Relato erótico

Y sigue la fiesta…

Charo
18 de abril del 2020

Nos cuenta la segunda parte de su encuentro con una maravillosa mujer que conoció en un Centro Comercial. Siguen viéndose y el sexo es bestial.

Alejandro – Bilbao
Amigos de Clima, os recuerdo que me llamo Alejandro, soy de Bilbao y lector de vuestra revista desde hace muchos años y reconozco que me he calentado mucho leyendo las experiencias de otros lectores, además de para hacerme unos buenos pajotes también me ha servido para entender mejor a las mujeres. Como ya os conté, Marisa y yo nos conocimos en un centro comercial, ambos íbamos solos con nuestros carros para hacer la compra de la semana, yo me fijé varias veces en ella y ella también se fijó en mí, por lo que me dijo luego. En la zona de los licores ambos paramos para ver que había y que comprar y para no alargarme diré que nos entendimos, fuimos a mi casa y follamos como locos, cosa que ya conté, repito, en mis dos cartas anteriores.
Ya en su casa, fuimos a la cocina y mientras preparaba la cafetera, acercándome a ella, la abracé y empezamos a besarnos. Me besaba como loca y me decía que no estaba bien pero que le gustaba. Yo ya estaba como una moto y le dije que me daría mucho morbo follármela en su cama de matrimonio y me contestó que estaba loco pero que a ella también le gustaría. Besándonos le pedí que me llevase hasta su cama así que me cogió de la mano y fuimos a su dormitorio donde, sin parar de besarnos, nos desnudamos como pudimos y nos tumbamos encima de la cama.
Marisa estaba salida y fuera de sí por la calentura así que sin preámbulos me tumbó de espaldas y se empaló en mi verga. La situación era súper morbosa pues estaba totalmente espatarrada encima de mí clavándose la polla tan adentro como podía y con sus tetas yendo para todos los lados. En muy poco tiempo se corrió chillando, hipando e ida del todo. Al rato se dejó caer hacia adelante lo que aproveché para juntarla a mi pecho y besarla, a la vez que le decía cosas dulces. Marisa de dejó querer y se acurrucó en mi pecho hasta que, en un momento dado, se echó a llorar. Me asusté y pregunté qué pasaba y ella me contestó que la hacía muy feliz pero que no era justo que le hiciese esto a su marido después de tantos años.

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Yo callé, pero seguía empalmado así que me rocé con su pierna para que me notara la erección, Marisa la notó se rió diciendo que era un perfecto cabrón, que no pensaba nada más que en follar y yo le dije que con una mujer como ella sería idiota que no lo hiciese. Tal como estábamos, se dejó caer un poco y empezó a chuparme la polla. Nunca me lo había hecho pero como no me importó, girándola hicimos un 69 quedando a mi alcance su coño, peludo, rojo, inmenso, precioso y aunque todavía estaba con mi leche y lleno de su corrida, no me volví atrás y chupé y chupé, mordiendo su clítoris y pasando mi lengua por sus labios e incluso por su culo. Marisa otra vez chillaba y no paraba de moverse diciendo cosas ininteligibles, subiendo y bajando sus caderas encima de mi cara. Al fin se corrió gritando de nuevo pero como pareció relajarse le insistí para que siguiera chupando porque mi corrida estaba también cerca. Al poco me fui entero en su boca, Marisa se lo tragó todo sin dejar nada, succionando para sacarme hasta la última gota y dejándome roto.
Ahora sí que nos tumbamos cansados y relajados, cubriéndonos con la ropa de la cama y así estuvimos un rato pegados el uno al otro adormilados hasta que me levanté para ir a mear al baño. Marisa al poco rato vino también y se puso en el bidet a lavarse el coño pero yo le pedí que no lo hiciese porque me encantaba verla y sentirla llena de nuestras corridas, que era muy excitante y solo de olerla me empalmaba de nuevo.
Dijo que estaba como una cabra así que me fui hacia ella y tal como estaba la atraje hacia mí y le comí el coño otra vez. Marisa se despatarró y se dejó hacer y cuando estaba mojada a tope la hice levantar y me senté yo en el bidet haciéndola sentarse encima de mi polla y así enchufada hice que se moviera para sentirla dentro. Estuvimos un rayo besándonos, chupándonos, yo comiéndome las tetas y se corrió para al hacerlo se relajó tanto que me meó encima, una meada caliente, larga, que no pudo parar y cuando acabó estaba como desmayada, ida totalmente.
Cuando reaccionó estaba toda avergonzada por ello, pero yo me reía y levantándonos nos metimos bajo la ducha donde nos enjabonamos, frotamos bien y aproveché para meterle mano de nuevo. Estaba toda sensibilizada y se la veía incómoda por lo que salimos de la ducha, me dejó un albornoz de su marido, no fuimos a la cocina y allí me sacó una cerveza, un poco de embutido y estuvimos comiendo y charlando. Me dijo que lo que estaba haciendo era una locura y no podía ser que nos volviésemos a ver, por lo menos en su casa, pues era un riesgo demasiado grande. Yo asentí y le dije que podíamos vernos en mi casa habitualmente o bien buscarnos algún lugar discreto.

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Marisa empezó a tranquilizarse y tal y como estábamos, en bata en la cocina, la atraje hacia mí y a besé. Ella se dejaba hacer y me decía que yo era incansable, pero respondía a mis besos cada vez más animada hasta que ya era un morreo en condiciones. Con las manos recorrí sus pechos y desabroche su bata dejándola casi desnuda. Marisa tampoco paraba quieta y su mano llegó a mi aparato, que estaba flácido, pero con sus meneos se iba animando hasta estar casi empinado. De cualquier manera tiramos las batas en el suelo de la cocina y apoyada en la encimera froté mi polla en su coño hasta que ya no aguantaba y me pidió que la volviera a follar. Yo no me hice de rogar y despacio se la metí de nuevo. Marisa gemía bajito pero pedía más y entonces empecé a machacarla a toda velocidad y aunque ella se corrió intensamente, a mí me costó bastante por lo que seguí follándomela hasta que ella se volvió a animar y a excitarse y casi coincidió mi corrida con la suya y allí quedamos en medio de la cocina, desnudos, reventados y llenos de sudor.
Marisa, entonces, miró el reloj y se preocupó pues era tarde y aunque pensó que su marido tardaría todavía en volver no quiso correr riesgos, me mandó vestirme y que me fuese. Me vestí corriendo pero antes de irme le pedí un teléfono de contacto, me dio el del móvil y el fijo pero me pidió que intentase llamarla a casa por la mañana, que es cuando puede hablar. Pregunté cuando volveríamos a vernos y me contestó que ya lo hablaríamos. Al día siguiente llamé a las diez de la mañana, le dije que estaba deseando verla de nuevo pero ella me dijo que a la media hora de irme había vuelto su marido y que casi no tuvo tiempo de recoger nada y además ese día él venía con ganas de sexo también, lo que es inusual, así que tuvo que hacer tripas corazón y follar con él pese a que tenía el coño escocida de todo lo que habíamos follado ella y yo antes.
Su marido quedó conforme y le dijo que la veía más guapa que de costumbre. Marisa me dijo que el sexo parece que rejuvenece pues sus amigas también la han notado más animada.
Desde entonces somos amantes. Nos encontramos todas las semanas por lo menos dos veces en mi casa y alguna que otra tarde la recojo en algún centro comercial y nos vamos con el coche a algún sitio de parejas a charlar y como mínimo me hace una mamada, aunque si el tiempo es bueno hemos llegado incluso a follar en el coche y en el exterior del mismo.

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Marisa ha abierto su mentalidad totalmente y está desinhibida, quiere recuperar el pasado cuanto antes y pese a que sigue enamorada de su marido, yo la complemento con el sexo que le falta. A veces aprovechando algún viaje de su marido por trabajo o que se iba de caza. me escapo a su casa furtivamente y me quedo a dormir allí, pero ha sido cuatro o cinco veces.
Lo que hemos hecho es compartir unas vacaciones. Ella pertenece a un grupo de señoras maduras, amigas de siempre, y todos los años se van de viaje con una agencia las seis o siete que pueden. Van, sin marido, cada año a un sitio diferente a parte de las vacaciones oficiales con sus consortes y este año tocaba ir a Turquía. Además, como las componentes eran impares, una debía tener una habitación individual Marisa se las arregló para ser ella la non y yo para ir a la misma agencia y apuntarme en ese viaje.
Al principio hicimos como que no nos conocíamos hasta que, coincidiendo y haciéndome el simpático, iba a todas partes con ellas y por las noches deshacía mi cama y luego me iba a dormir y a follar con Marisa. Incluso un día que nos dieron libre ella puso de excusa que estaba mala para irse conmigo a solas, lo pasamos muy bien y follamos hasta hartarnos.
En este viaje, una de sus amigas, casada también, se me insinuó, a Marisa le hizo mucha gracia porque esa señora era la rectitud en persona y teóricamente muy enamorada de su marido. Entonces Marisa dijo que debía follármela también y así, si algún día descubría algo de lo nuestro, podría taparle la boca. Una noche me fui a su habitación y también follé con ella.

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Es todo lo contrario que Marisa, más joven pero mucho más viciosa. Está acostumbrada a otro sexo distinto y que a mi no me gusta, prefiero pasar tiempo y no solo el aquí te pillo aquí te mato. Pero supongo que la dejé satisfecha pues de hecho nos hemos encamado otro par de veces a la vuelta, siempre con el consentimiento de Marisa, que no es nada celosa.
Así sigue nuestra vida, yo tengo varias amigas con las que me veo y me acuesto, pero la que más me llena y a la que más cariño tengo, es a Marisa. De momento su marido no sospecha nada y está feliz de verla tan guapa y tan contenta. Pero Marisa me ha planteado convencerle, y no sabe como para que le permita que sea yo su sustituto en el sexo. Si las cosas cambian en un futuro, ya os lo contaré.
Un abrazo muy fuerte.

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