Relato erótico

Amistad, sexo y nada más

Charo
3 de junio del 2019

Su mejor amiga había vuelto a la ciudad para pasar un fin de semana en la casa que sus padres tenían en un pueblecito. Habían sido muy amigos y se contaban sus problemas, pero nunca habían pasado la delgada línea hacia el sexo.

Agustín – Zaragoza
Quiero contaros lo que sucedió hace unos años entre mi mejor amiga y yo. Tenía 20 años cuando ocurrió y ella tenía 18. Nos solíamos comentar los problemas y nos ayudábamos mutuamente en los momentos difíciles. Prácticamente nunca habían existido secretos entre nosotros, nuestra relación era muy sincera, pero con el tiempo nuestros encuentros fueron más escasos, pues se fue a vivir a otra ciudad, aunque conservaba su antigua casa. Vino a pasar un fin de semana. Había venido sola, pues estaba un poco deprimida ya que hacía un mes que había cortado con su novio.
El sábado por la noche teníamos pensado salir de fiesta y así ayudarla a pasar un buen rato, pero no pudimos salir, ya que la mayoría de nuestros colegas tenían exámenes.
Fui a su casa igualmente, llegué, llamé y me abrió. Ella es bastante alta, algo rellenita, aunque su cuerpo conserva todas sus curvas. Llevaba unos pantalones ajustados y un top también ajustado, de donde sobresalían sus dos grandes pechos. Entré y nos sentamos en el sofá de la salita de estar, sacó una botella de whisky, fue a buscar hielo y refresco para hacernos unos cubatas.
Empezamos a hablar sobre la vida, sobre cómo se encontraba, si había superado los de su ex… La verdad es que estaba muy deprimida. Ya nos habíamos bebido algo más de media botella de whisky cuando la conversación empezó a subir de tono. Nos reíamos de cualquier chorrada, me quedaba a veces mirándola fijamente cuando reía.
Su cara, su sonrisa, su boca, no sé, era como si estuviera delante de otra mujer distinta, la veía diferente. Hacia traguitos cortos y una de esas veces, una perversa gotita de whisky no consiguió entrar en su boca y cayó, recorriendo su perfecto cuello llegando a mojar el top. Pasó el dedo por el recorrido de la gota suavemente, secándolo, luego se puso el dedo en la boca. Yo me quedé embobado observando.

Me daba suaves bofetones para que dejara de mirarla fijamente, se sonrojaba, aunque creo que le gustaba. Me hablaba de como echaba de menos el sexo. Empezamos a hacer coña sobre él, intercalando piropos cada vez más subidos de tono; que si no merecía una mujer tan bonita como ella, que si con la furia y lo apasionada que debía ser follando no tenía por qué estar con un muermo de tío. Para animarla le soltaba chorradas como:
– Tranquila mujer, que con lo pequeñita que la tenía…
Ella sonreía, quizás me pasé con alguna que otra broma y al final me soltó:
– Ya, tú la debes tener muy grande, ¿no? Vamos, enséñamela si eres tan hombre. Aunque a decir verdad ya sé como la tienes, me lo contó tu ex. Me dijo que no era nada del otro mundo, aunque eso sí, decía que la tenías muy bien enseñada -dijo riéndose.
– Enséñame tu coño primero, ¿a que tampoco te atreves? – le respondí.
Pasamos unos minutos jugando con lo de “Tú primero, no, no, tú primero y luego yo, hasta que le dije:
– Eres tú la que lo ha pedido primero, a mi me da igual.
– Vale, vale, tienes razón – dijo, dejándome totalmente sorprendido.
Entonces se desabrochó los pantalones y se bajó un poquito las bragas, dejando ver unos pocos pelitos.
– No, no, aquí o se muestra todo o no se muestra nada -le dije con voz pícara.
Entonces se bajó las bragas tanto como pudo, que no fue mucho pues estaba sentada y solo se bajó la parte de delante. No pude resistirme y puse mi mano encima de su pubis y fui bajándola hasta encontrar su rajita, empecé a acariciarlo suavemente. Ella ya no podía disimular su excitación pues se mordía la parte de debajo de los labios y vi como se le empezaban a marcar unos preciosos pezones en su espectacular top, notaba como se iban humedeciendo mis dedos.
Toda esa zona se calentaba a marchas forzadas, mis dedos parecían que entraban en una caldera ardiendo. Un suave color rojizo comenzó a tomar forma en sus pómulos, pasaba su lengua alrededor los labios, tenía sus preciosos y grandes ojos negros cerrados. Llevaba ya un tiempo así cuando me apartó bruscamente la mano.
– ¡Basta ya, ahora tú, que te estás aprovechando demasiado! Levántate, vamos – me ordenó.
Yo me levanté, me desabrochó los pantalones y me puso delante de ella. La verdad es que nunca me había pasado por la cabeza nada de lo que nos pasó, pero… Ella estaba sentada en el sofá y yo de pie frente ella, me bajó los pantalones. Mis calzoncillos no podían disimular una pequeña erección.
– Cabrón, te estás excitando, ¿eh? – me dijo.
Me los bajó y mi pene salió liberado, aun no estaba empalmado del todo.

– La verdad, me la imaginaba más grande, pero también me gustan así.
Me agarró el pene con una mano, tiró la piel hacía atrás y mi glande salió, en esos momentos mi erección ya era total. Su mano empezó a subir y a bajar, acercó la boca poco a poco, sacó la lengua y empezó a rozarme el glande.
Que gusto daba eso. Se la introdujo totalmente en la boca, sentía su saliva mezclarse con su lengua y con mi polla. Se la metía tan adentro como podía y me mordía muy suavemente. Dios, su lengua hacia milagros. Vi como con la mano que tenía libre acariciaba sus pezones por encima del top y esto me excitó aún más. Apenas llevaba un minuto mi polla en su boca cuando noté que pronto me correría.
– Porque pronto me correré…- le avisé.
– No, no, espera – dijo sacándosela de la boca y apartando sus manos – espérate que iré a buscar los preservativos al bolso- añadió.
Justo al levantarse, su brazo rozó involuntariamente la punta de mi polla y un grandioso escalofrío recorrió mi cuerpo. Solo ese leve roce me hizo estallar.
– ¡Me voy a correr! – grité.
– No, que lo mancharás todo – dijo, agarrándome rápidamente el rabo con una mano, casi estrangulándolo para que no me corriera.
Ya no pude aguantar más y empecé a sacar chorros de semen. Que orgasmo más genial tuve.
– Que caliente ibas – dijo mientras dejaba de apretármelo.
Su otra mano había quedado llena de mi corrida, se acercó la mano a su boca y empezó a lamérsela, se limpió la mano lentamente. Aquello era genial, mi polla apenas había podido descansar y ya volvía a estar empalmado, todo aquello me resultaba muy excitante, mi mejor amiga y yo liados.
– Ya vuelves a estar a tope, bueno, espera – y se marchó escaleras arriba.
Yo aproveché para terminar de desnudarme y entonces llegó ella con la cajita de condones en su mano. Se quedó parada, mirándome y me dijo:
– La verdad, no sabes las veces que había fantaseado con este momento.
– Pues si te soy sincero, nunca se me había pasado por la cabeza hacerlo contigo – le respondí – pues siempre te había visto como una buena amiga y nada más.
Entonces lanzó la cajita al sofá, estaba de pie a unos tres metros y empezó a desnudarse. Se quitó los zapatos, los pantalones, se bajó las bragas muy lentamente, estaba desnuda de la mitad hacía abajo, yo ya no podía más, me acerqué bruscamente hacía ella, la agarré del pelo y tiré de él hacía abajo para que levantase la cabeza, la miré fijamente a los ojos y le di un morreo.
Nuestras lenguas jugaban. Ella me agarró por el culo y me apretó contra ella, mi polla se pegó en su vientre y movía lentamente la cintura. Dios, que gusto que daba. Yo sentía como sus pechos y sus pezones se clavaban en mi pecho. Le quité lentamente el top y luego le desabroché el sujetador, me separé un poco para admirar sus tetas, eran bastante grandes y preciosas, sus pezones apuntaban hacia arriba, estaban hinchadísimos, la aureola era oscurísima y enorme, como me excitaba. La empujé contra el sofá con suavidad y cayó tumbada en él.

Allí estaba, boca arriba, con las piernas abiertas, sus enormes pechos cayendo cada uno por un lado. Me quité rápidamente la camiseta, cogí un preservativo y me lo puse, me arrodillé delante de ella quedando mi polla a la altura de su coño, pegué mi cuerpo al suyo, recorrí toda su cara a besos, bajé por su cuello y empecé a manosearle y a lamerle los pechos. Mi lengua jugaba con sus pezones. Alargó su mano, cogió mi pene y lo encaró a su chocho, empujé suavemente y mi pene empezó a entrar. La penetraba fácilmente, pues tenía la vagina chorreando, se la metí hasta el fondo y su cuerpo se dobló.
Nos empezamos a besar mientras le manoseaba los pechos y ella me agarraba el culo para mandar mis empujes, notaba el calor de su coño en mi polla, aquello era demasiado. Su respiración era cada vez más rápida y más fuerte. Me corrí sin piedad y ella también se corrió. Me quedé encima de ella, abrazados, con mi pene dentro de su cuerpo. Al cabo de un rato saqué mi polla flácida y me quité el condón.
– Ha sido genial, ahora ponte cómodo en el sofá – me dijo sonriendo
Me levanté y me senté en el sofá, ella se arrodilló ante mí, cambiando las posiciones. Me comenzó a limpiar la polla, con unos lengüetazos finos hasta que me la dejó reluciente. Volvía a esta otra vez empalmado.
– Subamos a mi habitación – me dijo mientras me cogía de la mano.
Llegamos a su habitación, me tumbé boca arriba en la cama, me puso otro preservativo, se montó sobre mí, se introdujo la polla y empezó a cabalgar. Sus pechos saltaban alegres, solo se paraban cuando se los agarraba para pellizcarse los pezones con furia. Se subía los pechos para podérselos lamer, su cuerpo lleno de sinuosas curvas, llenito, subiendo y bajando encima de mi pene. Su melena, larga, negra, ondulada, preciosa, brillante, ondeaba de un lado hacia otro, como un barco en alta mar.
Movía su cadera, que movimiento, como bailaba. Puse mis manos en su cadera para sentir mejor su ritmo, su cintura se doblaba, hacia círculos inmensos con su cadera. Mi polla se retorcía de gusto dentro de su chocho. Su respiración marcaba el compás. A veces cerraba los ojos y solo sentía el placer más grande.
Cada vez el ritmo era más intenso, más rápido, su baile era más apresurado, ya no sabía donde agarrarse, intentaba chuparse los pechos, pellizcarse los pezones, acariciarse la vagina y mi pene. Apenas dos minutos me bastaron para correrme otra vez. Su cuerpo se doblo hacia atrás, sus pechos parecían estallar, su chocho apretaba, más bien estrangulaba mi polla. Se desplomó bruscamente de gusto sobre mí y en esta posición nos quedamos dormidos. Su cuerpo caliente encima del mío, su pelo sobre mi cara, había sido una de mis mejores noches, sin duda. Dormía felizmente cuando me desperté porque tenía un poco de frío.
Miré el reloj, eran las cinco y media de la mañana, ella estaba durmiendo a mi lado, de espaldas a mí delante de mí. Subí las sabanas para taparnos y me quedé observando su espalda, las curvas que formaban su cintura, su cadera y su culo.
Le acaricié las tetas y sus pezones estaban erguidos por el frío. Me levanté un poco para mirar su cara, transmitía felicidad, sus labios carnosos daban ganas de pegarse a ellos para siempre.
Irremediablemente volví a empalmarme. Pase mi dedos por sus curvas, desde el cuello hasta los pies, besaba su espalda, sus hombros, su cuello, me apreté un poco más. La situación me pareció idónea para hacerme la mejor paja de mi vida. Pasaba mi pene por su espalda, tiré el pellejo hacia atrás, mi glande recorría su cintura y su culo. Pero entonces se despertó, giró su cabeza y vio mi polla empalma que se apoyaba en su preciosa y fría espalda.
– Mmm, quieres jugar otra vez cariño – me dijo.
Entonces quiso darse la vuelta pero la detuve.
– No te gires amor – le susurré.
Me abracé fuerte a ella, agarrándola por los pechos y le dije que se preparara, que se agarrara bien. Encaré mi durísima polla en su culo y se la introduje de un fuerte golpe.

– Que daño me has hecho, pero por favor, no pares – gritó.
La penetré con una fuerza que hasta yo desconocía. Ella suspiraba muy fuerte, a veces chillaba y se acariciaba el clítoris. Yo le manoseaba los pechos y le besaba el cuello. Su culo se movía con elegancia, y yo solo empujaba con fuerza. Después de los anteriores polvos, mi polla aguantaba más, no notaba tanto su calor, hasta me dolían los huevos de tanto eyacular.
A pesar de eso, la situación se hacía ya inaguantable, un inmenso escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba a abajo. Se agarró con las dos manos a la mesita de noche mientras yo con una mano cogía fuerte sus pechos y con la otra le introducía bruscamente tres dedos de golpe en la vagina. Cuando el placer ya era inaguantable, me corrí en su grande pero hermoso culo, llenando su ano de semen. Ya me había corrido del todo cuando ella aun seguía moviendo su culo, con mi pene ya estáticamente dentro de ella. Entonces, apenas 20 segundos después de yo, empezó a correrse. Los dedos que tenía en su coño se llenaron de un agradable y caluroso líquido, su cuerpo dejo de moverse, el mío también. Le acerque la mano mojada a su boca, me la lamió y me la limpió. La abrace con fuerza y así nos quedamos, pegados.
Nos volvimos a dormir más relajados que nunca. Nunca antes en mi vida había dormido mejor. Nos despertamos ya al mediodía. En la misma posición, felices y abrazados.
Nos vestimos, nos despedimos con un buen beso y acordamos repetir aquello alguna otra vez. Y así fue como mi mejor amiga pasó a ser mi mejor amante. Desde entonces hemos ido repitiendo esos encuentros con asiduidad.
Aun hoy, que los dos tenemos pareja, (bueno, yo ya estoy casado, pero nuestro matrimonio es muy liberal, sabemos distinguir entre amor y sexo, y los dos, mi mujer y yo, mantenemos relaciones sexuales con otras personas, eso sí, siempre que el otro lo consienta) seguimos viéndonos. Nuestra relación es solo una buena amistad con sexo desenfrenado, nunca se nos ha pasado por la cabeza ser pareja, pues los dos sabemos que tenemos poco en común, pero en cuanto al sexo, sería una lástima no aprovecharnos mutuamente.
Saludos para todos.

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