Relato erótico

Buen remedio

Charo
1 de febrero del 2019

Acababa de romper con su pareja, la había pillado en la cama con otra mujer. Iba a aquel bar cada día, tomaba unas copas y le contaba su vida a la camarera. Se dio cuenta que había una chica que la observaba, pero no se fijó ni como era.

Elsa – Barcelona
Luces de neón por todos lados, la gente bailando, gritando y bebiendo sin parar. Apenas llegué, fui a la barra y pedí un whisky. Me sentía impotente, molesta, incómoda con la situación que estaba viviendo y a la vez no lo podía creer. Echaba chispas por todos lados y todo porque justamente hacía unas horas había encontrado en la cama con otra mujer a la que iba a ser mi esposa en poco tiempo.
¿Qué hice? Nada, absolutamente nada. No le reclamé, no armé una pelea, ni siquiera cogí mis cosas personales de su casa. Le entregué mi vida durante 5 años y así me pagaba. Cuantas vueltas da la vida.
En ese bar me perdí durante varias noches. La camarera se convirtió en mi confidente, le contaba todas mis penas y ella solo atinaba a decir que las chicas lindas no debían llorar. A todas éstas nunca me fijé que alguien me observaba en la distancia. Y una de esas noches en las que me encontraba perdida en mis pensamientos, ella decidió hablarme.
-¡Hola!- saludó alegre.
– Hola- contesté secamente y sin girarme.
– He notado que hace un tiempo que vienes a este lugar y solo haces lo que justamente estás haciendo ahora.
– No tengo nada mejor que hacer.
– Bueno también he notado que algunas chicas se han acercado y tú ni las miras.
– Como te dije, no tengo nada mejor que hacer.
Apreté mi mandíbula, suspiré profundamente, bebí un sorbo de mi trago y luego me dí vuelta y la pude mirar por primera vez a los ojos.
Me había topado con chicas guapas que querían estar conmigo por una noche aunque sea, pero yo ni las veía. Pero esta chica que tenía enfrente me cautivó por completo. Ojos verdes, mirada profunda e inocente. Era alta, debía medir unos 1’75m, cuerpo de infarto. Me quedé mirándola embobada y por tan solo unos segundos toqué el cielo.
Ella me inspiraba lo que hacía tiempo dejé de sentir. Esa ilusión, esas cosquillas en la barriga. Pero, ¡qué carajo! La acababa de conocer.
– ¡Hey!- me devuelve a la realidad- ¿estás bien?
No lo arruines, me repetía una y otra vez en mi cabeza mientras esa mujer inquietantemente bella me sonreía.
– Ciertamente no es el mejor día que he tenido pero todavía puedo respirar.
– Pues me gustaría hacer de tu día algo mejor.
Tomó asiento a mi derecha y estábamos muy cerca la una de la otra.
– ¿Te puedo invitar una copa? – le dije.

– Me encantaría un Martini – sonrió.
– ¿Dijiste que me habías observado venir varias veces?
– Así es -dijo sonriendo.
– ¿Cómo es que nunca me hablaste hasta hoy?
Se quedó callada unos segundos. Hacía amague de hablar pero nada salía de su boca. No quise presionar y solo espere a que estuviera lista.
– No pensé que me harías caso- sonrió tímidamente.
– ¿Qué?
– Bueno… Te vi rechazar a unas cuantas chicas y no tenía confianza para acercarme a ti.
– Supongo que tenía que rechazarlas para llegar a ti. No sé, no tenía ganas antes.
– ¿Y ahora?
– Ahora… – me quedé pensando unos segundo, la miré fijamente- ahora es diferente.
Acabamos la noche hablando y riendo y prometimos vernos nuevamente el próximo viernes. Los días pasaban y no podía dejar de pensar en ella. ¿Estaría ella pensando en mí?
El día llegó o mejor dicho la noche. Llegué al bar y ya estaba esperando sentada en la barra como la otra vez. Me acerqué sigilosamente y le tape los ojos con mis manos. Ella llevó sus manos y las puso sobre las mías.
-¿Te gusta jugar?
– Mucho, y más en la cama…
– ¿Me estás incitando?
– No, estoy bromeando.
Me senté a su lado y tal como la vez anterior, hablamos largo y tendido de cosas triviales. Bebimos varias copas y yo estaba alegre; cuando sientes el cuerpo caliente y ganas de pegarte a otro cuerpo. Cuando una necesita sexo. Yo quería sexo con ella, y lo quería ahora.
Ella también estaba mareada y se reía de cualquier cosa. Sabía que era el momento de actuar, pero por alguna razón, me producía una sensación extraña, esas cosquillas en el estómago.
No hizo falta decir nada, la tomé de la mano y ella sonrió. Salimos de aquel lugar, nos subimos al coche y nos dirigimos a un hotel cercano. Ya dentro de la habitación le ofrecí algo para beber pero no quiso nada.
– ¿Estás bien?
– Estaba nerviosa.
– ¿Estás segura de esto?
– Si. Necesito sacarme estas ganas que tengo de ti. No sabes cuanto imaginé este momento. Eres una mujer hermosa e interesante.

Bueno me gustas y no sé si será lo más correcto pero te juro que no aguanto más…
Hablaba hasta por los codos de los nervios pero no pudo decir nada más porque arremetí contra su boca. La ataqué con mi lengua y ella respondió rápidamente. No vaciló, y yo tampoco. Nos besábamos salvajemente, con pasión, con todo el deseo contenido por días. Mi lengua se introducía en su boca y ella la recibía con gusto.
Poco a poco la niña tímida que me habló por primera vez desapareció frente a mí. Ella si tenía amor para dar. ¿Amor? No sé exactamente pero se movía como loca, me tocaba como loca y yo simplemente quería estar con ella, la dejaba hacer.
De repente me acercó a la cama y me empujó a ella. Caí de espaldas, tenía mis piernas abiertas y veía atónita lo que esta chica hacía. Se movía, me bailaba sensual y yo estaba boquiabierta. ¿Dónde quedó esa chica dulce que reía nerviosa? A la mierda, no me importaba. Esta era la faceta que yo estaba buscando: Una dama en la calle, una puta en la cama.
Se fue incorporando en la cama y se puso sobre mí a horcajadas, me miraba fijamente mientras se movía en mi sexo una y otra vez. Primero lento, después de unos minutos comenzó a moverse como loca ¡Estaba en el cielo! Yo tenía mis manos en sus caderas y la movía también. Poco a poco se bajó de mí, se acostó a mi lado y nos besamos nuevamente. Esta vez fue diferente, fue tierno, dulce, lento. Había juego de lenguas pero nada grotesco. Dejamos de besarnos después de unos minutos para mirarnos fijamente a los ojos, yo tenía mi mano en su mejilla y la acariciaba, ella pasó su lengua por mi labio inferior. Estaba excitada, desbordaba calentura en mi piel. Me estaba llevando al éxtasis. Se acercó a mi oído y pasó la lengua por mi oreja, una corriente eléctrica me atravesó todo el cuerpo, me dio un suave beso en mi mejilla para luego volver a mi oído y susurrar un “desnúdame”.
La cordura me llegó hasta ahí. La levanté, le quité rápidamente la blusa que casi se la arranqué, me deleité viendo sus pechos perfectos y su abdomen plano. No aguanté más, la senté en la cama y me arrodillé frente a ella. Me acerqué a su abdomen y le dí algunos besos que pronto reemplacé con mi lengua. Jugaba con ella en su ombligo y ella gemía por lo bajo. Llevé mis manos a sus pechos y los apreté. “Aaahhh” escuché salir de su boca. Instintivamente abrió más sus piernas, quería que la acariciara ahí, no hizo falta que me lo dijera. Pero aún así quise torturarla un poco, fui subiendo con besos hasta llegar a su canalillo, inhalé fuertemente y su olor me invadió por completo. No esperé mas, me sumergí en esos pechos divinos mientras sentía como alguien observaba atenta a cada paso que daba. Besé el derecho primero, mientras acariciaba con mi mano el izquierdo, me metí el pezón a la boca y succioné con fuerza, gimió. Lamí, mordí, besé, succioné y traté a ambos pechos por igual.

No sé cuanto tiempo estuve haciéndolo, solo sentí que debía avanzar más cuando ella llevó su mano a su sexo. Estaba estimulándose. Eso no lo permitiría, para eso estaba yo. Quité su mano rápidamente y me lanzó una mirada traviesa. Ella ya se había quitado sus tacones, así que me tocaba a mí quitarle el pantalón. No tardé nada la verdad, prácticamente se lo arranqué. ¿Para qué esperar más? Ya el toque de erotismo estaba completado. Besé sus piernas y fui subiendo lentamente con mi lengua. Llegué a su sexo, le dí un beso por encima de sus bragas, llevé mis dedos y acaricié lentamente.
– ¿Te gusta lo que te hago?
Dicho esto apreté fuertemente su sexo.
-Aaahhhh… Siiiii
Deslicé mis dedos por dentro de sus bragas y logré penetrarla de golpe. Ella gimió fuerte y dio un saltito en la cama. No se lo esperaba. Entraba y salía de su cuerpo. ¡Que delicia sentirla caliente! Estuve así unos minutos hasta que una voz me sacó de mi entonación.
-¡Cométela por favor! No me tortures más.
La tomé de la cintura y le arranqué las bragas. A la mierda, ella se lo había buscado. Abrí más sus piernas como y me lancé a comerla completita.
Primero pasaba mi lengua por toda su zona, estaba realmente húmeda. Cada vez eran más los jugos que brotaban de ella. Acerqué mi boca a ese botoncito que ya no podía estar más hinchado y pedía a gritos ser atendido, pasé mi lengua una, dos, tres veces y ella pegó un grito cuando la penetré con tres dedos. Entraba y salía de ella rápidamente y lo hacía muy fuerte, mientras me seguía comiendo todo su sexo. Ella disfrutaba como loca, se masajeaba los pechos, “así, sigue”, “no aguanto más”. Dicho esto último soltó un gemido que fue música para mis oídos. La contracción vaginal se hacía presente, ella comenzaba a correrse y yo bebía todo lo que salía de ella. Minutos después seguía agitada pero sin duda estaba más calmada. Di un par de besos más a ese sexo brillante y lo dejé descansar. Subí hasta llegar a la altura de su boca, le dí un beso en los labios y me acosté a su lado.
– Si hubiese sabido antes lo bien que lo hacías, te hablaba el primer día que te vi- suspiró.
Yo reí.
– No tiene gracia. No tienes idea de lo que estoy sintiendo. Me tiembla hasta el alma.
Reí más fuerte.
– Tengo una venganza preparada muy especialmente para ti – levantó las cejas divertida.
Puso su mirada traviesa y se levantó. Me quitó cada una de mis prendas sin chistar, lo hizo callada y lentamente. Yo miraba embobada. Me dejaba hacer.

Una vez desnuda me miró de arriba a abajo comiéndome con la mirada. Se acercó y recorrió mi entrepierna con su lengua, lo hacía tanteando el terreno, como con miedo. Sabía mejor de lo que pensé. Ahora si siguió con más vehemencia, se lo comía todo literalmente y se tomaba todo lo que salía de mí. Me incorporé un poco para ver lo que me estaba haciendo, estaba como loca. Yo sentía que llegaba al orgasmo y por instinto la agarre de su cabeza e hice presión como para que no dejara de hacer justo lo que estaba haciendo. Solté un gemido y un orgasmo descomunal llegó a mí. Estuvo un rato más así, subió con un camino de besos por mi abdomen, pasó su lengua, subió más y llegó a mis pechos, los besó, lamió, succionó y mordió, besó mi cuello y por último mi boca. Su lengua prácticamente violaba la mía y yo… Contenta.
Le dije que se pusiera encima de mí en horcajadas y le pedí que me cabalgara un rato. Nos movíamos a ritmo, yo apretaba sus pechos, ella se movía tan pero tan bien, ¡qué sensación! Nuestras bocas emitían gemidos cada vez más fuertes. Sentí de pronto que bajaba la intensidad pero yo necesitaba ir más rápido, sentía que pronto iba a terminar de nuevo. Ella estaba cansada. Rápidamente la giré y me coloqué encima de ella de modo que nuestros sexos se rozaran. Al contacto, las dos gemimos descontroladamente. Me movía cada vez más rápido y ella ya no decía nada, estaba completamente ida, solo gemía como loca. Puse una mano en su pecho y lo apreté, mi otra mano estaba en su pierna. Unos minutos más así y… ¡BINGO! Una corriente eléctrica espectacular que nos sacudió a ambas teniendo el orgasmo al unísono. Me acosté a su lado, nuestras respiraciones eran aceleradas, completamente agitadas. Después de varios minutos sin hablar, ella rompió el hielo.
-¿Me creerías si te digo que eres mi primera mujer?
Me incorporé rápidamente.
– ¿Quéeeee?
– Que eres mi primera mujer.
Me interrumpió con un beso. Me explicó que era heterosexual pero desde que me vio en el bar, me observaba atentamente y le produje una extraña sensación que con el tiempo entendió que era atracción. Dijo que quería sentir lo que era estar con una mujer y que me había elegido a mí para eso. Que no sabía si iba a pasar pero que si yo se lo ofrecía, ella aceptaría la propuesta sin chistar. Y así fue, solo que nunca pensó que le gustaría tanto.

Estuvimos hablando horas, después nos duchamos juntas, volvimos a hacer el amor, nos vestimos en silencio y prometimos repetirlo en otra ocasión.
Han pasado 10 años desde aquel primer encuentro. Ella ahora es mi esposa y el amor de mi vida.
Besos para todos.

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