Relato erótico
Zorrona, pero obediente
Llevan varios años casados, para ella su marido fue su primer hombre y el único hasta el momento. Su marido ha sido siempre muy complaciente y lo que quiere es que ella disfrute de su sexualidad. Jugando y fantaseando ha llegado a convertirse en una zorrona obediente.
Carol – Bilbao
Me llamo Carol, llevo 9 años casada y jamás había tenido en la cama a otro hombre que no fuera el que es hoy mi marido. Antes de casarme había tonteado con otros, pero nunca pasó de magreo por aquí y toqueteo por allá, pero lo que se dice acostarme, no me había acostado más que con mi adorado marido.
Me case con 24 años, ahora con mis 33 aun estoy de muy buen ver, ya que procuro mantenerme en forma, tengo el cuerpo con curvas gracias a mis pronunciadas y puntiagudas tetas y mi culo respingón con un tamaño proporcionado a mi cuerpo delgado. Mis piernas largas y duras, pelo castaño, ojos marrones… Mi marido dice que tengo cara de niña buena y suelen decirme que me parezco a una famosa modelo.
Bien, mi marido siempre ha buscado complacerme y hacerme feliz a todos los niveles, pero más si cabe en el aspecto sexual. Ya siendo novios me dejó perpleja cuando me dijo que no le importaba si me acostaba con un amigo, siempre y cuando se lo dijera a él antes y le contara que tal le había ido. Como estaba locamente enamorada de él, y lo sigo estando, me negué en rotundo incluso llegando a molestarme bastante su propuesta. Pero esa propuesta se transformó en una de mis fantasías más obsesivas y utilizadas en varias sesiones de “sexo individual”, dejándome llevar e imaginándome haciendo el amor con amigos nuestros y después contándoselo a él, valorando el polvo, explicándole lo que me hizo uno, lo que me hizo otro. Como tenía mucha confianza en él, se lo conté y pareció no darle mucha importancia, pero más tarde me di cuenta que tomó buena nota del asunto…
Pasado un tiempo, haciendo el amor, empezamos a “jugar” como si fuéramos otras personas. A veces él era ladrón y yo la dueña de la casa, otras veces era una delincuente que había sido pillada in fraganti robando y tenía que pagar por ello, a veces el maestro y la alumna y otras simplemente yo era una puta y él un cliente exigente. Este juego nos permitía utilizar un vocabulario y unas maneras muy distintas, pudiéndonos insultar y humillar sin por eso molestarnos. Siempre él tomaba el mando, cosa que a mí me encantaba y entraba en el juego haciendo de puta, sumisa, ladrona, alumna… Casi siempre me tapaba los ojos para que me metiera más en el “ajo” y pudiera jugar con la imaginación.
Me ordenaba que me tumbase, por supuesto desnuda y él de pie a mí alrededor recorría mi cuerpo, soltando comentarios tipo: “Buen culo tiene la puta esta”, “sepárate las nalgas”, simulando como si fueran varias manos las que me tocaban, varias bocas la que me lamían.
Unos eran caricias, otros sobeteos bastos, otros me palpaban el sexo, otros trataban de meter un dedo en mi vagina… Mientras seguía soltando, cambiando la voz, “esta guarra está encharcada, hay que follársela…” o “mirad qué coño tiene…”. Me obligaba a mantener mis manos pegadas a mis nalgas separándolas o me obligaba a separar las piernas. Al final siempre acababa follándome como él solo sabía. A veces a mitad del polvo se paraba, se levantaba y hacía como si fuera otro el que me iba a empezar a follar, cambiado de postura y tocándome como reconociendo un nuevo cuerpo.
A veces, sin más, acercaba su miembro a mi boca, obligándome a lamérselo, yo seguía con mis ojos tapados. No dudaba en correrse dentro de mi boca, la verdad que me excitaba muchísimo el simple hecho de pensar que me estaban follando varios, que varios me miraban, me sobaban… Al final acababa siempre quitándome el vendaje de los ojos y besándome. Todo esto se convirtió en un juego habitual, incluso yendo a más, ya que no se limitó a ordenarme que no moviera las manos si no que ya me ataba, pero a mí me seguía gustando.
Un día de verano me ordenó que fuera a mi peluquería habitual y me depilara íntegramente el sexo. Me negué.
– Tú misma, pero si quieres sexo tendrás que obedecerme.
Me dejo sin sexo durante tres semanas, lo echaba de menos y siempre que me acercaba me hacía la misma pregunta:
– ¿Cómo tienes el coño?
Hasta el día que acepté y me fui a mi peluquería. Me sentía ridícula, miraba hacia abajo y veía mi raja desnuda, mis labios marcando la entrada a mi vagina… Nada más llegar a casa se lo hice saber, me dio un beso y me dijo:
– No te vas arrepentir, quiero que esta tarde salgas y vuelvas a las 16h llevando esto que está en la bolsa y nada más que esto. ¡Ah! Y no quiero que lo abras hasta el momento que te cambies en el coche, cuando ya estés en el garaje.
Asentí. A las dos me marché de casa, estaba nerviosísima y daba vueltas metida en el coche hasta las 15’45h, que metí el coche en el garaje de la urbanización y por fin abrí la bolsa. Había un papel, el cual leí:
“Coge y ponte el camisón, no debes de llevar nada más que eso puesto. En tu mano derecha llevas el antifaz y en la izquierda el regalo que abrirás arriba en casa. Una vez llegues a la puerta cerrada del dormitorio, antes de entrar abrirás tu regalo, te pondrás el antifaz, entrarás y obedecerás.”
Era una caja de cartón alta, como la de un perfume, y el camisón era completamente transparente y muy corto, me llegaba a tapar justo las nalgas. Salí del coche descalza y prácticamente desnuda, solo con el mini camisón que no tapaba nada.
Corrí hasta el ascensor que afortunadamente estaba en la planta y no lejos del coche. La puerta de casa estaba abierta, entré, no estaba él, había un silencio casi asustadizo. Llegué ante la puerta del dormitorio, abrí el regalo y ¡SORPRESA! Un vibrador enorme de goma en forma de un gigante y grueso pollón. Sonreí, pero no me imaginaba con semejante juguete dentro de mí. Me coloqué el antifaz y entré.
– Hola preciosa, ¿qué te ha parecido tu primera sorpresa?
– Bien amo, me ha encantado. – contesté entrando como siempre en el juego.
– Bueno, hoy vas a quedar saciada del todo, ya lo verás, no te faltara nada, pero tendrás que confiar en mí.
– Amo, sabes que confío plenamente en ti.
– Bien, acércate, súbete de pie encima de la cama, acaríciate los pechos y deja caer con sensualidad el camisón.
Me dirigí hacia la cama, subí tal y como me ordenó y simulando un baile de strep tease, contoneando caderas, acariciándome ingles, tetas y culo, acabé soltando los dos hilos que sujetaban el camisón y quedé totalmente desnuda, con mi sexo totalmente depilado.
– Vaya, vaya, vaya. Muy bien, ahora túmbate y separa las piernas, quiero que te toques, que te masturbes y que juegues con tu juguete nuevo.
No entendía muy bien el juego pero seguía las órdenes a rajatabla y comencé a masturbarme. Empecé a separar mis piernas y a tocarme, noté que la simple excitación por el hecho del “qué me hará” o “qué habrá maquinado esta vez”, me había excitado de manera que tenía el coño empapado, de repente me dijo:
– ¡Sigue masturbándote guarra, que te veamos todos!
Eso hice, después me obligó a ponerme a cuatro patas, a separar mis nalgas, a meterme el dedo en la vagina y al comienzo del ano. Estaba muy excitada y movía mi cuerpo caliente, apretaba mis senos, pero no era suficiente…
– ¿Quieres meterte ya el juguete, o prefieres que lo hagamos nosotros?
El hecho de que hablase en plural me excitaba más, era como imaginando que me estaba masturbando ante mirones. En un silencio escuché como el ruido de un motor, al no tener las manos vendadas me fui a quitar el antifaz, pero rápidamente me lo impidió y recriminó:
– ¿Qué estás haciendo?
– ¿Que suena? – le pregunté nerviosa.
– Es un video que te estoy haciendo…
Me enfadé y le dije que no lo hiciera, que si me tenía siempre a su disposición que para que quería grabarme. Muy tranquilo me hizo callar y me dijo:
– Veo que no confías en mí, si quieres lo dejamos y si decides seguir es con todas las consecuencias, sabes que no haré uso del video, pero te esperan grandes sorpresas y estoy seguro que te encantará recordarlas.
No sabía que hacer, se me acercó y me abrazó, necesitaba ese contacto, ya podía hacer lo que quisiera conmigo. Tras un largo silencio dije:
– Estoy a tu entera disposición amo, haré lo que me pidas. Te quiero.
– Tranquilízate y ponte de pie.
Eso hice. Con unas plumas empezó a juguetear con mis pezones, después bajó por el interior de mis muslos, me hizo separar las piernas, recordaba mi raja depilada, jugó con mis labios vaginales, sentía cosquillas, de repente noté un pene rozando mis nalgas. Me asusté ya que la voz de mi marido parecía haber salido por el lado opuesto y además, por el roce parecía un pene más grande pero pensé en el “juguete”. De repente se marchó y lo noté frente a mí, empezó a rozar mis labios vaginales que para entonces ya estaban empapados.
– ¿Qué te parece la polla de Jorge?
Jorge era un amigo suyo de la infancia, soltero y golfo donde los haya, este vivía en Sevilla y además hacía mucho tiempo que no sabíamos nada de él, por lo que pensé que seguía poniéndome a prueba para que me quitase el pañuelo de los ojos. Decidí seguirle el juego…
– Me gusta, amo.
– Si es así, arrodíllate y comételo, pero sacando la lengua, chupándole los huevos, como una gran puta.
Me arrodillé, seguía mosqueada porque la voz parecía estar más alejada, pero tampoco me podía imaginar otra cosa. Me coloqué la boca a la altura del gran rabo y al tocarlo definitivamente me di cuenta que esa polla no era la de mi marido. Cuando fui a reaccionar, la persona me cogió la cabeza y me clavó su miembro entero en la boca. Fue cuestión de segundos, sentí una boca en mi pecho derecho, una mano pequeña como la de una mujer acariciándome mi otro pecho y las manos inconfundibles y expertas de mi marido en mi excitadísima y encharcada raja, jugando únicamente como él sabe, con mi clítoris. Tuve que seguir, ya sé que parece increíble, pero ya no había marcha atrás. Me manipularon como una autentica muñeca hinchable. Lamí ambas pollas, me introdujeron ambas por ambos agujeros, mientras lamía un coño de una chica o mujer. La sensación de que hubiera por medio una mujer era aun más morbosa, excitante, innovadora… Vamos, que gocé lamiendo la raja de esa mujer, que dicho de paso, la tenía también totalmente depilada. Tras varios orgasmos seguidos y tener el coño y ano escocidos, mis “torturadores” decidieron acabar con la farsa. Me hicieron ponerme de pie y el tal Jorge hablo:
– ¡Muy bien esclava, acabas de ganar 300€! ¿Qué te ha parecido?
No sabía que contestar. Se rieron y habló ella.
– ¿Tienes ganas de ver la cara de tus amos?
Afirmé tragando saliva.
– Pues las verás en la próxima sesión, pero ya será una sesión menos familiar- dijo riendo.
Se fueron, mi marido se me acercó y me pidió que me quedara allí mientras despedía a “nuestros invitados”. Fue oírles salir de la habitación y me quité el vendaje.
La cama estaba deshecha, la cámara de video abierta, o sea se habían llevado la cinta y los 300€ encima de la mesilla. Entró mi marido y me dijo:
– Hemos quedado el sábado, cariño.
– Vale cariño y, gracias por tu sorpresa.
– De nada mi amor, y ahora vámonos a gastar esa pasta en una buena cena.
Se me acercó y me besó. Desde entonces cumplo encantada mi total sumisión hacia él.
Besos.