Relato erótico

Gracias a su testimonio

Charo
15 de julio del 2019

Todo empezó cuando leyó el testimonio que ella había enviado a nuestra revista, y no paró hasta que consiguió conocerla.

Juan – CASTELLÓN
Hola amigos de CLIMA, esta es una historia real, y pasó, como muchas historias que he leído, entre personas que se conocen por mediación de vuestra revista. Vivo en Castellón y nunca pensé que me ocurriría lo que voy a contar.
Soy asiduo lector de Clima y Charo Medina, pero nunca había contactado con nadie, a pesar de que a veces veía algún anuncio que me atraía. Aquella semana habíais publicado un testimonio de una mujer casada, a la que llamaré María para no comprometerla. Explicaba un trío que habían montado con su marido, pero no publicaban ningún contacto.
Puse un anuncio interesándome por ella y le dije que si quería conocerme, que me llamara. Publiqué el anuncio un par de semanas, pero había pasado un mes y nadie me llamaba.
Una noche, sobre las once, recibí una llamada y era María. Dijo que había querido llamarme antes, pero que en aquellos momentos su marido estaba de viaje y lo vio más oportuno. Además vivamos a poca distancia el uno del otro.
Ella tiene 36 años y yo 38. Hablamos y hablamos y entre conversación y conversación abordamos temas de nuestra vida sexual, comentándome su insatisfacción con su marido desde hacía bastante tiempo.
Me sorprendió ya que, en su relato, parecía que se llevaban muy bien. Lo confirmó, pero precisamente, desde el día que montaron aquel trío, las cosas se torcieron. Era su marido el que quería verla follando con otro, pero cuando ocurrió, no le gustó ver que disfrutaba con la polla de otro hombre y casi dejaron de follar.
Yo, al principio solo buscaba hablar pero sin querer me nació el deseo de conocerla y así se lo dije. Ella se lo tomó como broma hasta que un día, después de un mes de conocerla, le dije para encontrarnos a tomar un café en una cafetería a mitad de camino de nuestras casas. Aceptó y quedamos a una hora temprana de un jueves.
Como solo nos conocíamos de hablar por teléfono, le dije que llevaría puestos unos vaqueros, una camisa azul, y una cazadora de piel, y para rematar el tema, le comenté que estaría leyendo un periódico determinado.
Cuando llegó me quedé embobado, era una mujer muy hermosa, y sobre todo muy femenina. Me vio, se acercó a mi mesa, nos saludamos y hablamos de cosas comunes, sobre lo locos que éramos, que nos podían ver, etc, etc.
Pasado los primeros 30 minutos, ya un poco sueltos, hablábamos de la experiencia de conocernos, que me parecía muy atractiva y comenzamos a conversar en más confianza, pasando una hermosa mañana.
Al rato ella miró el reloj y me dijo que tenía que irse. Fuimos al parking, situado en la parte trasera de la cafetería. Nuestros coches estaban casi al final. La acompañé hasta la puerta de su coche, abrió la puerta y al girarse yo me acerqué muy rápido y le robé un beso, que ella me respondió. Fue un hermoso beso que me provocó una erección que ella notó y me sonrió.
– Me gustaría verte otro día y estar contigo – le dije.
– A mi también – me contestó – Nunca lo he hecho, pero quiero probarlo contigo.

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– Lo mismo me sucede a mí, me gustaría verte de nuevo.
– Lo vamos a hacer – dijo besándome y se marchó.
Al día siguiente nos encontramos y en mi coche fuimos a un motel, entramos, pagué y subimos a la habitación. Era bonita y acogedora para mi primera experiencia de una aventura fuera del matrimonio y aunque mostraba seguridad, también estaba nervioso. La habitación era espaciosa, cómoda, se notaba íntima y ella se desinhibió un poco paseándose por la habitación como si fuera su reino. Yo abrí unas cervezas y le invité, la aceptó y me dijo:
– Brindo por nosotros – tomando el primer sorbo de cerveza.
Hice lo mismo y nos reímos. Hablamos de distintas cosas, abrí dos latas más de cerveza y continuábamos hablando ya desinhibidos, yo sentado en una silla y ella echada totalmente sobre la cama, aunque en algún momento miraba al techo para ver su figura por el gran espejo que allí había. Yo se lo decía, ella se reía y daba vueltas en la cama haciendo piruetas, como una niña. En un momento dado me acerqué a ella, que me tendió los brazos y me abrazó dándome un profundo beso. Sentir su perfume, su respiración, fue hermoso. Luego me incorporé y ella, riéndose, me miró y me dijo:
– Sabes, nunca pensé al conocerte que llegaríamos a esto, pero no quiero olvidarlo nunca – y añadió – Sácate la camisa.
– Sácamela tú – le dije.
Ella se incorporó y empezó a desabrocharme la camisa, abriéndola y besando y chupando mis pezones. Que gozada sentir esa lengua y mientras me besaba, yo le desabrochaba los botones de su blusa y ahora me doy cuenta de que no he dicho como era ella físicamente. Morena, 1,65, una buena cintura y un hermoso par de pechos, preciosa y más aún como estaba en ese momento pues yo ya me había quedado sin camisa pero ella tenía la blusa abiertas con sus tetas fuera del sujetador. ¡Que hermosa estaba así! Le quité su pantalón dejándola en una diminuta braga blanca. No era un tanga pero le quedaba muy bien, se la miré y se lo dije respondiéndome ella:
– Lo compré para la ocasión, es para ti.
Terminé de sacarme los pantalones quedándome en calzoncillos y ella en sujetador y braga, y nos abrazamos para sentir nuestras pieles unirse. Que sensación más deliciosa sentir una piel diferente. Mientras nos besábamos besé sus pechos y se los chupé mientras ella solo gemía y me decía:
– ¡Más, cariño, sigue así!
Entonces metió la mano debajo de mi calzoncillo y acariciaba mi polla desde su base al tiempo que yo metía mi mano dentro de sus bragas sintiendo su humedad. Estaba totalmente mojada así que acentué mis caricias sobre su clítoris por unos minutos hasta que ella tuvo una contracción, un suspiro profundo y se corrió con un largo gemido.

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Yo miraba su rostro que hacía una hora, cuando la vi por primera vez, era una mujer seria y responsable, pero ahora tenía una mirada poseída por la lujuria. En ese momento se acercó a mi gateando, agarró mi polla, me miró a los ojos, luego se agachó y empezó una mamada impresionante. Iba despacio, luego rápido, violento, suave y así estuvo como 15 minutos mamándomela. Su mirada perdida y poseída por la lujuria no la voy a olvidar, me la chupaba con una pasión enorme, la paseaba por su rostro y de vez en cuanto, mientras me la chupaba me miraba a los ojos, me buscaba la mirada y yo gemía.
Al final me coloqué para hacer un 69 y ella puso su coño en mi boca. Estaba súper caliente y yo acabé con el rostro totalmente mojado por sus jugos. Ella solo suspiraba y en un momento sentí en ella otra convulsión, un grito y estremecimiento. Acababa de correrse de nuevo.
– ¡Métemela, métemela! – me dijo cuando pudo hablar.
Se puso a cuatro patas en la cama, yo coloqué mi polla en su entrada y la penetré de un solo golpe. Tras un rato de follármela en esta posición, la puse de costado y ella solo se dejaba. Se la metía y sacaba y ella gemía, hasta que me eché de espaldas y ella se sentó sobre mi pene frente a mi, diciéndome:
– ¡Córrete cariño, ahora te toca a ti, córrete amor, quiero que me des tu leche, pero avísame antes!
Seguí y seguí hasta que en un momento determinado mis gemidos le dieron entender a ella que me corría y en el acto se bajó de mí y metiéndose mi polla en la boca empezó a mamármela y a los 5 segundos sentí una corriente que recorría mi cuerpo y mi primer disparo de semen fue a su garganta y los demás quedaron en su boca, no dejando nada que sobrara. Luego se acercó a mi, me besó y sentí en sus labios parte de mi semen. A continuación se apoyó en mi pecho quedándonos dormidos casi por 30 minutos.
Era nuestro día, ya que nuestros respectivos cónyuges estaban fuera, o sea que teníamos que aprovecharlo a tope. Además, en cuanto nos recuperamos el deseo volvió a atacarnos. Tenía ganas de penetrarla, de agarrarla de aquellas hermosas cadera y ver como mi polla entraba y salida de su chocho.
Empecé por hacerle una buena comida de coño, hasta que conseguí que se corriera. Estaba muy caliente y tenía una mirada de gatita en celo. Se incorporó y tumbada a mi lado me la empezó a mamar. Si antes había sido una mamada deliciosa, ahora que la podía ver mientras la chupaba, era vicio puro.
Su boca, subía y bajaba por mi tronco, y con una de sus manos me masajeaba los huevos, para después lamerlos, chuparlos y ponérselos en la boca. Tengo que aclarar que mi mujer no es muy amante de las mamadas, por lo tanto, ver a aquella mujer entre mis piernas y disfrutando con mi rabo y mis bolas, me ponía a cien.
Como tengo el capullo bastante grande, se dedicó a follármelo con la boca y a lamerlo con la lengua de tal forma, que casi me corro. Tenía el pollón duro y muchas ganas de follármela, por lo tanto, la coloqué a cuatro patas, y se la metí en el coño de un solo golpe.

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Era un espectáculo impresionante. Allí estaba yo. Agarrado de sus maravillosas caderas, viendo como mi polla le entraba y salida de su chocho, y el meneo sensual de sus grandes nalgas. Tuve que esforzarme para no correrme a la segunda metida.
A ella le gustaba, ya que a los pocos minutos, jadeando y gimiendo, volvió a correrse. Cuando note su humedad, la saque de su chocho y se la metí en la boca, para correrme como un cerdo.
Acabamos agotados, pero con ganas de volver a vernos. Era una suerte vivir tan cerquita el uno del otro, y quedamos para el martes de la siguiente semana. Su marido tenía un viaje de trabajo y con mi mujer, no tendría problema.
Por supuesto que nos vimos muchas veces más y llegamos a vivir autenticas tardes y noches guarras y calientes. Cuando tenga tiempo os contaré alguna de estos encuentros.
Besos a todos y gracias por esta maravillosa revista.

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