Relato erótico
Viaje de “estudios”
Nunca olvidará aquel viaje con sus compañeros de facultad. Fueron a Roma y allí vivió una experiencia que, a veces, le parece irreal. No estudió pero aprendió
Antonio – Almería
Hola Charo, yo soy un chico de 20 años y te voy a contar una historia que me pasó en un viaje a Roma con mis amigos de clase. Pues bien, el día en que llegamos, después de ir al hotel y dar una vuelta por la zona para empezar a identificar lugares donde ir por la noche, yo me fui a dar una vuelta por las ruinas del centro, llegando hasta el Coliseo. Allí, bajo su sombra, me senté a fumarme un cigarrillo y tal como lo encendí y empecé a fumar, se me apareció una italiana ataviada al estilo del imperio romano. Era preciosa. Una melena castaña oscura, larga y ondulada, ojos verdes, y bajo esa armadura se intuía un bonito cuerpo.
Me avisó, en un pobre español, que por la zona se movían muchos carteristas. La chica me contó que ella trabajaba haciéndose fotos con los turistas y que por eso iba vestida como en el imperio romano y a los turistas como les hacía gracia, pues se hacían fotos con ella al lado del Coliseo a cambio de unos 20 euros. Ella decía que el precio dependía de la nacionalidad, pero que a mi no me cobraría nada. La chica me dijo que si quería que me enseñaba Roma por la noche. Acepté y quedamos en mi hotel.
Les conté toda la historia a mis amigos y no se la creían, pero cuando vieron a esa belleza, ya vestida de calle, esperándome y saludándome, se empezaron a morir de envidia. Estaba buenísima, tenía unos pechos redondos, firmes y unas caderas de infarto que dejaban entrever un culo perfecto. Mis colegas me dijeron que me fuera con ella, que ya se apañarían y yo no me lo pensé dos veces porque realmente valía la pena.
Fuimos charlando y me desveló su nombre, Paola. Era bonito y ella desde luego también. Pasamos por unas calles muy pequeñas, vimos la “Fontana di Trevi” iluminada y allí cerca entramos en un bar, pedimos cerveza al principio pero al ir avanzando en la conversación, acabamos con whisky. Cuando ya llevábamos una buena, vi que una pareja se estaba besando muy apasionadamente y de repente vi como el chico le quitaba las braguitas a la chica por debajo de su falda y luego empezaba a pasar su mano por aquel coño ya desnudo. Paola se giró, vio que yo estaba sorprendido y me dijo:
– No te sorprendas, es algo normal en este bar, aunque entiendo que te sorprenda si no has venido nunca.
– No me sorprende – contesté – aunque simplemente no me esperaba algo así en un bar.
De pronto una pareja se subió en la barra, se empezaron a desnudar y luego a acariciarse hasta que el chico cogió un hielo en cada mano y empezó a frotarlas por los pechos de su chica, que a su vez estaba empezando a tener respiraciones profundas. Tan pronto como al chico se le deshicieron los hielos, se tumbó, la chica se puso a 4 patas y empezaron a hacer un 69.
En el bar había gente para todo, los que continuaban a su bola, los que empezaban a animarse y los voyeurs que ya estaban a punto de empezar su faena. Esos me agobiaban bastante, aunque empecé a entender que es el placer de ver. Como es normal, tanto ver y tanto mirar, mi polla empezó a hacerse un hueco dentro de mis calzoncillos y en un descuido noté algo. Paola me estaba tocando la pierna por debajo de la mesilla.
– ¿Qué pasa, Paola? – dije en tono desafiante.
– ¿Puedo tocar? – preguntó ella en tono provocador.
– Haz lo que quieras “bella”, un hombre medio y borracho no se puede resistir a los encantos de una chiquilla tan bonita como tú.
A medida que ella empezaba a meterme mano, yo comencé a metérsela a ella también. Empecé por su cintura, subiendo hacia sus pechos pero sin llegar a tocarlos, solo incitándola. A todo esto aún no la había besado. La cosa se siguió animando y mi otra mano fue en busca de sus piernas, descubiertas gracias a esa falda tan corta, acariciando sus muslos y acercándome peligrosamente a su vagina sin llegar a tocarla. Sus pechos estaban a punto de estallar y era ese momento en el que los pezones se marcan en la camiseta. De repente Paola me miró y dijo:
– Me muero de ganas por ver que guardas ahí dentro.
– Pues mira a ver que encuentras – le contesté.
Entonces ella empezó a desabrocharme los botones del pantalón y me los bajó un poco, seguidamente bajó mis calzoncillos y ahí estaba mi polla, dura como cuando está deseosa de que una chica la toque, que le de marcha. Y entonces me besó y empezó a masturbarme.
El bar ya era un caos, la gente ya se estaba intercambiando parejas, incluso los había que negociaban con sus mujeres sin que ellas se opusieran, también había los que se “incorporaban” a alguna pareja. En la mesa de al lado había una chica besándole los pechos a su amiga, en la barra aún se veía al camarero muy bien acompañado por una morenaza asiática, y al fondo de la sala, se encontraba la camarera que servía las mesas a cuatro patas y penetrada por delante y por detrás por dos grandes pollas.
Paola me preguntó si prefería continuar con nuestros juegos en otra parte, a lo que yo accedí ya que no estaba acostumbrado a esa situación. Entonces Paola me arrastró hacia una puerta que llevaba a lo que parecía una sala privada del local, y en ella había una camarera apoyada en una pequeña barra. Paola se aproximó a ella, soltó mi mano y comenzó a besarla y acariciar su coño, mientras la otra mano de Paola se metió entre los pantalones de la camarera y sacó una llave. Paola chupó sus dedos mojados por los jugos de su cómplice y esta se fue. Paola se agachó para introducir la llave en la cerradura puesto que su embriaguez le impedía abrir la puerta. Yo al ver ese maravilloso culo no pude reprimir las ganas y metí la mano bajo su minifalda y cual fue mi sorpresa cuando noté que no llevaba ningún tipo de ropa interior. Pero lo mejor estaba por llegar. Mi flamante emperatriz entró en un gran cuarto y agarrándome de la mano me invitó a entrar.
El cuarto tenía una luz tenue, una gran cama redonda, un exótico olor a incienso y las paredes recubiertas de espejos. Cerca de la cama observé una gran gama de juguetes eróticos, desde vibradores hasta bolas chinas pasando por aceites, cosas masoquistas etc. Paola empezó a desnudarme mientras yo la desnudaba a ella. Una vez desnudos Paola agarró la botella de aceite con sabor a melocotón y empezó a masajear mi cuerpo, aquella fragancia desató todos mis instintos y el roce de sus manos me provocó una tremenda erección. Mi polla estaba deseosa de que los labios de mi nueva amiga italiana la recorrieran de arriba abajo. Y sin pedirlo, así fue. Ella me empujó a una silla y ató mis manos a mi espalda y sin dar ningún tipo de explicación, se arrodilló y me empezó a hacer una gran mamada.
Ella agarraba fuertemente la base de mi polla con su mano mientras que con la otra iba tocando mis huevos, y de repente se metió toda mi polla en la boca y después de succionarla, se la sacó y la empezó a lamer de arriba abajo, después se entretuvo con su lengua en mi glande, cosa que me provocó un enorme placer parecido a un orgasmo, además de gemir de vez en cuando y chillar. Yo no podía hacer nada ya que continuaba atado de manos, pero me hubiera encantado tocar sus pezones que iban endureciendo debido al roce con mis piernas. Entonces empezó a coordinar sus movimientos y el placer crecía de manera descomunal hasta que llegó el punto del clímax. Yo la avisé, pero ella se negó a apartase y empezó a succionar aún más fuerte de lo que lo había hecho antes, de manera que el orgasmo fue inminente y me corrí en su boca, a lo que ella contestó con un beso, que yo no le negué.
Después de esto, ella me desató, me levanté y tal como me levanté la levanté a ella a pulso y la dejé caer en la gran cama y una vez allí pude contemplar su delicioso cuerpo desnudo y mi polla reaccionó volviendo a subir, pero su turno ya había pasado y era el turno del conejito de Paola, así que aunque ya parecía preparado para todo, empecé besando su cuello, para empezar a bajar por su pecho y llegar a sus ya duros pezones y empecé a lamerle todas sus tetas, a lo que ella contestó mojando un dedo en su chocho y acariciando el camino desde el escroto hasta el ano. Entonces empezó mi camino hasta su coño. Tenía un monte de Venus precioso, depilado y un clítoris enorme y jugoso, que estaba hinchado y rojo, esperando que mi lengua lo acariciara dulcemente. Y así fue, lento al principio y después fui siguiendo su ritmo respiratorio con mi lengua, arriba y abajo sin parar ni un segundo, atrapando su clítoris en mi boca y succionando hacia adentro, para después meterle dos dedos y empezar a meterlos y sacarlos más o menos al ritmo en que mi lengua acariciaba su clítoris, que seguía muy rojo.
Su respiración era muy profunda y decidí hacer una locura, no sabía como se lo podría tomar pero me aventuré, saque uno de los dedos que la masturbaban y se lo metí en el culo, cosa que le multiplicó el placer y empezó con su primer orgasmo
Mi polla ya estaba más que lista para penetrar a Paola. Ella se puso en el borde de la cama, levantó sus piernas hasta dejarlas a la altura de mis hombros y después las empezó a abrir dejando otra vez al descubierto su agujero, entonces yo me agarré el rabo y se la metí toda de una vez a lo que ella respondió con gemidos de placer y al observar como se movían sus pechos cuando yo daba el empujón, decidí darlo cada vez más y más fuerte para que ella no dejara de notar como me la estaba follando.
Sus movimientos de cadera provocados por su placer me estaban haciendo flipar en colores hasta el punto que pensaba que iba a correrme, pero justo en ese momento en el que estás a las puertas del orgasmo salí de su cueva para empezar a frotar mi glande con su clítoris y así no dejar de provocarle placer. Y por lo visto funcionó, ya que en el momento en el que iba a penetrarla de nuevo, cuando solo había entrado mi capullo empezó a gritar aún más, a pedirme que la metiera entera y a la vez noté como sus jugos empezaban a mojar mi polla.
De repente empecé a notar una gran presión sobre mi polla, sus músculos no paraban de contraerse y el placer nos desbordó a ambos, sus piernas me agarraban fuertemente a medida que temblaban y yo aunque me estaba corriendo a la vez que ella no dejaba de follarla, no dejaba de meter mi pene y volverlo a sacar, cosa que le hizo tener un segundo orgasmo.
Después de eso ella se quedó dormida en mis brazos mientras yo acariciaba su pelo, pero como no podía dormir decidí ir a darme una ducha. Después de esa relajante ducha, me quedé dormido al lado de Paola, cuando dormía era aún más hermosa. Me desperté y en el momento en el que fui consciente de donde estaba y que hacía yo allí, me di cuenta que Paola ya se había marchado y me había dejado una nota que decía lo siguiente:
– Gracias por hacerme pasar una gran noche. Paola.
Entonces me dije a mí mismo que ya sería hora de ir de vuelta al hotel, salí de la habitación y cual fue mi sorpresa cuando me di cuenta que el bar volvía a estar en servicio, me sorprendió volver a ver a todos los camareros que había visto por la noche pero esta vez estaban trabajando. Tal como salí de la sala una chica me guiñó un ojo y me dedicó una amplia sonrisa. Pude recordar que era la chica que nos dio la llave de esa sala misteriosa de la cual tengo tan grato recuerdo.
Después nada más, volví para el hotel y mis colegas ya sabían que había estado haciendo aquella noche, pues llegué muy tarde, o temprano según como se mire, a la habitación. A la tarde siguiente volví a pasar por el Coliseo, pero ella no estaba.
Saludos.