Relato erótico
¡Viva el sexo!
Nuestra amiga Dulce ha vuelto para contarnos una vivencia que, como siempre, es caliente y os pondrá algo más que los pelos de punta.
Dulce – BARCELONA
Hola amigos morbosos. Vuelvo a ser yo, Dulce de Barcelona y esta vez voy a contar una experiencia en trío que tuve con mi marido. Fue una experiencia maravillosa donde disfruté como hacía mucho que no.
Era entrado el verano y habíamos fantaseado con meter a otro en nuestra cama y lo llevamos a cabo conociendo a través de una web a un chico que era comercial y que estaba de paso. Quedamos en un bar musical del puerto deportivo de Sitges. Llegamos antes y mis nervios me delataban en la espera. MI marido estaba pendiente de la entrada y al ver a un hombre de unos 32 años, entrar me dijo:
– Ese es.
Empezó a dar vueltas por el local para hacerse ver y descubrirnos. Al acercarse a donde estábamos nosotros, mi marido le miró y sonrió. Ese fue el detalle que le hizo saber que éramos nosotros. Nos presentamos, dándome dos besos en la mejilla y una caricia en mi espalda que hizo que mi coño se mojara al instante. Me gustaba. Era alto, moreno y de cuerpo proporcionado, muy atractivo. Nos contó que era de Valladolid y que estaba de paso por trabajo por unos días. Mi marido dijo de irnos a la barra del rincón del local, donde estaríamos más íntimamente, cosa que hicimos. El amigo en la esquina, yo después y mi marido “cerrando filas”.
Como es habitual, supongo, comenzamos a hablar de todo para acabar con el sexo. Tenía alguna experiencia, según él, y le encantaban esos juegos. Mi marido se fue al WC y aproveché para decirle que debajo del vestido no llevaba nada en honor a él, y sin pensarlo metió su mano debajo de mi falda para comprobar que era cierto y al ver que era así su cara se transformó en expresión de vicio puro. Yo me ponía cada vez más a tono y al poner una canción de ritmo latino salté al suelo y me puse a bailar en el medio de los dos. Le di la espalda al amigo y le pegué mi culo para que lo notara, pero quien notó algo duro, muy duro, fui yo, era su polla que se presumía grande y dura. El se acercó tanto que pude poner mi mano por encima de su pantalón sin que nadie lo notara, palpando una polla a punto de reventar. Miré a mi marido y le puse cara de “vaya polla que tiene”, sonriéndome con complicidad. Le metí mi mano por dentro del pantalón hasta notar su polla a pelo, cosa que me excitó ya del todo.
El, mientras, me subió el vestido para arriba con maestría, sin que nadie, ni mi marido, se diera cuenta, llegando a mi coño y notando lo mojado que lo tenía. Debo decir que llevaba yo un vestido blanco ibicenco que ayudaba a estas maniobras para que nadie se diera cuenta. Estuvo acariciando mi culo y mi coño hasta llegar a meter sus dedos dentro, cosa que me hizo coger un orgasmo pequeño.
Aprovechó para sacarse su polla del pantalón y ponerla debajo de mi vestido, rozando mi culo y coño. Yo sentía la necesidad de sentirla dentro y con movimientos de cadera estuve “masajeándosela” hasta que la noté en la entrada de mi coño, cosa que aproveché para dar un golpe de cadera y hacer que me la metiera hasta el fondo. Me creí morir de placer y así lo vio mi marido en mi cara, sonriéndome. Estuvo un buen rato “follándome” de pie sin que nadie lo notara y yo le facilitaba la entrada de su grande y dura polla levantando un pie y apoyándolo en el taburete e inclinándome hacia delante, con la excusa de estar susurrándole a mi marido y a la vez sentir como me follaba el amigo. Sentí mucho morbo que me causó pequeños orgasmos, pero a la vez con nervios de que nos viera alguien, cosa que le daba más morbo a la situación. Y así fue. Un camarero del local se percató de que algo raro pasaba en ese rincón y se acercó. Paramos un momento y aproveché para ir al baño para secarme de todos los flujos que me bajaban, entre los cuales, creo, estaba también la corrida del amigo. Pero al notarlo me puso tan cachonda que tuve la necesidad de acariciarme mientras me secaba. Estaba deseando salir de ese baño y llevármelo a un lugar donde poder jugar sin riesgo de mirones. Salí y propuse de irnos a otra parte, cosa que aceptaron mis dos hombres de esa noche con cara de placer.
Salimos al parquin a por su coche y mi marido propuso conducir él y dejarnos a los dos detrás, cosa que hicimos con gran deseo. Al salir del puerto, en vez de ir directos a nuestro apartamento, mi marido hizo un “viaje de recreo” por los alrededores donde había calles sin luz o con poca, cosa que aprovechó el amigo para morrearme y meterme mano con gran placer de mi parte. Hizo que me reclinara un poco y bajó hasta mi coño que se comió con gran desesperación haciendo que me viniera un orgasmo tras otro. Mi marido miraba por el espejo y de vez en cuando se giraba para vernos bien. Era un espectáculo. Después de entretenerse en mi coño, se había sacado su polla muy dura y se subió para darme un morreo y ponerla en la entrada de mi coño. La noté pero le dejé hacer. Me la metió de golpe y hasta el fondo follándome con fuerza, sin parar, a un ritmo salvaje.
Mis orgasmos seguían. No aguantó ya mucho más y se corrió dejándome su lefa por dentro y por fuera, manchando mi vestido, pero no me importó ya que estaba tan caliente que todo me daba igual.
Llegamos al apartamento y me fui corriendo al baño para quitarme el vestido y que mi marido no viera esa corrida pues quedamos en que nadie se corriera a pelo dentro de mí.
Cuando salí del baño ya me estaban esperando los dos desnudos en la cama y me imaginé el festín que me iba a dar. Así fue. Me comieron el coño los dos, yo la polla a los dos a la vez, acabando en la postura del perro y follada por el amigo hasta que se corrió de nuevo dentro de mí, pero esta vez con preservativo y después de disfrutar largo rato de esa postura.
Acabamos agotados los tres, pero felices. Al día siguiente, creyendo yo que ya estaba mi marido complacido, cual fue mi sorpresa al verlo salir del baño con mi vestido en la mano. Noté que había estado hurgando en él y así encontró la corrida de la noche anterior. En vez de molestarle, fue todo lo contrario. Quiso detalles de esas huellas ya secas en mi vestido y mientras se lo contaba notaba que su polla se ponía en movimiento y así terminamos los dos follando como nunca me había imaginado y que mi marido se pondría tan feroz como nunca lo había estado. Imaginaros una bestia follando a su presa.
Espero no haberme excedido en el relato y os prometo más, ya que aquí empieza a despertarse nuestros juegos y vicios morbosos.
Esta ninfómana que os quiere, besitos.