Relato erótico
Mejor de lo esperado
Cuando lo conocieron supieron que era el hombre ideal para que participara en un trío con ellos. Quedaron para conocerse, tomaron unas copas y fueron a su hotel…
Irene – MADRID
Querida Charo, me llamo Irene, tengo 40 años y mi marido Enrique, anda en los 42, llevamos muchos años casados y nos consideramos una pareja sólida y muy transparente en nuestros actos que, desde hace más de un año buscábamos realizar una fantasía que teníamos los dos. Considero que es una fantasía de todos los matrimonios hacer un trío, involucrar a una tercera persona, pero lo tomamos con calma ya que buscábamos a la persona ideal.
Este sábado en alguna sala de chat, Enrique vio el perfil de un hombre que le llamó la atención y como yo estaba chateando en otro ordenador, me envió el perfil y al verlo me quedé sorprendida pues este hombre mostraba una foto de su miembro, ¡y guau, que verga! Medía 23 cm.
– ¿Te gusta? – me preguntó mi marido.
– ¡Claro que sí! – respondí entusiasmada.
Lo contactó, habló con Jorge, que así lo llamaremos y después de un rato me avisó que me lo iba a pasar a mis contactos y así lo hizo. Hablamos, intercambiamos puntos de vista, experiencias y en ese momento supe que ese hombre era el indicado. Una persona muy educada, fina, discreta, sencilla, respetuosa y caliente, así que quedamos en conocernos personalmente al siguiente día, domingo, a las cinco de la tarde en un café que él recomendó. La única intención era conocernos.
Llegamos puntuales, la cita era en un punto intermedio y la charla fue tan natural como si nos conociéramos de tiempo. Al rato sugirió ir a tomar una copa a algún bar y seguir conversando. Fuimos felices riendo, me compró unas rosas rojas que son mis preferidas y de vez en cuando Jorge ponía sus manos en las mías y sentía su energía y su calor. Luego mi marido sugirió que lo acompañáramos a instalarse en un hotel y por el camino yo iba con mil dudas y preguntas, temores y algo entonada, pues las copas ya habían hecho su trabajo. Jorge había reservado una suite y nos invitó a tomar una copa más, pasamos a la habitación y pedimos algo ligero de cenar hasta que me incorporé para ir al baño y Jorge se levantó y me abrazó. Por su parte Enrique se pegó a mi espalda e hizo lo mismo y al sentir los dos miembros erectos, mi primer comentario fue:
– ¡Guau, que agradable es sentirse en medio de dos vergas!
Así comenzaron las caricias, besos y mordidas suaves. Sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo de arriba hacia abajo hasta que me giré y quedé frente a mi marido que me desabrochó la blusa y por otra parte, el sentir entre mis nalgas la verga de Jorge, me hizo vibrar de emoción. No podía creer que estuviera sucediéndome eso. Me rodeó y empezó a tocar mis tetas con mucha pasión, mientras Enrique me bajaba el pantalón. Me volvieron a girar y Jorge no resistió el tener mis tetas grandes y erguidas, y de inmediato se lanzó a mamármelas tan bien que no pude evitar sentir un calor intenso en mi vagina.
Mi marido me quitó el sujetador y Jorge se dedicó a quitarme las bragas. Ahí estaba yo desnuda entre dos hombres que no paraban de estimularme sexualmente, los dos ansiosos de poseerme y yo aún incrédula de lo que estaba pasando, pero con una euforia y una pasión que me hicieron olvidar todos mis temores.
Suavemente me tendieron sobre la cama y los dos comenzaron a mamarme cada uno una teta y esa sensación para mí es inolvidable pues al sentir sus bocas y sus manos recorrerme tuve un orgasmo tan intenso que sentí desfallecer y pronto no pude resistir las ganas de descubrir que había debajo del pantalón de Jorge así que, suavemente, le toqué el pecho de una manera muy sensual y fui bajando la mano hasta llegar a su bulto y sacar la delicia de verga que tenía. Mi primer impulso fue metérmela a la boca y como no me pude contener, eso hice mientras con la mano acariciaba la verga de mi marido.
Así estuve unos minutos hasta que decidí invertir la situación y mamársela a Enrique mientras estimulaba la verga de Jorge con la mano. Así estuvimos otros minutos, hasta que los puse cerca y me metí a la boca las dos herramientas bien erectas, grandes y jugosas, haciéndoles unas mamadas de maravilla sintiendo que me iba a ahogar, pues los dos están muy bien dotados. Continuamos con una serie de posiciones en las que ambos me hacían vibrar, pues mientras uno me follaba yo devoraba la verga del otro.
Cuando Jorge me penetró sentí un calor tan intenso que no pude evitar mojarlo con mi elixir, pues era algo por lo que había esperado tanto tiempo, y eso mismo me hizo hacerle unas mamadas más fuertes y ricas a mi marido, al punto de casi lograr su eyaculación, pero Enrique se separó un poco para contenerse, ya que no quería perderse más detalles, mientras Jorge me seguía follando y dándome caricias y besos por todo el cuerpo. Después de unos minutos, nuevamente me derramé en él, pues al sentir esa verga tan grande me sentía muy puta. Jorge con sus manos me cogía de la cadera y me tiraba hacia él, sintiendo hasta el fondo su verga y haciendo que sus testículos rebotaran en mis nalgas.
Pronto cambiaron de posición y ahora se la mamaba a Jorge mientras Enrique me follaba. ¡Esa sensación de sentirse dominada por dos hombres calientes es magnífica! Después de un tiempo así, me quedé recostaba boca arriba y Jorge comenzó a mamarme el coño. ¡Que bárbaro! Su lengua la sentía como si fuera su verga, grande y juguetona, mientras mi marido estaba disfrutando de una rica cubana entre mis tetas, y yo alcanzaba a meterme la punta de su verga en la boca. Era inevitable y no me pude contener. Me derramé en la boca de nuestro nuevo amigo y él feliz, se bebió todos mis jugos.
– ¿Recuerdas que es lo que siempre has querido? – me dijo entonces Enrique.
– Sí, una doble penetración… ¡pero vaginal! – exclamé.
La cara de asombro de Jorge no la pudo ocultar, aunque la idea no le pareció nada mal. Nuestro amigo se puso boca arriba y yo encima de él, encargándose Enrique de guiar su verga hacía la vagina ya ocupada por el mástil de Jorge, y poco a poco se fue abriendo paso en mi coño. ¡Esa sensación es inigualable! Comenzaron a moverse al mismo ritmo mientras yo gemía como una perra por el placer y sentía que me estaban perforando dos ricas vergas al mismo tiempo y que rozaban mis paredes vaginales al grado de sentirla explotar. Al mismo tiempo Jorge devoraba mis tetas y Enrique se impulsaba de mis caderas para penetrarme con la fuerza de un toro embravecido. Solo las putas que lo hemos probado sabemos a los que nos referimos. Después de unos minutos los tres nos fundimos en un orgasmo fenomenal y sentir las tres leches calientes mezclarse dentro es como sentir un rayo de energía que la hace a una vibrar, gemir y gozar al máximo.
Después de la deliciosa experiencia de una doble penetración vaginal, nos tomamos unos minutos de descanso entre caricias y besos, que me hicieron sentir una mujer plena y que derivaron en calentarnos nuevamente. Enrique y Jorge estaban listos para continuar, haciéndome disfrutar de mi trío al máximo y le pedí a nuestro amigo que se sentara en el sofá, cosa que él de inmediato hizo, me arrodillé ante él y le empecé a hacer unas profundas mamadas, recorriendo desde la base de los huevos hacia arriba con la lengua, dejando saliva en el camino y al llegar a la cabeza de su verga, rodeándola en círculos con mi lengua suavemente, y ver como él se retorcía de placer.
Minutos después cambié de posición y me senté de espaldas a Jorge, quedando al frente la jugosa verga erecta de mi marido, la que con fuerza devoré, sintiendo las manos de ellos recorrer mi cuerpo. Al sentir mi boca y mi coño llenos y estar los tres llevando un mismo ritmo, tuve un orgasmo tan placentero que empapé a Jorge y entonces él sugirió ir al baño. Allí me sentó de frente a él, mis piernas las puse en sus hombros y con la furia de un toro caliente me metió la verga hasta el fondo, mientras Enrique observaba y se masturbaba. Era tal su cara de felicidad, que no quise interrumpirlo en nada y decidí dedicarme a disfrutar el momento, pues noté que a mi marido lo excitaba aún más estar viendo como me follaban.
Entre embestidas yo gemía de placer y ellos también. Enrique acercó su garrote a mi boca y yo feliz, se la mamé mientras Jorge me perforaba con esa verga grande y Enrique recibía una súper mamada. Yo no me podía contener y dije que me corría, a lo que Enrique de inmediato reaccionó, derramando su leche en mi boca y Jorge en mi coño. Después de eso Jorge me llevó a la cama y me puso bocabajo, poniendo una almohada debajo del vientre y me penetró hasta el fondo. Para esos momentos Enrique ya había vuelto a calentar motores y puso su verga en mi boca, pero lo que Jorge no sabía era que a mí me encanta masturbar la verga en esa posición.
No tardé ni cinco minutos cuando volví a tener otro orgasmo, pues en esa posición es imposible contenerse, y ellos respondieron minutos después con otra eyaculación, mi marido corriéndose en mi cara, dejándome mi “mascarilla preferida” y Jorge en mis nalgas, embarrándolas de leche con su misma verga.
Los tres estábamos cansados, pensé que ahí había terminado todo y me acosté en medio de mis dos hombres, pegaditos los tres y abrazándonos diciendo Jorge que necesitaba un descanso y ¡yo más!
Nos dormimos, abrazados los tres, en no menos de quince minutos. Yo dormí de frente a Jorge y con Enrique a mis espaldas. ¡Es una agradable sensación sentirse resguardada por dos hombres!
Pero para mi sorpresa, al despertar, Jorge tenía una gran erección con el simple hecho de tenerme cerca y eso me hizo recordar que su juventud se ponía de manifiesto. Comenzó nuevamente a besarme y morderme la boca, las orejas, las tetas, hasta realizar un delicioso 69 por un buen rato. Después, me colocó en la posición de misionero y bombeando tan fuertemente, una embestida tras otra, cada vez con tanta fuerza que yo sentía como su verga rebotaba con mis paredes vaginales y sus huevos en mis nalgas. Comencé a gritar que me follara más duro, hasta arrancarme dos orgasmos riquísimos y no dejando de bombear con esa fuerza. Al sentirse mojado por mi elixir, aceleró sus embestidas, mientras yo no dejaba de pedirle más, hasta derramarse en mí nuevamente. Entre gemidos de placer, observé a mi marido, que parecía haberse instalado en primera fila, grabando en su mente cada movimiento de aquel momento mágico para nuestra relación, y su cara de alegría no la podía ocultar. Esa cara que vi es comparable a la de un niño que recibe el regalo anhelado por mucho tiempo.
– ¿Te gustó? – me preguntó Jorge refiriéndose a que había sido una follada de no mucho tiempo.
– ¡Así es como me gustan, cortas, pero con mucha pasión! – le contesté.
Reaccionó de inmediato su verga y sin darme tiempo, se puso encima de mí imposibilitándome para moverme, sentí todo su peso encima y su arma hasta el fondo y ésta sensación me calentó por completo. Es raro, pero no me podía mover, me agarró las manos y se dedicó a meter y sacar su verga. Me tenía prácticamente a su merced.
– ¡Me tienes planchada como una tortilla! – le dije pues así me sentía, pero eso sí, súper caliente – Quiero que me digas el momento exacto en el que te vayas a correr, porque me encanta hacerlo al mismo tiempo que mi pareja.
Eso lo puso aún más caliente y con más fuerza me siguió penetrando. Entraba y salía de mí, su verga la sentía yo como un sable caliente. Él se apoderó de mi boca, comiéndose mis labios, recorriendo con su lengua toda mi boca, dándome chupetones en el cuello.
Después de un rato de estar así, gimiendo, sudando, Jorge anunció que se corría, y yo, como impulsada por un detonador, estallé en un enésimo orgasmo. Él se recostó boca arriba, mientras me dirigí hacía Enrique, quien en esos momentos se estaba corriendo en su mano con el agasajo visual que le había dado la golfa de su mujer. Lo besé tiernamente y sentí una fusión y una renovación de nuestra relación.
Al ver a Jorge tendido sobre la cama, extasiado, ya sin leche y ver su pene semi flácido, me agaché a darle un beso a esa verga tan rica que tanta dicha me había dado, en muestra de agradecimiento por esos momentos mágicos y esa noche tan “sexsacional”, quedando en volvernos a ver para continuar esa maravillosa experiencia. Enrique y yo nos despedimos y nos fuimos a las seis de la mañana a nuestra casa felices por haber podido cumplir y con muy buena experiencia, nuestra fantasía.
Este relato lo he escrito como un regalo a mi marido, que ha sido mi guía en esta apertura sexual. Esta experiencia como pareja nos ha servido muchísimo porque reforzó nuestro cariño, nuestra compenetración y reavivó la flama de la pasión dormida por la rutina. Gracias mi vida, por tu infinita paciencia para conmigo. También le quiero dar las gracias a Jorge, por ser un caballero en la extensión de la palabra y haber despertado en mí la cachondez de puta que ahora desbordo.
A las mujeres que están en el proceso de un trío y no se animan, solo les quiero decir que bien vale la pena, siempre y cuando su relación matrimonial sea firme. A los hombres ansiosos de tener un trío con su mujer y otro hombre, les digo que no fuerzan la situación, ni presionen, todo llegará a su tiempo.
Besos de los dos.