Y después del trabajo, un buen polvo

Fue a una cena de trabajo y cuando iba a su casa vio un pub al que solían ir personas maduritas. Entró y vio que el local estaba muy animado. Se tomó una copa en la barra y le llamó la atención una mesa en la que estaban cuatro mujeres maduritas.

Iván – Barcelona
La siguiente historia me ocurrió hace tres años cuando volvía a casa después de una cena de trabajo. Había sido una noche bastante sosa porque casi todos mis compañeros y compañeras de trabajo son muy aburridos. Mientras iba andando hacia mi casa pasé por delante de una de esas discotecas donde suelen ir los que ya pasan de los 40. Por cierto, tengo 35 años.
Entonces pensé que me tomaría la última copa en ese local, tenía la curiosidad de ver que hay en estos sitios, así que entré y anduve mirando por ahí. Pedí mi copa y me acerqué a la pista de baile donde había una mezcla de abuelos y abuelas bailando como locos. En las mesas que había alrededor de la pista había grupos de mujeres pasándoselo a lo grande, riéndose a gritos entre trago y trago.
Me llamó la atención un grupo de mujeres maduras donde destacaba una cuarentona un poco entradita en carnes, pero con unos pechos realmente enormes y una cara muy guapa. Además se veía que era una mujer muy elegante por su forma de actuar. Estuve observándola durante largo tiempo y cada vez me sentía más atraído por ella. A mi me gustan bastante las mujeres maduras, todo hay que decirlo.
Pedí otra copa y me coloqué en una posición desde donde poder verla mejor. En esto se cruzaron nuestras miradas y yo le sonreí como mejor pude, levantando mi copa al mismo tiempo. Ella también sonrió, pero más bien por educación porque no noté nada morboso en su mirada.
Después de un rato vi como se levantaba y se dirigía a los servicios, así que fui hacia allí para intentar abordarla. Cuando salió del baño me acerqué a ella:
– Hola, quería decirte que estás preciosa esta noche. Disculpa que te haya estado mirando tan descaradamente, pero es que tu manera de actuar me parece muy elegante – le dije.
– Muchas gracias y no te preocupes, no me había percatado de que mirases hacia donde yo estaba. ¿Pero no crees que soy un poco mayor para ti?
– ¡Oh, sí! – exclamé – Bueno, no sé. Entre las chicas de mi edad ya no se lleva tanto ser tan femenina y tú me encantas. La manera de mover las manos y de escuchar la conversación. Además, con todos los respetos, creo que tienes un físico impresionante.
Ella rió a carcajada limpia cuando oyó lo que había dicho y tomándome del brazo me dijo:
– ¿Sabes?, me gustas, aunque no pienses lo que dices y yo no me lo crea, me gustas. ¿Por qué no me invitas a bailar?
Yo estaba empezando a ponerme muy caliente y por supuesto que fuimos a bailar. Estaban poniendo música para bailar agarrados, así que cogiéndola de la cintura empezamos a movernos cada vez más apretados.
Yo iba lanzado y procuré demostrárselo para ver como reaccionaba ella. Mi polla estaba a punto de reventar y sin ningún disimulo procuraba refregársela por su entrepierna para que notara claramente mi erección.
– Estoy muy excitada – me dijo de pronto.
Y sin darme tiempo a contestarle, noté como su mano me agarraba la polla y los huevos por encima del pantalón, añadiendo:
– Y veo que tú también.

La suerte estaba echada, yo ya podía tener claro que la señora estaba a punto de caramelo y con ganas de marcha así que ya no dudé y pegando mis labios a su cuello, empecé a besarla subiendo lentamente hasta llegar a su boca donde ella me recibió con los labios abiertos y la lengua disparada.
Mientras nos besábamos como locos, mis manos fueron a sus tetas, que masajeé como me dio la gana mientras ella seguía manteniendo mi verga y mis huevos bien cogidos por su mano y animado y con una excitación casi imposible de controlar, llevé la mía a su coño por encima de la falda pero cuando quise levantársela, ella me cogió la mano y me dijo:
– No, aquí no, recuerda que estamos en una pista de baile.
La verdad es que yo me había olvidado de todo, incluso de donde nos encontrábamos.
Entonces ella cogió su chaqueta y sin despedirse de sus amigas salimos a la calle. Durante el camino a casa yo iba masajeándole el culo descaradamente. Ella estaba tan caliente como yo y accedía a todo. Ya en el ascensor de mi casa le subí la falda y le palpé el coño por encima de la braga y encontré que estaba completamente húmedo. Ella gemía con los ojos cerrados mientras movía las caderas al ritmo de mi mano. Cuando entramos en casa, le quité la falda casi con violencia, pero ella se dejaba hacer, no hacía más que soltar gemidos y suspiros. Entonces la llevé al salón y bajándole las bragas hasta sacárselas, le dije que se sentara en la mesa del salón con las piernas bien abiertas. Contemplé su coño, con escaso pelo y raja abultada hasta que, arrodillándome, le comí ese delicioso coño hasta que se corrió soltando un grito sordo mientras me agarraba la cabeza y me la pegaba a su sexo chorreante.
Al tranquilizarse algo de su corrida, me empujó tirándome al suelo y montándome en la postura del 69, me sacó la polla y me hizo una mamada impresionante al tiempo que yo volvía a comerme su mojadísimo chocho.
Pero yo lo que quería era follarla como un animal, así que me levanté y la volví a poner sobre la mesa, cogiendo sus piernas por debajo de las rodillas. Su coño estaba tan mojado que a la primera embestida le metí toda mi polla hasta que mis huevos chocaron contra su culo. Ella estaba como loca, se agarraba al borde de la mesa para empujar más y yo le daba con todas mis fuerzas haciendo rebotar mis huevos contra ella, cosa que parecía que le ponía aún más cachonda.

A veces sacaba mi polla, que estaba punto de estallar, y le daba unos golpecitos contra su clítoris y de nuevo se la metía hasta el fondo pero antes de correrme, fui a sentarme en el sofá y ella se puso encima de mí moviéndose como si estuviera fuera de sí. Recuerdo que su culo se movía de una forma increíble. Yo podía sentir que mi polla le llegaba hasta el fondo y ella seguía cabalgando sin control. En un momento se sacó las tetas y me obligaba a chupar los pezones, que estaban durísimos. Gritaba muchísimo y ella también se acariciaba los pechos. Aquello era impresionante y no paraba de moverse encima de mí. Yo estaba al borde del orgasmo y le manoseaba las tetas fuertemente mientras le metía mi polla hasta dentro.
Así estuvimos hasta que yo estaba a punto de correrme, por lo que la puse a cuatro patas y acabé lo más dentro que pude mientras le cogía del pelo echándole la cabeza hacia atrás. Los últimos empujones que le daba eran exagerados, sonaban como palmetazos, pero ella seguía pidiendo más. Por fin me corrí dentro de ella llegando a marearme. Aquel polvo fue fantástico, sentía que eyaculaba un montón de leche dentro de ella. Fue maravilloso. La pena fue que no aceptó quedarse un poco más, pero bueno, nada es perfecto.
Un día, no hace mucho, la vi en un bar con un hombre de su edad, probablemente su marido. Nos limitamos a sonreír y seguimos a lo nuestro.
Saludos y ya os relataré alguna otra aventura, si es que me ocurre algo digno de contar.