Relato erótico

Verlo si…probarlo no

Charo
18 de julio del 2019

Había roto con su pareja y se fue a pasar unos días a la playa. Estaba triste y casi no salía. Se cruzó con los ocupantes del apartamento de su mismo rellano. Eran muy amables y la mujer le dijo si quería ir a la playa con ella, ya que su marido se tenía que marchar un par de días por trabajo.

Miriam – Barcelona

Me llamo Miriam y tengo 33 años. La historia que os voy a contar ocurrió este verano pasado. Hacía dos meses que había cortado con mi última pareja y la verdad no estaba en mi mejor momento anímico. Había decidido pasar las vacaciones en un pueblecito de la costa catalana, para estar relajada y pensar en los acontecimientos vividos últimamente. Alquilé un apartamento que estaba a pocos metros de la playa. Al llegar allí, me sentí sola, sin nadie con quien hablar y me eché a llorar. Salí a la terraza y la depresión fue en aumento, al ver pasear a parejas por el paseo marítimo. Pensé en que no sabía muy bien que hacía allí sola, sin nadie.
Los primeros días fueron duros, me entretenía viendo la tele, yendo a comprar y pasando las mañanas en la playa. Empecé a entablar relación de saludos con un matrimonio que estaba en el mismo rellano de mi apartamento. Se llamaban Julio y Rocío, eran un poco más mayores, rondando los cuarenta.
Un día me encontré con Rocío en el supermercado, estábamos en la cola para pasar por caja, nos saludamos y empezamos a hablar de lo típico; el calor que hacía, del viento típico de la zona, de los precios tan abusivos que ponen los comercios por estar en zona costera, de lo limpias que estaban las playas, en fin, de lo que se suele hablar entre dos personas que no se conocen de nada. Fuimos juntas hasta el bloque de apartamentos, subimos en el ascensor hasta el rellano y seguimos nuestra conversación intranscendente. Al despedirnos me dijo que si quería y no iba a hacer nada, podíamos bajar a la playa; su marido había bajado a Barcelona durante dos días por motivos de trabajo y estaba bastante relajada.
Pensé que era una buena idea y que no pasaría nada si me iba con ella, así también me relacionaba con alguien que me hiciese olvidar en algunos momentos mi bajo estado anímico. Quedamos en vaciar los carritos de la compra y vernos de nuevo en el rellano al cabo de una hora.
A la hora exacta ya estaba yo en el rellano esperándola. Salió de su apartamento con un bikini, un pareo enrollado por la cintura y una bolsa con la toalla de playa y los utensilios típicos para tomar el sol. Realmente en ese momento me fijé que tenía un cuerpo muy bonito, los pechos no muy grandes pero el estómago duro, debido a las dos horas de gimnasia que realizaba cada día, como luego me comentó.
Una vez ya estábamos tumbadas en la playa, la conversación tomó otros derroteros, pasamos a temas más personales y, lógicamente salió el tema de mi presencia solitaria en Tossa de Mar.

Le expliqué a Rocío que hacía poco mi pareja había decidido romper su relación conmigo y que eso me había afectado bastante. Ella me confesó que con su marido la relación era magnífica, pero que estaban preocupados por que desde hacía tiempo estaban intentando que ella se quedase embarazada, pero que no había forma. Parece ser que por un problema en los óvulos de Rocío, no podían tener hijos de forma natural y se estaban planteando adoptar un niño.
En ese momento me di cuenta de una cosa, yo tampoco podría tener hijos con mi pareja. No se por qué, pero para intentar que ella se diese cuenta que la comprendía, le reconocí mi homosexualidad y mi obstáculo a tener hijos. La conversación fue cada vez más intimista, llegando a explicarme que de joven ella había besado a una chica una noche. A las dos horas de estar en la playa y debido al fuerte sol, decidimos dar por finalizado el rato de sol y nos fuimos camino de los apartamentos. Al llegar al rellano nos despedimos y me metí en mi casa.
Al ir al baño para ducharme, el calentador del agua se había estropeado. La verdad a pesar de verano, no me apetecía ducharme con agua fría, ya que yo soy bastante friolera. La única solución que encontré después de pensarlo un buen rato, era ir a casa de Rocío y pedirle que me dejase duchar.
Llamé a su puerta, me abrió con un albornoz ya que estaba a punto de entrar en la ducha y le dije si le importaba dejarme su ducha ya que le comenté el problema que tenía con el calentador. Me dijo que no había ningún problema, que entrase y que me duchase en su cuarto de baño. Aunque me puso una condición, tenía un poco de prisa y que si no me importaba lo hiciéramos juntas para así acabar antes. Le dije que no había problema, la bañera era amplia y así iríamos más rápidas.
Entré en el cuarto de baño, me desnudé. Ella ya estaba dentro de la bañera probando si el agua salía templada. Me metía adentro y mientras yo me aclaraba de la sal del mar, Rocío se estaba enjabonando. Me pidió si podía enjabonarla por la espalda con la esponja, lo cual hice y mientras ella se quitaba el jabón yo me enjabonaba. Le pedí que ella me hiciera lo mismo en la espalda a lo que ella también aceptó. Salió ella primero y se puso el albornoz, el cual le servía para secarse. Al salir yo, me envolvió en una toalla y empezó a secarme. Le dije que no se preocupase, pero ella insistió. Me giró y me quedé de espaldas a ella. De repente soltó la toalla y me empezó a acariciar los senos.
– Rocío, ¿qué haces?- le dije enérgicamente, mientras me giraba y me soltaba de ella.
– Tranquila Miriam, solo quiero que te relajes. Necesitas cariño y yo te lo quiero dar.

No te mereces pasar por lo que estas pasando, quiero ser tu amiga. Además me atraes mucho, desde esta mañana en la playa no he dejado de pensar estar contigo.
Dicho esto me cogió por la cintura y me besó furtivamente.
– Lo siento Rocío, no estoy en condiciones ahora mismo- le repliqué una vez de retirarme su boca.
Cogí mis cosas y salí corriendo medio desnuda de su casa a la mía. El cuerpo me temblaba debido a esa insinuación, me vestí y me tumbé en la cama pensando en lo que había pasado. La cabeza me daba vueltas, en mi interior había una sensación de tener ganas de estar con ella, ya que como he dicho antes era una mujer atractiva; pero otra parte de mi quería estar sola después del desengaño que tuve. Me pasé toda la tarde tumbada en la cama sin encontrar respuesta.
Al llegar la noche sonó el timbre de la puerta, al abrir me encontré a Rocío que acababa de volver a su apartamento y me dijo si podíamos hablar. Entró y nos fuimos al pequeño salón, lo primero que hizo fue pedirme disculpas por lo acontecido. Me dijo que había sido un impulso y que la perdonase. Le dije que no pasaba nada y que ya estaba todo olvidado.
– Entonces aceptarás venir a cenar a mi casa esta noche, estoy sola y quiero desagraviarte por mi comportamiento de esta tarde.
– No creo que sea lo conveniente- le contesté
– Entonces sigues enfadada conmigo. No quiero que me malinterpretes, solo es una cena de amigas nada más. – replicó.
Noté que en sus palabras había un poco de molestia por pensar que yo no me fiaba de ella. Entonces acepte su invitación para no crear mal rollo.
– Bien te espero dentro de una hora en mi casa.
Se levantó y se fue para su apartamento a preparar la cena. Me arreglé para ir a cenar, de un modo totalmente informal. Al llamar a su puerta, ella me abrió y me sorprendió al estar perfectamente ataviada. Llevaba un vestido negro, con la falda que le llegaba por encima de las rodillas. La cena ya estaba en la mesa, y estaba compuesta a base de canapés fríos y vino. Nos sentamos a cenar, había puesto música romántica de fondo. Al cabo de una hora larga, después de hablar de cosas banales y una vez finalizada la cena, me dijo si quería bailar con ella. Acepté y nos pusimos a bailar. Me cogió y noté que me agarraba con fuerza, acercándome a ella.
– Miriam, lo siento, deseo hacer el amor contigo. Estoy súper excitada. Te deseo.
Dicho esto me besó de nuevo furtivamente y yo me dejé llevar. Como si de un resorte se tratase, baje una de mis manos a su entrepierna, la metí por debajo de su corta falda y note sus bragas. Empecé a acariciarlas suavemente, mientras notaba su vello en mis dedos. Ella empezó a poner sus manos en mis pechos, mientras mis pezones se ponían erguidos. Introduje un dedo por sus bragas buscando su clítoris, estaba húmeda. Ella empezó a jugar con mis pezones. De repente me soltó, me cogió la mano y me llevo a su dormitorio. En menos de un minuto estábamos desnudas una enfrente la otra.
Nos estiramos en la cama y fuimos directamente a la posición del 69. Me sorprendió notar lo mojada que estaba, empecé a succionar su clítoris mientras le introducía un dedo por el orificio vaginal. Ella estaba estirada en la cama y yo encima, Rocío estaba disfrutando, sus flujos me empezaban a mojar el rostro y ella intentaba a duras penas lamerme el clítoris. Estaba todo el rato con contracciones, gemía y gritaba al introducirle tres dedos hasta el fondo. Noté como llegó al orgasmo.

De repente noté unas manos en mi trasero, era Julio que estaba totalmente desnudo. Salté de la cama como si tuviera un resorte, ¿qué hacía Julio ahí? Rocío se incorporó y me dijo:
– Miriam, queremos que estés con nosotros, le he llamado y le he explicado lo que había pasado, ha venido y él ha estado todo el tiempo en casa espiándonos.
No entendía nada, pero si observé el miembro erguido de Julio, realmente largo y ancho.
– Rocío me has vuelto a mentir, creo que es mejor que me vaya. – dije enfadada.
– Por favor no te vayas, me gustaría que mi marido y tú me hicierais el amor, por favor te lo pido.
Por mi mente pasaron muchas cosas, no me digáis por qué pero acepté; aunque puse una condición, Julio no me podría ni tocar. Eso lo tenía claro, si en algún momento me rozaba cogía y me iba. Julio y Rocío se miraron y aceptaron mi propuesta.
– Esta bien Miriam, solo nos centraremos en Rocío, no te tocaré lo prometo – apostilló Julio.
Rocío me cogió de la mano y me estiró en la cama, ella se sentó encima de mi poniéndome su sexo en mi boca para que se lo succionase. Empecé a lamerle el clítoris mientras Julio de pie se acercaba a ella, Rocío agarró el miembro de su marido y se lo llevo a la boca. Se lo introdujo todo y empezó a lamerlo incluyendo los huevos. He de reconocer que nunca había vivido una experiencia real entre una mujer y un hombre, solo lo había visto en alguna película porno, y observar esta escena en vivo hizo que aumentase mi lívido; aunque no sentí en ningún momento envidia de lo que esta ocurriendo con Julio.
Al cabo de nada, él se corrió en la cara de su mujer, había estado tan excitado por nuestras escenas de sexo, que al mínimo roce de su mujer con él no pudo aguantarlo.
Mientras ocurría esto yo seguía chupando el clítoris de Rocío, la cual no dejaba de segregar flujo vaginal en mi cara. Julio se sentó en la cama y observaba de nuevo los juegos eróticos de su mujer. Rocío de separó de mí y nos pusimos de nuevo en posición 69. Le pidió a Julio que le pasara el aparatito que tenían en la mesilla de noche. De repente, mientras me succionaba el clítoris, noté como me empezaba a introducir un consolador por mi sexo. Al estar húmeda, la introducción fue rapidísima y empezó a bombear cada vez más rápido el aparato mientras no dejaba de lamer el clítoris.
Yo estaba ya a cien, lo cual produjo un enorme grito de placer y el consiguiente orgasmo, que duró un buen rato. Después de alcanzarlo, ella y yo nos fundimos en un gran beso, nos abrazamos y nos quedamos acurrucadas. Al cabo del rato, Julio ya recuperado fue hacia Rocío, la puso en posición de perro, lamió su trasero para dilatar su ano y al momento introdujo su miembro de nuevo duro y gordo por su estrecho orificio. Yo estaba estirada en la cama viendo la escena, me empecé a acariciar el sexo mientras veía la excitación de Rocío al ser penetrada por detrás.
Los movimientos de Julio al principio lentos fueron aumentando en velocidad cada vez que Rocío tenía el ano más dilatado, ella disfrutaba y parecía un caballo desbocado, yo seguía masturbándome al ver esa escena. Unos minutos más tarde Julio se corrió dentro de ella.

Nos estiramos en la cama los tres y empezamos a comentar lo ocurrido.
La verdad es que mi interés por estar con un hombre no ha aumentado lo más mínimo; pero he de reconocer que ver a una mujer disfrutando con un hombre desde ese momento me excita, pero solo por verla a ella gozar.
Los días siguientes estuve disfrutando del sexo con Rocío algún día a solas hasta que llegó el fin de las vacaciones y nos tuvimos que despedir, sin volver a vernos nunca más.
Saludos.

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