Relato erótico
Mi mujer quiere marcha
Cuando follaban su mujer le contaba, que una amiga suya, tenía la fantasía de que la penetrara un hombre negro. Para su sorpresa un día descubrió unos emails calientes y guarros y se dio cuenta que “su amiga” era ella.
Juan – LUGO
Soy Juan, casado, 40 años de edad y mi mujer Marisa tiene 34. Siempre hemos tenido una vida sexual muy activa y ella es muy fogosa, dulce e infernalmente activa en la cama. Su pelo es castaño rizado que lleva largo, mide 1,63, cuerpo muy esculpido y buenas formas. Muy seductora al vestir, siempre con tacones altos que hacen de sus hermosos pies algo digno de devorar y recorrerle el cuerpo una y mil veces al hacer el amor. Es infernalmente apasionante verla y sentir como te la mama, puede pasar horas y horas dándote placer oral.
Últimamente y después de follar, me contaba los deseos de una de sus amigas, dijo que estaba deseando follar con un chico negro y que quería llegar a tener una experiencia con él. Pero resultó que la amiga no era tal, sino que hablaba por ella. Era ella quien estaba deseando sentirse sexualmente poseída por alguien así. Bajo la excusa de falta de afecto deseaba tener otro hombre totalmente distinto a mi, ante quien arrodillarse y mirarle a los ojos con la boca llena de esa nueva polla. Quería tener otra polla para su historial.
Un día que ella no estaba en casa, encontré unos e-mail de alguien que comentaba lo guapa que era, lo sumisa que era, lo bien que lo hacía. ¡No lo podía creer! mi mujer estaba teniendo un romance y para no terminar mi asombro vi que el e-mail tenia como remitente a un cliente de la empresa que es negro y musculado. Leí cada mail enloqueciendo a cada letra, viendo como él le escribía regocijado como ella, arrodillada, lo miraba a los ojos mientras se la chupaba lo hacía disfrutar como un cerdo.
No sabía qué hacer y al principio enloquecí y luego decidí ver como podía pillarles y en el último e-mail leí que se verían en nuestra propia casa al día siguiente en horario que yo no estaría. Decidí que no iría a trabajar y que los esperaría escondido. A la una y media aparecieron. Les oí decirse primero, muchas cosas románticas, pero luego pude comenzar a observar desde dentro del gran armario, donde estaba escondido, como se abrazaban. Tenía el corazón a mil pero quería ver todo eso.
Comenzaron lentamente a tocarse, a acariciarse y a quitarse las ropas, hasta quedar en ropa interior y pude ver como las fuertes manos de ese hombre apretaban el hermoso culo de mi mujer contra su cuerpo, como se lo recorría disfrutando de su piel y fue entonces cuando ella comenzó a bajar, a arrodillarse y le extrajo la poderosa polla y mientras la agarraba con las dos manos, se la comía y recorría con la lengua lentamente mordisqueándosela. Él la tenia agarrada fuertemente de sus largos cabellos indicándole autoritariamente que debía seguir ahí abajo dándole placer oral como una sumisa lo hace con su Amo.
Era increíble ver eso, mi mujer disfrutando de ese cuerpo negro, entregada a darle todo el placer que ese tipo le exigiese y yo mirando. No voy a negar que se me levantara la polla y me tocaba al ver todo eso. De pronto comenzó a mamársela de una manera espectacular, succionándole la polla que tenía bien agarrada para que no se le escapase, arrodillada con su culito respingón sobresaliendo, sus tacones puestos y la mamada que era interminable. Él le decía lo bien que la chupaba, que su polla estaba hecha para su boca, que cuando terminasen, después de follársela, le haría tragar hasta la última gota de leche, como siempre.
Después de la larguísima mamada, él la agarró con fuerza, la levantó y le dio la vuela dejándola boca abajo, le quitó el tanga y empezó a comerle el coño. Ella se metió otra vez el pollón en la boca y se la chupaba mientras gemía por el gustazo que le estaba dando aquel tío.
No podía creer lo que estaba viendo, era digno de una película porno. De pronto la dejó en la cama, la colocó a cuatro patas y le folló el coño por detrás. Me dejó helado y a partir de ahí follaron de todas las formas que uno se pueda imaginar.
Finalmente, después de más de treinta minutos de follar y follar, él la levantó cargándola de la pierna, la llevó hasta la pared y se la clavaba una y otra vez. Se miraban fijamente con cara de vicio y de placer a tope.
Para él, el placer morboso de estar follándose de una forma que nunca imaginé a una mujer casada y a la cual sabía que podría seguir follándose cuantas veces quisiera.
Siguió golpeándola contra la misma pared hasta que ella con fuertes gemidos se corría una y otra vez, gritándole:
– ¡Cabrón, que bien follas, me tienes loca! ¡La quiero en la boca… toda en mi boca!
Así fue y una vez que ella se corrió, él la tiró sobre la cama y le metió la polla en la boca diciéndole:
– ¡Ahora te la tragas toda cariño!
– ¡Sí, sí, toda… la quiero toda! – le contestó ella,
Se corrió, soltándole gran cantidad de semen en la boca. El tío gemía y gruñía como una fiera y cuando acabo de soltar leche, mi mujer le limpio el rabo relamiéndose y aprovechando hasta la última gota.
Se ducharon rápidamente y se fueron. Salí un poco alterado y cabreado, pero, me fui al trabajo. No podía concentrarme, solo tenía ganas de llegar a casa y ver a la golfa de mi mujer.
Allí estaba, sentada en el sofá y con carita de ángel. Tenía ganas de follármela pero noté que estaba cansada, aunque no tardó ni un minuto en acariciármela y ponérmela dura.
Mientras me besaba, me parecía sentir el sabor de leche de ese tipo en su boca, el olor a su sexo, pero luego cuando comenzó a bajar y verla allí arrodillada mamándomela espectacularmente como ella lo hace, comprendí que merecía tener otra polla que la hiciera gozar y además me gustó ver como se la follaban, como la mamaba y tal vez un día de estos entre los dos la hagamos disfrutar frenéticamente, hacerle sentir el sueño que seguramente lleva en su interior de ser follada y al mismo tiempo estar mamando, estallar en el placer mientras traga y traga semen.
Pero callé y gocé, gocé morbosamente. Hoy día sigo gozando y callando y ella también calla, calla y disfruta de todo el sexo que recibe, disfruta de todo el semen que semanalmente traga, disfruta sabiéndose una máquina de placer, máquina cada vez más devoradora, insaciable, que espera con ansias el momento de poder juntar a esos dos hombres que la montan y sirven para sentir el más absoluto placer de que dos vergas puedan por fin atender a su deseoso cuerpo.
Besos, querida amiga.