Relato erótico
Encuentro de madrugada
Ya llegaba tarde. Su madre le había dicho que tenía que estar en casa a la una de la madrugada y llevaba dos horas de retraso. No había nadie por la calle hasta que, de pronto, vio a su amigo Víctor. Fueron a tomar unas copas y…
María – Toledo
La calle estaba, completamente desierta. Mi madre me había dado permiso hasta la una y ya llevaba dos horas de retraso. No quería correr, por eso mis pasos eran cada vez más rápidos, (sin prisa pero sin pausa). Entre tantas copas de más, tanto sueño y la ligera niebla que cubría la calle central de mi ciudad pude divisar una silueta un tanto familiar.
A medida que me iba acercando, me sonaba más. Cuando ya estaba a escasos metro de mi misterioso amigo pude reconocerlo.
-!Víctor! -(grité) Se giró y me miró con cara de asombro.
– ¡Peque! ¿Qué coño haces tú por la calle a estas horas?
-He vuelto a retrasarme, cuando llegue a mi casa mi madre me va a matar.
No sé cómo ni por qué, entre tanta historia, Víctor me invitó (raro en él) a unas copas, ya llevaba al menos cinco vasos de ron en el cuerpo, creo. Entonces Víctor rompió el hielo.
-Y a ti, ¿Cómo te va?-
-Uuumh, ¿Como me va? ¿A qué te refieres, cielo?
-Ya sabes, el amor…-
-!Amor!, esa palabra a perdido el significado para mi desde hace mucho tiempo, ya sabes que no tengo éxito con los tíos, ya ni siquiera me quieren para follar.
Entonces, Víctor me miró con asombro, ya que no estaba acostumbrado a oír que esas palabras salieran por mi boca.
-Follar…tu ya me conoces, quizás demasiado, y…bueno, ya que has dicho la palabra mágica, ¿Para qué andarme con rodeos?, ¿Eh, ángel?…
-Para que te voy a decir que no lo estoy deseando si me muero de ganas por una buena polla. –Dije- sabiendo demasiado bien lo que decía. Víctor puso una cara de felicidad que hablaba por sí sola.
-Ya, dicen que los borrachos nunca mienten.
-Tú me quieres, ¿no?
Empotré mi cabeza contra la barra del bar y empecé a reírme de mi propia frase, esa que decía tantas veces y que Víctor nunca me contestaba. De repente noté como la mano su caliente me acariciaba la nuca, sentí cómo un enorme cosquilleo invadía todo mi cuerpo. Levanté la cabeza de la barra del bar y me fijé en los preciosos ojos verdes de Víctor que me miraban, más bien, me estaban pidiendo a gritos que le besara. Y así lo hice.
Entonces ocurrió algo bastante extraño, era como si el alcohol que había en mi cuerpo se hubiera evaporado y hubiese dejado mi cuerpo abandonado en sus brazos, era como si de repente, supiera que era lo que quería hacer yo, y lo que quería hacer él.
Víctor me cogió por la cintura con una mano y por la nuca con la otra, era como si no me quisiera dejar escapar. Nos fundimos en un largo y profundo beso, entonces, todo aquello empezó a hacer efecto. Noté como se me mojaros las bragas y fue entonces cuando le dije a Víctor que nos largáramos de allí, porque yo quería más. No era cuestión de follar, sino de hacer el amor, porque yo me sentía muy a gusto en los brazos de Víctor y esa noche quería dárselo todo absolutamente todo.
Llegamos al hotel. Víctor me subió a la habitación en brazos, tal y como me prometió una vez, ya hace bastante tiempo. Cuando cerró la puerta de la habitación sentí algo que no se puede explicar con palabras, era como una gran tranquilidad, seguridad, como si el tiempo no existiera.
Todavía me acuerdo con que ojitos me miraba mientras me desabrochaba la camisa blanca que hacía que todo fuera más inaccesible. Era una mirada tierna, inocente, pero en realidad todo aquello tenía su morbo y yo me estaba poniendo cada vez más cachonda, y el “tema”, mi “tema” se iba humedeciendo cada vez más.
Yo misma me quité los pantalones, acto seguido, empujé a Víctor, que cayó en la cama. Aquella mirada estaba haciéndome perder el control, todo aquello, Víctor, acostado en la cama sin camisa, con esa miradita de niño malo, hizo que yo estallara y fue entonces cuando me olvidé por completo, llegué a mi punto culminante, y dejé de hacerme la estrecha, me tiré encima de Víctor, me senté sobre su cuerpo, era como si estuviese acorralado por mi deseo.
Empezamos a besarnos cómo dos desesperados, cubrí todo su cuerpo con mis besos, le quité el cinturón con los dientes. Pobrecillo, me hacía gracia, se reía, no sé si de mí o por lo nervioso que estaba.
-Sigue así pequeña, lo haces de maravilla.
Eso quería decir que quería, por fin, que le chupara la polla como una condenada.
Y cómo no, no lo dudé ni un segundo, ni siquiera tuvo que insinuármelo, me puse manos a la obra, su cara de satisfacción me hacía muy feliz, me cogió por la cabeza con su mano derecha para marcar el ritmo, en ese preciso momento me puse a pensar en lo que me había dicho en alguna ocasión. Decía que no le gustaba que le chuparan la polla, ¡pues si le llega a gustar!
Mientras le chupaba y lamía la polla, me bajé las bragas con la única mano que quedaba libre, subí la vista y vi como Víctor ponía cara de satisfacción y empecé a masturbarme y dejé lo que estaba haciendo para provocarlo. Se incorporó y me tumbó en la cama, se puso encima de mí y empezó a llenarme el cuerpo de besos, cuando me besaba el cuello, sentía como una especie de escalofríos que hacían que me estremeciera y abrazara a Víctor como si el mundo se acabara.
No sabía dónde meter las manos, mejor dicho me faltaban manos para acariciarle. Me iba demostrando su ternura en cada beso que me daba. Mientras me besaba recorría todo mi cuerpo con sus manos, me acariciaba el pelo, los pechos las piernas…!pero que formar de acariciar!
Poco a poco, iba bajando dándome besos en la barriga, y luego más abajo, hasta que metió su cabeza entre mis piernas, y note su respiración caliente. Esa sensación me volvía loca, loquita. Cogí su cabeza con mis dos manos y me la acerqué para que me hiciera una buena comida de coño.
Era un experto en el arte del sexo oral. Me hizo ver las estrellas. Movía su lengua en todas direcciones, metía sus dedos para darme más placer del que ya me estaba proporcionando. Tuve tres orgasmos, uno detrás de otro.
Aunque parecía cansado, no lo estaba, era incansable, lo hacía muy bien, prácticamente me hizo ver las estrellas, lo que más me gustaba era la sensación que daba el correrme en su boca y como él se lo tragaba con todo el gusto del mundo. Subió para besarme, su boca sabía a mi chocho. Mientras nos besábamos, le abracé apasionadamente.
Se echó en la cama, e hizo un gesto para indicarme que me subiera sobre su polla y lo cabalgara y lo hice sin pensármelo.
Aunque había tenido tres orgasmos, en el mismísimo momento que noté como su polla llenaba mi chocho, volví a correrme. Inicie una follada bestial. Mi cuerpo subía y bajaba a toda prisa. Su polla rozaba todos los rincones de mi coño proporcionándome un placer inexplicable.
Víctor no tardó en decirme que iba a correrse. Me saqué la polla del chocho a toda velocidad y me arrodille para hacerle una mamada y que se corriera en mi boca. A los pocos segundos noté me la llenaba de leche.