Dama de dia y

Casado, enamorado y fiel, así se define y así era hasta que conoció a aquella mujer. Fue una casualidad, pero supieron aprovecharla.

Alfonso – Salamanca
Lo que os voy a contar es totalmente real, me ocurrió hace seis meses atrás y la verdad cambió mi forma de entender la sexualidad y la importancia de esta en la vida de las personas.
Antes que nada paso a contar algunos aspectos de mi persona. Nací en Salamanca, ciudad en la que vivo, tengo una apariencia normal, algo bajo de estatura y muy proclive a los estudios, un matrimonio feliz con una atractiva y buena mujer.
Confieso que en mi juventud, por esta mi tendencia a estudiar, no tuve muchas novias ya que daba prioridad a mis deberes universitarios antes que a la juerga, es así que llegué al matrimonio con tres experiencias sexuales previas con muchachas de mi edad, compañeras de universidad.
Actualmente trabajo en una oficina estatal y para mi fortuna se brindan una serie de oportunidades para asistir a diferentes cursos y seminarios a los cuales en raras ocasiones no asisto, es así que la presente historia se origina en un curso al que asistí en el mes octubre, trataba sobre Derecho, dictada en un prestigioso instituto de mi ciudad.
Según la convocatoria, asistí al curso en la fecha y hora indicadas, sin embargo y por razones que desconozco, el conferenciante no se presentó el primer día de clases y transcurridos los primeros cinco minutos se sentó a mi lado una señora de una apariencia sumamente elegante, con un aroma a perfume sensual, de unos 50 años aproximadamente, figura muy bien conservada, maquillaje perfecto y alta de estatura, es decir toda una dama.
Debido a la no presencia del conferenciante, empezamos a dialogar sobre asuntos generales, como preguntarnos los nombres, actividad y cosas por el estilo y así supe que ella era abogada de profesión. Al cabo de unos treinta minutos, se nos confirmó que el curso se iniciaría al día siguiente, razón por la cual nos despedimos.
Al día siguiente llegamos al mismo tiempo al curso y nos sentamos uno al lado del otro. Las clases se iniciaron de inmediato y en el intermedio comentamos sobre lo avanzado, discutiendo sobre puntos de interés. Así trascurrieron los siguientes dos días, hasta que en el tercero el conferenciante nos comunicó que debíamos presentar un trabajo por internet. Yo tengo ordenador pero no internet pero, por fortuna, ella me dijo que el suyo sí estaba conectado a Internet y añadió que si me parecía bien podríamos ir a su casa para la elaboración del trabajo en cuestión. Llamé a mi mujer para comunicarle la situación y decirle que por ello llegaría algo más tarde a casa. Tomamos un taxi rumbo a su domicilio. Un piso amplio y muy cómodo, confortable y sobre todo decorado con muy buen gusto. Durante el viaje me contó que se había divorciado hacía ocho años y que vivía con sus dos hijos aunque el mayor se encontraba haciendo una maestría en Madrid y la menor, también abogada de profesión, de viaje desde hace dos días por asuntos de trabajo. Al entrar a su casa me confesó que los zapatos la tenían fastidiada y con mucha educación se excusó para ir a su habitación a quitárselos.

Aguardando en la sala y sentado en un sillón, apareció la empleada de hogar para ofrecerme un café, el cual acepté. Mientras me servía el mismo, la señora de la casa se presentó en la sala calzando unas pantuflas que la hacían parecer algo más baja, aunque continuaba siendo más alta que yo. Me invitó a ir al despacho para elaborar el trabajo, nos pusimos a investigar en la red y pudimos concluirlo en casi 40 minutos, pero durante la elaboración del mismo sucedió algo que despertó la libido de ambos.
Sucedió que, sin haberlo solicitado, al estar investigando apareció en la pantalla una página erótica que mostraba unas fotografías de parejas en diferentes poses sexuales. Yo, que estaba al mando del ordenador, lo cerré sin más y ninguno de los dos comentó nada en este momento hasta que, una vez concluido nuestro trabajo y estar imprimiendo el mismo, salió de ella un comentario al respecto, el cual dio pie para hablar de sexualidad y comprobé que compartíamos criterios parecidos referentes al sexo. Me confesó que desde hacía cinco años no tenía relaciones sexuales con nadie ya que consideraba que se encontraba mayor para esas cosas y estaba convencida que esto estaba destinado para la gente joven. Yo se lo rebatí argumentando que ella aún se encontraba en perfectas condiciones para despertar apetitos sexuales a cualquiera pues tenía una figura bien conservada, un porte de dama elegante y cosas así que la hicieron sentir halagada y entonces ella, a su vez, me preguntó por mi actividad sexual.
Le confesé que era normal y monógama, pues la verdad era que nunca le fui infiel a mi mujer hasta esa noche, lo cual ella valoró ya que su divorcio se había suscitado a raíz de las infidelidades de su ex esposo. Así, entre conversación y conversación, noté que el brillo de sus ojos estaba cambiando y me miraba de una manera diferente, sensual se podría decir. Terminado el trabajo me hizo saber que sentía curiosidad por entrar a una página erótica ya que nunca lo había hecho. Yo accedí y buscamos páginas con la palabra sexo y entramos en la primera, navegando por la misma y en eso que la señora cada vez más se pegaba hacia mi.
Al final entramos en una página donde se podían ver fotos de distinta clase, entre las cuales había una galería de maduras al desnudo, aprovechando yo las mismas para ratificar mis comentarios sobre los atributos físicos de las señoras de cierta edad.
– ¿Estás seguro de lo que dices, o solo lo dices para hacerme sentir bien?- me preguntó.
Con la mayor naturalidad respondí que estaba seguro y que de ser otras las circunstancias me hubiese atrevido a cortejarla. Entonces ella, con una mirada extraña, se me acercó y casi sin darme cuenta, unimos nuestros labios en un suave beso. Casi en el acto y con su consentimiento, procedí a desabrocharle la blusa, acto que ella, a pesar de todo, detuvo dando un paso atrás para luego cogerme de la mano y conducirme hacía su habitación y al entrar en ella la cogí de las caderas y la conduje hacia la cama.
Confieso no ser un experto, pero aquella mujer me hacía sentir cosas que nunca antes había experimentado, razón por la cual creo se me hacía más fácil desenvolverme en esas lides. Continué con el trabajo que había dejado pendiente, le saqué la blusa y me topé con la piel más delicada y exquisita que jamás había acariciado. Luego aparecieron ante mi unos pechos de locura, cubiertos por un sujetador negro de película el cual, tras un manoseo torpe y desesperado, logré quitar para luego deleitarme con ese par de pezones pronunciados, de color café, que estaban más duros que el acero.

Ella, por su parte, entre gemidos y suspiros, acariciaba mi miembro por encima del pantalón de una manera delicada y sutil, pero a la vez erótica y excitante. Pasaron varios minutos hasta que, sin darme cuenta, me encontraba acariciando su entrepierna por encima de su braga al tiempo que mamaba sus pechos. Ella abría cada vez más las piernas y sus caderas cogían un ritmo más acelerado. Creo que allí tuvo su primer orgasmo, ya que emitió un gemido prolongado que le salió de las entrañas a tiempo que cogía mi miembro con más fuerza por encima de mi pantalón.
Después de esta primera explosión, se levantó y terminó de desnudarse ante mi, que estaba sentado al borde de la cama perplejo y estupefacto al ver esa dama, hermosa y delicada, en traje de Eva, poniendo al descubierto un cuerpo sin muchas curvas, pero bello y sensual al extremo, apetecible hasta la locura. Entonces puso frente a mi su monte de Venus muy bien cuidado y que yo empecé a besar con desesperación al tiempo que ella me asía de los cabellos y se movía aceleradamente gimiendo y suspirando hasta que, en un movimiento brusco, se echó sobre la cama sin soltar mis cabellos y abrió sus piernas a su máxima expresión, momento en el cual me dediqué a darle besos a ese par de labios que sabían a la cosa más dulce que nunca antes había probado. Su olor era embriagante su sabor me elevaba al cielo y jugueteaba con su clítoris cual si fuera un chupete. Ella me apretaba fuerte contra su vientre y jadeaba de placer al tiempo que decía:
– ¡No pares… no pares… oooh…!.
Así tuvo su segundo orgasmo, más fuerte que el anterior y después de volver en sí, me pidió que yo también me desnudara, a lo cual accedí como un esclavo, e inmediatamente cogió mi pene, que estaba ya mojado y a punto de explotar, con el glande súper hinchado y pese a que no es grande, 18 cm aproximadamente, en ese momento lo sentía como si fuera de 30 cm, me empujó hacia la cama, se montó sobre mi y empezó a besarlo con mucha ternura, al tiempo que me masturbaba con una de sus manos y acaricias mis nalgas con la otra. La verdad era que jamás mi mujer me había besado así. Yo ya no pude aguantar más y tras unos minutos descargué en su garganta llenándola de toda mi leche.
Ella tragaba a tiempo de que me decía que era lo más rico que había probado en su vida y aunque generalmente, después de eyacular, me cuesta trabajo hacer que mi miembro se mantenga erecto, esa noche no existía nada que me impidiera mantener mi erección. Esa mujer era de película y el paisaje era demasiado sublime para desperdiciarlo. Entonces, con el miembro aún erecto pese a vaciarse segundos antes, me recosté a su lado, la empecé a acariciar y follamos de nuevo, ahora mas tranquilamente, degustando todo el placer que aquel hermoso cuerpo me ofrecía.
Al obtener los dos un fuerte orgasmo y descansar un rato, ella cogió de la mesa de noche un cigarrillo, lo encendió y fumamos ambos. Así estuvimos unos minutos hasta que nos dirigimos al baño y nos dimos una ducha sin dejar de besarnos, acariciarnos y pasar el jabón por nuestras partes íntimas.

Luego me vestí y nos despedimos con un beso en la mejilla, llegando a mi casa con un sentimiento de placer y de arrepentimiento extremos, pues nunca le había sido infiel a mi mujer y eso me remordía la conciencia, pero a la vez me sentía como nunca, en la gloria. Esa dama elegante de 50 años me había enseñado el verdadero placer.
Al día siguiente no hablamos del asunto, entregamos el trabajo e hicimos nuestro examen. Ella terminó antes y se retiró del salón, por lo que no pude despedirme. Pasaron seis meses hasta que la semana anterior recibí una sorpresa por teléfono. Era ella para decirme que necesitaba verme pero no pudimos concretar una cita ya que ese misma noche yo viajaba por trabajo al interior, así que concretamos una cita para el siguiente fin de semana y la verdad es que me encuentro muy nervioso por lo que pudiera pasar, me siento como un chiquillo.
Saludos y ya os contaré lo que ocurra.