Relato erótico
Del sexo a la amistad
Puso un contacto en la revista Clima y al cabo de un par de semanas le contesto un matrimonio. Le dijeron que querían conocerlo y les gustaba que fuera un voyeur. Se citaron y los encuentros siguen y siguen…
Carlos – Alicante
Soy un chico de 32 años, del montón, nada fuera de lo corriente y lo que quiero contar es lo que me ocurrió hace poco gracias a un contacto que publiqué en la revista Clima en el cual me ofrecía como “voyeur” a alguna pareja.
Al cabo de unas semanas de salir publicado el contacto, recibí varias cartas y tras estudiarlas, decidí contestar la de una pareja de unos 45 años. Se llamaban Lidia y Mario. Mario me escribió contándome que ellos tenían la fantasía de hacer el amor delante de alguna persona y después de varias cartas e intercambio de fotos, decidimos conocernos quedando en una cafetería, cercana a su casa. A la hora indicada, allí estaba yo esperándolos. Se retrasaron un poco y cuando les vi entrar, les reconocí enseguida gracias a las fotos que me habían mandado.
Lidia es una mujer entradita en carnes y más bien bajita, pero muy guapa de cara. Mario es más alto que yo y de complexión robusta. Estuvimos tomando copas hasta que, al cabo de un rato, decidimos irnos a su casa diciéndome Lidia que yo era más guapo de lo que les había dicho y habían visto en mis fotos. Al llegar a su casa, les vi un poco nervioso y les dije:
– ¿Habéis cambiado de parecer? Si es así lo dejamos, por mi parte no hay ningún problema.
Lidia se me acercó y me dijo:
– No, no es eso, es que a mí me gustaría hacer el amor contigo y que el voyeur sea mi marido… ¿Tienes algún inconveniente?
– Por mi parte ninguno – le respondí sorprendido por el cambio de planes, pero también muy excitado.
– Pues empecemos por ducharnos juntos – añadió ella.
Nos dirigimos los dos a la ducha y nos desnudamos. Pude contemplar al natural el cuerpo de aquella mujer, un cuerpo que ya había visto desnudo pero en foto. Como digo era algo entrada en carnes pero muy apetitosa. Tenía unos pechos grandes y redondos, con pezones salidos y aureolas anchas, un culo gordo, de nalgas respingonas y muslos carnosos. Dentro de la bañera, empezamos a darnos jabón el uno al otro mientras el marido, sentado en un taburete cerca de nosotros, solo nos miraba, sin participar. Empecé frotando su espalda a la vez que le mordisqueaba el cuello, notando como su respiración se agitaba. Seguí bajando con el jabón deteniéndome esta vez en la raja de su coño, cuyos labios separé, metiéndole primero un dedo, luego otro y así sucesivamente hasta que ella, sin poder aguantar más, empezó a besarme y a buscar mi polla, que estaba gorda y dura con tanto calentamiento.
– ¡Métemela! – me dijo, poniéndose de espaldas a mí.
Tenía la polla llena de jabón, al igual que su coño, así que se la metí sin apenas notar su estrechez. Bien agarrado a sus anchas caderas, contemplando aquel enorme culazo y ya todo dentro de ella, empecé a moverme a la vez que le mordía el cuello, pasando pronto a cogerle los grandes pechos con ambas manos y que le colgaban como dos enormes campanas. Estaba tan excitada que se corrió en el acto intentando yo aguantar la eyaculación hasta que no pude más y sacando la polla de su coño, me iba a correr fuera, pero en este momento ella se giró diciéndome, al mismo tiempo que me ofrecía su boca:
– ¡En la boca, échamelo todo en la boca!
Allí me corrí con un placer tremendo tragándose todo lo que salía de mi verga. Después de secarnos, ella fue a su habitación mientras Mario, que había estado todo el tiempo mirando, me dijo al oído:
– Métesela en el culo cuando ella menos se lo espere.
Terminé de secarme y me fui al dormitorio donde Lidia ya me estaba esperando. Estaba tumbada en la cama, ofreciéndome su cuerpo para que lo disfrutara. Yo seguía empalmado a pesar de haberme corrido ya en una ocasión. Me coloqué entre sus muslos, le separé todo lo que pude las piernas y comencé a chuparle su precioso coñito. Ella gemía de placer mientras yo le metía la lengua dentro del coño, como se me la estuviera follando con ella, y a la vez que le pasaba la lengua por el coño, le metía un dedo en el agujero del culo. Cuando se corrió y estando aún en los estertores del orgasmo, le levanté las piernas y le metí la polla, de un solo golpe, en su caliente y jugoso coño. Se la metía y sacaba una y otra vez. Se la sacaba casi entera para dejar que notase mi capullo en su inflamado clítoris y en una de esas salidas, sin que ella se lo esperase, se la metí por el culo, notando como se abría paso mi duro cipote por la estrechez de su ano. Lanzó un apagado gemido cuando se sintió penetrada así, por sorpresa y con evidente dolor.
Cuando la tuve toda dentro de su recto, con los huevos pegados a sus nalgas, la expresión de su cara denotaba que le seguía doliendo pero que también le gustaba. Tenía la boca tapada por la mía, entrelazando nuestras lenguas para así evitar que se quejase aunque ella, cogiéndome fuertemente por el culo, apretaba más hacia su interior.
Mario se había acercado a nosotros y miraba como me follaba a su mujer por el culo, como queriendo comprobar que efectivamente toda mi polla estaba introducida en el estrecho canal de su esposa. Él se había sacado la polla fuera del pantalón y estaba masturbándose viéndonos follar a Lidia y a mí. Seguí moviéndome hasta que Lidia, sin poder aguantar más, me suplicó:
– Para, por favor, tengo el culo a punto de romperse…
Saqué la polla de su abierto ano y ella, sin importarle el sabor que ahora tendría, se abalanzó a chupármela. Lo hacía de maravilla. Se metía la polla hasta la garganta, me chupaba los huevos y se los metía en la boca. No paraba e incluso me metió la lengua dentro de mi culo en un sensacional beso negro, hasta que no pude aguantar más y me corrí, apresurándose ella a tragarse todo el semen que salía por la punta de mi capullo. Muy excitado, la acerqué a mí y empecé a besarla, metiendo mi lengua en su boca y notando el ácido sabor de mi leche en su interior. Seguimos follando, al menos durante una hora en la que ella se corrió en varias ocasiones haciéndolo yo un par de veces más. Por su lado, Mario estuvo masturbándose todo el rato, mientras observaba como estábamos follando.
Fue una noche inolvidable y cuando llego la hora de despedirnos me dijeron:
Esperamos que te lo hayas pasado bien, si tú quieres, podemos repetirlo cualquier día de estos.
Vaya si lo repetimos, llevamos un año follando un par de veces por semana y este año hemos planeado las irnos juntos de vacaciones.
Saludos para todos, ya os contaré como han ido.