Relato erótico
Ilusión cumplida
Trabaja con su novio en el bar de una escuela. La ilusión de él, seria montar una cafetería y hablando del tema con un cliente, que era abogado, les dijo que podría ayudarlos.
Lola – BILBAO
Hola amigos de CLIMA, antes de contar mi historia me gustaría decir algo de mí y de mi relación con mi novio. Soy Lola, una mujer de 29 años, y aunque no me gusta describirme siempre me han dicho que soy bastante atractiva, con grandes tetas y un culito respingón.
Mi novio, Arturo es muy varonil, es dos años mayor que yo. Nuestra relación es muy buena, nunca peleamos y nos entendemos muy bien, pero el gran problemas es que siempre está ocupado y estresado por el trabajo y casi no tenemos sexo, lo cual se convierte en un gran problema cuando se es tan cachonda como yo, así es que como ya se imaginarán recurro mucho a la deliciosa masturbación.
Actualmente trabajo con Arturo, él tiene la concesión de una cafetería en una escuela y su sueño siempre ha sido poner su propio bar. En una ocasión conocimos a un abogado y al parecer le caímos bien, Arturo le empezó a contar lo del proyecto del bar y él se mostró con total disposición para ayudarnos.
Para nuestra sorpresa nos invitó a comer al día siguiente. El abogado, Ernesto, era un hombre de unos 58 años y bastante bien conservado para su edad. Arturo y yo estábamos muy emocionados porque su sueño estaba por volverse realidad, pero la verdad es que nos faltaba todo, dinero, permisos, etc.
Arturo me pidió que me pusiera muy guapa para la comida. Ernesto no dejó de elogiarme un solo instante, todo el tiempo le decía a Arturo lo guapa que era y la suerte que tenía, además de atenderme de forma espectacular. Entre elogios de su parte y agradecimientos de la nuestra, le tocábamos el tema del bar y él, sin más ni más, nos dijo que nos iba a ayudar en todo, que tenía amigos muy influyentes para sacar los créditos necesarios, buscar los mejores proveedores y sacar todos los permisos. Y nos pidió que lo fuéramos a ver al día siguiente. Arturo estaba emocionadísimo y yo también. Al salir del restaurante lo empecé a besar apasionadamente, pero él me apartó y me dijo que había mucho que hacer y planear para el día siguiente.
Al siguiente día, llegamos muy puntuales a su oficina y Ernesto le indicó a Arturo que fuera con uno de sus empleados para ver algo de uno de los permisos, y al momento en el Arturo salió de la oficina, Ernesto comenzó a decirme lo buena que estaba y lo mucho que le gustaba. Me comía con los ojos, podía ver en su mirada la lujuria y las ganas que tenía de poseerme. Yo me sentía un poco incómoda pero me excitaba al mismo tiempo. De pronto me dijo:
– Mira Lola aquí hay dos cosas, una es que Arturo se ilusione por tener un bar y otra cosa es que lo consiga. La decisión la tienes que tomar tú.
Yo le pregunté qué era lo que tenía que hacer y me dijo que era muy fácil, que tenía que hacer todo lo que me dijera.
Yo ya me imaginaba la clase de cosas que me iba a pedir, pero por un lado me sentía mal de tan solo pensar en serle infiel a Arturo y por la otra lo podía hacer feliz cumpliendo su sueño realidad. Además, que Ernesto me trataba de forma estupenda, por lo que acepté pero le pedí que no se enterara Arturo. Ernesto me miró a los ojos y me dijo:
– Eres una zorra y eso me gusta – se bajó los pantalones y pude ver su hermosa verga ya dura – Ahora quiero que me la mames.
Eso me puso a mil, verlo ahí de pié, con su paquete bien marcado y oírle decirme esas palabras, entonces le hice la mejor mamada de su vida. Con una mano lo masturbaba y le agarraba los huevos, mientras mi boca y mi lengua hacían un trabajo estupendo. Él me decía:
– Sí, golfa así, que bien la mamas, eres toda una zorra caliente.
Mientras me tiraba del cabello hacia él y me la hacía tragar toda. Después me quitó la blusa y el sujetador, y empezó a manosearme las tetas apretándome los pezones. Yo estaba cachondísima mientras él me decía:
– ¡Sácame la leche, quiero correrme en tu boca y que te la tragues toda!
Eso hacía que se la chupara con más gusto, hasta que por fin se corrió y bebí gustosa todo su delicioso esperma. Al momento se repuso, me sentó en su escritorio y empezó a chuparme las tetas, cosa que me calienta muchísimo. Lo hacía de una forma excepcional, podía sentir como movía su lengua en mis pezones y luego comenzó a meter sus dedos en mi coño haciéndome retorcer de placer, hasta que sacó un consolador de un cajón y me lo empezó a meter por el coño. Lo hacía maravillosamente, lo metía y lo sacaba salvajemente hasta que tuve un delicioso orgasmo, luego me lo llevó a la boca y me dijo:
– Venga, chúpalo porque quiero que me lo metas.
Yo me confundí un poco porque nunca había penetrado a un hombre, pero la idea me calentó muchísimo. Empecé a chupar el consolador con gusto mientras le masajeaba el ano y se lo lamía. Al rato él sacó una crema pidiéndome que se la pusiera y entonces tomé el consolador y comencé a metérselo, mientras me decía:
– ¡Sí, así, rómpeme el culo… aaah…!
Yo me calentaba más y le decía:
– ¿Así lo quieres o quieres más fuerte? Mira lo putita que me has resultado – le decía yo cada vez más cachonda-
Mientras le daba por el culo, con la otra mano le acariciaba la polla y los huevos. Así estuvimos un rato más hasta que se corrió, regando con su leche toda la oficina.
Al terminar me besó apasionadamente y me dijo que todo iba a resultar muy bien. Yo me sentía complacida y muy confiada, pero le dije que era la primera vez que le era infiel a Arturo y que él me tendría que ayudar para poder seguir viéndonos. Entonces me dijo:
– Mira, desde este momento eres mi protegida y yo como tu protector te voy a cuidar y me voy a encargar de Arturo.
Desde entonces nos citaba todos los días y mandaba a mi marido a que fuera hacer todas las cosas referentes al bar y siempre le decía:
– No te preocupes por Lola, déjamela aquí porque vamos a ir a ver unas sillas, unas mesas, la decoración, etc.
Arturo era porque todo estaba saliendo de maravilla, mucho más rápido de lo que había imaginado, además confiaba mucho en Ernesto y en mí. Y efectivamente, para que Arturo no sospechara, íbamos a ver todos esos detalles y siempre me compraba algo. Y aunque a la hora del sexo me trataba como una puta, cuando no lo hacíamos me trataba súper bien. Cuando íbamos de compras me decía:
– A ver, quiero que escojas ropa y joyas, porque yo no voy con cualquier mujer, la mía tiene que ir muy bien vestida y tienes que poner cachonda a la gente cuando te vea.
De vez en cuando me metía mano en frente de los vendedores y sus amigos y a veces dejaba que me tocaran o me pedía que les hiciera una buena mamada para conseguir algún descuento. Nos divertíamos mucho, comprando la ropa más vulgar y cara que encontráramos y que solo me ponía cuando Arturo se iba y me cambiaba cuando regresaba. Así pasaron los meses y el bar ya estaba casi listo, entonces le dije que ya no íbamos a tener pretexto para vernos, pero él me dijo que no me preocupara ya que él se encargaría.
Unos días antes de la inauguración me dijo que tenía una sorpresa y como era costumbre nos citó a Arturo y a mí en su oficina. Y como siempre le dijo que saliera a algo para poder quedarnos solos. Me pidió que me cambiara, y yo me puse un liguero, una falda muy corta que dejaba ver parte del encaje de las medias del liguero y una blusita casi transparente sin nada debajo. Le gustaba que vistiera así para luego desnudarme. Empezó por quitarme la blusita mientras me besaba y apretaba mis piernas, luego empezó a apretar mis pechos con todas sus fuerzas, mordiendo mis pezones, luego sacó una par de pinzas del cajón y me las puso en los pezones. Dolía un poco pero era muy placentero, luego yo le bajé la cremallera, le saqué la verga y lo empecé a acariciar, mientras él bajaba por mi estomago hasta llegar a mi coño para darle una deliciosa sesión de lengüetazos, pero entonces, súbitamente se abrió la puerta y apareció la figura de Arturo diciendo que no estaba la persona con quien Ernesto lo había mandado.
De pronto nos vio y se quedó helado, no sabía que hacer ni que decir, solo balbuceaba mi nombre y yo tampoco sabía que decir. Así que Ernesto, muy tranquilo, le dijo:
– Sí ya sabía que no estaba, quería que nos sorprendieras, tienes una mujer con unas tetas de ensueño y un culito estupendo y además de ayudarte con lo de tu bar, también quiero enseñar a tratar a una mujer, porque la quiero bien atendida y si no fuera por ella no tendrías lo que ahora tienes.
Se dio la vuelta y comenzó a lamerme de nuevo el coño. Yo sentía mucho placer y miraba con lujuria a Arturo, que entonces se sacó la polla y empezaba a masturbarse acercándose a nosotros y comenzando a besarme mientras se seguía pajeando y me decía:
– ¡Pero mírate lo zorra que eres!
– Exactamente, es toda una zorra, por fin lo has entendido – le dijo Ernesto deteniéndose.
Yo besé feliz a mi novio y luego empecé a chuparle la verga, diciéndole:
– Te gusta así, mi amor, ¿te gusta que te la mame? ¿Te gusta ver que otro me folla?
Arturo me dijo que nunca había estado tan excitado y me decía:
– ¡Así, putita, así, trágate toda mi leche! – hasta que se corrió.
Al salir de la oficina, Arturo me abrazó, me besó y me dio las gracias por todo. De ahora en adelante nuestra relación cambiaría y nos esperarían nuevas aventuras.
Beso de los tres.