Relato erótico

Y después la fiesta

Charo
22 de julio del 2019

La conoció en la universidad, hablaron y ella le invito a una fiesta, le dijo que también iría una amiga suya. Aceptó y él invito a un amigo para ir aparejados. Se podría decir que fue una noche “loca”.

Julio – Salamanca
Mi nombre es Julio y lo que les voy a contar sucedió hace un par de años. Estaba en el último año en la universidad y por aquel entonces conocí a una chica. No era una mujer diez, pero tenía unas tetas grandes y bien puestas, se llamaba Raquel. Solíamos hablar y un día me invitó a una fiesta para el siguiente fin de semana. Dijo que llevaría una amiga y yo invitaría a un amigo.
El día indicado llegó y fuimos a buscar a Raquel en el coche de David. Estaba muy guapa, llevaba una minifalda, un top ajustado y medias negras, estaba muy sexy.
Ahora tocaba ir a buscar a Sofía. Hay que decir que David estaba inquieto pensando en que su acompañante no fuera tan atractiva como Raquel por lo que, por el camino, me empezó a insinuar que hubiera sido mejor que él hubiera acompañado a Raquel.
Bromeamos durante el trayecto y cuando llegamos nos quedamos con la boca abierta. Era guapísima, nunca había visto un cuerpo tan bien repartido en tan solo 1,60 de estatura. Sus tetas y su culo eran preciosos.
Hay que decir que ahora el que deseaba cambio de pareja era yo, sin embargo nunca me atreví a mencionarlo por caballerosidad con mi pareja. Nos encaminamos a la fiesta y desde que llegamos no paramos de bailar. Los bailes, en realidad, no tuvieron mucho de erotismo ya que el ambiente no lo permitía sin embargo, cuando me era posible, miraba de reojo a Sofía, que bailaba de maravilla.
En un momento en que las chicas fueron al tocador, David y yo comentábamos lo buenas que estaban las chicas y que el plan sería tratar de convencerlas de ir a un hotel saliendo de la fiesta. Cuando las chicas regresaron, continuamos bebiendo y bailando hasta que yo le pregunté a Raquel si no le gustaría ir a otro lugar ya que la fiesta empezaba a ponerse aburrida. Ella, de inmediato, me respondió que era una excelente idea y que había tardado mucho en proponerlo.
En ese momento dejamos de bailar y le dije a David que nos fuéramos. Ellos, sin saber de qué se trataba, nos siguieron confundidos por nuestra actitud. Subimos al coche, Raquel y yo atrás y David y Sofía delante. David me preguntó qué rumbo tomar y le dije que nos llevara a la “parroquia”, que era el nombre que le dábamos al hotel al cual acudíamos los estudiantes de esa universidad. El se limitó a sonreír ya que ninguna de las chicas sabía que la “parroquia” era un lugar de placer, un mueblé. En cuanto arrancó el coche, Raquel y yo nos enfrascamos en una batalla de besos apasionados, intercambiando nuestras lenguas. Mis manos empezaron a buscar sus senos y fácilmente llegué a ellos. Se los masajeaba, primero con suavidad y después con más fuerza, por encima de la ropa sin dejar de besarnos. Poco a poco la fui recostando sobre el asiento y pude meter mi mano por debajo de su blusa. Su piel estaba calentita y con un olor delicioso debido a su perfume.
Finalmente llegué a sus pezones y quedé asombrado por su tamaño y dureza. Ella empezó a jadear cuando se los apreté, mientras le besaba el cuello. Le pude quitar la blusa y desabrochar el sujetador por delante y eso me dejó ver dos enormes y hermosos pechos para mi solito. Una vez que los admiré, empecé a besarlos y recorrerlos con la lengua en todo su contorno y hasta los pezones. En el coche y a pesar del ruido de la música que había puesto mi amigo, yo solo escuchaba los jadeos de mi compañera.
– ¡Sí, así… oooh… muérdemelos… aaah…! – decía entre gemidos…

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Eso me volvió loco y empecé a bajar mis manos buscando su parte baja. Sin dejar de besarle los pechos y con las manos de ella en mi cabeza, logré por fin llevar mis manos hasta su entrepierna. Llevaba puesto un liguero, cosa que a mi me excita muchísimo y después de conocerlo a través del tacto, encaminé mis dedos a su monte de Venus, el cual era impresionante ya que tenía muchísimos pelos. Para entonces ya estaba muy mojada y se podía sentir por encima de sus bragas. Raquel estaba fuera de control y con suaves movimientos pegaba su pubis a mi mano y no dejaba de gemir:
– ¡Así… aaah… así… así… qué bueno… aaaah…!.
Para ese momento yo tenía una erección impresionante y no encontraba la forma de decirle que me la sacara. Nunca me he podido acordar del momento en que nos acomodamos. Ella estaba boca arriba, con los pies fuera de la ventanilla y yo estaba encima de ella. No le quité los bragas ni ella me tocó ni siquiera por accidente, sin embargo el cachondeo que llevábamos me tenía al borde de la eyaculación. Seguramente nuestros acompañantes se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo pero, afortunadamente, nunca fuimos interrumpidos.
Cuando llegamos al motel, Raquel se incorporó, se colocó bien la ropa y al darse cuenta de que estábamos en un hotel, solo sonrió. Sofía, al contrario, puso cara de asombro y desconcierto pero, afortunadamente, mi pareja la calmó diciéndole que no sucedería nada si ella no quería. Para fortuna mía, el administrador del motel nos dijo que solo había una habitación disponible, lo cual nos permitió entrar a los cuatro a cambio de una propina. Una vez dentro de la habitación, Raquel y yo nos dirigimos de inmediato hacia la cama mientras David y Sofía se quedaron sentados en una pequeña antesala. Raquel se acostó y me pidió que la desnudara. Empecé por quitarle los zapatos y acariciarle los pies, momento que aprovechaba para separar sus piernas y ver su entrepierna con una mancha de humedad en sus bragas. Mis caricias siguieron por sus piernas y pude llegar hasta su liguero el cual era en verdad excitante. Bajé el cierre de la falda y la dejé solo con la blusa, bragas, medias y liguero. La coloqué boca arriba y con las nalgas en el borde de la cama, abrí sus piernas y arrodillado, empecé a besarla por encima de su braga. Ella, a pesar de la interrupción, no había perdido la excitación. Con mis manos aparté la braguita y sin quitársela, empecé a pasar mi lengua por su raja. Esto en realidad fue un logro, considerando la mata de vellos que tenía. Estaba mojadísima y gritaba:
– ¡Más… más… así… fuerte… avaha…!
Mi lengua había llegado a separar sus labios y con un mete y saca suave, estaba como loca. Recuerdo que incluso llegó a decirme “te amo”, cosa que, por supuesto, nunca creí. Yo continuaba entrando y saliendo con mi lengua con más rapidez y de vez en cuando saboreaba sus jugos maravillosos, mientras con el dedo acariciaba el agujero de su culo, descubriendo que le excitaba muchísimo ya que cada vez que lo tocaba ella respondía con un brinco y un suspiro.

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Mis caricias continuaron hasta que mi dedo ya estaba casi por completo dentro de su ano. Ella movía sus caderas maravillosamente, como si fuera de goma. Mientras tanto, me había sacado la verga del pantalón y me estaba masturbando. Sus manos apretaban mi cabeza contra su chocho y sus movimientos se hicieron más rápidos y fuertes. Mi dedo entraba y salía de su ano con mucha facilidad ya que se había dilatado. Mi lengua seguía entrando y saliendo también de su coño y de vez en cuando le acariciaba el clítoris. En ese momento se me ocurrió morder suavemente ese botoncito.
Ella pegó un grito que casi me hace levantar y salir corriendo, de no ser porque empecé a ver como se corría y me pareció lo más hermoso visto hasta ese momento.
– ¡Aaah… así, métemela hasta el fondo, fóllame!
Nunca supe cuanto duró pero fue maravilloso ver como se corría en mi cara. Después de unos segundos, ella se relajó y yo me puse de pie frente a ella. Abrió los ojos y me dijo:
– Eres increíble, gracias por este momento.
Todo era perfecto pero ya no había terminado aún y tenía un dolor tremendo en los huevos. Cuando bajé mi mano para acariciarme, ella se dio cuenta, sonrió y se sentó en el borde de la cama, se acomodó frente a mi polla y empezó por besarla en la punta. Después jugueteó con su lengua hasta que, poco a poco, empezó a meterla y sacarla de su boca. Yo sentía el roce de sus dientes en cada acometida. La tomé por la nuca y le ayudé con los movimientos mientras ella, con la mano, me masturbaba.
Disfrutaba como un loco y ni me acordaba de nuestros amigos.
Estaba disfrutando de la mamada cuando los vi entrar. Sofía se sentó en el otro lado de la cama y nos miró sorprendida. La verdad que a estas alturas hubiera sido un grave error dejarme distraer por ese detalle, así que yo seguí pidiendo que me la chupara más.
– ¡Así… chúpamela… métetela toda…!.
David me miraba pero sonrió cuando ellos empezaron a revolcarse en la cama, besándose y acariciándose. Omití mencionar que Sofía vestía también una falda, aunque no era mini. En su cachondeo, la falda se le subió hasta la cadera y pude ver las hermosas piernas y el hermosísimo culo respingón, que tenía.
Si ya estaba muy excitado por la mamada que me estaba haciendo Raquel, el ver a su amiga, me puso como loco y estaba a punto de correrme, cuando me dijo que no quería que lo hiciera en su boca. Se separó y dejó de masturbarme para que durara más. Seguidamente terminó de desnudarse y se acostó en la cama con las piernas abiertas. Yo, estaba desnudo y de inmediato me puse encima de ella que, con sus manos, llevó mi polla hasta su coño y me dijo:
– ¡Ahora sí, dale fuerte!

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Muy obediente, se la metí de un solo golpe hasta que mis huevos chocaron con sus nalgas y sin dejar de mirar a la otra pareja, que ya se había desnudado y seguían con sus caricias, empecé con el vaivén de mi polla. Raquel me apretaba y se movía de tal manera que estaba a punto de correrme. Estuvimos jugando unos minutos para retardar mi eyaculación, mientras nos besábamos y acariciábamos muy apasionadamente, intercambiando nuestras lenguas. Ella me apretaba las nalgas y me susurraba:
– ¡Así… así!
De repente empecé a sentir su respiración más agitada y las contracciones de su chocho, cerró los ojos y lanzó un largo gemido. Esto me animó a acelerar mis movimientos y empecé un largo chorro de leche al tiempo que le gritaba:
– ¡Muévete… muévete… tómala toda… toma mi leche…!.
Da mucho morbo ver que tienes la polla chorreando de sus flujos y los míos. Nos estuvimos besando por largo rato olvidándonos de nuestros compañeros de cama hasta que, ya relajados, le ofrecí algo de beber para lo cual tuve que levantarme de la cama y servirnos.
Cuando me levanté pude ver claramente como David le propinaba una buena sesión de sexo oral. Veía como le metía la lengua hasta donde podía para luego llegar con las caricias hasta su ano.
Sofía estaba muy excitada, jadeaba y se apretaba con mucha fuerza los pezones. Solo se la oía gemir, aunque de vez en cuando, sacaba su lengua para chuparse los labios, pero con los ojos cerrados. Era una escena digna de una película porno. Con esta visión empecé a recuperar mi erección y entonces oí a Raquel preguntarme:
– ¿Se te antoja repetirlo?
En fin, fue una juerga maravillosa que nunca olvidaré.
Un saludo para todos.

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