Buenos recuerdos

Su trabajo, le hace viajar por todo el territorio español. En aquella ocasión, coincidió en el hotel con una vendedora de la competencia con la que se había encontrado alguna vez. Se saludaron, cenaron, tomaron unas copas y después de mucho hablar de su vida, decidieron darle una alegría al cuerpo.

Esteban – ASTURIAS
Me llamo Esteban, estoy separado desde hace unos 9 años y el relato que voy a contaros ocurrió hace algunos años, pero no por ello ha perdido vigencia, pues cada vez que me acuerdo todavía se me “pone dura”. Estaba yo de viaje de negocios en Valladolid, y me hospedaba en el Hotel Castilla. Me habían dado una habitación interior, por lo que al día siguiente pregunté en recepción si no habría forma de cambiarme, pues hacía mucho calor y al ser interior, era insoportable, aun totalmente desnudo sin sábanas, terminaba bañado en sudor. Afortunadamente se marchaba un matrimonio que estaba alojado en habitación doble exterior. Al momento, con la amabilidad que les caracterizaba, me dieron el traslado, quedando en cambiar todas mis pertenencias para cuando yo regresara a la noche. Así fue. Subí a mi nueva habitación y quedé maravillado de la amplitud y comodidad que esta tenía comparada con la de anoche. Bajé a cenar al comedor del hotel y cuando salí de la habitación salía justo enfrente a mi puerta una vendedora conocida mía, que por cierto era de la competencia.
– ¡Hola Virginia! – le dije – ¿Ya te has adelantado otra vez? Te creía por Galicia…

Ella me dio un par de besos y me confesó que no esperaba verme por allí pues a ella la habían llamado un par de clientes para comprar unas reposiciones y por ello se había adelantado casi un mes. Total, que charlando de la venta y de los clientes, que eran comunes a los dos, nos bajamos a cenar. Nos sentamos en la misma mesa y cenando y conversando nos dieron las 12 de la noche, para mí muy tarde pues tenia todavía deberes que hacer de escritorio y al día siguiente madrugaba para estar en Arévalo a primera hora de la mañana. Ella me confesó que también tenía que madrugar, pero que tomaría una copa conmigo, pues hacia meses que no coincidíamos. Acepté, pues realmente me agradaba mucho como mujer y yo llevaba ya diez días fuera de mi casa y necesitaba conectar con alguien conocido.
Nos fuimos a un pub que había en la misma calle y allí sentados en mesita baja, nos dispusimos a tomar una copa. Yo whisky y ella pidió un cubata. La charla era tan amena, que al cabo de dos horas nos habíamos tomado tres copas más cada uno y hablábamos por los codos.
Me contó que su marido, al cual yo conocía de la mili, le estaba haciendo la vida imposible, que casi no había sexo y que si no fuera por su profesión de viajante, ya lo habría dejado. Total, que yo la tenía prácticamente encima, pues se había arrimado tanto para poder hablar en voz baja, por el ruido de la música, que yo estaba a cien.

Pedimos la cuarta consumición y me atreví a darle un beso. Ella no me rechazó y me lo devolvió en la boca, largo y con lengua. Me dejó sorprendido y muy caliente, por cierto. Entonces le propuse irnos a bailar ya que ponían un bolero de los agarrados y allí estaba yo pasándole la mano por la cintura y bailando lo más pegados posible. Allí mismo le propuse que como nuestra historia eran parecidas, nos fuéramos al hotel y pasáramos la noche juntos. No me contestó, pero al salir a la calle me cogió de la mano y supe que había aceptado. Nada más entrar en la habitación la empecé a besar, la desnudé como pude y ella a mí antes de pasar a la ducha, donde nos refrescamos de la influencia del alcohol y nos enjabonamos bien y bajo la ducha nos comimos como hambrientas aves de rapiña.
Estábamos muy calientes los dos y tal como estábamos empapados, nos metimos a la cama y de pronto dijo:
– Sabes, nunca pensé al conocerte que llegaríamos a esto, pero no quiero olvidarlo nunca.
Acariciaba mi polla desde su base al tiempo que yo metía mi mano sus piernas sintiendo su humedad. Estaba totalmente mojada así que acentué mis caricias sobre su clítoris por unos minutos hasta que ella tuvo una contracción, un suspiro profundo y se corrió con un largo gemido.

Yo miraba su rostro que hacía una hora, cuando la vi, era una mujer seria y responsable, pero ahora tenía una mirada poseída por la lujuria. En ese momento se acercó a mí gateando, agarró mi polla, me miró a los ojos, luego se agachó y empezó una mamada impresionante. Iba despacio, luego rápido, violento, suave y así estuvo como 15 minutos mamándomela. Su mirada perdida y poseída por la lujuria no la voy a olvidar, me la chupaba con una pasión enorme, la paseaba por su rostro y de vez en cuanto, mientras me la chupaba me miraba a los ojos, me buscaba la mirada y yo gemía.
Al final me coloqué para hacer un 69 y ella puso su coño en mi boca. Estaba súper caliente y yo acabé con el rostro totalmente mojado por sus jugos. Ella solo suspiraba y en un momento sentí en ella otra convulsión, un grito y estremecimiento. Acababa de correrse de nuevo.
– ¡Métemela, métemela! – me dijo cuando pudo hablar.
Se puso a cuatro patas en la cama, yo coloqué la polla en su entrada y la penetré de un solo golpe. Tras un rato de follármela en esta posición, la puse de costado y ella solo se dejaba. Se la metía y sacaba y ella gemía, hasta que me eché de espaldas y ella se sentó sobre mi pene frente a mí, diciéndome:
– ¡Córrete cariño, ahora te toca a ti, córrete amor, quiero que me des tu leche, pero avísame antes!
Seguí y seguí hasta que en un momento determinado mis gemidos le dieron entender a ella que me corría y en el acto se bajó de mí y metiéndose mi polla en la boca empezó a mamármela y a los 5 segundos sentí una corriente que recorría mi cuerpo y mi primer disparo de semen fue a su garganta y los demás quedaron en su boca, no dejando nada que sobrara. Luego se acercó a mí, me besó y sentí en sus labios parte de mi semen. A continuación se apoyó en mi pecho quedándonos dormidos casi por 30 minutos.
Era un encuentro casual, así que debíamos aprovecharlo a tope. Además, en cuanto nos recuperamos el deseo volvió a atacarnos. Tenía ganas de penetrarla, de agarrarla de aquellas hermosas cadera y ver como mi polla entraba y salida de su chocho.

Empecé por hacerle una buena comida de coño, hasta que conseguí que se corriera. Estaba muy caliente y tenía una mirada de gatita en celo. Se incorporó y tumbada a mi lado me la empezó a mamar. Si antes había sido una mamada deliciosa, ahora que la podía ver mientras la chupaba, era vicio puro.
Su boca, subía y bajaba por mi tronco, y con una de sus manos me masajeaba los huevos, para después lamerlos, chuparlos y ponérselos en la boca. Tengo que aclarar que mi mujer no es muy amante de las mamadas, por lo tanto, ver a aquella mujer entre mis piernas y disfrutando con mi rabo y mis bolas, me ponía a cien.
Como tengo el capullo bastante grande, se dedicó a follármelo con la boca y a lamerlo con la lengua de tal forma, que casi me corro. Tenía el pollón duro y muchas ganas de follármela, por lo tanto, la coloqué a cuatro patas, y se la metí en el coño de un solo golpe.
Era un espectáculo impresionante. Allí estaba yo. Agarrado de sus maravillosas caderas, viendo como mi polla le entraba y salida de su chocho, y el meneo sensual de sus grandes nalgas. Tuve que esforzarme para no correrme a la segunda metida.
A ella le gustaba, ya que a los pocos minutos, jadeando y gimiendo, volvió a correrse. Cuando note su humedad, la saque de su chocho y se la metí en la boca, para correrme como un cerdo.
Acabamos agotados, pero los dos, lo necesitábamos.
Pasamos la noche en su habitación y al día siguiente cada uno siguió con su trabajo y con su vida.
No volvimos a encontrarnos nunca, pero ha sido una experiencia que nunca olvidará.
Besos a todos y gracias por esta maravillosa revista.