Relato erótico

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Charo
9 de octubre del 2018

Son maduros, llevan muchos años casados y al final, el marido, ha podido hacer realidad su fantasía. Reconoce que le gustó la experiencia, y le gustó tanto, que lo han repetido muchas veces. Follar con otros hombres, era bestial.

Rosa – LÉRIDA
Soy Rosa, una mujer madura de 50 años y por capricho de mi marido José me estoy volviendo una zorra y por eso os cuento esta experiencia para que la publiquéis y poder compartirla con todos los lectores de la revista. Repito que soy una mujer madura, pero según dicen estoy aun muy apetecible, tengo los pechos grandes, poseo curvas pronunciadas y a mi marido, que es un cachondo, le gusta que cuando salimos me ponga prendas ajustadas, escotadas y falditas cortas pues le va que muestre carne ya que todo su afán es que me miren otros hombres y el disfrutaría viéndome en brazos de otros, ya sean jóvenes o maduros. A él lo que le pone es verme follar con otros y tanto me insistió en dicho tema que un día accedí a sus múltiples propuestas y acepté una cena con un chico que él previamente conoció por medio de los contactos de la revista.
Para dicha cena me hizo vestir muy provocativa, escote pronunciado que dejaba la mitad de mis gordas tetas al aire, faldita corta hasta la mitad de mis muslos, tanga, medias negras y menos mal que aun hacía frío y me puse un abrigo largo. Al llegar al restaurante nos esperaba Miguel, el chico con el cual José quedó, y me lo presentó. Por cierto era un chico muy majo, de unos 30 años y muy musculoso. Era un restaurante muy coquetón, con poca luz, mesas separadas y poca gente, apropiado para hablar con tranquilidad. Nos sentamos en una mesa y ya cenando el chico, algo tímido, miraba mi pronunciado escote con insistencia queriendo ver más de lo que ya estaba a la vista, que era mucho. Incluso el camarero se recreaba en mi escote donde solo faltaba que se me vieran los pezones.
El chico ya tenía experiencia en tríos y se empezó tocar mis piernas con sus pies. Yo al principio me sobresalté un poco pero le dejé hacer y al rato él me acariciaba ya los muslos y aquella sensación de que un chico me tocara mientras mi marido estaba presente al lado, me dio un cierto morbo y más cuando la mano de Miguel buscaba mi entrepierna con insistencia y sus dedos intentaban abriese camino entre mi tanga para encontrar mi raja. No sé si fue el vino o la mano de Miguel, pero me entró un calor por todo el cuerpo y creo que yo era la única que estaba mas cortada de los tres pues José era cada vez más descarado y en los postres le pidió que me tocara un pecho.
El chico no se lo pensó y metió su mano por mi escote hasta tocarme la teta y me la sobó un buen rato hasta que, encantado, me lo sacó del vestido y me pasó la lengua por el pezón. José alucinaba. Por fin estaba viendo como otro hombre me metía mano y le encantaba. El chico se lanzó y me sacó la otra teta y me las sobaba con ganas y me las chupaba pero el lugar no era el apropiado para eso y aunque me gustaba le dije que lo dejara, que fuésemos a otro sitio y así se hizo.

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Salimos y José nos llevó a un local de intercambio, un sitio discreto y tranquilo, con ambiente oscurito, música e intimidad. No había mucha gente en el local, nos sentamos en un gran sofá a tomar una copa, yo en medio de los dos. Mi marido le dijo que me metiera mano. En el acto empezó a acariciarme los pechos, las nalgas mientras yo le echaba mano al paquete, que aumentaba rápidamente de tamaño. José nos miraba hasta que el chico por fin llegó hasta mi coño que yo llevaba completamente depilado. Sus dedos se deslizaban por mi húmeda raja hasta que, muy excitado, el chico me desnudó por completo allí en el sofá y comenzó a lamer mi coño.
– ¡Sí, cómele bien el coño, quiero ver bien como te lo comes! – le decía José.
La lengua del chico y las palabras de mi marido unidas me produjeron tal morbo que tuve un intenso orgasmo mientras me comía el coño y yo soy multiorgásmica, voy perdiendo la cabeza con los orgasmos, como más tengo más me excito y pierdo el control, ya no soy yo, soy una fiera desbocada. El chico ya estaba bien empalmado así que le saqué la polla y comencé a pasarle mi lengua por toda ella, lamiéndosela muy bien y metiéndomela toda en la boca, mamándola mientras José gozaba viéndome con la polla de Miguel en la boca, pero cuando más caliente estaba, entraron más parejas y yo me corté pues no estaba acostumbrada a eso, me vestí, puse formalita y fui al aseo.
José me siguió y me contó que lo estaba pasando muy bien, que perdiera todos los perjuicios y que me desbocara y que a él le encantaba tener una mujer muy puta. Ya los tres juntos otra vez, José le dijo que por qué no me sacaba a bailar en la pequeña y oscurísima pista de baile.
– Si ella quiere, encantado – respondió-
Fui con él a la pista y empezamos a bailar. No se veía nada de nada así que me bajó la falda y empezó a sobarme el trasero, luego las tetas y al final todo mi cuerpo, mientras que yo le eché mano a su rabo y me dejé hacer pero, de pronto, sus dos manos se convirtieron en cuatro. Alguien en la oscuridad me estaba tocando el culo, las tetas y hasta mi coño. Me sentí sobada por todas partes por varias personas a las que no veía. Era inquietante al principio, pero muy placentero después así que me relajé entre comillas pues cada vez estaba más cachonda con tantas manos tocándome, metiéndome los dedos en el coño, pajeándome, chupando mis tetas.
Tanta excitación terminó en un sonoro orgasmo, mi coño se empapó de jugos y me puse como una loca buscando una polla para meter en mi boca y no sé si fue la de Miguel u otra, pero mientras me metían un dedo en el coño yo mamé una polla con muchas ganas.

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Ya estaba como quería mi marido, desbocada, sin tabúes, dispuesta a disfrutar a tope, pero de nuevo me cortaron el rollo. Un inoportuno bocado en un pezón, que me hizo bastante daño, me bajó la libido y salí de la pista de baile sentándome junto a mi marido. Este me tocó el coño y me dijo al oído:
– ¡Lo tienes empapado, como me gusta que mi zorra lo lleve bien mojadito!
Miguel salió detrás y se sentó también diciéndome que él no había sido el del bocado. Todo quedó en un pequeño suceso sin importancia. Como estaba muy sudada me di una ducha dejando mi ropa en una taquilla y me cubrí con una toalla. Tomamos otra copa relajados, hablando un rato y José me comentó que en ese local había una habitación con una cama y unos agujeros donde los chicos metían la polla para que las chicas la tocara y mamaran y otra donde había barrotes como una jaula donde los chicos a un lado podía sobar a las chicas que entraran al otro lado entre rejas y me propuso probar los dos, Primero entramos José y yo a solas en el de los agujeros y varios chicos metieron la polla por ellos. Era morboso pues solo se veía la polla, él me dijo que las tocara y toqué un par de ella hasta ponerlas duras y cuando ya lo estaban José me dijo:
– Cómete la que más te guste.
Yo pasé la lengua a las dos, primero a una y después a la otra, y las chupé alternativamente mientras José me decía al oído excitado:
– ¡Sí, como me gusta verte comer pollas, que zorra eres mi vida!
La verdad es que me puse cardiaca con aquellas pollas en mi boca y mi marido animándome. Después me metió en la jaula casi a oscuras, pero se veían varios chicos, como unos cinco que se acercaron al vernos allí dentro. José me despojó de la toalla que cubría mi cuerpo y los chicos comenzaron a tocar todo mi cuerpo, disputándose entre ellos mis tetas y mi entrepierna, el culito y zonas más erógenas. Incluso noté alguna polla rozar mis muslos y glúteos. Entre todos los chicos acariciándome y tocándome, me puse a mil. Mi coño necesitaba ya una buena polla. Estaba ansiosa por follar y entonces José me apartó de los chicos, me cubrió con la toalla y me dijo que eligiese uno para subir a la cama junto a Miguel, los dos para mi.
Yo elegí al más corpulento, pues me gustan los hombres recios. Era un señor mayor que nosotros, que debería tener unos 60 años y entramos en una habitación privada, Miguel, Paco el nuevo fichaje, José y yo. A José, como siempre, le gusta llevar las riendas, decir que quiere ver o que hagamos los demás para disfrutar mirando. Él quería ver como los dos hombres me abrazaban uno por delante y otro por detrás, acariciándome, besándome, frotando sus pollas por la raja de mi culo y por la de mi coño, poniéndome muy caliente a mi y a mi marido y a ellos aun más.

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José me dijo que me sentara en la cama y los dos chicos de pie acercaran sus pollas a mi boca, que yo las mamara las dos y así lo hice con mucho gusto y después ellos me comieron el coño y las tetas, alternándose mientras que yo, muy caliente, pedía una polla a gritos para que penetrara mi mojado coño y por fin José me dijo que me pusiese a cuatro patas y que Miguel me penetrara el coño como a una perrita mientras le mamaba el rabo a Paco. Después de un rato cambiaron y Paco me follaba y yo le comía la polla a Miguel. Que gustazo, al menos tuve tres orgasmos consecutivos. Yo estaba fuera de control y solo quería follar y follar sin parar, sentir las pollas de aquellos dos hombres en mi coño. Cambiamos de postura, encima, debajo, de lado, me follaron en todas las posturas posibles pero no pudieron penetrar mi culito por falta de práctica pues lo tengo virgen aún, pero me dieron mucha caña terminando por correrse sobre mis tetas y sobre mi coño. Yo quedé exhausta y creo que en el último orgasmo perdí el conocimiento.
Resumiendo, lo pase como nunca, cumplí el sueño de mi marido que era verme con otros hombres y a mí me encantó complacerlo.
Por supuesto no fue la última vez, de hecho cada vez me gustaba más que me follara más de un hombre. Volveremos con más experiencias.
Un beso.

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