Relato erótico

Verano con sorpresa

Charo
20 de abril del 2020

Se iban de vacaciones a la playa. Querían descansar, tomar el sol, buenas cenas y sobre todo, buen sexo. Una noche su mujer habló en sueños y dijo el nombre de una mujer. Nunca le había contado que se hubiese acostado con una mujer. No dijo nada y esperó a ver qué pasaba durante aquellos días.

José – Málaga
Por fin había llegado el día, nos despertamos temprano seguramente por los nervios de la partida y enfilamos la carretera en dirección a Málaga. Nos paramos en un pueblo que tenía un hermoso castillo a desayunar y a media mañana, llegamos al bonito pueblo costero de Nerja.
Habíamos alquilado una casita adosada en una urbanización, que tenía unas vistas de ensueño.
Me llamo José, tengo 29 años, mi mujer Juana, tiene 28 años y un cuerpo que me tiene loco, alta, morena con un pelo ensortijado negro, una cara bonita con ojos verdes, una boca de labios gruesos y carnosos, unos pechos firmes no muy grandes, pero que se mueven con alegría, un culo respingón con unas piernas largas y torneadas y dejo para el final su cueva (como dice ella), un chocho muy peludo, me gustaba besarlo y olerlo cuando se lo comía y disfrutaba mucho, apartando con la lengua, su enmarañada melena para encontrar, la ansiada cueva.
Como veréis, estoy enamorado de mi Juana, y es que aparte de estar muy buena, en la cama era una fiera, todos los días quería fiesta y yo la atendía como se merece una hembra tan hermosa.
Volviendo al veraneo, (como me ponga a hablar de ella, voy a tener que dejar de escribir para ir al servicio a aliviarme). La casa, tenía dos plantas, delante un pequeño jardín particular con una cancela, la urbanización era como una plaza de toros redonda y en el centro, las piscinas, canchas de tenis, pádel etc. Tenía una playa particular con unas calitas entre peñas, propias para lo que más adelante os contare.
Cuando estábamos colocando la ropa, después de admirar nuestra casita, oímos unas risas y voces en el jardín de al lado, nos asomamos a la terraza y vimos a nuestras vecinas, estaban totalmente desnudas y con una manguera, se echaban agua, mientras corrían intentando ocultarse entre las plantas, nos saludaron con la mano, sin cortarse ni un pelo y continuaron jugando.
Eran cuatro chicas de entre 20 y 25 años, llevarían algún tiempo en la playa puesto que estaban morenas y se les notaban las marcas del bikini.
Como es natural, mi polla se puso a tono y menos mal que la baranda de la terraza tapaba el bulto que poco a poco se estaba formando, mi mujer que se había dado cuenta, bajo su mano y mientras que con la otra saludaba cordialmente a nuestras vecinas, me abrió la cremallera del pantalón y sacándome el badajo, comenzó a sobarlo.

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Mientras en el jardín de nuestras vecinas, habían conseguido coger a una rubita con el pelo corto entre dos de ellas, la habían tumbado en el césped y la otra con la manguera, la estaba poniendo perdida de agua, le habían sujetado las manos y los pies y le pasaban por todo el cuerpo una pasta marrón, mientras la tocaban por todos lados, la rubita que no paraba de reír, tenia los pezones erectos y parecía disfrutar con el magreo que le daban sus amigas.
Juana, sentada en el suelo, me había sacado el cipote y como quiera que no se veía nada desde el exterior, porque la baranda del balcón lo impedía, me chupaba el glande con sus maravillosos labios, mientras me pellizcaba con mucha suavidad los cojones, como disfrutaba con sus metisacas, la verdad es que apretaba justo los dientes, consiguiendo darme un placer inmenso.
Los nudillos, los tenia blancos, la cara congestionada y el cipote con las venas a punto de reventar, mi mujer con su mamada, me estaba llevando a un intenso clímax, mientras que las niñas con sus cuerpos desnudos y jóvenes, hacían que mis deseos por follarlas, fuesen aumentando a cada momento.
Por fin con un largo y profundo suspiro, seguido de una tremenda sacudida, comencé a soltar chorros de esperma, que resbalaban por la comisura de los labios de mi esposa, cayendo entre sus pechos, mientras mis piernas se quedaban sin fuerza, estando a punto de caer encima de ella.
Nos despedimos de nuestras nuevas amigas y pasamos al dormitorio, le dije a Juana que me echaría un rato en la cama ya que por el viaje, el sol o la tremenda mamada, estaba un poco mareado.
Juana, entró al cuarto de baño y mientras yo descansaba con los ojos semi cerrados, sentía la ducha, y pensando en el cuerpo de mi mujer y el de mis vecinas totalmente desnudas, me quede dormido.
Me despertó, un gran deseo de comer, mi mujer había cerrado la ventana y bajado las persianas, el aire acondicionado estaba puesto y solo se escuchaba un ligero ronroneo del motor.
Sin hacer ruido, entre en el dormitorio que estaba mi mujer y me acosté en la otra cama, me gustaba verla totalmente desnuda. Sin darme cuenta, estaba nuevamente empalmado y cuando me disponía a pasarme a la otra cama para comérmela, sentí como ella decía:
– No, no, déjame por favor
Su cara reflejaba una sonrisa y siempre con los ojos cerrados, (por lo que deduje que estaría soñando), comenzó a tocarse los pechos con mucha suavidad, sus dedos apretaban sus pezones y de su garganta, salían suspiros, mientras su cuerpo, se removía en la cama.

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Juana, mientras tanto, había bajado una mano hasta su chocho, y con la otra seguía pellizcando sus pezones, se pasaba dos dedos por su rajita, deteniéndose más de la cuenta al llegar al clítoris, el cual masajeaba, mientras su cuerpo se convulsionaba y de su garganta escapaban jadeos y suspiros.
– No Ana, no me des lametones en ese sitio
Me quede quieto y sin aliento, ya tenía una pierna a punto de subir a su cama, me di media vuelta y con mucho cuidado salí de la habitación, no sin antes echar una última mirada y ver como mi mujer con dos dedos metidos en su vagina y el pulgar frotándose el clítoris tenía un tremendo orgasmos mientras chillaba:
– Soy tuya Ana dame mas placer, chúpame toda…
Por la tarde, bajamos a la playa, donde conocimos a nuestras vecinas, que dijeron ser del norte y tenían un taller de confección de ropa, llevaban quince días y se lo pasaban en grande, nos invitaron a cenar la noche siguiente ya que hoy tenían una juerga nocturna en otra playa.
El descubrimiento de esa tarde, me tenia confundido, Juana, nunca me había comentado nada de haber tenido una relación con otra mujer.
Aquella noche, después de visitar Nerja, que estaba espléndido, ya en la cama y desnudos, tuvimos ocasión de hablar mientras nos acariciábamos de nuestro primer día y nuestras nuevas amigas, Juana, estaba encantada y mientras yo le mordía un pecho, me contaba lo buenas que habían estado las gambas al ajillo y mientras yo con la rodilla metida en su coño y pellizcándole el culo, le decía que me habían gustado más las puntillitas, ella, me acariciaba el carajo que empezaba a despertar, reclamando su primer polvo de vacaciones.
Teníamos la luz encendida, que guapa era con sus enormes ojos verdes, le dije que abriera las piernas y mientras yo, montado encima, la besaba en los labios, los mordía y metía mi lengua en su boca, le coloque la punta de mi enorme verga en la entrada de su cueva ( que ya estaba lubricada) y con mucha lentitud, se la fui metiendo, hasta sentir que mis cojones, chocaban con sus labios mayores.
Juana, se movía y me aprisionaba la polla con el chocho y cada vez que la sacaba, le daba un toque en el clítoris y volvía a metérsela otra vez, arrancando gritos de placer cada vez más fuertes y apasionados.
El sudor de los dos cuerpos, se mezclaba y mientras me pedía más, mas, le retorcía los pezones, mientras le pagaba un mordisco en el cuello, solamente con los labios.

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Una corriente de placer me inundo cuando con un grito triunfal me corrí dentro de su coño, mientras ella llorando de placer y con unas tremendas convulsiones, me decía que parara que no podía más.
Al poco rato y mientras la suave respiración de mi mujer, me indicaba que dormía plácidamente, pensé que valía la pena pasar unos días en la playa, sin saber los acontecimientos que me esperaban y que en próxima entrega os contare.
Besos para todos los lectores.

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