Mi relato funcionó

Iba cada semana al mismo kiosco a comprar la revista Clima y aquel día se llevó una buena sorpresa. La dependienta sabía su nombre y lo identifico como el autor de un relato. Según ella y su amiga, se habían puesto muy cachondas mientras lo leían.

Paco – Castellón
Vuelvo a ser Paco de Castellón para contaros una nueva historia y espero que lo paséis bien con mi relato. Ocurrió hace un mes y puedo asegurarte que lo pasé genial. Fui a comprar tu revista de contactos, en el kiosco habitual cuando, al ir a pagar, la dependienta, que se llama Teresa, me dijo:
– ¿Tú te llamas Paco, verdad?
– Pues sí, ¿por qué lo preguntas? – contesté.
Antes de contestar apareció otra mujer que resultó ser su amiga.
– Mira Sonia – le dijo Teresa – Este chico se llama Paco y compra la revista de la que hablábamos… ¿Tú crees que…?.
Sonia me miró y luego dirigiéndose a su amiga, añadió:
-No sé pero se lo preguntaré – me miró y me dijo – ¿Tú eres el del relato de la mujer madura, verdad?
-Sí – confesé, bastante sorprendido por haberme descubierto.
– Pues yo me masturbé cuatro veces con esa historia – dijo Sonia – y mi amiga otras tantas. ¿Crees que podrías hacernos lo mismo que le hiciste a esta mujer? Ya sabes, follarnos por el coño y por el culo….
Yo quedé alucinado. Nunca se me puso un polvo tan fácil en mi vida.
– Pasa a las siete a buscarnos – dijo Sonia.
Pasaron las horas y cuando se hicieron las siete pasé a recogerlas. Entré en su kiosco. Vi a Sonia.
– Hola Sonia, ¿estáis listas? – pregunté.
– Un minuto – contestó y a continuación añadió – Teresa, Paco está aquí.
Cerraron el kiosco y nos dirigimos a su coche. Entramos y me puse atrás con Teresa. Teresa tiene 37 años, es morena, con tetas pequeñas pero duras, atractiva de cara y con un culo y un cuerpo preciosos. Sonia es rubia, tiene 41 años alta, atractiva y al igual que su amiga, tiene las tetas pequeñas y duras pero con un culo que, al verlo, me entraron ganas de follármelo.
Nada más arrancar Sonia, Teresa ya me estaba pasado la mano por encima de la bragueta mientras no paraba de besarme, metiéndome la lengua hasta la garganta, con lo cual se me puso a tope la polla. Yo tampoco estaba quieto pues, pasados los primeros momentos de estupor por la rapidez de lo que estaba sucediendo, también acariciaba sus muslos, subiendo la mano por ellos y llegando a la braga que encontré muy mojada. Llegamos a su casa y entramos. Sonia sacó unas cervezas y nos sentamos en el salón, ellas juntas en el sofá y yo en un sillón. Entonces Teresa se levantó y vino hacia mi, se agachó y quitándome el pantalón, metió la mano en mis calzoncillos. Agarrándome con la mano la endurecida polla, exclamó:
– ¡Caramba, que polla más bonita! – exclamó.

Me la sacó para que tomara el aire y tras masturbármela unos instantes no tardó nada en metérsela en la boca mientras yo veía como Sonia se iba quitando la ropa hasta quedarse desnuda por completo.
Pude contemplar su precioso cuerpo y su coño depilado pero con una franja de pelo rubio. Ya desnuda, apartó a Teresa y empezó ella a chuparme la polla. De repente tenía a Teresa encima del sillón, sólo con el sujetador. Puso su raja en mi boca y no dudé en chupársela. Según, pude comprobar y ella me confesó después, se corrió dos veces llenándome la boca con sus jugos. Ayudé a Teresa a bajarse del sillón y tumbándola en el sofá, abrí sus piernas y de un solo golpe se la metí en el coño. Lo taladraba como nunca, con unas ganas enormes. Más tarde, y sin correrme aún, cambié y ahora era Sonia quien la tenía en su chorreante almeja. Mientras me la follaba aparté la vista de sus tetas y vi venir a Teresa con un bote de vaselina. Se untó los dedos y se los metió a Sonia uno a uno en el culo hasta dejarle el agujero bien abierto. Entonces se la saqué del coño y la acerqué a su culo. Apunté el capullo en este agujero tan lubricado y apreté. Entró entero de un solo golpe.
Sonia chillaba como una loca mientras Teresa no hacía más que masturbarse delante de nosotros. Seguía apretando, sin hacer caso de sus gritos de dolor hasta que le entró entera, hasta los cojones. Con calma le fui dando por el culo, notando como se iba dilatando el esfínter y la enculada se iba haciendo más fácil. Sonia tampoco chillaba, sólo gemía mientras removía su culazo. Mientras gozaba de este canal tan estrecho, que aprisionaba mi polla, pasé mi mano al coño de Sonia y sin dejar de entrar y salir de su caliente recto, comencé a masturbarla. Al final, con un grito atroz, se corrió dejándome la mano llena de sus líquidos espesos y calientes. Como yo no me había corrido aún, saqué la polla del culo de Sonia y me acerqué a Teresa que ya tenía el suyo bien untado de vaselina. Ella misma, a cuatro patas, me cogió el rabo y apuntándolo en su agujero me dijo que se lo metiera en el culo bien adentro. La obedecí encantado y gracias a la vaselina que llenaba su ano y la que el culo de Sonia había depositado en mi polla, la penetré hasta el fondo.
El grito que pegó Teresa casi me asustó. Tanto que me quedé quieto pero ella, entre gemidos, me dijo:
– ¡Sigue, no pares ahora que ya la tengo toda dentro… rómpeme el culo… sigue follándome…!.
Empecé a sacarla y meterla sin parar hasta que no pude más. Intenté llevar también mi mano a su coño para darle placer mientras yo recibía el mío pero no tuve tiempo. Pegando un gemido y agarrándome a sus caderas, solté un chorro de semen que le llenó el culo por completo. Los tres quedamos rendidos. Tomamos otra cerveza mientras hablábamos de lo que habíamos disfrutado aunque ellas no paraban de decirme entre risas, que les dolía el agujero del culo.
-Eso pasa a medida que lo repitamos – les dije también riendo.
– ¿Es eso verdad? – preguntó Sonia.
– Claro que sí – añadí yo – Cuantas más veces entra una polla en el agujero del culo más se abre y al final, no es como un coño, pero casi.
-Lo que este quiere es darnos otra vez por el culo – dijo Teresa.
– Pues sí, me gustaría – confesé – Lo tenéis precioso las dos.

Sonia, que estaba sentada a mi lado en el sofá, se inclinó, me cogió la polla que yo tenía morcillona y metiéndosela en la boca, empezó a chupármela. Animada por el espectáculo que le estábamos ofreciendo, Teresa acabó arrodillándose ante mi y comenzó a lamerme los huevos. Aquello no había quien lo aguantara y a los pocos minutos yo tenía la verga de nuevo dura y tiesa.
– Dame gusto primero por el coño – me dijo Teresa – y luego me la metes por el culo pero ya que antes te has corrido en el mío, intenta esperar a correrte en el de mi amiga.
A Sonia le pareció bien y a mi también ya que, después de haberme corrido hacía tan poco tiempo, estaba seguro de tener el aguante suficiente para hacer lo que querían. Teresa se tendió en el sofá bien abierta de piernas. Se las cogí por los tobillos, las subí lo que pude y al quedar su coño bien ofrecido, la penetré hasta los cojones. Aquellas chicas eran tan calientes que al cuarto envite se corrió chillando como una loca.
En el acto se la saqué y como en la postura que yo la tenía, también se le veía el agujero del culo, allí llevé mi polla entrándole salvajemente. Pegó un chillido y exclamó:
– ¡Golfo, me has engañado, me duele igual pero sigue e intenta darme gusto por el culo!.
– Me refería a días alternos por lo menos – dije sin parar de encularla – Aún lo tienes dolorido de la primera vez.
Mientras la enculaba ella misma, ayudada por la postura, llevó una de sus manos al coño y empezó a masturbarse. Cuando por fin se corrió, gritaba como si la matasen.
– ¡Que gusto… me matas… me corro también por el culo… oooh… no pude ser… aaaah…! – decía entre chillidos – ¡Sonia… oooh… mientras te de por el culo mastúrbate, verás que gusto da… aaah… un gusto de muerte…!.
Rápidamente se la saqué del culo y me giré hacia Sonia. Sin decirme ni una palabra, se colocó en posición, es decir, como las perras ofreciéndome aquel hermoso y gordo culazo. Separándole las nalgas se la metí, primero en el coño. Estaba mojadísimo y ardía. Me la tiré un buen rato por este agujero hasta que al orgasmar se la saqué y de un solo golpe se la metí en el culo. Esta vez Sonia no lanzó ni un chillido ni un suspiro. Recibió mi polla sin quejarse y cuando empecé la enculada, dirigiéndose a su amiga, le dijo:

– Aún me duele pero no hay para tanto – y dirigiéndose a mi añadió – ¡Métemela despacio… quiero obtener placer con tu polla en mi culo sin tocarme el coño!
Lo hice como ella quería. Despacio, muy despacio. Entraba y salía de aquel canal mientras ella empezaba a gemir. No tardé en notar que me iba a correr así que aceleré los movimientos. Cuando mis huevos explotaron y mi leche salió disparada, Sonia empezó a gritar que se corría. Había logrado lo que deseaba, correrse por el culo sin tocarse el coño. Fue, para ella, todo un éxito.
En la actualidad somos muy amigos y de vez en cuando nos vemos en su casa para repetir todos estos placeres, sin importar ya que se la meta por el coño o por el culo.
Volveré para contaros alguno de nuestros futuros encuentros.