El mejor regalo de navidad

El verano se acababa y los vecinos de los apartamentos volvían a la ciudad. Le preguntó al conserje por sus vecinos de rellano y le dijo que ya se habían ido. Sabía que eran de su misma ciudad, pero lo que no se imaginaba que se la encontraría en un centro comercial.

Juan Carlos – Jaén
Después de aquella mañana en que mi vecina se masturbó frente a mis narices, no la volví ver. Al día siguiente no había nadie en la casa, le pregunte al conserje y me informo que habían regresado a la ciudad. Tendría que esperar al próximo año para volver a verla.
No podía sacar de mi mente su imagen, solo de pensar en ella me excitaba, aun podía recordar cada detalle de su cuerpo y de su cara. Esa chica tenía un magnetismo erótico y pervertido que volvería loco a cualquier hombre. Entre ellos a mí.
Las vacaciones terminaron pronto y volví a mi rutinaria vida en la ciudad. Los meses pasaron rápidamente y entre los compromisos de trabajo y la vida hogareña, fui olvidando aquella experiencia, aunque en mi interior deseaba volver a sentir las ganas que había despertado esa chica.
Llegó diciembre el mes de mi cumpleaños, cumplí 51 años. Recibí varios regalos de esos que no iba a usar. Mi mujer insistió en que podía cambiarlos por lo que me gustara, que eran del centro comercial y no tendría ningún problema.
Finalmente un viernes días antes de Navidad salí temprano de la oficina y fui al centro comercial. Había pensado en comer algo antes, hacer los cambios y comprar algunos regalos.
Deje mi coche en el parking y subí hasta la zona de restaurantes, mientras estaba pidiendo la comida, escuche detrás de mí una voz de mujer que me era familiar. Hablaban y reían. Era un grupo de chicas jóvenes que esperaban su turno. Me di vuelta a mirar y para mi sorpresa, la voz era de mi vecina de los apartamentos de verano, era Belén. No tenía ninguna duda. Era ella.
Tan bella e irresistible como siempre. Me la quedé mirando mientras pagaba y ella se dio cuenta de mi presencia, sonrió con esa picardía en sus ojos que tanto me calentaba y me dijo:
– Hola vecino ¿que tal?
Se acordaba de mí y seguramente de aquella mañana en la costa.
– Hola bien ¿y tu familia?
-Yo excelente, todos muy bien. Qué casualidad encontrarnos aquí.
Me hablaba como si fuéramos amigos de siempre. Me presento a sus amigas y me invito a sentarme con ellas a comer. Estaba encantado de volver a verla. Acepte solo para estar un poco con ella y saber más de su vida. Me sentí un adolescente entre aquellas jóvenes tan risueñas y divertidas.
Pasó la hora y cuando nos dimos cuenta ya tenían que irse. Pero mi vecina decidió quedarse un poco más conmigo. Creo que sus amigas estaban siendo cómplices de algo.
-Tengo que comprar algo antes de irme a casa -dijo-
-Si, yo también.
-Bueno podemos ir juntos sino te molesta. No me gusta estar sola.
-Dime, ¿vives lejos?
-No, vivo cerca, si quieres podrías llevarme.

Me quedé pensando en lo que estaba diciéndome. Cuando me di cuenta estaba frente al escaparate de una tienda de lencería y ella mostrándome lo que iba a comprar. Yo estaba sin palabras. Ella me arrastraba solo con su mirada libidinosa. Ahora todos los recuerdos de aquella mañana se agolpaban en mi mente.
-Mira, ¿que te parece ese conjunto rojo, no es divertido para Navidad? ¿Tú qué crees, me quedara bien?
No podía creer su atrevimiento. Sabía que estaba loco por ella. Llevaba una minifalda vaquera, una camiseta blanca ajustada, una cazadora de piel y unas botas altas del mismo color. Estaba buenísima, pero a su edad, 23 años, quien no está bueno.
Por un momento me sentí confundido. No sabía en donde iba a terminar esto. Era procaz y desinhibida. Y yo demasiado formal.
Salió del local sonriente y con varias bolsas.
– Que serio estás -me dijo-
-Estoy un poco cansado. Creo que dejare las compras para otro día. Ahora te llevo a tu casa.
-Si quieres, te ves tan tenso. Deberías relajarte y disfrutar más. Puedo ayudarte si me dejas.
Entramos en el ascensor para ir al parking, se acerco a mí y sin decir nada aflojo el nudo de mi corbata.
-Estas muy tenso, como si te molestara mi presencia.
-Para nada. Eres un ángel y lo mejor que me paso fue encontrarte hoy.
-Entonces déjame que te de un regalo de Navidad. ¿Quieres?
Le dije que si moviendo la cabeza. Estaba sin palabras, como en un sueño.
Cuando subimos al coche antes que pusiera en marcha el motor, volvió acercarse a mí y me dijo al oído:
-Te daré el regalo ahora.
Puso su delicada mano en mi entrepierna y me dio un beso en el cuello. Continuó acariciándome lentamente. Notaba como mi sangre se agolpaba en mi polla y el pantalón estaba a punto de querer estallar.
Mis manos volaron para tocar sus rodillas y subieron suavemente por los muslos. Sin perder un segundo me deslice debajo de aquella diminuta falda. Comencé a recorrer los labios frotando el clítoris entre mis dedos, mientras se iba humedeciendo su precioso chochito, aparté el tanga y la penetre con un dedo entrando y saliendo sin parar.
Ella se recostó sobre el asiento, dejándome más espacio. Jadeaba esperando más, y fui por más. Eche el asiento hacia atrás y eso me permitió meter mi cabeza entre sus piernas y lamer en profundidad su chocho.
-Jodeeeer que bueno, no pares, no pares. Que gusto….
Enredaba sus dedos en mis cabellos y hundía más mi cara en su coñito moviendo sus caderas al ritmo de mi lengua y de los dedos. Gemía y jadeaba como una gata en celo.

Su cuerpo estremecido se arqueo sobre el asiento y se corrió en un largo y abundante orgasmo. Me apartó y sus desesperadas manos buscaban desabrochar mi cinturón y bajar la cremallera para liberar mi polla.
Subía y bajaba su mano acariciándola con tantas ganas que me estaba matando de placer. Quería follarla allí mismo. Pero era muy poco discreto.
-Creo que debemos irnos a otro lugar –le dije-
-Nooo, hagámoslo aquí, me gusta este juego…
Los cristales oscuros no dejaban ver mucho así que ella continuo, se agacho entre mis muslos para empezar a chuparme la polla. Era joven, pero también era una mamona excelente. Con una mano agarraba mi polla, y con la boca subía y bajaba. Se metía mis huevos en la boca y los paladeaba como si fuera un caramelo. En la vida me la habian chupado tan bien. Estaba a punto de correrme, pero me aguante.
De pronto paró, se quito el tanga y se montó sobre mí. Apoyo su espalda en el volante, se sacó la camiseta y dejo sus tetas en mi cara. Se levantó un poco y orientó mi polla hasta la entrada de su coñito, me miró, sonrió y se dejó caer. Noté como mi verga entraba hasta el fondo.
Subía y bajaba a una velocidad que ame estaba volviendo loco. Agarró mi cabeza y me hizo chuparle los pezones. Aquello era una locura.
Estuvimos un buen rato y ya no podía más, por tanto le dije:
-Voy a correrme, no puedo más. Levántate.
Con una agilidad que me sorprendió, se levanto y casi sin darme cuenta ya se habia metido mi polla en la boca. Me pajeo, me la mamó y sin poder evitarlo me corrí. No apartó la cabeza de mi verga y se tragó toda la leche que iba saliendo. Ya no recordaba la sensación que se siente cuando te hacen esto.
Se incorporó, se sentó bien, se arreglo la ropa y me dijo:

-Vecino, se que el día que me estaba masturbando me mirabas y me entraron ganas de estar contigo. Ha sido una suerte encontrarte. Espero que te haya gustado el regalo. Cuando quieras más, tienes que saber que todos los viernes vengo aquí a comer con mis amigas.
Me dio un beso en la mejilla y se bajo del coche. Fue caminando hacia el ascensor dio media vuelta y me tiro un beso. Yo volvería por más, de eso estaba seguro.
Un beso de este maduro satisfecho.