Relato erótico
El amigo de mi novio
Por fin conoció al mejor amigo de su novio, siempre hablaba de él y decía que era un crack con las mujeres. Al principio le cayó mal, creía que era un prepotente.
Magda – Bilbao
Al principio de salir con mi novio Iñaki empecé a oírle hablar de su amigo Rubén. En los primeros meses de relación no le di mucha importancia y me imaginé que el respeto y admiración con el que le trataba debía ser por un lado al aprecio que le tenía, y por otro a la añoranza de estar ahora más conmigo que con él.
Casualidades de la vida, no le conocí en persona hasta pasado un tiempo, en el cumpleaños de otro amigo de mi novio. Nos dimos dos besos, y me dijo que ya tenía ganas de conocerme tras todo lo que le había contado Iñaki de mí.
-¿Qué te ha contado? -le dije enarcando una ceja, a lo que respondió con bromas.
Me cayó bien al instante. Su novia, una rubia pechugona bastante maquillada no se apartaba de él y hablaba más bien poco.
Según transcurría la velada, empecé a calar a Rubén. Seguía cayéndome bien, aunque detecté un cierto aire de prepotencia que me irritaba. No le dije nada a mi novio para evitar una disputa, visto lo que admiraba a aquel chico.
Después de aquella fiesta, las cosas empezaron a cambiar entre Iñaki y yo. Él empezó a pasar más tiempo con Rubén, y no nos veíamos tanto tiempo como antes. La manía, tras unas cuantas discusiones con Iñaki se transformó en envidia al ver que no podía hacer nada para que las cosas fueran como antes entre nosotros.
Desconozco si a ella le debió de pasar lo mismo que a mí, pero la novia de Rubén, aquella rubia exuberante, cortó con él. Le pregunté los motivos a mi novio y él me dijo un simple:
-Ya sabes cómo es Rubén…
-No, no lo sé -le dije.
-Bueno…, pues un poco golfo con las mujeres. En otros tiempos le llamábamos Dinio.
El saber que Rubén estaba ahora soltero me provocó una doble sensación. Por una parte me dio miedo la influencia que esto pudiera causar en Iñaki. Por otra parte, el saber que aquel a quien en otra época llamaban “Dinio” estuviera acechando a otras chicas, despertó en mí algo extraño. No supe qué era hasta que nos encontramos una noche por casualidad.
Yo iba con mis amigas de marcha, y le vi en la barra hablando con una chica. Al principio no parecían más que amigos, pero el lenguaje corporal de él indicaba otra cosa. Le hablaba acercándose cada vez más a ella, y siempre que podía aprovechaba para rozarla o ponerle una mano encima. Aquel chico era todo un seductor. En un momento dado, la chica se fue al baño. Rubén estaba solo, y me acerqué a saludarle.
Se sorprendió al verme, y a mí me sorprendió su descaro. Hablamos de tonterías hasta que su “amiga” volvió. Me presentó como la novia de su mejor amigo. Aproveché la mínima oportunidad para irme y dejarles solos.
Aquella noche no pude quitarme de la cabeza a Rubén. No sé si fue por el alcohol, o quizás por algo más, pero cuando llegué de madrugada a casa, me desnudé y tras meterme en la cama empecé a besar y meter a mano a Iñaki.
Confundido, no dejó pasar la oportunidad e hicimos el amor rápido pero con pasión.
Durante toda la semana siguiente no pude dejar de pensar en lo que había ocurrido, y cómo pensar en Rubén me había excitado especialmente. ¿Cómo era posible? Aquel chico me daba rabia y me estaba apartando de mi novio pero sin embargo… Me estaba atrayendo cada vez más. Era una ironía.
El viernes de aquella semana me lo pedí libre en el trabajo para hacer una serie de papeleos que me llevarían toda la mañana. Mientras hacía la comida, me llamó Iñaki. Hablamos sobre qué nos había ido el día hasta que me avisó sobre algo que había decidido unilateralmente.
– Esta mañana he hablado con Rubén y le he contado sobre el problema que tenemos con el termo del agua.
– ¿Qué te ha dicho?
– Me ha dicho que esta tarde se pasará por casa para echarle un vistazo.
Nos despedimos, e inmediatamente un nerviosismo me punzó el estómago como si me hubiera quedado sin aire. ¿Por qué me comportaba como una adolescente? Sólo se trataba del amigo de mi novio que venía a mirar el termo.
Me duché y comí, apenas debido a los nervios.
Eran las 15:15 y estaba limpiando los cacharros cuando el sonido del interfono me sobresaltó y me hizo tirar un tenedor al suelo del susto. Pregunté quién era, pero se ve que la puerta debía de estar abierta, porque oí como se cerraba sin que nadie respondiera.
Sonó el timbre, fui corriendo hasta la entrada y sin mirar por la mirilla abrí la puerta. Allí estaba Rubén, vestido con un mono y con una caja de herramientas en la mano. Me chocó verle vestido de esa guisa, ya que su siempre altiva fachada contrataba con aquel equipamiento de fontanero. Aunque bien visto, siempre se decía que los fontaneros eran pudientes económicamente.
– ¿Te ha avisado Iñaki? ¿Puedo pasar? – me dijo con una ancha sonrisa blanca inmaculada.
– Claro. Ven.
Le conduje hasta el cuarto de baño y empezó a trabajar. Al poco rato salió y dijo que ya estaba arreglado y si le podía invitar a una cerveza.
No sé qué me pasó por la mente en aquel momento, pero en lugar de ir a la cocina, me fui al dormitorio y me cambié de ropa. Al regresar al comedor, Rubén no se impresionó tanto como yo esperaba. Levantó una ceja, sonrió y me miró de arriba abajo.
Mi delgada figura cubría su desnudez sólo con un tanga blanco, un sujetador blanco de encaje que se dejaba entrever por un fino top, también blanco, de tirantes. Mi larga melena morena caía sobre uno de mis hombros mientras que miraba sonriente a Rubén apoyando la mano en una silla del comedor.
-¿No te has olvidado del aperitivo? – me dijo indiferente. Aquello me irritó.
Me acerqué a él y me di la vuelta para que pudiera ver mi culito redondo enclaustrado en un tanga. Noté su mirada clavada en mí. Me apoyé en la misma silla del comedor de antes dejando mi culo en pompa. Acaricié una de mis nalgas provocativa para girarme de nuevo y sentarme en la silla mirándole a los ojos. Mordí mis labios y pude ver cómo le tenía cautivado; con la boca abierta. ¿Dónde estaba su chulería ahora?
Le estaba haciendo un strep tease, no me lo podía creer. No le vi, pero le sentí. Rubén colocó sus manos sobre mi culo y besó la línea por encima del tanga. Agarró la prenda, y la fue bajando lentamente hasta llegar a mis rodillas. Maniobré con las piernas para que pudiera retirármelo. El chico siguió el procedimiento con mi sujetador. Era muy excitante sentir sus anchas manos sin verle. Me abrazó desde atrás y besó mi nuca como si fueran mis labios. Liberó por fin mi sujetador, y sus manos ascendieron desde mi cintura hasta la parte inferior de mis senos. Los juntó entre sus manos haciendo que mis pezones se filtraran entre sus dedos.
Me cogió de los hombros e hizo que me girara hacia él. Sus labios encontraron los míos rápidamente. Tenía la lengua cálida y sabor a cerveza. Nos pusimos de pie y seguimos morreándonos. Cualquier vecino podría vernos a plena luz del día y con las cortinas corridas. Le puse la mano sobre el pantalón y pronto encontré el enorme bulto de su paquete.
Riéndose se sentó en la silla, y no dispuesta a dejarle marchar, me encaramé sobre él.
Me lancé a sus labios y él me abrazó. Yo subía y bajaba restregándome contra su paquete mientras que sus manos acariciaban mi espalda hasta llegar a mis nalgas.
Le quité la parte de arriba del mono de fontanero dejando a la vista su pecho imberbe. Lo acaricié y noté su firmeza bajo las manos. Mis pezones rozaban contra su pecho y mis labios inferiores manchaban su pantalón allí donde me restregaba.
Tremendamente excitada, me levanté y me puse en cuclillas frente a Rubén. Jugueteé con su mono hasta que pude quitárselo. Tiré con tanta fuerza que le arranqué también los calzoncillos. Su polla erecta, al salir, de la presión casi me golpeó la cara.
Sonriéndole, se la le agarré por la base, y me la metí casi entera en la boca. Chupeteé su punta entre mis labios mientras él me acariciaba el pelo.
Seguí chupándosela y cada vez que alzaba un poco la vista podía ver cómo él cerraba los ojos y suspiraba de placer.
– Qué bien la chupas -me dijo mordiéndose los labios.
– ¿Sí? ¡Pues espera y verás!
Volví la vista a mi objetivo y aumenté el ritmo de la mamada. Mi cabeza subía y bajaba con velocidad ante los gemidos del chico. Paró mi cabeza un par de veces para evitar correrse.
-Me toca – dijo levantándose de la silla.
Me ayudó a sentarme, me besó los labios y bajó hasta mis muslos. Sus labios llegaron a la zona en la que se juntaban mis piernas. Coloqué una pierna sobre su espalda, su lengua encontró rápido mi clítoris y se dedicó a él.
Su cabeza se movía en todas direcciones mientras me comía el coño como si fuera una sandía en pleno verano. Yo, gemía sin parar, me moría de gusto.
Me cogió en brazos y me llevó hasta el dormitorio principal. Tras depositarme delicadamente en la cama, apoyó la punta de su polla sobre mi chocho y lo restregó.
– ¿Quieres que te folle?
-Siiii, fóllame ya.
Me tumbé en la cama y me dejé hacer. Noté como algo gordo se abría paso en mi interior. Una vez mi cuerpo se acostumbró al falo, Rubén empezó un lento mete-saca. Levanté la cabeza para asomarme, y verle así me excitó tanto que no pude evitar acariciarme el clítoris.
El ritmo aumentaba y mis tetitas empezaban a oscilar con introducción. Parecía como si mis pezones trataran de hacer señales en algún tipo de lenguaje de signos.
Rubén me la metía cada vez más fuerte. Le miré a los ojos con los dientes apretados mientras que él me apretaba una teta.
Dejó caer casi todo el peso de su cuerpo sobre mí y me besó con pasión.
-No sabes cuánto tiempo hace que deseo esto -me susurró al oído.
Volvió atrás y me agarró una pierna levantándola frente a su tronco.
Sus abdominales golpeaban contra mi pierna mientras me la metía sin piedad.
– ¡Qué buena estás! A ver, ¡enséñame ese culito!
Tras retirarse, me di la vuelta poniéndome a cuatro patas con el culo mirando hacia él. Arqueé la espalda poniéndolo en pompa mientras notaba sus manos sobre mis nalgas.
Rubén no tardó mucho en metérmela y una vez lo hizo comenzó a propinar fuertes golpes de cadera. Notaba su polla entrar y salir como un torpedo. Yo gemía sin parar, y él gruñía como un oso. Me costaba mantenerme a cuatro patas y con los brazos apoyados debido a la fuerza de sus embestidas.
Se acercó a mí y me besó el cuello mientras me sobaba las tetas. Siguió follándome a lo perrito mientras me agarraba por los hombros.
-Creo que me toca a mí –le dije, para un momento.
Intrigado, le indiqué que se tumbara y escalé sobre su cuerpo. Parecía una muñequita subida a caballito en aquel chico musculoso.
Con una mano le agarré la polla, y hábilmente la coloqué sobre mi chocho. Me incliné un par de veces hacia atrás para colocarme polla y cuando me sentí a gusto empecé a cabalgarle.
Movía mi culo arriba y abajo. Me coloqué con las piernas abiertas como si hiciera sentadillas, y empecé a saltar como una amazona. Él me miraba con los ojos entrecerrados y yo me masturbaba el clítoris mientras me follaba al mejor amigo de mi novio.
Aceleré y me corrí sobre su polla. Estaba tan cachonda que seguí cabalgándole a aquel ritmo. Tras hacerme parar un par de veces para no correrse, decidí cambiar de postura y le cabalgué de espaldas. Él me tocaba el culo y las tetitas mientras yo seguía follándomelo como una mujer desesperada.
-¡Para, para! O me correré dentro de ti…
Me detuve y me bajé de mi montura. Me lancé a chuparle la polla, y él me colocó para que mi coñito descansara sobre su cara. Me estaba costando concentrarme en la mamada por el placer que él me provocaba en el coño.
Se la chupaba tan profundamente como podía con la ayuda de mi mano. Él me agarraba las nalgas y apretaba hacia abajo para llegar mejor.
El placer que sentía entre mis piernas era tan grande, que no tardé en correrme entre los labios de Rubén. Con la respiración entre cortada, seguí chupándole la polla casi en trance.
La notaba vibrar y endurecerse de pura excitación. Sabía que el final estaba cerca, pero eso no me iba a detener. Sentí como algo agitaba el falo, y lo saqué de mi boca para apoyarlo sobre mi lengua mientras lo meneaba con la mano. Un estallido espeso rezumó y rebotó de mi lengua hacia fuera de mi cara. Rubén gemía como un oso mientras más chorros de semen me empapaban la cara. Seguí chupándosela saboreando su leche hasta que me dio unos toquecitos en el culo para que parara.
– Creo que iré a probar la ducha, a ver qué tal funciona ahora.
Me encerré en el baño y me relajé y deleité con la ahora cálida agua.
Salí cubierta tan solo con el albornoz, y oí voces en el comedor.
Al llegar allí, me encontré a Rubén, vestido, y a mi novio Iñaki riendo y tomándose una cerveza.
-¿Ya va bien la ducha? – me preguntó mi novio sonriendo.
-¡Sí, sí! Es una pasada. Rubén está hecho un crack – le dije como si no pasara nada. Rubén me dedicó ese rictus de prepotencia que tanto me irritaba, aunque en ese momento más que molestarme, me puso nerviosa por lo que acabábamos de hacer.
Rubén no tardó en irse. Mientras me arreglaba el pelo en el baño me percaté, a través del espejo, que Iñaki estaba en el dormitorio. Le vi agacharse y recoger algo del suelo. Cambié de posición para ver mejor, y pude apreciar lo que tenía entre las manos. Mi novio estaba observando de cerca el tanga que me había puesto para seducir a su mejor amigo, el cual no había recogido del suelo…
Un beso para todos.