Relato erótico
Viva el sexo
Se considera una mujer sin problemas, atrevida y ambiciosa en cuanto al sexo y por eso, cuando aquel muchacho la hizo vibrar en la discoteca no dudó en absoluto en abrirse de piernas para él y gozar juntos de todos los placeres del sexo.
Alejandra – Castellón
Conocí a Sergio esa noche en la disco donde suelo ir siempre con mis amigas. Era un tipo alto, moreno, de ojos verdes y musculoso. Desde que lo vi me gustó al igual que a mis amigas. Me acerqué a él y lo invité a bailar. Aceptó como es natural viniendo la invitación de una chica atractiva como yo, y bailamos una canción bien pegadita pudiendo sentir el gran paquete que tenia entre las piernas. Al parecer yo no era la única que estaba caliente.
Luego nos sentamos en la barra a conversar y entre otras cosas le dije que me quedaba todo el fin de semana en casa de una de mis amigas, pero que no tenía ganas de volver allí esa noche. Diciendo esto le dirigí la mirada más coqueta que tenía.
– La puedes pasar en mi casa – me dijo captando muy bien el mensaje – Vivo solo y nadie nos molestará.
Acepté encantada. Era la primera vez que me iba a casa de alguien que acababa de conocer y la idea, más que asustarme, me excitaba.
Al pasar por la mesa de mis amigas solo dije adiós con la mano. Ellas se miraron entre sí, asombradas por mi actitud, haciéndome sentir como una cualquiera, pero eso me gustó. Esa noche fue una de las mejores que he tenido. Hacía ya mucho tiempo que no me sentía tan mujer. Pero no adelantemos acontecimientos.
Al llegar a su casa fuimos directo a su habitación. Yo me senté en el borde de la cama algo nerviosa por lo que iba a pasar. El se acercó, levantó con una mano mi barbilla y me besó. Sus besos eran tan apasionados, tan salvajes, pero a la vez tan tiernos. Succionaba mis labios, los mordía, me metía la lengua… Solo con sus besos me sentía mojar.
Mientras me besaba, me recostaba en la cama para luego bajar a mi cuello. Sentir su lengua paseándose por esa zona hizo que se me escapara un gemido, el primero de tantos que faltaban por venir. Entonces y sin dejar de besarme, me despojó de mis ropas. Al ver mis grandes y redondos pechos libres al fin, los chupó, me los apretaba, me mordía los pezones mientras su otra mano acariciaba mi entrepierna, hasta llegar a mi vagina.
Yo ya estaba súper mojada, mis líquidos corrían por mis piernas y él, al ver esto, no lo dudo y quiso probar mi sabor más íntimo. Me acariciaba el clítoris con le lengua y me daba pequeños mordiscos, luego metió su lengua en mi cueva para saborear todos mis líquidos y al verme tan excitada me metió dos dedos de golpe, provocándome un fuerte alarido, pero no de dolor sino todo lo contrario.
Entraba y sacaba sus dedos rápidamente y no paraba de chuparme el clítoris, con esos dedos dentro de mí hacía círculos haciéndome alcanzar así mi primer y maravilloso orgasmo. Entonces y ya más tranquila del intenso placer recibido, estaba claro que yo tenía que devolverle el favor.
Me volví a sentar en la cama, él estaba de pie frente a mi y su polla completamente erecta quedaba frente a mi cara, a solo unos centímetros de mi boca. Era una oferta que yo no podía rechazar. Se la agarré y me la metí lentamente en la boca para sentir sus venas en mis labios, luego me la metí hasta casi atragantarme.
Con mi otra mano apretaba sus testículos suavemente y de vez en cuando me los introducía en la boca y los chupaba mientras subía y bajaba mi mano rápidamente por su polla y cuando sentí que estaba a punto de correrse, me la metí otra vez en la boca para que me diera toda su leche y me dio tanta que salían gotas de mi boca y caían sobre mi pecho. Me tragué toda la que pude y terminé de limpiarlo con mi lengua pues me encantaba su sabor.
Después de esto me besó, como agradeciéndome lo que acababa de hacerle. Luego se acostó sobre mí en la cama y mientras me besaba comenzó un movimiento circular con su pelvis lo que le provocó otra erección. Se la agarró y parecía dispuesto a metérmela, pero se detuvo y con la cabeza rozaba mi clítoris y me apretaba los senos y justo cuando yo estaba a punto de tener otro orgasmo, me penetró.
Sentí dolor, pero esto impidió que por fin me llegara el tan deseado segundo orgasmo. Empezó a moverse lento como para no hacerme más daño pero yo le pedí que me la metiera rápido, que me rompiera el coño y él, al oír esto, me levantó una pierna y comenzó un frenético metisaca. Yo me sentía en el cielo y era tanto el placer que me estaba dando que no quería que terminara nunca.
Al poco rato cambiamos de posición y quedé arriba, busqué su pene con mi mano y me lo metí, quedándonos quietos un momento, escuchando nuestra respiración y mirándonos a los ojos. Lo besé, mis tetas tocaron su pecho y mientras nos besábamos empecé a mover las caderas, sintiendo su polla en lo más profundo de mí.
Lo cabalgué como una loca y gritaba cada vez más fuerte pues sabía que me iba a venir en cualquier momento. No sabría decir cual de todos los orgasmos fue el mejor. El se corrió dentro de mí, mientras yo estaba muerta, pero de placer. Y tirada en la cama sentí salir líquidos de mi coño, los de él y los míos.
El se acostó a mi lado y me abrazó por la espalda, besándome cariñosamente el cuello y acariciando mis pechos mientras paseaba su polla, aún erecta, en mi trasero. Me la quería meter de nuevo y me levantó una pierna y la puso detrás de él y me lo metió así, de lado, bien despacio mientras que con la mano me hacía una paja descomunal. Ni yo sabia pajearme tan bien. De recordar y escribir estas cosas, amiga Charo, ya he tenido que hacérmela dos veces.
Después de hacerme correr otra vez me besó en la boca, y así nos quedamos hasta el anochecer. Lo que paso después es otra historia.
Besos para todos.