaba al meter la polla en su culo y sintiendo la estrechez de su canal en mi polla, hasta que se la metí del todo y empecé a darle marcha mientras ella no para de decir:
– ¡Dame polla, dame más… que gusto… que gusto… que rico… que placer… me estoy corriendo toda… aaaah…!
Con sus nalgas bien agarradas por mis manos y con mi polla que estaba a punto de derretirse en su culito, la apreté fuertemente hacia mí, pegué un golpe fuerte con mi verga en sus entrañas y mi polla explotó, corriéndome y viendo las estrellas del placer tan enorme que estaba teniendo.
– ¡Que rica, que gusto, sí… aaah… me corro contigo… oooh…! – decía ella estremeciéndose.
Ya tranquilos, nos fuimos los cuatro a bañarnos y estábamos tan relajados que nos pasamos todo el resto del día en la playa, hasta el anochecer.
Saludos para todos.