Relato erótico
Cena, espectaculo y algo más
Trabajan los dos, y mucho. Sus horarios no les permiten salir demasiado y por fin lograron “montar” una cena en un local que tiene un espectáculo. Cuando llegaron al salón donde hacían las actuaciones, una pareja se sentó a su lado. A partir de este momento la noche fue genial.
Nicolás – Alicante
Después de salvar múltiples dificultades debido al mutuo trabajo, mi mujer y yo conseguimos poder salir a cenar solos una noche. Dudamos entre ir a cenar a un sitio que conocíamos y que sabíamos que se cenaba de muy bien o, por el mismo dinero, ir a un sitio donde cenaríamos también bien, pero un poco más discretamente y sin tanto lujo, con la diferencia además que en este último sitio tendríamos después de la cena un espectáculo de cabaret.
La cena estuvo bien, mi mujer y yo estuvimos charlamos animadamente durante ella y cenamos en un buen ambiente. Después de pagar bajamos directamente al cabaret. Nos sentamos y nos sirvieron dos copas que, una tras otra, fueron las dos para mí ya que a mi mujer no le va demasiado el alcohol.
A nuestro lado había una pareja donde ella, dado el pequeño tamaño de las sillas, tenía serios problemas para, con su corta falda, tapar sus preciosos y macizos muslos.
No sé si fue por esas dificultades o porque en algún momento me sorprendió mirándole pero el caso es que un momento dado se levantaron y se fueron unas filas por detrás de nosotros. Observé que la tía además tenía unas tetas impresionantes, con un top de blonda blanco que transparentaba un sujetador también blanco que a mí me pareció maravilloso.
Llevábamos unos diez minutos solos en nuestra fila cuando llegó una pareja formada por un tío grande y fuerte, con barba, todo un tiazo, y por una chica menuda, no excesivamente baja pero tampoco demasiado alta que llevaba puesto una especie de mono gris con una rayitas horizontales, de un verde apagado separadas unas de ellas por aproximadamente un centímetro. El mono se le pegaba y ajustaba totalmente a su cuerpo. Su culo quedaba precioso, pequeño pero marcadísimo, notándose perfectamente bajo el pantalón sus braguitas, que me las empecé a imaginar blancas.
No tenía unas tetas grandes, pero dado lo ajustado que le quedaba el mono, se le marcaban unas respetables domingas, con una cremallera en medio de su escote que bajaba hasta su cintura, rodeando la cual llevaba un cinturón negro.
Estuvimos viendo el espectáculo de strip-tease de chicas bastante apetecibles y de un presentador bastante gracioso. Durante el espectáculo, mi esposa y yo, cruzamos algunos comentarios algo subidos de tono ya que todo lo que estábamos viendo se prestaba.
En un momento que yo fui al lavabo y el otro chaval a pedir algo a la barra, ellas se pusieron a hablar y cuando volví oí que la otra chica le decía a mi mujer si quería salir con ella a bailar a la pista, que ahora en el descanso era utilizada por el público para bailar. Mi mujer le dijo que no le gustaba bailar. Nuestros vecinos estuvieron bailando y nosotros esperamos sentados a que el espectáculo se reanudase.
Vimos toda la segunda parte de los strip-tease y cuando se acabaron los números, la pista volvió a inundarse de una riada de gente ansiosa de mover sus cuerpos al son de las notas musicales. Yo pedí otra copa y al poco rato nuestros vecinos hicieron lo mismo. Después de un rato sin cruzar palabras, la chica preguntó por qué no íbamos a bailar los cuatro. Tanto mi mujer como su marido se negaron y entonces ella me dijo a mí que fuésemos nosotros dos.
Después de consultarlo un par de veces con mi mujer, salimos los dos a bailar, cerca de nuestras parejas al principio, pero alejándonos cada vez más a medida que nos movíamos al son de las bailongas canciones que nos ponían. Cuando estábamos en la parte opuesta de la pista, donde era total y absolutamente imposible que nuestras parejas nos vieran, mi amiga empezó a dibujar unos círculos a mi alrededor, acercándose cada vez más a mi cuerpo. Rozaba sus tetas por mi espalda y su culo por mi polla y, aunque yo tenía la completa seguridad de que era imposible que nos viesen nuestras parejas, todos sus movimientos los realizaba con una total discreción.
Yo alucinaba, no me esperaba una cosa así. Cada vez era más descarada, yo tenía el pito como un poste y ella me lo tocaba y frotaba descaradamente. Al fin pude colocarme en un sitio desde donde pude ver como mi mujer charlaba animadamente con el marido de mi “magreadora”, y él cada vez se iba permitiendo más confianzas con mi esposa, pareciendo que a mi mujer, lejos de molestarle, le gustaban.
Cuando yo estaba negro por las tetas de mi amiga y por los continuos roces de su culo en mi polla, sonó una canción lenta y nuestras parejas se levantaron y se pusieron a bailar relativamente cerca de nosotros. Mi mujer se pegó a él como una lapa y empezó a mover el culo como yo sabía que hacía cuando iba muy caliente. El le pasaba las dos manos por el culo y subía su falda hasta el límite de sus braguitas blancas.
Mientras tanto mi amiguita seguía haciendo auténticas locuras que hicieron que yo me pusiera como un burro. En ese momento nos vieron y se acercaron proponiéndonos él ir a tomar una copa a su casa, ya que vivían a unos quinientos metros de allí. Mi mujer y nos intercambiamos las miradas y puestos de acuerdo, fuimos con ellos y una vez en su casa nuestro anfitrión puso música y nos sirvió unas copas, poniéndose seguidamente a bailar una canción lenta con mi mujer, mientras la suya empezó a meterme mano descaradamente sin esperar siquiera a que empezásemos a bailar.
Miré a mi mujer y vi como el tío le estaba bajando la cremallera del vestido, que cayó rápidamente al suelo quedándose solo con el sujetador de encaje blanco y sus bragas del mismo color. Empezó a pasarle las manos, totalmente abiertas, por el culo, primero por encima de la braga y después pasándolas bajo la goma tocándole el culo a lo vivo con las bragas caladitas que transparentaban manos y culo.
Ella se derretía y con una mano le bajó la cremallera del pantalón sacándole un buen pollón, casi el doble que el mío, que empezó a masturbar lentamente, después se arrodilló ante él y empezó a chuparle la polla suavemente, lamiendo con mucha saliva, lentamente, de abajo a arriba y de arriba abajo hasta que, finalmente y muy despacio se la metió en la boca hasta la garganta.
Así estuvo un larguísimo rato mientras mi amiga también me la chupaba a mí con una maestría acojonante. Me pasaba la lengua desde el capullo hasta los cojones, bajando de vez en cuando con su lengua hasta el agujero de mi culo y me pasó tantas veces la lengua por el culo que me lo dejó limpio.
Finalmente se la metió enterita en la boca iniciando una chupada que hizo que me sintiera como en un orgasmo continuado.
Mientras, mi mujer se puso a cuatro patas y oí como le decía al tipo:
– ¡Venga, métemela de una puta vez en el coño!
El no se hizo de rogar y de un solo empujón se la enchufó por detrás, haciendo que ella gritara y gritara de placer como una desesperada. En esos momentos llamaron a la puerta y tanto mi mujer como yo nos asustamos, pero ellos nos tranquilizaron diciéndonos que era un amigo suyo que pasaba unos días con ellos.
Cuando el recién llegado entró en el salón se sorprendió de ver a mi mujer follada por detrás y a su amiga chupándome a mí la polla. Pasada la primera sorpresa puso cara de querer participar y yo, ya muy animado, le dije:
– ¡Métele la polla a mi mujer en la boca!
El hombre no se lo hizo repetir, se desnudó inmediatamente y ella empezó a disfrutar con una polla gorda en su boca y otra, aún más gorda, en el su coño, a cuatro patas.
Yo estaba en el séptimo cielo, entre el espectáculo que veía y la chupada de polla que me estaba haciendo mi amiga.
Mi mujer se corrió varias veces y ellos, tras cambiarse de agujero unas cuantas veces, hicieron lo propio en repetidas ocasiones, llenándole boca y coño de blanca y espesa leche. Ella, con la boca, les limpió todo rastro de leche de sus pollas.
Mi amiga, mientras tanto, no perdía el tiempo, se tumbó boca arriba, abriendo desmesuradamente las patas y diciendo:
– ¡Métemela, cabrón!
Así lo hice durante un buen rato, metiendo y sacando, metiendo y sacando. Llegado un momento y notando que ella se corría, no pude más y me vacié dentro de ella como un corderito.
Tras los cigarros de rigor, mi mujer y yo nos vestimos y nos fuimos a casa.
Fue una experiencia realmente inolvidable.