Relato erótico
Visita inesperada
Era viernes, estaban relajados y después de cenar fueron directamente a la cama a echar un polvo. Estaban en plena “faena” cuando llamaron al timbre de la puerta.
Paco – BARCELONA
Hola, me llamo Paco, soy un hombre casado, tengo 39 años y mi mujer 38 años, ella se llama Carmen y mide 1,65 metros, pesa 55 kilos y tiene un cuerpo que cada vez que la veo desnuda y con ropa sexy, me dan ganas de hacerle el amor.
En la noche de un viernes, eran las diez de la noche y estábamos en la habitación empezando a hacer el amor. Ella se había tomado tres vasos de vino, por lo que se encontraba relajada. Empezamos a besarnos y a acariciarnos al tiempo que yo le quitaba el vestido rojo, apretado al cuerpo, quedándose únicamente en bragas, sujetador y con un liguero negro al cual tenía sujetas las dos medias negras. Luego le quité el sujetador y le empecé a mamar los largos y tiesos pezones-
– ¡Aaah… que gusto… que gusto…! – decía ella mientras me desabrochaba la bragueta del pantalón para sacarme la verga, que ya estaba bastante grande y dura.
Después de tener en sus manos un rato aquel miembro caliente, ella se agachó y metiéndoselo en la boca, empezó a mamar mi verga como ella sabe hacerlo y que a mi me vuelve loco, pero en eso estábamos, cuando llamaron a la puerta.
– ¿Quien será a esta hora? – preguntó ella soltando mi polla.
Me abroché el pantalón y bajé a ver quien tocaba, encontrándome con Julio, un buen amigo mío que llevaba ya algunas semanas separado de su mujer y se le notaba algo preocupado. Abrí la puerta, nos saludamos y como noté que él venia con algunas cervezas de más encima, lo invité a pasar a la sala.
Tomé del refrigerador un paquete de cervezas, abrí una para mí y otra para él, y estuvimos hablando por unos 15 minutos sobre su trabajo, que había hecho los últimos días, etc., cuando en ese momento apareció mi mujer.
– ¿Quién era? – pregunto al momento que vio a mi amigo.
Él también pudo verla tal y como iba vestida. Llevaba una bata corta de seda color morado en la cual se le notaban los pezones tiesos y bajo esta, sus piernas enfundadas en medias negras.
– Buenas noches – le dijo Julio al momento de mirar sus pezones a través de la bata.
– Julio vino a invitarme unas cervezas, pero le dije que prefería quedarme en casa y le invite una cerveza – dije yo, añadiendo – Ven, y siéntate aquí con nosotros.
Carmen se acercó y le dio un abrazo y un beso en la mejilla al amigo, sintiendo, sin querer, el enorme bulto en la entrepierna de Julio.
Era obvio que mi mujer lo había excitado. Ella se sentó junto a mí y enfrente de Julio, que no podía quitar sus ojos de los pezones y las piernas de mi mujer y disimuladamente los miraba cada vez que podía. Entonces me decidí a poner música para relajar el ambiente y cuando estaba sonando una balada, que le gusta mucho a mi mujer, ella me invitó a bailar, acepté y mientras bailábamos, notaba en Carmen cierto aire de niña traviesa y veía de reojo como el amigo no quitaba ahora la vista de las caderas de mi mujer.
Terminó la pieza y luego siguió otra con el mismo ritmo, nos sentamos pero luego ella invitó a bailar a Julio, diciéndole:
– Ven, enséñale a Paco como se baila este tipo de música.
– ¿No hay ningún problema? – me preguntó Julio.
– Claro que no, adelante, estamos entre amigos -le contesté.
Se pusieron a bailar y noté que Julio tomaba a Carmen de la cintura, la empujaba contra si mismo y ella se dejaba llevar, quizá sintiendo el miembro de Julio que ya estaba muy grande y caliente. Al verlos bailar de esa forma y de la manera que estaba vestida mi mujer, empecé a sentirme muy excitado y mi verga empezó a mostrar mi reacción. Era una nueva sensación para mí, pero me gustaba mucho y me sentía orgulloso de tener una mujer tan hembra.
Seguimos bailando y hablando entre bromas hasta que pasó una hora. Yo estaba cada vez más caliente pensando en que no era mala idea que mi amigo le hiciera el amor a mi mujer, esa sería una forma de demostrarle a ella cuanto la amaba y a mi amigo que lo apreciaba mucho. Cada minuto que pasaba, esta idea se me hacía más atractiva, pero ¿cómo podía decirle eso a mi mujer o a mi amigo sin temor a que alguno de ellos reaccionara negativamente?
Después de un rato de pensarlo, maquiné un plan, le pregunté a mi mujer si podíamos invitar a dormir al amigo esa noche, justificando que ya era muy tarde y que era peligroso conducir ebrio. Ella aceptó, por lo que le dije a Julio:
– ¿Qué te parece si te quedas a dormir en casa? Hay sitio y ya es algo tarde.
Él aceptó debido a que ya estaba algo bebido y en realidad era peligroso irse en ese estado. Le dijimos que podía dormir en el sofá cama que tenemos, lo preparamos, Julio se sentó en el y Carmen y yo nos fuimos a nuestra habitación.
Cuando estábamos preparando la cama para acostarnos, yo estaba pensando en que como seguir tonel juego, cuando en ese momento Carmen me preguntó:
– Oye, está haciendo frío, ¿quieres llevarle una manta a Julio?
Este era el momento esperado, y le contesté:
– Llévasela tú, y le ayudas a tender el sofá cama.
Ella dudó al principio, pero después aceptó. Cogió una manta, bajó la escalera y yo, disimuladamente, me asomé por un lado de la escalera y me quedé observando. Cuando ella llegó abajo, Julio se giró y cual fue la sorpresa de ella cuando vio que Julio solo llevaba puesto un calzoncillo por el que le asomaba, en la parte superior, el glande de un enorme pene que se le adivinaba a través de la tela. Era más grande que el mío, mediría aproximadamente 20 cm y era muy grueso.
Carmen se quedó sorprendida viendo aquel enorme aparato, al mismo tiempo que se le caía la manta de las manos y cuando se agachó a recogerla, Julio se acercó a ayudarle, se agachó también y en vez de tocar la manta, tocó el muslo de mi mujer y al sentir el roce de la media, él subió la mano a través de la pierna, ante lo que ella reaccionó soltando la manta. Entonces le pasó al amigo las manos alrededor del cuello y le dio un beso y largo al cual Julio correspondió apasionadamente.
Después, la levantó y la apoyó contra la pared, frotando su verga contra el vientre de Carmen y pasándole las manos por las nalgas de mi caliente mujer, le bajó la bata por un lado y le empezó a besar un pecho. Al rato, Julio la levantó a peso y presionó su verga contra el coño de mi mujer, que ya debía estar muy mojado, y ella solo gemía y decía:
– ¡Oh, Julio, que gusto y que polla tienes!
El la llevó al sofá cama, ella se quitó la bata quedando solo con liguero y medias, el se quito el calzoncillo y saltó su verga cuan grande era. Yo no podía contenerme de lo excitado que estaba. Allí estaba otro hombre a punto de follarse a mi caliente mujer. Ella le agarró con las dos manos la verga y se la empezó a mamar desesperadamente, después Julio la acostó boca arriba, le puso el glande en los labios de su coño y de un golpe le metió toda su polla. Mi mujer pegó un grito, cerró los ojos y después, mientras mi amigo embestía fuertemente, ella se giró, miró hacia arriba, me vio en las escaleras, me sonrió y me dijo:
– Baja mi amor, tú también te puedes unir a la fiesta, ya verás de lo que soy capaz.
El amigo me vio, se sonrió y me dijo:
– Que buena hembra tienes.
Bajé, me quité la ropa y le puse la verga a mi mujer frente a la cara, ella la cogió con la mano derecha mientras con la izquierda acariciaba el brazo de Julio, y después me la empezó a mamar, hasta que ella dijo:
– Quiero cambiar de polla.
Julio le sacó la verga del coño, yo me moví, se la metí por delante y Julio se la puso para que ella la mamara, así cambiamos posiciones tres veces hasta que ella dijo:
– Quiero sentir las dos vergas dentro de mí al mismo tiempo, follándome bien.
Le saqué la verga y dije a Julio que se acostara boca arriba, y a ella que se sentara sobre él, y cuando lo hicieron dije:
– Amigo, préstame tu verga para preparar a mi mujer que ya está bien caliente.
Cogí la polla de Julio, que en ese momento estaba dentro del coño de Carmen, se la saqué y se la volví a meter por delante, después se la saqué y se la puse en la entrada del ano, repetí esa acción cinco veces, le dejé la verga a Julio cuando Carmen la tenía de nuevo en el coño y le empecé a meter el dedo índice en el ano a ella, que decía:
– ¡Sí, quiero dos pollas, que gusto!
Yo seguía con mi dedo mientras que Julio se la estaba metiendo por el coño hasta que le dije al amigo que esperase, le cogí la verga y la saque de dentro de mi mujer, luego me puse detrás de ella, mirando su espalda, mientras ella estaba sentada en Julio mirándolo de frente, me puse vaselina en el glande y le metí despacio la verga a mi mujer en el ano. Ella dio un grito de placer, después le agarré la verga a mi amigo y la guié a la vagina de mi mujer. Finalmente ella tenía dos vergas dentro de si, se movía y gritaba de placer, y yo podía sentir la sensación de tener a través de unos tejidos otra verga grande y dura. Estuvimos así por varios minutos hasta que Carmen tuvo tres orgasmos, Julio se vino en el coño de mi mujer caliente y yo en su rico y apretado ano. ¡Que fabulosa sensación!
Nos quedamos así por unos minutos, hasta que nos levantamos y yo me fui al baño a limpiarme, después me fui a dormir. Cuando desperté Carmen no estaba a mi lado, me asomé y vi que se había dormido con el amigo. Al despertarse y verme, se les notaba que tenían cierto sentimiento de culpabilidad, pero yo les dije que no se preocuparan, que había sido especial la noche anterior y que no había nada de que arrepentirse.
Desayunamos entre bromas, despedimos al amigo y fuimos a recoger a las niñas a la casa de mi suegra.
Ella después, me contó que después de irme yo a dormir, Julio la abrazó, no la dejó subir y estuvo besándola y acariciándole los pechos hasta que se le volvió a levantar la polla, después le hizo el amor dos veces más, una vez se corrió en su coño y posteriormente también la penetró por el culo hasta correrse y ella me comentó que nunca pensó que aquel enorme garrote le pudiera caber en el ano.
Yo le dije que si Julio aceptaba, repetiríamos otro día la fiesta.
Saludos de los tres.