Relato erótico

Me espabilé

Charo
26 de agosto del 2020

Para seguir con sus estudios sus padres creyeron oportuno que estaría bien que fuese a la capital y vivir sola. Le dijeron que aprendería a valerse por sí misma ya que en casa estaba muy “mimada”.

Berta – Teruel
Esto que cuento, amiga Charo, me pasó cuando vine a vivir a Madrid desde mi Teruel natal y conocí a dos chicos, vecinos míos, que me enseñaron como se podía divertir una chica un día domingo en el cual no había nada que hacer.
Mis padres me enviaron a Madrid apenas cumplí 20 años para que yo viera si me gustaría vivir en una ciudad grande, a diferencia de la vida de pueblo donde el tiempo transcurría sin que pasase nada. Mi vida en provincia había transcurrido en una forma totalmente inocente, donde mi única diversión se limitaba a nadar en la piscina con mis amigos de colegio e ir al cine los fines de semana. Yo quería estudiar y fue así como
mis padres lo arreglaron para conseguirme una habitación en un edificio del centro de la capital. Debía vivir unos meses ahí y ver por mi misma si
deseaba quedarme definitivamente.
En el edificio donde vivía, de vez en cuando me cruzaba con un par de chicos que estudiaban en la universidad y que ya llevaban varios años
viviendo ahí. Ellos eran también de provincia y de la misma forma que a mí, sus padres les pagaban un apartamento. Ellos se habían conocido en la universidad y compartían los gastos del apartamento.
A diferencia de mis amistades masculinas en el pueblo donde vivía, se notaba que los de la ciudad eran más lanzados y siempre me invitaban a
que los fines de semana los visitará en su habitación. Fue así como un día
me animé a hacerlo, ya que no tenía nada que hacer ese domingo. Ellos
tendrían cerca de 24 años cada uno y siempre que los veía me piropeaban y me decían que era una chica muy atractiva y cosas por el estilo.
La mañana que los encontré fuera del edificio, les pregunté si podría
visitarlos. Ambos me dijeron que sí y que nos podríamos encontrar en su
apartamento por la tarde. Después de almorzar, descansé un rato y luego me bañé para estar más fresca, me puse un vestido entero de vuelo, que usaba los domingos, me puse mis zapatos de charol, hice una cola en mi cabello y subí dos pisos hasta llegar a su puerta.
Toqué y uno de ellos salió a abrirme, invitándome a pasar, diciéndome que estaba muy guapa esa tarde vestida así. Siempre me han gustado los halagos, aunque donde vivía antes los chicos no se esmeraban por piropearla a una mucho. Suelo usar los vestidos un poco sueltos ya que desde siempre he tenido unas tetas muy grandes, y además de eso mi trasero sobresalía si me ponía ropa ajustada.

Me invitaron a sentar en la sala y me dijeron que cosa me gustaría hacer esa tarde. Les dije que no tenía idea y que ellos propusieran algo, así que uno de ellos me sirvió un refresco que era burbujeante y noté que tenía un poco de alcohol. Ellos se sirvieron lo mismo y comenzaron a preguntarme sobre mi vida. Les dije que no había mucho que contar ya que la vida de pueblo era un poco aburrida y que el único juego de salón que conocía era la gallina ciega, y los tres nos reímos sobre ello.
Uno de ellos me dijo entonces que no era tan mala idea y que para matar el tiempo podríamos jugar eso. Sirvieron más licor, según ellos para estar un poco mareaditos y que la gallinita no encontrará tan rápido a quienes buscaba. Nos acabamos una botella de sidra y sorteamos a quien tendríamos de vendar primero. Perdió uno de ellos y yo lo vendé y su compañero y yo nos alejamos. Como el apartamento no era muy grande, el que estaba vendado caminaba, estirando sus manos y trataba de agarrarnos. En uno de sus intentos no me di cuenta de su cercanía y con una de sus manos me agarró un pecho. Yo hice como que no había pasado nada, pero su compañero sí se dio cuenta de eso.
Después que nos encontró a ambos, tocó que me vendaran a mí. El licor ya me había subido un poco a la cabeza y una vez que tenía los ojos vendados empecé a buscarlos. Caminaba a todos lados pero no lograba tocarlos y así estuve un rato caminando con cuidado para no tropezarme y golpearme las piernas en algún mueble hasta que la venda que tenía en los ojos se movió un poco y cuando bajé la mirada, pude verlos a ambos que estaban agachados en el suelo mirando debajo de mi vestido. Seguramente estaban contemplando mis muslos y mis braguitas blancas.
Entonces me quité la venda pero ellos ya se habían levantado rápidamente y les dije que ya no quería jugar a eso porque me había dado calor. A ellos también se les notaba “acalorados”, no sé sí por el licor o por haber visto mis intimidades. Me senté en el sillón y ellos se sentaron cada uno a mi lado.
Mientras seguíamos bebiendo para calmar la sed, uno de ellos empezó
a hablar de que había visto un programa en el cual una chica se había
implantado siliconas en los senos, y me dijo si yo tenía siliconas ya que
mis pechos eran grandes. Les dije que no las tenía y uno de ellos me replicó que se lo demostrara y como una tonta les pregunté, que como lo podría hacer.
– Pues enseñándonos las tetas para comprobar que es verdad lo que nos dices – uno de ellos me dijo.
– De acuerdo – dije yo – pero solo me quedaré en sujetador.
Ambos aceptaron, así que me bajé el cierre trasero del vestido y me quedé en sujetador. Nunca, cuando viví en el campo, algún chico me había propuesto algo semejante, así que me dio curiosidad los juegos que estos dos me querían enseñar.

Estando así con el vestido hasta la cintura, me volvieron a decir que así no valía porque no se notaba si tenía alguna cicatriz en mis pechos y para terminar de convencerlos, me quité también el sujetador. Ambos veían con la boca abierta mis grandes pechos y curiosamente me di cuenta de que no me avergonzaba mostrárselos, ya que hubo veces que cuando era chica, me bañé con mis amigos en la provincia solo en braguitas y ellos no mostraban mucho interés por mis pechos desnudos aunque en esa oportunidad no tenían el tamaño actual.
Les conté sobre cuando me bañaba en el lago así, y me dijeron que el juego de la gallinita ciega les había dado mucho calor y que porque
no nos metíamos en la ducha.
– ¿Desnudos? – les pregunté.
Al mismo tiempo contestaron que si, ya que ellos también eran de provincia y que no había ninguna malicia en ello. En ese momento me pareció natural lo que me dijeron y nos fuimos los tres al
baño, donde se encontraba una ducha.
– Quitémonos la ropa – me dijeron.
Se empezaron a despojar de la suya y yo también dejé caer mi vestido, me saqué los zapatos y me quedé solo en braguitas y ellos en
calzoncillos, aunque a través de estos se les podía notar sus penes tiesos y a uno de ellos se le podía ver incluso el vello púbico de tan tiesa que la tenía.
En anteriores ocasiones, a mis amigos de pueblo los había visto en este
estado, pero una vez que nos metíamos en la piscina se les bajaba, por lo que pensé que una vez que estuviéramos bañándonos se les bajaría también. Los tres entramos a la ducha y como no había mucho espacio en la ducha, prácticamente estábamos pegados uno contra otro y yo estaba en medio de los dos. Uno tomó el jabón y me preguntó si quería que me enjabonase la espalda y le dije que si ya que nunca me la habían enjabonado. Rápidamente tomó el jabón y comenzó a pasármelo por la espalda, mientras que el otro pedía también el jabón para enjabonarme por delante. Las erecciones que tenían no bajaban en ningún momento y podía sentir el pene del que tenía detrás en medio de mis nalgas por encima de mis braguitas y la verga del que tenía delante apuntando directamente a mi coño.
Entre los dos me pasaban sus manos jabonosas por todo el cuerpo y el que estaba adelante, agarraba con sus dos manos mis tetas, afirmando que efectivamente eran naturales. El que estaba detrás no hacia caso a lo que su compañero de habitación decía y me pasaba las manos por las nalgas. Yo pensaba que tendría que irme sin bragas a mi cuarto ya que mojada como estaba, no me la podría poner una vez que saliéramos de la ducha.
Ellos dijeron que mejor nos sacáramos la única prenda que nos cubría y la verdad me dio curiosidad ver que forma tendrían sus vergas sin el calzoncillo y acepté hacerlo. Nos quedamos desnudos los tres mientras el agua nos caía en el cuerpo y ellos se pegaron mas a mí, dejándome sentir el latido de sus pollas por delante y por detrás de mí.

– ¿No te gustaría agarrarlas? – me preguntó uno de ellos.
Le dije que sí y tomé cada una de ellas con cada mano y las empecé a palpar. Una de ellas era muy grande y la otra no tanto, pero me daba placer tenerlas en mis manos y empecé a moverlas de tal forma, que hacia que la piel que las recubría se replegara y saliera una cabeza roja. Las estaba mirando con detenimiento mientras ellos seguían jugando con mis tetas, cuando me pidieron que me las metiera a la boca.
– ¿Para qué? – les pregunté asombrada.
Ellos me dijeron para que sintiera el sabor que tenían. Me arrodillé quedando ambos delante de mí de pie y empecé a mamar una por una pero ellos me decían que me las metiera las dos a la vez. Abrí más mi boca y metí ambas vergas a mi boca. El único sabor que sentía era la del agua y así se los hice saber. Al final nos enjuagamos y secamos el cuerpo y así los tres desnudos, nos fuimos hasta la habitación que tenía el apartamento. Me senté al borde de la cama y nuevamente ellos se acercaron hacia mí, con sus vergas tiesas y me dijeron que lo hiciera de nuevo. Volví a meterme sus vergas y pude saborear un líquido
espeso que salía por el orificio que tenían en la cabeza de sus penes. Me
gustó el sabor que sentí y notaba que la respiración de ambos estaba agitada y la mía también.
Me di cuenta de que esto se trataba de algo más, cuando me pusieron boca arriba y uno de ellos se puso encima de mí, metiendo su verga en mi chocho. Sentí un dolor agudo, pero luego me relajé, alejándose el dolor. El otro se arrodilló sobre la cama a la altura de mi cabeza y apoyándose en el respaldar de ésta, puso su verga en mi boca. Al tenerla ahí lo que hice es abrirla y empezar a chuparla. Sentía unas cosquillas deliciosas en mi parte baja y me gustaba estar en esa posición con los dos metiéndome sus penes.
De pronto sentí que el que tenía encima, soltó un líquido caliente dentro de mí, haciéndome sentir un placer que hasta ese momento no había sentido nunca. Entonces salió de mí y se tendió boca arriba a mi lado.
Al que se la había estado chupando, sacó su verga de mi boca y se puso
encima de mí, de la misma manera que había estado el otro, y empezó a bombear pero con más fuerza, mientras con sus manos me agarraba las nalgas y me besaba en la boca. El también soltó su líquido dentro de mí, dándome placer como lo había hecho su amigo. Ambos quedaron tendidos y yo me fui a lavar lo que me chorreaba del coño para no manchar las sábanas de la cama.
Me había gustado lo que habíamos hecho, pero yo quería tener más y así se lo hice saber, así que me pidieron que se las chupase nuevamente y así lo hice, pero con mas fuerza, haciendo que se levantasen rápidamente.
– Te vamos a enseñar cosas nuevas – me dijeron.

Yo la verdad estaba deseosa de aprenderlas. Uno de ellos se quedó echado boca arriba, se movió hacia el centro de la cama y me dijo que íbamos a hacer la pose del 69. Yo no sabía que era eso así que me dejé guiar. Puse mis piernas a la altura de su cabeza quedando mi culo casi encima de su cara y el otro que estaba fuera de la cama, me ayudo a inclinarme hasta la altura de la verga del que estaba debajo de mí, y su verga quedó al alcance de mi boca.
– Ahora chúpamela – me dijo.
Yo comencé a chupar. Luego me hizo ponerme encima de él, pero
mirándolo de frente y me la metió por el coño, dejando mi culo para que el otro metiese hábilmente sus dedos por mi ano. Sentía que metía los dedos y también lo lamía, mientras que el que estaba debajo de mí se movía rítmicamente. Pensé que el que estaba debajo de mí se vaciaría para que entrara el otro, pero grande fue mi sorpresa cuando su amigo se puso detrás de mí y me metió la verga por el ano. Nunca pensé hacer el amor de esa manera. Los dos me estaban follando a la vez y de tanto movimiento y lengüetazos yo sentía que me corría varias veces, hasta que ellos descargaron su semen dentro de mí, por ambos lados.
Quedé satisfecha por la follada que me habían dado y prometí visitarlos más seguido de ahora en adelante. Luego escribí a mis padres haciéndoles saber que la vida en la capital me gustaba mucho
Saludos y hasta otra.

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