Relato erótico
Cuando calienta el sol
Se estaba recuperando de una lesión de rodilla y como estaba sola en casa, decidió salir a la terraza a tomar el sol. Se dio cuenta que en un edificio que estaba enfrente del suyo y en el balcón, había dos obreros que la miraban con la boca abierta. Les hizo una seña y a partir de ese momento la mañana resultó muy “amena”.
Catalina – Palma de Mallorca
Aquella mañana me había levantado con muchas ganas de tomar el sol. Estaba sola en casa. Mi marido estaba trabajando y los niños en el colegio. Había tenido una lesión de rodilla y estaba recuperándome.
A las once salí a la terraza. Como era un día laborable imaginé que no habría mucha gente en los balcones de enfrente de mi casa, por lo que decidí ser un poco atrevida. Me puse un tanga diminuto de color blanco que únicamente me tapaba el coño. Como lo llevaba completamente depilado estaba todo bien recogidito.
No llevaba sostén. Estiré la toalla en la hamaca. Empecé a frotarme el cuerpo con la crema solar. Eso ya hizo que mis pezones se pusieran duros. Además el sol me pone muy caliente. El calor, hace que mi cuerpo se excite, se caliente en todos los sentidos.
Cuando tenía la piel bien untada con la crema me estiré a tomar el sol de cara. Al poco rato empecé a acordarme del último polvo que habíamos tenido mi marido y yo. Fue realmente muy gozoso.
Eso hizo que mis manos se desplazaran por mi cuerpo acariciándome. Me encanta que me acaricien y acariciarme yo misma.
Poco a poco mis manos se acercaron al tanga. Pasaba mis dedos cerca de la tela, pero sin tocarla. Al final introduje un dedo debajo. Noté como mi clítoris estaba hinchado y como mis jugos estaban empezando a lubricar mi rajita. Sin abrir los ojos me empecé a acariciar. Tenía muchas ganas de sexo.
Mi mano se movía suavemente por mi clítoris, mientras con la otra me pellizcaba un pezón. Uffff, mi temperatura era excesiva. Me introduje un dedo en el coño, después dos, después tres… estaba empapada, no tarde nada en tener un orgasmo descomunal.
Todo mi cuerpo se arqueó y un fuerte espasmo recorrió todo mi cuerpo.
Al momento oí unos aplausos. Abrí los ojos y frente a mí, en la terraza justo enfrente de mi casa había dos hombres. Eran como una aparición. Eran fuertes, altos. Llevaban los dos una camiseta de tirantes y bermudas. Era evidente que estaban trabajando en alguna reparación.
Me quedé mirándolos… y lejos de esconderme empecé a pasarme un dedo por los labios. Aquel juego podía estar bien.
Ellos al otro lado de la calle, en el edificio de enfrente y yo con la protección de mi casa. Seguí acariciándome y ellos tenían los ojos que se les salían de las órbitas.
Observé como en sus bermudas se observaban unos bultos más que considerables. Seguí con mi juego. Eso hizo que uno de ellos, el mayor, se sacase una verga enorme. Se veía lubricada y empezó un vaivén arriba y abajo. Que gorda era. Su compañero, algo más joven le siguió. Se sacó también un buen aparato. No se veía tan grueso pero si más largo.
Ver a dos hombres guapísimos masturbarse delante de mí, me tenía loca. No paraba de tocarme y volvía a tener dos dedos dentro de mi agujero mientras con la otra mano me pellizcaba el clítoris.
Dios, aquello era genial, iba a correrme con uno de los orgasmos más potentes de mi vida.
Cuando llegué al orgasmo me levanté y les hice señas para que vinieran. Les indiqué con señas el piso. Vi como recogían sus miembros en sus pantalones y salían corriendo.
Entré en casa y me puse una bata bastante transparente. En un minuto sonó el timbre. Los dos hombres estaban en la puerta de mi casa. Les abrí. Les hice pasar. Estaban los dos quietos en el recibidor de mi casa. Yo me había puesto también unos zapatos de tacón alto para realzar más mi cuerpo. Me acariciaba delante de ellos. Se sacaron los aparatos. De cerca aún parecían más grandes.
Me puse de rodillas. Se la cogí al más joven y me la introduje en la boca. Qué buena era. Tenía un sabor increíble. Mientras tanto, al mayor le cogía su miembro y lo movía. La tenía como una piedra,
Estuve así un buen rato. Incluso llegué a colocarme como pude las dos en mi boca. Estaba en celo. Necesitaba pollas.
Los hice entrar en mi habitación. La habitación donde cada noche duermo con mi marido. Se desnudaron rápidamente, confirmando que los dos tenían un cuerpo trabajadísimo. Uno de ellos me cogió, me arrancó la bata y me tiró en la cama. Me abrió de piernas y empezó a comerme el coño. Qué bien lo hacía. Tenía una lengua incansable. Me mordía, me lamia, me introducía los dedos en el coño, y en el culo.
Mientras tanto, el otro se había puesto de rodillas en la cama con la polla muy cerca de mi cara. Chupaba y chupaba. Era el mejor polvo de mi vida.
Me volví a correr en la boca de mi semental.
Al que se la estaba chupando se tendió en la cama. Me puse sobre el de espaldas y me la fui introduciendo. Era lo máximo. Notar aquella polla entrar en mi coño, con lo necesitada que estaba fue genial. Cuando llegó a mi final, la impresión hizo que me corriera de nuevo. Empecé a montar. Me gusta saltar encima de un hombre.
En un momento me dio la vuelta y me quedé encima de él. Me besaba los labios Nos mojábamos la boca, las lenguas eran armonía en movimiento. En ese momento noté como el compañero me acariciaba el culo. Ya casi me había olvidado de él. Me acariciaba el ojo del culo. Me ponía saliva. Tenía claro que quería. De golpe introdujo su capullo en mi culo. Al principio me dolió, pero fue entrando suavemente. Su compañero paró el movimiento como para facilitar su entrada. Al final dio un golpe que me partió en dos. Tenía dos pollas enormes dentro de mí.
No les costó nada acompasar el ritmo para darme un placer indescriptible. No sé los orgasmos y el rato que estuvieron follándome, pero aquellos sementales no paraban. Al final noté como él que me tenia penetrado el culo soltaba toda su leche dentro de mí. Ese calor hizo que me corriera otra vez, esto provocó que el que me estaba follando el chocho se corriera con un chorro de leche tremendo. Caímos rendidos en la cama. Sin salir de mis agujeros.
Se ducharon. Se vistieron y me dijeron que estarían una semana para terminar las reparaciones de la casa de enfrente. Era una invitación a volver. Al día siguiente vinieron a desayunar.
Ya os contaré la semanita que pasé. Un beso.