Relato erótico

Conseguí mis objetivos

Charo
22 de junio del 2019

Es enfermera y en aquel momento se estaba hablando de despidos. Necesitaba el trabajo y fue a ver al director de la clínica. En cuanto lo vio quedó impresionada o mejor dicho, caliente como una zorra.

Irene – Castellón
Soy una enfermera, trabajo en una clínica muy prestigiosa en mi ciudad, pero había recorte de personal y estaban despidiendo a varias enfermera. Me llamaron para ir a la oficina del director, fui por la tarde, cuando acabé mi turno, así que llegué con mi uniforme, era una bata blanca, bastante cortita. Después de esperar un buen rato, la secretaria me dijo que el director no me podía atender porque estaba en una junta muy importante y que saldría muy tarde, le dije que no importaba, que lo esperaría el tiempo que fuera necesario; tenía que convencerlo a toda costa de que no me despidiera.
Ya pasaba de las 8’30 de la noche cuando apareció Andrés, el famoso Director. Era un tipo de 40 años, con una barba bien tupida pero bien arreglada, se veía algo malhumorado y pensé que no había sido buena idea esperarlo hasta tan tarde. En cuanto lo vi me entró un cosquilleo en el chochito, aquel tío me ponía cachonda.
Su secretaria también lo había esperado hasta esta hora, le dio una explicación y me señaló diciéndole que era una enfermera que venía para hablar con él. En ese momento se giró a mirarme, solo levantó el ceño y le dijo que podía irse, que me atendería rápidamente y que no la necesitaba más, seguidamente ella se despidió y se fue.
Andrés me pidió que le siguiera a su oficina, que se encontraba en el último piso de la clínica, una oficina muy elegante, con títulos y menciones de honor por todas las paredes. Me hizo pasar y luego cerró la puerta tras de si. Me sorprendió la forma en como me recorrió con la mirada. Sin decir nada y con su mano en la barbilla, se sentó en su gran silla y me preguntó si podía ayudarme en algo, yo ya estaba sentada frente a él, le enumeré los motivos por los cuales no podía echarme, luego empecé a rogarle para que me dejara seguir trabajando en la clínica, me preguntó si tanto necesitaba el trabajo, le contesté que mucho, pues apenas había salido de la universidad y necesitaba esa entrada de dinero.
– Bueno, entonces espero que estés dispuesta a hacer ciertas cosas que son totalmente necesarias para que te quedes con tu empleo.
– Si, lo que usted quiera -le dije.
Al momento me vino a la mente que sería la leche que quisiera algún favor sexual. Me haría la tonta, pero lo deseaba.
– Entonces abre un poco las piernas y déjame ver tus braguitas.
En ese momento pensé que había leído mis pensamientos, me quedé unos segundos sin reaccionar, pero acabé haciendo caso, que me diera órdenes me excitó un montón, sería que hacía bastante que no tenía sexo. Obedecí y abrí las piernas un poco, preguntándole si así estaba bien, entonces él se levantó un poco de su silla y bajó la mirada.

– Ahora lentamente levántate la batita y muéstrame tus piernas.
Así lo hice, fui levantando mi bata, hasta mostrarle el límite de mis medias blancas.
– Que preciosas piernas tienes…
Me sentí como poseída y mis manos hacían movimientos muy sexis por mis piernas, entonces me atrevía ir más allá, levanté las piernas y las coloqué cruzadas sobre el brazo de mi silla, en esa posición le mostraba todo mi coño, que se había tragado mi pequeñísimo tanga, mis dedos empezaron a recorrer toda mi raja, de arriba a abajo, y con mi otra mano empecé a desabrochar lentamente los botones superiores de mi bata hasta que el escote mostraba el borde de mi corpiño blanco. Pasé mis dedos por mi boca y luego los recorrí por mis tetas, los pasaba por el borde de la bata, que solo ocultaba mis pezones, mi otra mano se encargaba de mi caliente coño, ya había corrido mi tira del tanga y quedaba completamente expuesto ante sus ojos.
El director estaba recostado en su silla viendo el espectáculo que le ofrecía, su mano recorría su bulto sobre el pantalón, me levanté, me quité la bata, la dejé caer y apareció a su vista mis dos grandes tetas, a punto de salir de mi corpiño, mi coño completamente rasurado y las medias hasta el borde de mi entrepierna.
Se quedó boquiabierto al ver semejante cuerpo, con un bronceado estupendo y una calidez inigualable. Me di la vuelta y le ofrecí ahora mi culo redondo. Me arrodillé en la silla, dándole la espalda, me quité el tanga, y seguidamente fui quitándome el corpiño hasta dejar mis tetas libre, que saltaron a la vez, con mis pezones erectos, que eran masajeados por mis manos. Me levanté ya completamente desnuda y fui acercándome hacia él, me puse justo enfrente, fui bajando mi cuerpo hasta tener mis tetas a la altura de su cara, él no perdió el tiempo y sacó la lengua para empezar a pasarla de pezón a pezón sin detenerse, mientras sus manos se clavaron en mis nalgas, empezando a masajearlas, su boca trataba de meterse todo lo que podía mis tetas, pero no lograba abarcarlas, pues son muy grandes.
Entonces su lengua empezó a bajar hasta mi ombligo, mientras su mano se metía en mi rajita. Está situación arrancó de mí un gemido lo suficientemente alto como para que alguien lo escuchara. Introdujo su dedo hacia adentro, buscando mi humedad, empecé unos movimientos de cadera que hacían que su dedo tocara todo mi interior, haciéndome soltar más gemidos de placer. Subí a los brazos de su silla y mi coñito quedaba justo a la altura de su boca, con sus manos abrió el camino para que su lengua penetrara en mi vagina. ¡Qué delicia!

El éxtasis era increíble, la seducción y la pasión flotaban por toda la oficina; sus tremendos lengüetazos y su mano que hábilmente estaba acariciando mi otro agujero, me sentía una mujer completa. Mis jugos estaban ya recorriendo su boca, su mano se encargaba de esparcirlos hasta mi ano, y entonces sentí que su dedo estaba haciendo camino, ya lo tenía hasta la mitad. Mis gemidos cada vez eran más rápidos y entrecortados. Sin piedad empujó su dedo hasta él fondo y empezó las embestidas, para luego tratar de dilatarlo más y más.
Me cambió de posición y me hizo acostarme en su escritorio boca bajo, dejando mi culo levantado. Su boca fue hasta él y ahora era su lengua la que trataba de entrar en mi culo; sus manos estaban abriendo mis nalgas para poder penetrarme todo lo que fuera posible, y yo mientras tanto acariciaba mis tetas, pellizcando mis pezones y gimiendo como loca, entonces sentí una electricidad por todo mi cuerpo, me estremecí, que estaba a punto de correrme. Su lengua entonces se fue hacia mi clítoris y la movía con gran maestría, la explosión en mi cuerpo es máxima.
– Ahora nena, es hora de que te encargues de mí…
Me di la vuelta y quedé sobre el escritorio. Le empecé quitando la corbata lentamente, se fue quitando la camisa mientras yo le bajaba el pantalón y él slip, asomando ante mí una polla de inmensas dimensiones, totalmente erecta y con un brillo majestuoso gracias a la calentura. No me lo pensé y mi boca fue directamente a ella, empecé con mi lengua a esparcir su jugo por su gran cabeza, mis manos agarraban la tranca y empezaron a subir y bajar, mi lengua mojada por sus fluidos, bajaba muy despacio por la vena que sobresalía de su miembro, eso lo hizo enloquecer y sus manos se clavaron en mi cabeza para empujarla, mi boca no alcanzaba a tragársela toda, y la mamada era espectacular. Sus gemidos, sus respiraciones agitadas, su movimiento ayudó a meterme más de su tranca en la boca, sus gemidos iban aumentando cada vez más.
– ¡Cométela toda! sigue chupando, mamona!
Esas frases en vez de enfurecerme, me excitaban más, y los movimientos con mi boca y mis manos aumentaron, estaba muy excitada. Entonces cerré los ojos, sintiendo como estaba a punto de correrse, abrí más mi boca para abarcar todo lo que pudiera de su polla y así no perderme ni una sola gota de su leche.
La corrida fue bestial, tenía la boca completamente llena de leche, tragué rápidamente para no dejar salir nada, con mis dedos entraba las gotas que estaban escapándose, y luego, limpié su polla hasta que quedó seca. Se quedó exhausto en el sillón, recuperándose de la corrida. Al cabo de unos minutos me comentó que estaba pensando seriamente en no despedirme, “por mis buenas dotes”, pero que tenía que darle aun mejores motivos.
Cuando descansó, me pidió que le diera vida a su polla, me acerqué y cogí su polla con mis manos, la empecé a besar, volví a mamársela hasta que volvió a tomar forma, entonces me levanté, me puse encima de Andrés, abrí totalmente las piernas cogí su polla, la enfundé en un preservativo que me pasó del escritorio y la dirigí hacia mí chocho, la cual se la tragó por completo.

Cuando ya estaba totalmente clavada en su estaca, empecé a cabalgar en ella, subía y bajaba con movimientos circulares, sus manos tenían mis tetas, las apretaba y se las comía a mordiscos. Yo seguía con un mete-saca frenético, tragándome cada vez más profundamente esa tranca, y mis jugos hacían que ya entrara y se perdiera en mí. Sus gemidos se ahogaban en mis tetas, luego me levantó y me tendió de nuevo en el escritorio, colocó mis piernas en sus hombros y empezó unas embestidas bestiales. Sus manos seguían en mis tetas, pellizcándolas y otras veces sus dedos se perdían en mi boca, mi lengua jugaba con sus dedos, los lamía, entraban y salían de mi boca, simulando la penetración que su tranca hacia en mi caliente coño.
Bajó una de mis piernas y me puse de medio lado y la penetración se sentía más, parecía que quería que entraran hasta sus pelotas, las sacudidas eran fantásticas y mis tetas iban de un lado a otro… Siguió bombeando y bombeando mi coño, volvió a levantarme y me hizo ponerme en el suelo a cuatro patas y entonces volvió a meter su tranca en mi coño por detrás. Las embestidas me daban tanto gusto, mientras sus dedos recorrían mis labios vaginales para sacar los jugos de mi corrida anterior y los llevaban hasta mi culito. Su dedo entraba con facilidad y era bombeada por mis dos agujeros. En ese momento sacó su tranca y la colocó en la entrada de mi culo, sus manos abrían mis nalgas y de un solo empujón entro la cabeza. Sentí un gran dolor que se apoderaba de mí, pero eso no le importaba, otra embestida salvaje y lo metió un poco más, y así fue haciéndolo hasta que lo entró casi en su totalidad. Se quedó quieto un rato para que mi culo se acostumbrara y entonces empezaron sus culeadas de forma inesperada, entraba y salía y después de un rato, ese dolor se fue convirtiendo en placer indescriptible. Ahora ya no quería que parase, aprovechaba sus embestidas anales para tocarme el clítoris y darme él máximo placer, mis tetas subían y bajaban con cada embestida.
– Te voy a follar este hermoso culo hasta que estés rendida.
Entonces me vino otro orgasmo bestial, mis convulsiones eran terribles, mi cuerpo estaba erizado y sus movimientos eran mejores cada vez. Subimos al sofá que tenía en él despacho, se sentó, me giró y me senté de golpe para clavármela de nuevo, mis movimientos de entrar y salir eran fuertes, sus manos agarraban mis caderas y me ayudaban a llevar el ritmo, salía y entraba, mientras mis manos masajeaban mis tetas. Mi cuerpo estaba tan lleno de calor, de excitación que volví a correrme. Me tembló todo el cuerpo y entonces perdí el control de mí, seguía moviéndome como una loca. Me giró de nuevo y quedé sobre él para seguir cabalgando. Mi descontrol era tal, que me movía y parecía que me iba a partir.

– ¡Dame más, dámela toda, quiero tragármela toda!
Mientras no paraba de moverme, agarré su cabeza para que se metiera una de mis tetas en la boca, para que se la comiera y me hiciera sentir más cosas, si es que había más por sentir, pues creo que todo lo estaba sintiendo. Volví a correrme, mi cuerpo no aguantaba más, me temblaba, creo que tuve orgasmos múltiples, ya que las oleadas recorrían mi cuerpo entero.
No aguanté más y caí rendida sobre él, que seguía dándome y dándome más, hasta que al fin se corrió, dándome un abrazo que nos fundió en uno solo. Se quedo inmóvil y al moverme un poco, caimos ambos rendidos en el sofá. Nuestra cara de satisfacción era totalmente evidente. Cuando nos recuperamos, nos vestimos, se acercó a su escritorio dándome un papel y diciéndome.
– Puedes estar tranquila, el puesto sigue siendo tuyo.
No pude evitar acercarme a él y propinarle un morreo descomunal a lo que él me dijo.
– Tendrás que venir algunas noches para ver si podemos aumentarte el salario…
– Con muchísimo gusto señor director- respondí con una sonrisa y un guiño.
Salimos de su oficina y me fui totalmente satisfecha, pues logré mi objetivo, aparte de un rato de placer infinito e inigualable. Ya estoy deseando de volver a ver al director para compartir “trabajo”…
Abrazos para todos.

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