Relato erótico
Pasión fuera de horario
Aunque todavía está estudiando, trabaja como diseñadora gráfica en una empresa importante donde podía desarrollar su futura profesión. Su jefe, es mayor que ella, atractivo y muy duro profesionalmente. Ella, se le ha insinuado alguna vez pero, nunca le había hecho caso.
Juana – Madrid
Mi nombre es Juana, tengo 24 años, soy delgada, rubia, cabello corto, blanca, 1’72 metros, busto normal, piernas fuertes ya que hago ejercicio seguido, y la verdad, me gusta disfrutar a tope del sexo.
La historia que os voy a contar sucedió hace muy poco y pasó con mi actual jefe. Yo trabajo como diseñadora gráfica en una empresa de software y diseño interactivo. Aunque todavía estudio, logré colarme y trabajar en esta compañía, de lo mejor en este país. Llevo aquí unos tres meses y tengo un jefe bastante gruñón. Es un hombre de 38 años, alto, fuerte y de aspecto normal, aunque agresivo sobre todo la mirada.
Desde que empecé a trabajar, mi jefe (Samuel), me puso el ojo para putearme, pues dice que los estudiantes y recién llegados no sabemos nada de nada, así que los primeros días fueron bastante duros con la presión de él. A mis otros compañeros (todos hombres), les agradó mi compañía. Todos hicieron casi una fila durante las primeras semanas para seducirme y tratar de que ocurriera algo de movimiento conmigo, pero yo nada de nada. Me adapté rápido y me puse a trabajar muy duro, de día y de noche para que mi jefe no molestara.
Cada alguno de mis compañeros de sección y de otras se me insinuaban pero, yo no quería nada con nadie, el único que me hacía sudar un poco, y no solo era por la presión sino por que era el único que me ignoraba desde el plano sexual, era Samuel, el jefe. A pesar de ser mayor que yo, me gustaba físicamente y me ponía su comportamiento de duro.
Comencé a vestirme un poco provocativa para ver si él llegaría a fijarse en mí. No sirvió de nada más que para calentar a mis compañeros, que no dudaron en hacerme ofertas indecentes para salir.
Una noche en la que trabajé horas extras diseñando un logo para una empresa importante, Samuel salió de su oficina y pasó por mi despacho.
Al verme atareada, se acercó a ofrecerme su ayuda. En la sala de diseño solo estábamos nosotros dos, pues todo el personal se había marchado ya hacía un par de horas.
– ¿Cómo va eso Juana?- dijo
– Bien, bien, creo que lo termino en un rato.
Él sonrió por primera vez conmigo. Así que aproveché la oportunidad y le devolví la sonrisa un tanto pícara.
– ¿Por qué no me muestras algo para ver si me inspiras?
Le dije y él puso cara de sorpresa. Al mismo tiempo bajé la mirada hacía mis piernas que se veían libres pues llevaba una minifalda azul turquesa y blusa azul de tiras y botas altas negras. Él me miró con algo de calentura y lanzó su brazo sobre mí. Yo alcancé a cerrar los ojos para sentir su brazo fuerte sobre mí, pero no, el tipo tomó el ratón y me empezó a mostrar ejemplos sobre el trabajo. Yo me desilusioné y seguí con el trabajo, escuchando atenta sus instrucciones.
El jefe de seguridad del edificio pasó haciendo ronda y nos vio. Preguntó sobre qué hora que dejaríamos de trabajar y Samuel le dijo que yo me quedaba un rato más. El de seguridad nos dijo que estábamos los tres solos en el edificio, pues el turno de impresión no trabajaba esa noche. Seguimos trabajando y un rato después me dijo que se iba ya, que se había hecho muy tarde. Salió y yo seguí en el trabajo.
Al cabo de un rato ensimismada en el trabajo, sentí unas manos que me tocaban la espalda haciéndome un masaje. Me asusté y gire. Era Samuel.
– ¡Qué susto me has dado!
– Regresé porque creo que necesitas mí ayuda ¿o no?
– Si creo que sí.
– ¿Un masaje?
Entonces empezó a tocar mi espalda y mis hombros haciendo que me relajara sobre el asiento. Sus manos eran muy buenas. Me concentré en el placer del dolor por la tensión de mis músculos. Luego sentí que una de las manos bajaba y rozaba mis senos sobre la blusa. Abrí los ojos pero seguí quieta. Ahora me tocaba a fondo y yo estaba en shock, pues aunque esperaba algo de Samuel, nunca creí que fuera en ese momento.
– ¿Hace cuánto no te dan un buen masaje?
– Hace bastante jefe…
– Creo que llegó la hora de hacerte uno completo.
Al decir esto bajó su cabeza y me dio un beso súper húmedo, al tiempo que bajaba mucho más su mano y la metía por mi falda, tocándome los muslos y llegando hasta mi interior. Yo le hice la tarea más fácil girando la silla y quedando frente a él.
Samuel se arrodilló frente a mí, levantó un poco mi falda, hizo a un lado mis bragas y comenzó a chupar y lamer mi chocho. Yo no paraba de gemir y suspirar. Rápidamente tuve un orgasmo enorme. Le cogía la cabeza y la apretaba fuerte sobre mi órgano. Él sólo paraba para echarme una mirada y seguir moviendo su lengua en mi clítoris. Comencé a tener otro orgasmo más fuerte que el anterior y lo hice a gritos. Samuel era excelente con la lengua.
Tras ese orgasmo caí sobre la silla extasiada, entonces él se puso de pie frente a mí.
– Ahora saca mi polla – me dijo un tanto vulgar.
De inmediato lo hice. Su cambio de ser un hombre caballeroso a ser uno vulgar me excitó demasiado. Bajé el cierre y sin quitarle el pantalón saqué un pene enorme, largo y un poco grueso. Lo tenía en mis manos.
– Métetelo a la boca zorra…
Como si estuviera hipnotizada obedecí. Abrí la boca y empecé a comerme su verga. Él lo disfrutaba al máximo. Hizo que bajara de la silla y quedara de rodillas. Seguía chupando esa verga grande y hermosa, repleta de venas que palpitaban en mi boca. Mientras se la chupaba, se quitó la camisa, me cogía de la cabeza y daba empujones dentro de mi boca con su polla, como si me follara así.
– Detente un momento. Quítame el pantalón- me pidió.
Lo hice de inmediato. Quedó desnudo. Me hizo levantar para sacarme la blusa, el sujetador, arremango mi falda y me quito las bragas, me quedé solo con las botas. Me puso otra vez de rodillas para que siguiera chupándosela.
– Sigue con tu mamada por favor
Continué mamándole la verga, me sentía muy bien así, me encantaba su polla. Llevábamos un buen rato cuando él mismo sacó de mi boca su aparato, me hizo levantar y me llevó hasta la sala de espera, frente a su oficina.
– Ven que te voy a follar como se lo merece una zorrita como tú.
Me acostó sobre el sofá de la sala de espera, abrió mis piernas que tomó con sus manos y puso su polla en mi entrada. Yo la cogí y la fui metiendo poco a poco. Me quejaba y a él eso le gustaba. De improviso avanzó, dio un empujón y la metió toda, hasta el fondo. Grité. Se acomodó y empezó a meter y sacar su polla dentro de mí. Lo hacía a una velocidad enorme y con una fuerza gigante.
– Te gusta así ¿te gusta?
Yo no paraba de gemir y de agarrarme de sus brazos fuertes. Sus envites eran tremendos. Unió mis piernas para apretar así su verga en mí. Me la metía y sacaba como una máquina sexual. Luego la sacó repleta de líquidos míos, pues ya había tenido un orgasmo durante la faena.
– Ponte a cuatro patas que me gustará penetrarte y ver tu culo.
Lo hice. Él me dio una palmada en las nalgas, metió uno de sus dedos en mi coñito, lo sacó e intentó meterlo en mi trasero. Yo se lo impedí.
– ¡Quédate quieta, lo que voy a hacer te gustará!
Me quedé helada y quieta. Insistió metiendo uno de sus dedos en mi trasero. Nunca lo había hecho por ahí. Su dedo me molestaba y cuando ya lo tenía dentro comenzó a meter otro en mi coñito el movimiento de ambos me fue excitando cada vez más. Fui moviendo mis caderas al ritmo de sus dedos.
Entonces los sacó y se acomodó para penetrarme. Primero de forma normal por el coño. La metió toda de una vez y comenzó a penetrarme fuerte. Yo tenía la cabeza enterrada en el sofá. Sus envites me apretaban contra él.
Me cogía de la cintura y me atraía hacía su verga que salía y entraba como un taladro. Sus huevos golpeaban mis nalgas y estaba a punto de un nuevo orgasmo. Se detuvo. Puso su polla en mi trasero y empezó a avanzar. Me dolía muchísimo. Parecía experto en estos menesteres y esperó a que me relajara. Cuando el glande estaba dentro, comenzó nuevamente a empujar hasta tenerlo todo dentro. Allí mismo me tomó, alzó la cara al tiempo que me penetraba sin compasión. Se apoyaba en mí como si cabalgara a una yegua. Yo estaba en otro mundo sintiendo de todo: dolor, placer, lujuria, éxtasis…
Me metía su verga con todo poder. Sentí que estaba a punto de correrse pues se apoyó sobre mi cadera y su ritmo se aceleró, dio varios envites más y sentí como inundaba mi traserito. Una enorme la cantidad de leche
salía de él. Sacó su miembro y lo limpió con mis nalgas y con mi falda enrollada a la cintura. Se sentó a mi lado y me besó.
– ¿Te gustó?
– Si, me gustó jefe.
Él me sonrió y me invitó a que le limpiara la verga. Lo miré y me fui encima de su hermosa polla y la lamí hasta dejarla limpio.
Mientras lo hacía sentí a alguien detrás de mí. Gire y se trataba del jefe de seguridad que miraba la escena con una cara de vicio increíble.
-¿Qué tal el espectáculo Miguel? – preguntó Samuel
– Excelente -Respondió el hombre mientras me miraba.
Yo estaba congelada, sentada desnuda al lado de Samuel que me sobaba el cuello y se sonreía con Miguel.
– Ya sabe que de noche esta empresa es suya con todo lo que hay dentro.
Al decir esto miré a Samuel y este me sonrió. Miguel se acercó hasta mí al tiempo que se bajaba el pantalón, sacando un pene gruesísimo y empalmado a tope, pues había visto todo desde el inicio. Lo tomó en sus manos y me lo ofreció para que lo chupase. Samuel me presionó del cuello y no hice más que abrir la boca e intentar tragarme el paquete del vigilante. Su verga era más pequeña que la del jefe pero mucho más gruesa. Comencé a lamerlo y darle pequeñas mordidas.
– Eso sí, así. Mírame a los ojos mientras la chupas, me gusta ver la cara cuando me la maman.
Me decía el tipo mientras tocaba mis pechos y se iba quitando la ropa. Samuel se sentó frente a nosotros a disfrutar de la escena.
El vigilante era un hombre de unos 45 años, bajito, pero con buen cuerpo, blanco y calvo. Me detenía en la mamada para quitarse su ropa, hasta quedar completamente desnudo. Seguí mamándosela hasta que él me detuvo, se sentó en el sofá y me invito a sentarme sobre su verga gruesa. Así lo hice, sentí esa verga abriéndome un poco mi coño, pues el tamaño del grosor era inédito en mi vagina. Cuando pude ensartarlo todo, él mismo me daba el ritmo para que subiera y bajara, mientras me chupaba y tocaba los senos.
La fricción con esa nueva verga hizo que me excitara mucho y que intentara llegar a un nuevo orgasmo. Aceleré el bajar y subir, sentía cada vez más esa verga dentro y me corrí de una forma inusual, gritando fuertísimo. Arañando al vigilante de tal forma que violentamente me levantó y me puso acostada sobre el sofá. Entonces comenzó a meter y sacar su polla con violencia, yo le pedía más y más.
Parecía que estaba incómodo en el sofá, así que sin sacarme su verga de dentro me puso en el suelo y allí subió mis piernas sobre sus hombros y me penetró con furia. Yo estaba en otro mundo mientras me follaba. Samuel se acercó y me ofreció su verga para que se la chupase mientras tanto. La tomé y la mamé mientras era follada.
El vigilante sacó su polla, me puso a cuatro patas y volvió a meterla fuerte. Yo seguía chupando a Samuel entonces sentí el ritmo a punto de acabar del vigilante decidí ayudarle moviendo mis caderas, también Samuel parecía acabar. Ambos se corrieron al tiempo.
Mi jefe, bañándome la cara y la boca y el vigilante bañándome la espalda. Ambos se pusieron frente a mí y los limpié a fondo. Después de esto se vistieron. El vigilante siguió en su guardia y Samuel me llevó a su oficina.
-Mira Juana, esto que pasó tiene que quedar aquí entre nosotros.
No contesté nada y fui al baño a lavarme y cambiarme. Desde dentro escuché cuando Samuel salió.
Ya vestida, con la falda hecha un desastre, fui hasta mi despacho, apagué el ordenador y salí. Al llegar a la puerta el vigilante no paraba de mirarme lleno de lujuria.
– ¿Te gustó?
– Si, si me gustó pero no quiero hablar de eso…
– Me parece bien -dijo-
Cuando me disponía a salir, me cogió por el brazo y me llevo hasta la silla de su despacho, me sentó, sacó su verga y me la puso en los labios.
– Entonces no hables y termina de chupar que todavía estoy lleno…
Lo miré y abrí la boca y comencé a comerme esa verga gruesa. Le miraba a los ojos tal como a él le gustaba. Salivaba muchísimo para que se resbalara suave en mi paladar. Bajé su pantalón y me apoyaba de sus caderas para ir y venir con más soltura. Lo pajeé mientras chupaba sus huevos y volvía a lamer y chupar su verga. Me detuve y sin dejar de mirarlo le dije:
-¿Por qué no me follas como antes?
Me levanté y me apoyé en la pared ofreciéndole mis agujeros de espaldas. Tomé su verga y la apunté a mi coño. Entró con facilidad, yo estaba mojadísima. Me cogió por las caderas y comenzó a embestir fuertemente. Me estaba partiendo, me apretaba los pechos y seguía metiéndola. Me encantaba el grosor de esa verga. Yo estaba por reventar en un nuevo orgasmo cuando la sacó, me hizo arrodillar y me obligó a abrir la boca para recibir toda su descarga. La recibí con agrado, la tragué toda y luego la limpié y salí de allí.
Hemos mantenido alguna “reunión” más y os las contaré en otra ocasión.