Relato erótico

“Zorreando” en vacaciones

Charo
12 de diciembre del 2019

Empezaron las vacaciones y fueron a la playa. Son una pareja muy sensual y sexual y a ella le gusta provocar a los hombres. A su marido le gusta, y alguna vez le ha dicho que le encantaría verla follar con otro.

Isabel – Granada
Era un día de vacaciones y decidimos ir a la playa con mi marido para broncearme y descansar un poco del trabajo, nos alojamos en un hotel donde la mayoría de huéspedes son extranjeros y nos asignaron una habitación un poco alejada de las demás, pero con una vista maravillosa al mar. Tenía un balcón que se divisaba perfectamente el mar y también las demás habitaciones.
Cuando llegamos a la playa nos bañamos un rato. La playa estaba casi llena de extranjeros, algunos de buen porte pues casi siempre me fijo en eso porque me gusta llamar mucho la atención de los hombres y a mi marido le gusta que me miren, nos gusta exhibirnos y por eso usé para estas vacaciones un bikini diminuto, ya que tengo buen cuerpo. Soy delgada, con unos pechos grandes, redondos y bien tiesos, e igualmente mis glúteos son redondos, proporcionados para mi cuerpo. Para cubrirme la cara del sol llevaba una pamela y también unos lentes oscuros.
Me tendí en una de las sillas de la playa para broncearme y mi marido estaba a mi lado también bronceándose un poco. De pronto levanté la cara para mirar un poco el panorama y había un turista de unos 45 años bien parecido, de buen cuerpo, que me estaba mirando y cuando él notó que yo lo estaba mirando, alzó un vaso de refresco que tenía en su mano, como en acción de brindis y de ofrecimiento. Yo le sonreí discretamente percatándome que mi marido no se diera cuenta. Comprendí que a aquel tío le había gustado y empecé a exhibirme como siempre lo hago cuando un hombre me llama la atención. Me solté las tiras del sujetador para que se vieran un poco mis tetas y la tira del tanga me la enterré más entre mis nalgas, levantando un poco mi culo y lo miré entre por encima de las gafas. Aquel hombre no paraba de mirarme, y de pronto mi marido me dijo:
– Voy un rato al agua, ¿me acompañas?
Yo le dije que prefería quedarme un rato más tomando el sol, pero la verdad era una disculpa para poder quedarme sola y hablar con aquel hombre y efectivamente así sucedió. Cuando mi marido estaba en el agua, el hombre se acercó a mí y me preguntó mi nombre. Yo le contesté que me llamaba Isabel y él Terry. Me preguntó donde estaba hospedada y le dije el nombre del hotel contestándome él:
– ¡Que casualidad, estoy en el mismo hotel! ¿Y en qué habitación?
Yo le contesté que en la 402 y él me respondió que en la 400.

– Estamos una habitación de por medio – dijo – ¿Y él es tu marido? – le dije que sí y él añadió – ¿Esta noche donde vas a estar?
– Creo que vamos a estar un rato en la discoteca – contesté.
– Entonces yo estaré allí también esta noche – me dijo, yo sonreí y añadió – Bueno, nos vemos esta noche – y se marchó nuevamente a su silla.
Cuando regresó mi marido, me preguntó qué estaba hablando con aquel hombre y yo le respondí con una mentira cualquier cosa. Al regresar a la habitación, nos duchamos y mi marido me dijo:
– Quiero que esta noche te veas bien sensual para la disco.
La verdad era que yo ya había pensado eso imaginando en el encuentro que iba a tener. Me había bronceado un poco y tenía un color muy bonito por lo que entonces decidí ponerme un vestido rojo, que es mini falda bien pegado a mi cuerpo, con la espalda totalmente descubierta y por eso siempre me lo pongo sin ropa interior para que no se marque, añadí unas sandalias negras de plataforma, bien altas, lo que hacia ver mis piernas mas largas y mi figura estilizada, me recogí el cabello para dejar mi espalda descubierta y me puse un maquillaje apropiado para la noche.
Cuando llegamos a la discoteca Terry aun no había llegado, mi marido pidió un par de copas, estuvimos hablando un rato y me decía lo bien que me estaba así vestida, que estaba muy sensual aunque daba la impresión que estaba así para otra persona, pues no hacía más que mirar a la entrada esperando que llegara Terry. De pronto vi que entró en compañía de dos amigos más y al verlo mi corazón empezó a latir más rápido, las manos me sudaban. Iba vestido con un pantalón negro y una camisa también negra que estilizaba su figura y resaltaba su cabello rubio.
Los otros dos hombres, la verdad no me percaté como iban vestidos. Se sentaron justo en una mesa frente a la nuestra y yo disimulaba para que mi marido no notara nada. Cuando la música sonó, mi marido me invitó a bailar. Bailamos frente a ellos, yo lo miraba disimuladamente y él y sus amigos estaban extasiados mirándome. Al terminar la canción nos sentamos y mi marido me dijo:
– ¿Te has fijado como te miraban esos hombres que están en la mesa del frente?
Yo muy ingenuamente, le dije que no y seguimos hablando de muchas cosas, pero Terry seguía mirándome y de pronto le dije a mi marido:
– Sí, he notado que me miran mucho.
– Es que estás muy guapa – me contestó y añadió tras una breve.
– Oye, tú siempre has tenido la fantasía de querer estar con otro hombre conmigo al lado… ¿Quieres que lo realicemos en este sitio?
Yo me quedé mirándolo y no le respondí nada, pero aceptaría gustosa estar con Terry. Mi marido siguió insistiendo en la idea hasta que me dijo:

– Si quieres podemos invitar a los hombres de la mesa del frente, parece que le has gustado mucho, pues no han hecho otra cosa más que mirarte desde que llegaron, sobre todo el hombre rubio de la camisa negra que es el que más te mira – y de pronto mi marido añadió – Ya vengo, voy al baño, no tardo nada.
Terry aprovechó esto para saludarme e invitarme a bailar:
– Hola, ¿como estás?
– Muy ansiosa por verte- le contesté.
– Estás muy guapa esta noche – me respondió – y mis amigos quieren conocerte.
– Más tarde – le dije yo.
Me apretó contra su pecho y así seguimos bailando y como ya he dicho que mi vestido tenia un escote tan profundo en la espalda que casi se podía ver el principio de mis nalgas, noté como Terry iba deslizando suavemente su mano en mi espalda hasta introducirla por el vestido, y como no llevaba ropa interior, empezó a acariciar mis nalgas desnudas. Esto me fue poniendo a mil y me apreté más en su pecho mientras él seguía acariciando mi culo y yo sentía como su verga iba creciendo por debajo del pantalón.
Yo lo miré, después busqué su boca y lo besé suavemente diciéndome luego:
– Que trasero tan firme tienes, tus nalgas son muy hermosas, hoy en la playa pude admirarlas.
De pronto la música se terminó, yo regresé a la mesa y cuando me senté mi marido regresó. Yo estaba muy excitada, nerviosa, y creo que mi marido lo notó. Después seguimos bailando hasta que de pronto Terry se acercó a la mesa, yo lo miré con ojos de asustada pues si se había atrevido a llegar a la mesa era porque estaba decidido a muchas cosas. Se presentó a mi marido y le dijo que lo admiraba por tener una esposa tan guapa y sensual y si le permitía bailar conmigo. Mi marido aceptó y yo salí a bailar nuevamente con Terry, el cual volvió a tocar mis nalgas y esta vez se atrevió a meterme el dedo entre mis nalgas mientras yo, con disimulo, tocaba su verga por encima del pantalón.
– Oye – me dijo – me tienes ardiendo, estoy loco por probar este culo.
Yo le dije que sentía lo mismo y que si podía esta noche lo invitaba a mi habitación.
– Desde que te conozco es lo que más quiero – añadí.
Cuando regresé a la mesa, mi marido me besó sin saber por qué, fue un beso muy tierno y a la vez muy apasionado y me dijo:
– Me tienes loco y soy capaz de hacer lo que tú quieras solo para verte feliz y voy hacer algo que siempre has querido ¿vamos a la habitación? – y al preguntarle yo por qué tan pronto, él añadió – Te tengo una sorpresa, vamos.

Nos fuimos y cuando llegamos a la habitación, sonrió y me dijo:
– Quiero que te pongas bien puta, que te pintes como una perra y te peines igual.
Mi marido siempre me está comprando ropa muy exótica para jugar los fines de semana y a mí me encanta este juego así que me coloqué unas botas negras brillantes, hasta las rodillas, con tacón muy alto y una plataforma súper gruesa, un tanga hilo dental diminuto, negro, y un chaleco negro con tachuelas que me deja los pechos al aire y en el cuello me anudé una gargantilla negra, me puse un antifaz negro y el cabello me lo alboroté quedando como una gata en celo. Entonces me acerqué a mi marido y le dije:
– Bien ¿a qué quieres jugar?
– Quiero que te asomes al balcón así vestida – me dijo mi marido yo lo miré sorprendida.
– Pueden verme, hay gente todavía afuera – le dije.
– No importa que te vean, quiero que vean las tetas y el culo tan hermoso que tiene mi mujer – y cuando así lo hice, me dijo – Quiero que camines por todo el balcón.
Todas las habitaciones que había allí estaban ocupadas y me daba un poco de miedo que saliera alguien de alguna habitación y me viera desnuda. En la playa aun había gente con fogatas y yo hice todo lo que mi marido me pidió mientras él se meneaba la verga excitado de ver como me exhibía casi desnuda por aquel balcón, pero de pronto vi que venía Terry con sus amigos, entré y le dije a mi marido:
– Viene el turista y puede verme.
– No importa que te vea, para eso tienes un culo espectacular y unas tetas hermosísimas para que él y todos sus amigos te vean.
Cuando lo vi, recordé lo que me había hecho en la discoteca y no me importó que me vieran, además yo le dije a mi marido:
– Mi amor ¿me dejas tener mi fantasía con él?
– Está todo preparado para que cumplas tu fantasía – me contestó él.
De pronto sentimos que golpeaban la puerta. Era Terry y sus amigos. Yo corrí al baño a esconderme mientras mi marido les abría. Entraron los tres hombres, mi marido me llamó y me dijo:
– Quiero que salgas como estás vestida, quiero que vean lo hermosa que eres.
Yo salí del baño y al verme casi desnuda los tres hombres hicieron la misma exclamación, y entonces mi marido les dijo:
– Es toda vuestra, podéis hacer con ella lo que queráis y de paso cumpliréis el sueño que ella más desea.
Mientras tanto mi marido les sirvió una copa a cada uno y brindaron por lo que podía pasar. Yo les pregunté qué querían hacer y ellos dijeron que querían verme bailar como en la discoteca, y encendiendo un equipo de música, me subí a una mesa que había en la habitación y empecé a bailar. Los tres hombres estaban alrededor de la mesa y yo pasaba mi culo por la cara de cada uno de ellos y me tocaban, me pellizcaban y me daban azotes en las nalgas. Después un amigo de Terry me dijo que quería que les mostrase el agujerito y yo, inclinándome un poco, separé mis nalgas y corrí un poco la tira del tanga y entonces sentí algo mojado rozando mi ano y cuando miré era la lengua del amigo de Terry que estaba lamiéndomelo.

– Yo quiero probar este ano tan apretado y pequeño, ven perra que te lo voy abrir – dijo de pronto Terry.
Me bajé de la mesa y me arrodille en un sofá, Terry sacó de su pantalón una verga larga y tiesa, no era muy gruesa pero de buen tamaño, y empezó a golpear mis nalgas con ella mientras tanto el otro amigo se colocaba a mi lado, también con la polla fuera. Yo, con mis manos, se la acaricié y luego me la llevé a la boca. De pronto miré a mi marido y vi que estaba filmando todo lo que estaba pasando y en su rostro se veía la satisfacción. Después le dije a Terry:
– Quiero me abras el culo, pero con cuidado que tengo el ano muy estrecho.
Poco a poco, Terry fue introduciendo su verga en mi culo, después de haberlo lubricado con una crema que había en la mesa de noche. Se movía de una forma espectacular y mis tetas se balanceaban al mismo ritmo. Yo seguía mamando la verga del amigo y de vez en cuando me la sacaba para mamar la verga del tercer amigo. Todos nos movíamos al unísono y entre gemidos llegamos al orgasmo, dejándome llena de leche mientras mi marido de nuevo filmaba mis hazañas.
Estando todos satisfechos y yo con mi sueño cumplido con creces, los amigos se despidieron de nosotros y al estar solos, mi marido me folló como nunca. Fue una experiencia inolvidable.
Besos de los dos.

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