Relato erótico
Los relatos nos animaron
Se aficionaron a leer los Relatos de Clima y al final, se decidieron a follar con otras personas. Primero fue con una amiga de su mujer y se montaron un lésbico de ensueño. Después fue con dos tíos y…
Ricardo – VALENCIA
Primero deciros que me encantan vuestras publicaciones, de las cuales somos asiduos lectores, tanto yo como mi mujer, y nos calientan mucho los relatos de los lectores, y de tanto leer nos decidimos a tener alguna experiencia, una de las cuales os relato a continuación.
Os diré que nos llamamos Isabel y Ricardo, Isabel tiene 37 años, es morena, media melena, delgada pero con unas curvas de infarto, con dos tetas de impresión y un culo respingón que me vuelve loco, vamos a mi y a mucha gente pues hace volver muchas cabezas por la calle. Yo soy moreno de ojos marrón-verdosos y complexión fuerte.
Todo empezó con un lío que tuvimos con una amiga de mi mujer, con la que hicimos un trío del cual yo salí muy satisfecho, al igual que Isabel, que probó por primera vez los placeres lésbicos, pero unos días después le dije a Isabel:
– Te debo un regalo, tú me regalaste un trío con una mujer y que menos que ahora, en nuestra cama, entre otro hombre.
Así lo decidimos, pero luego le pusimos algún matiz, quedando en que fuese ella la que se ligara al hombre que la gustara para hacerlo. Mi mujer tiene un cargo comercial en la empresa en la que trabaja y conoce a muchos hombres. Días más tarde me dijo que en una empresa que visitaba había un chico en un almacén que la atraía y que era de color. Pero yo entonces y antes de que ella siguiera hablando, le propuse que el trío lo formara ella pero con dos hombres mientras yo lo grabaría todo en video. La situación en casa era de lo más caliente y follábamos como locos pensando en que llegara el momento.
– Ya tengo al chico más o menos encandilado y he quedado con él esta tarde – me dijo ella dos días después.
Al regresar de la cita ella me dijo que le había explicado la situación y Wilson, que así se llama el chaval, estuvo de acuerdo, pero como necesitábamos a otro, Isabel le dijo a Wilson que tenía que buscar a un amigo, pero que ambos tenían que cumplir el requisito que hace famosos a los hombres de color, es decir, que estuvieran dotados de un buen miembro. Se pusieron de acuerdo e Isabel me dijo que la cita sería el sábado siguiente.
La mañana de ese día la pasamos hablando de lo que podría pasar y ella, después de comer, empezó a prepararse al tiempo que yo no dejaba de grabarla ni un instante, mientras se duchaba, se daba crema y se maquillaba, luego cuando comenzó a vestirse, se puso un tanga y un sujetador blancos que a ella, al estar muy morena, le quedaban de muerte, se puso un ligero, medias a medio muslo y una minifalda de escándalo, zapatos de tacón y una blusa transparente.
A las seis llamaron a la puerta, ella fue a abrir mientras yo la seguía grabando, y entraron Wilson y su amigo Samy, otro chico de color. Los dos eran muy fornidos y altos. Pasaron al salón, Isabel preparó unas copas y puso música, y todo esto exhibiéndose bien ante nuestros invitados. Al rato y después de hablar de algo intrascendente y estando ella sentada entre nuestros dos nuevos amigos, comenzaron a meterle mano y ella les correspondió cogiendo sus paquetes con ambas manos. Su cara fue todo un poema cuando puso la mano en la entrepierna de Samy, una cara que después de la sorpresa inicial se convirtió en puro vicio, y procedió a sacar las herramientas de los dos jóvenes. Primero lo hizo con la de Wilson que estaba bien armado, pero al sacar la de Samy el que quedó sorprendido fui yo pues apareció una polla de impresión. Era larguísima y de un diámetro que yo pensé que me iba a partir a mi mujer en dos, pero Isabel no dudó ni un instante y dándose la vuelta y arrodillándose en el suelo comenzó a propinarles una comida de polla a ambos de campeonato. Sus pollas parecían barras de hierro, la de Wilson le entraba en la boca con muchas dificultades, pero con la de Samy aún tuvo más problemas pero lo consiguió.
Tras unas buenas comidas de polla, se levantó y comenzó a desnudarse de forma provocativa, quedándose en ropa interior y cogiéndolos a ambos de sus pollas se los llevó a la habitación. Su cuerpo se cubrió en el acto de manos que no dejaban de sobarla, de acariciarla, ocupaban sus tetas y ella no perdía ocasión de meterse sus pollas en la boca. Yo no perdía detalle y mi excitación era tremenda.
No tardaron mucho en comenzar a follársela, primero fue Wilson quien se la follaba con fuerza como a ella le gusta, mientras Samy le metía la polla en la boca. Yo no salía de mi asombro de lo zorra que podía ser mi mujer. Por fin le llegó el turno a Samy y tras chuparle bien su coño, el cual ya estaba bien húmedo de las innumerables corridas que ella había tenido, puso su enorme polla en la entrada del coño de Isabel y la penetró sin piedad. Ella soltó un grito que se oyó en todo el vecindario, pero no tardó en cambiar esos gritos por alaridos de placer y mirando a la cámara me dijo:
– ¡Cariño, me están matando de placer, me siento una puta follada por dos sementales!
Samy enterraba su pollón dentro de mi mujer y ella se volvía loca mientras Wilson se la metía en la boca ahogando sus gemidos. Isabel estaba fuera de sí hasta que yo no pude soportarlo más y terminé uniéndome a la fiesta, dejando la cámara en un trípode, y estando Samy tendido en la cama y Isabel cabalgándole como una puta en celo y con la polla de Wilson en la boca, me coloqué detrás de ella y untando su ano bien de vaselina la comencé a encular.
Me costó mucho que entrara, porque a pesar que practicamos el sexo anal con frecuencia, al tener el coño llego con esa inmensa polla a la mía le costó entrar, pero una vez dentro y todos colocados, comenzaron los metisaca e Isabel no paraba de decir:
– ¡Sí… sí… sí, cabrones no paréis de follarme así, llenarme entera, hacerme sentir una zorra… darme fuerte!
A todo esto yo no dejaba de azotarla en culo y diciéndole lo puta que era. Tras una larga sesión de follada, sacamos nuestras pollas de sus agujeros y ella se tumbó en la cama colocándonos a su alrededor descargando nuestra leche sobre ella que se la extendió por su cuerpo.
Cuando nuestros amigos se marcharon, Isabel quedó tendida en la cama por largas horas y cuando se levantó me dijo lo mucho que había disfrutado y que le encantaría repetirlo.
Si esto sucede ya os lo contaré y recibe, Charo, un saludo de estos tus lectores.