Relato erótico
Y me siguen gustando las maduras
Lo que nos cuenta ocurrió hace unos años. Tenía una vecina que le volvía loco y se pajeaba pensando en ella. Una cena con toda la comunidad de vecinos fue el inicio de un “sexo de locura”
Alejandro- Alicante
Este relato que voy a compartir con vosotros es completamente real y me sucedió hace 10 años. Todo comenzó cuando tenía 20 años, en ese momento y actualmente me encantan las mujeres maduras, pero en aquella ocasión fue con una vecina que me volvía loco.
Buscaba cualquier excusa para verla o me la encontraba en los pasillos del edificio, la obsesión era tal que sabia las horas de sus salidas y llegadas y siempre salía a su encuentro pero siempre era un simple:
– Hola, ¿cómo estás?
Yo me volvía loco nada más de verla. Era una mujer impresionante y a pesar de tener dos hijos estaba buenísima. Todo lo tenía en su lugar y lo que más me gustaba era como se vestía, siempre iba muy sexy. Todo lo que se ponía lo combinaba con zapatos de tacón alto y eso me excitaba demasiado (aún me encantan esos zapatos). Solamente veía sus zapatos y se me ponía tiesa, y por lo tanto, acababa haciéndome una buena paja. Pensaba que me la follaba y me corría como un cerdo.
Un día en el edificio hicieron una reunión para un tema del parking, y como en mi casa no podía ir nadie fui yo. En cuanto llegó ella, ya me puse nervioso. Teresa, que así se llamaba, iba vestida con un vestido sencillo, pero muy ajustado, y como no, sus reglamentarios zapatos de tacón alto. Se le notaba que acababa de darse un buen baño y su pelo aún estaba mojado. En resumen, me la hubiera tirado allí mismo. Además se sentó delante de mí.
Empezaron a hablar todos los vecinos, y reconozco que no me enteré de nada. Toda mi atención estaba centrada en poder verle las bragas cuando cruzara las piernas, pero no había forma. De pronto ella se dio cuenta que yo estaba totalmente embelesado mirándola, me sonrió e hizo todo lo posible para que pudiera ver bien su entrepierna.
Como estaba muy nervioso, me pareció que llevaba unas bragas negras, pero cuando se puso más “cómoda”, vi claramente que la muy guarra no llevaba ropa interior, y lo que me habían parecido unas bragas, era el felpudo de su coño.
Cuando terminó la reunión, se acercó para saludarme y de pronto se acercó y me dijo al oído:
– Ya se que no me has quitado el ojo de encima. Me ha excitado que me miraras de esa forma. Me imagino que esta noche a lo mejor piensas un poquito en mí.
Por supuesto que aquella noche, me hice una de las mejores peladas de mi vida.
Durante los siguientes días, cada vez que me la encontraba, me daba un besito en la mejilla, pero el último día me preguntó desde cuanto tiempo hacía que me la miraba de aquella “forma”. Le contesté que desde que me empezaron a gustar las mujeres, que me parecía una mujer espectacular y desde entonces era la inspiración de mis fantasías.
Aquel día llegué el primero a la fiesta, no quería perderme su entrada, yo estaba con mi familia completa (papá, mamá y hermano) y ella llegó con su esposo e hijos. Su entrada fue impactante todo el mundo la vio, me miró y pasó por delante de nuestra mesa para que la viera bien mientras saludaba a mis padres.
Su mesa estaba al lado de la nuestra y se sitúo donde yo la pudiera ver bien. Llevaba un vestido rojo por encima de las rodillas y con una cremallera que quedaba abierta cuando llegaba a sus magnificas tetas. Sus zapatos eran de un tacón de aguja y muy altos.
Durante la cena cruzamos algunas miradas y poco a poco el ambiente general se fue caldeando. Las copas corrían que daba gusto y cuando empezó el baile todo el mundo estaba muy “alegre”. Al final perdí la vergüenza y me decidí a sacarla a bailar. Le dije a su marido si no le importaba y por supuesto él me dijo que no.
La cogí del brazo y poco a poco nos fuimos alejando de las mesas de nuestras familias. En un momento en que no nos miraba nadie, la muy cachonda se restregó contra mi paquete y gimió cuando notó la dureza de mi polla.
Rápidamente se separó y despues de bailar un par de piezas más, nos fuimos a sentar, no sin antes decirme al oído que cuando empezaran las actuaciones que estaban previstas, me dirigiera a la habitación del conserje que ella vendría en cuanto pudiera.
Al cabo de un cuarto de hora más o menos, les dije a mis padres que iba al baño y a dar una vuelta por el jardín ya que la bebida se me había subido a la cabeza. Salí despacito y fui directamente a la habitación del conserje. Teresa tardó unos diez minutos en llegar.
Cerró la puerta y sin darme tiempo de nada me dio un morreo de locura mientras con sus manos me bajaba la cremallera del pantalón, cogía mi polla y la sacaba fuera. No dejaba de besarme, pero mientras tanto me pajeaba despacito. Mi tranca estaba a punto de explotar.
Entonces Teresa, como gata vieja, paró y mirándome con cara de guarra me dijo:
-Me parece que si sigo tocándote te vas a correr y primero quiero que me hagas disfrutar a tope.
Dicho esto, se levanto el vestido, se bajo y dejo al aire su coño peludo pero muy bien arreglado. Se abrió de piernas y me dijo que le comiera el chocho.
Yo, por mi edad, no lo había hecho nunca, pero me la había pelado muchas veces viendo películas porno. Se lo conté y Teresa me dijo:
– Déjate llevar por mi, y seguro que te voy a convertir en mi come coños especial y amaestrado.
Con una de sus manos se apartó los labios del chocho y la otra la puso encima de mi cabeza, mientras me señalaba su pipa hinchada y me decía que era allí donde debía “trabajar” despacito, con la lengua y chupando de vez en cuando.
En cuanto estuve colocado y vi aquella hermosa almeja sonrosada y palpitante, me amorré como un loco. Mi lengua se paseaba haciendo circulos alrededor de su clítoris. Teresa empezó a gemir y entre susurros me indicaba que lo chupara con fuerza y rapidez, Yo segúia sus instrucciones hasta que ella apartaba mi cabeza.
Noté que se estaba poniendo muy caliente y decidí liberar su mano de mi cabeza y lamer y chupar todo su chocho. Le metía la lengua dentro de su cueva y chupaba y lamía su pipa.
Teresa empezó a respirar entrecortadamente y a suspirar y me di cuenta que iba a correrse. Entonces me dedique en exclusiva a su clítoris. La muy putona no paraba de moverse y de pronto me dijo que se corría. Quiso apartar mi cara, pero yo no quise, me coloqué en la boca de su coño y esperé su corrida para paladearla. Se corrió como una cerda, y sus caderas seguían moviéndose espasmódicamente.
No tenía experiencia, pero intuí que quería más, por eso, cuando ella quiso levantarse, volví a lamerla despacito. Aquella vez se volvía loca, me decía que tenía el clítoris tan sensible que si seguía asi se podía correr muchas veces. Decidí probarlo.
Con solo un par de lametazos en su pipa, se corrió y seguí hasta que conseguí que se corriera por lo menos tres veces más. Estaba cansada, pero me hizo sentir que su coño aún palpitaba, pero que quería darme gusto a mí.
Se levantó de la silla, me bajo los calzoncillos y los pantalones y dejo que mi gorda y tiesa polla y mis huevos hinchados se quedaran fuera.
Se arrodilló y empezó a comerme los huevos con una maestría que casi me corro. Paró un momento y me montó. Se clavó la polla en el coño y me folló hasta que le dije que iba a correrme.
Se bajó rápidamente y se dedico a besarme, consiguiendo con ello que las ganas de vaciarme que tenía se aflojaran un poco. En cuanto lo noto, se puso otra vez de rodillas y mientras con una mano me acariciaba los huevos, con su boca y su otra mano me estaba haciendo la mejor mamada que me habían hecho hasta entonces. Máxime si tenemos en cuenta que solo me la habían chupado unas tres o cuatro veces y eran compañeras de instituto que no tenían la experiencia que Teresa tenía.
Era una paja y una mamada lenta que me estaba proporcionando un gustazo de muerte. De pronto paró y me dijo:
– Mira como babea de gusto tu polla. Ahora lo que quiero es que me des toda la leche que tienen tus cojones almacenada. La quiero para mi.
No sé que me pasó, pero en cuanto oí aquello y con la marcha frenética de la mano de Teresa, no pude aguantarme más. Le solté tal cantidad de leche que Teresa no podía tragársela y dejaba que cayeran hilillos por la comisura de sus labios.
Quedé rendido, sin fuerzas para nada, pero la muy guarra, se levanto y con una cara de vicio que asustaba me dijo que estaba tan caliente que tenía que comerle el coño otra vez hasta que la dejara satisfecha.
Yo aun estaba medio atontado, pero ella se puso de píe, me dio la mano y me llevó hasta un sofa viejo que tenía por allí en conserje. Me tumbo y poniendo una rodilla a cada lado de mi cara, dejó su chocho encima de mi cara y gritando me dijo:
-Chúpalo, cómetelo, destrózalo, haz lo que quiera pero quiero correrme.
Verla de aquella manera me puso cachondo y chupé, comí y lamí su coño como un loco. Se corrió por lo menos tres o cuatro veces, pero estaba tan salida que cada vez que se corría, me lo restregaba por mi cara y se metía mi nariz dentro de su agujero. Nos volvimos locos los dos y como no, mi polla reaccionó. Cuando Teresa lo vio, me cabalgó como una posesa hasta que me corrí y ella también.
Nos arreglamos como pudimos y ella decidió volver al salón, pero yo de dije que avisara a mis padres que me iba para casa que no me encontraba bien.
Aquella noche fue el principio de una loca relación de sexo, que no podré olvidar por tiempo y tiempo que transcurra.
Un beso para todos.