Relato erótico
Viaje al paraiso
Como cada día iba a la Universidad en el tren de cercanías. Una avería hizo que subieran a su tren las personas que viajaban en el que se estropeo. Parecíamos sardinas enlatadas. De pronto noté que alguien me ponía una mano en el culo. Intente mirar quien era pero, solo pude ver que era un hombre mayor.
Norma – Barcelona
Os voy a explicar, como fue mi primera experiencia sexual, cuando tenía 19 años. Sucedió en el tren de cercanías que lleva a mi universidad y que iba, y sigue yendo, normalmente a tope a primera hora de la mañana.
Un día, se estropeó el tren y tuvimos que esperar el siguiente, con lo que se juntó la gente de los dos trenes. Íbamos apretados como sardinas, sin poder movernos ni un centímetro. El trayecto dura 35 minutos y conforme iba parando en cada estación, cada vez íbamos más apretados. Yo me quedé aprisionada entre un hombre de unos 45 años, un poco bajito pero bastante atractivo, que estaba detrás de mí, y una chica más o menos de mi edad. Al cabo de un rato noté unos movimientos por detrás que acabaron por concretarse en una mano que se posó sobre mi culo y que empezó a acariciármelo sobre la falda. Me giré para ver quién era y aunque al girarme paró, no podía ser nadie más que el hombre situado a mi espalda.
Al volverme a girar, él prosiguió con sus tocamientos. No era la primera vez que me sucedía algo así, pero en las otras ocasiones me había podido escabullir. En ese momento era absolutamente imposible. Me dio corte montar una escena ahí, pues yo era muy tímida, así que le dejé hacer, pensando que tampoco tenía demasiada importancia que me tocara el culo a través de la ropa. Mientras, delante y de cara a mí, tenía una chica muy guapa, alta como yo y con unos pechos de un tamaño apreciable que quedaban justamente a la misma altura que los míos. Al principio no me di ni cuenta, pero no sé si por lo toqueteos del hombre de detrás o por qué, pero empecé a notar gusto con el roce de mis pechos con los suyos. Era verano y las dos llevábamos unos tops ajustados y finitos, por lo que notaba perfectamente sus pechos.
Conforme la excitación fue subiendo, mis pezones se fueron poniendo tiesos, cosa que se notaba a través del top. La otra chica se dio cuenta, pero lejos de intentar girarse, cosa harto difícil por otra parte, aumentó más si cabe el roce, exagerando un poco el balanceo natural del tren. Noté que a ella también se le erizaban los pezones y me empecé a excitar. Detrás, el hombre debía haber tomado mi pasividad por aceptación y ya no se conformaba con tocar a través de la ropa y me había subido ligeramente la faldita, acariciando mis piernas, mis muslos y más tarde mi culo por encima de las braguitas. Yo me volví a girar, no ya para que parara, sino para comprobar que nadie se daba cuenta de lo que sucedía, pues me hubiera dado mucha vergüenza que alguien se diera cuenta, pero comprobé que nadie se percataba de lo que sucedía.
Cuando él vio que yo no ponía ninguna objeción, se lanzó todavía más, metiéndome la mano por debajo de las braguitas, tocándome y acariciándome el culo. Yo no había tenido relaciones sexuales con ningún chico. Había salido con algunos pero a lo máximo que habían llegado era a acariciarme los pechos por encima de la ropa, así que aquello me estaba excitando un montón.
La chica, delante de mí, seguía balanceándose exageradamente, frotando sus pechos con los míos, pero sin atreverse a hacer nada más. Yo, aunque estaba muy excitada, tampoco me atrevía a hacer nada. No nos atrevíamos a mirarnos a la cara ya que del corte que nos daba nos mirábamos de reojo. Nunca había sentido ninguna atracción por las chicas, pero lo cierto es que aquel rozamiento con sus pechos, con sus pezones, unido a los tocamientos por detrás, me estaban calentando muchísimo. El hombre fue deslizando su mano a mi entrepierna. Yo estaba muy excitada y separé un poquito las piernas para facilitarle el acceso y él, como era más bajito que yo, pudo llegar desde atrás a la parte de delante, empezando a acariciarme con mucha suavidad y delicadeza, dándome un gusto enorme que yo nunca había sentido.
Esa fue la primera vez que alguien acarició mi sexo. Siguió con las caricias un rato, notando yo que cada vez estaba más mojada. Él, al notarlo también, se dio cuenta de que estaba realmente excitada y que me estaba gustando lo que me hacía. Me fue metiendo un dedo dentro, también con mucho cuidado, y fue alternándolo con caricias sobre el clítoris. Él, al notar la contracción de mis músculos, aumentó la rapidez e intensidad de sus movimientos haciéndome tener un maravilloso y prolongado orgasmo, que ocurrió un par de minutos antes de llegar al destino del tren, tuve que disimular para que nadie notara lo que me acababa de suceder. Me dejó totalmente extasiada el placer que había sentido, incomparable con nada que hubiera experimentado con anterioridad.
Al llegar a la estación, la chica se fue por su lado, imagino que con una calentura considerable pero sin atreverse a tomar ninguna iniciativa. Para llegar a mi universidad tenía que pasar por unos caminos entre bosquecillos y jardines que hay en el campus. Noté que el hombre me seguía y en un momento dado, se acercó a mí y me dijo que lo acompañara, cogiéndome por el hombro y llevándome por un camino que no era el que seguía todo el mundo y que llevaba a un lugar apartado. En un primer instante tuve miedo, pues no sabía que intenciones tendría. Al llegar a unos arbustos que tapaban el lugar de cualquier mirada indiscreta, me preguntó si me lo había pasado bien. Yo, casi sin atreverme a mirarle, le dije tímidamente que sí. Entonces me preguntó que por qué no lo hacía disfrutar ahora a él, después de lo cual se bajó la bragueta.
Me dijo que se la acariciara. Dudé un instante, pero sentía una sensación de agradecimiento hacia aquel hombre que me había proporcionado aquel placer tan intenso y desconocido hasta entonces por mí y pensé que no me podía negar y que era justo corresponderle. Algunas amigas me habían explicado que lo habían hecho a sus novios y tenía curiosidad por probarlo, así que, metiendo la mano en su bragueta, saqué su polla, que estaba ya muy tiesa, y cogiéndola con mi mano izquierda se la empecé a menear.
Como no lo debía hacer muy bien, él me agarró la mano y me enseñó cómo hacerlo. Era una sensación muy agradable tener ese miembro de carne caliente y tieso en mis manos.
La temperatura sexual fue aumentando en los dos, empezando él a gemir, preguntándome entre gemidos si me gustaba, a lo que yo contestaba, también entre suspiros, que sí, pues me estaba volviendo a poner caliente. Fue la primera vez que comprobé lo que me excitaba que me tocaran los pechos. Además, sabía cómo acariciarlos.
Viendo como estaba de excitada me propuso hacer el amor. Yo, a pesar de que estaba tan excitada, tenía miedo, me daba cosa meterme aquel pedazo de carne en mi pequeño agujerito, pensando que me haría mucho daño. Le dije que prefería que no, que no lo había hecho nunca, ante lo cual él no insistió, pero me dijo si se lo quería hacer con la boca. Aunque también me daba un poco de cosa, no supe negarme otra vez y me arrodillé delante de él para hacer la primera mamada de mi vida, aunque no tenía ni idea de cómo hacerlo. Se dio cuenta y me fue dando instrucciones.
Primero que la chupara, como si fuera un helado, recorriendo la punta con la lengua. Tenía un sabor un poco amargo, pero no era desagradable en absoluto. Después de estar un rato así, me dijo que me la metiera entera en la boca, rodeándola con los labios y que la fuera recorriendo de arriba abajo. Sus gemidos eran continuados, diciéndome que lo hacía muy bien, que no parara, aunque tengo mis dudas de que realmente lo hiciera bien. Creo que lo que de verdad le excitaba era saber que le estaba haciendo la primera mamada de mi vida. Era una sensación muy placentera el recorrerla con los labios y la lengua, pues era a la vez una cosa suave y delicada pero que estaba totalmente tensa y parecía un volcán a punto de estallar y que, en efecto, no tardó en estallar en el interior de mi boca, sin que yo me lo esperara, tragándome una buena parte de su semen y quedándome sorprendida de la cantidad de líquido que había salido. Sin dejarme levantar, me tumbó en el suelo y levantándome la falda, dijo, quitándome las braguita, que ahora quería hacerme disfrutar a mí.
No puse ninguna resistencia, pues estaba muy caliente y sabía que como él se había corrido, ya no me iba a follar. Pensé que me iba a hacer lo mismo que en el tren y la verdad es que me apetecía que lo hiciera pues quería volver a experimentar la sensación que noté con mi primer orgasmo y desahogar la excitación que tenía en ese momento. Separé las piernas y ante mi sorpresa, se lanzó a devorar mi chocho con su boca y lengua. El placer que sentí fue todavía mayor que cuando me había acariciado con sus dedos. ¡Como movía la lengua! A ratos lentos, de arriba abajo, a ratos rápida, deteniéndose en el clítoris. Tenía que morderme los labios para no gritar de puro placer. Mientras, me agarraba el culo con las dos manos, colocando mis piernas sobre sus hombros para tener el acceso más fácil al interior de mi sexo. Luego me acariciaba los pechos. No tardé nada en tener un nuevo orgasmo. Imagino que al oír mis gemidos y gritos ahogados él debió de volverse a excitar.
Estaba disfrutando todavia del primer orgasmo, cuando noté que me estaba empezando a meter su polla, que volvía a estar tiesa otra vez. Me dijo que no me preocupara, que iría poco a poco y que ya vería como me gustaba. Afortunadamente fue con mucho cuidado, metiéndome solo la punta. Intenté quejarme, pero los movimientos de la punta de su polla empezaron a darme tal gusto que fui incapaz de emitir ningún sonido que no fuera un gemido de placer. Me entregué por completo a él, rodeándole con los brazos, atrayéndolo hacia mí y besándolo con pasión, juntando nuestras lenguas en un beso intenso y sentido, con el que le demostraba mi entrega absoluta. Él empezó a moverse con mucho cuidado. Yo lo abrazaba con todas mis fuerzas, sintiendo a cada movimiento suyo una inmensa oleada de placer. Notaba su polla en todo mi interior, me llenaba por completo y me daba un gusto increíble, nunca sentido hasta entonces.
Aunque, visto con la perspectiva del tiempo, tengo que agradecerle la delicadeza con que me hizo el amor, no preocupándose únicamente de satisfacer sus deseos, sino también de hacerme disfrutar en mi primera experiencia. Yo me dejaba hacer, abriendo las piernas al máximo que podía para sentirle más adentro. Él se movía lentamente, haciendo que mi excitación y nerviosismo aumentaran. Mientras, con la boca y lengua, me recorría los pechos, aumentando mi grado de excitación por momentos hasta llegar a un extremo tal que no pude resistir más. Le agarré con las dos manos el culo y empecé a empujarle con fuerza hacia dentro.
No me podía creer lo que estaba haciendo. Yo que hasta ese momento no había permitido a ningún chico con los que había salido que me tocara, había tenido mi primer orgasmo, le había hecho una mamada a un hombre mayor desconocido y ahora estaba disfrutando como una loca dejando que ese hombre me follara, teniendo un orgasmo tras otro y deseando que no se acabara nunca.
Se daba cuenta de lo que yo estaba disfrutando e imagino que eso todavía le hacía sentirse mejor. Finalmente, no pudo contenerse más y se corrió dentro de mí. Sentí como me inundaban sus cálidos fluidos y haciéndome llegar a mi enésimo orgasmo. Afortunadamente yo tomaba pastillas para controlar la regla y no hubo riesgo de quedarme embarazada.
Al terminar, él se levantó y se vistió. Sin decir ninguna palabra, me dio un beso muy cariñoso y se fue. Nunca lo he vuelto a ver ni a saber de él. Si por casualidad leyera este relato, seguro que se reconocería y recordaría aquella experiencia.
Tuvo el privilegio de disfrutarme por primera vez y yo el de iniciarme con una hombre que sabía lo que se hacía. Si me viera ahora, seguro que tendría ganas de volver a repetir aquella experiencia, aunque quizás ahora sería yo quien le hiciera algunas proposiciones.
Gracias por leerme y ojala él lo viera, un beso para todos.