Relato erótico

Verano caliente

Charo
10 de febrero del 2020

Era una fiesta de verano. Había buen ambiente, mucha bebida y mucha marcha. Cuando vio a su novio morreándose con otra decidió vengarse.

Marga – BARCELONA
Eran los años sesenta. Había ido con mi novio a un guateque, en una población costera catalana, a casa de un amigo. Yo, Marga, tenía entonces dieciocho años y ya era una chica que destacaba de las demás. Guapa y bien formada. En el camino Sergio, que así se llamaba mi novio, me llenó de piropos y me sentí halagada. Incluso dejé que me pusiera de vez en cuando una mano en una pierna, pues al ser verano iba con minifalda y me excitó la caricia de mi novio en el muslo.
En el guateque había diez chicos blancos y negros, un señor algo mayor, y otras tantas chicas, todas inglesas excepto yo. Pero yo era la más atractiva y así se lo dijeron a Sergio.
– ¡Vaya tía llevas! Nos podías dejar bailar con ella – le pidieron algunos. Sergio no les contestó y cuando yo me ruboricé al ver los piropos groseros que me iban diciendo los chicos, se me llevó a un rincón con él. Después tomamos unos cubalibres, yo más de la cuenta y picamos canapés hasta que comenzamos a bailar. Quedó solo encendida en el salón una luz rinconera y prácticamente bailábamos a oscuras. Sergio me abrazó bailando, escuchando una balada, y me empezó a besar las orejas. Yo sentía escalofríos con los escarceos de mi novio y no me atreví a decirle que se estuviera quieto, entonces ni tampoco después cuando él me acercó los labios y me besó en la boca. Pero yo mantenía los labios cerrados y eso a él no le gustó.
– Abre los labios que quiero morrearte bien – me dijo susurrando.
Yo le obedecí y él me metió la lengua. Surcaba todos los rincones de mi boca y aprisionaba la mía con fuerza. No lo pude evitar y se me excitó la entrepierna, notaba que se me humedecía el chocho y me sentía sucia. Me aparté y le dije que quería ir al lavabo.
Allí me fui con el bolso. Me cambié de bragas, pues las que llevaba estaban muy mojadas, de sudor y “calentura”. Volví al salón para buscar a Sergio y lo encontré bailando y morreándose con una inglesa. Eso me molestó. Me sentí humillada. Él se dio cuenta, pero siguió morreando y metiendo mano a la inglesa. Herida en mi amor propio, animada por los cubatas, me acerqué donde estaban las bebidas y me tomé un cubata muy cargado de ginebra casi de un solo trago. Sin dominio de mí misma, me acerqué a un chico, bajo y feo, que estaba solo sentado y lo animé a que bailara conmigo.
El inglés se sintió halagado. Yo le eché los brazos por encima de la cabeza y lo apreté, noté como el chico, más bajito que yo, se calentaba y como le crecía la polla. Me restregué contra su cuerpo, para que Sergio viera lo que había conseguido. Dejé que me tocara las tetas mientras ponía los labios en los suyos y comenzaba a morrearle. El chico me las magreó por encima del vestido, pero fue demasiado para él. Se calentó mucho y fue atrevido. Sin dejar de sobar mis tetas con una mano, la otra la dirigió directamente a mi entrepierna.
Yo no opuse resistencia, estaba tan cabreada con Sergio, que le deje hacer. Noté como acariciaba y restregaba a su mano por mi coño. Se paró en el clítoris y me follaba con un par de dedos.

Me di la vuelta para ver si Sergio miraba, pero el muy cabrón de había ido a follar con la inglesa. Estaba decepcionada, pero por otro lado, el inglés estaba haciendo muy bien su “trabajo” y me estaba poniendo caliente. Le dije que parara, pero no me hizo ni caso. Estaba a punto de correrme, y le dije:
– Por favor, voy a correrme, busquemos un sitio más tranquilo.
Cogí mi bolso, y la bebida y nos fuimos hacia el pasillo. Al final había una habitación pequeña, con una cama muy grande.
Estaba vacía y entramos, cerrando la puerta a continuación. A mí no se me habían follado todavía, pero creo que había perdido el virgo un que probé un consolador que encontré en casa de una amiga de mi madre.
El tío tenía la polla a tope y yo estaba muy caliente. Me desnudó, y cuando me sacó las bragas las olió.
– ¿Te gusta oler mis bragas? Pues toma estas también – le dije mientras abría el bolso y sacaba las que me había quitado un rato antes.
El chico se quitó los pantalones, la camisa y se sacó la polla, que por cierto era enorme, por encima de los calzoncillos. Se puso a oler las bragas con ansia y al hacerlo yo le vi la polla. Nos abrazamos entonces y yo empecé a morrearlo como una perra en celo hasta que el chico me pidió que le chupara la polla. Yo me agaché y se la comencé a lamer.
– Huele a sexo – le dije, pero seguí mamándosela hasta que el chico no pudo más y se corrió en mi boca.
Me molestó, pero no dije nada y le pregunté:
– ¿Ahora qué hacemos?
Como respuesta, se acostó y me dijo que me acostara a su lado. Nos echamos juntos y el chico comenzó a acariciarme el coño y a estirarme los pezones. Yo, lanzada como estaba, también me corrí al cabo de un par de minutos con un tremendo orgasmo, aunque procuré que mis gritos de placer no se oyeran fuera. Nos quedamos unos minutos tendidos en la cama, hasta que, me pidió que le volviera a chupar la polla haciendo un sesenta y nueve. Y le obedecí. Me puso arriba y se la empecé a recorrer con la lengua desde los huevos hasta el glande mientras él me lamía el coño con ansia. Pronto la polla del chico reaccionó y fue creciendo poco a poco hasta endurecerse a tope. Entonces, me dijo que me la iba a meter. Tuve algo de reparo. Nunca había tenido un miembro masculino dentro. Pero no lo dudé. Me cambié de posición, encima del chico, y éste me la fue metiendo hasta los huevos.
El sentir como me penetraba me puso a cien de nuevo. La sensación de tener metido en mis entrañas un duro miembro masculino me hizo sentir muy mujer. Era una novedad, nunca volvería a ser como antes pero me sentía gratificada dejándome penetrar por un chico desconocido, que no sabía ni como se llamaba. Me aplicó un metisaca muy intenso, mientras me mordía las tetas y me pellizcaba los pezones.
Con tantos ataques sexuales, me corrí antes que él.
– No te corras dentro, que no tomo nada.
La sacó antes de correrse, me dio la vuelta, me lamió el agujero del culo y me la clavó allí, sin miramientos, de una embestida. Yo grité de dolor diciéndole:

– ¡Me estás rompiendo el culo!
No me hizo caso y siguió follándome, hasta que se corrió y me lo llenó de leche.
Me levanté, fui al lavabo, pero cuando terminaba entró y me lamió el coño antes de que yo pudiera lavarme. Volvimos a la cama sin lavarnos, con restos leche en la cara. Aquel tío era un guarro. Cuando me dí cuenta, volvía a tener la polla dura.
– Mámamela otra vez – me pidió él.
Me puse a hacerlo y le hice una mamada que se la puso dura otra vez. Cuando vi que ya estaba lista, me tumbé, abrí las piernas y dejé que volviera a penetrarme. Me folló salvajemente y se corrió al cabo de unos minutos, esta vez en mis tetas, ni que decir tiene que esta corrida no fue tan “intensa” puesto que ya tenía los huevos secos.
Sin despedirse, se vistió y salió de la habitación. Allí estaba yo, espatarrada, llena de leche y desvirgada por un tío que no sabia ni como se llamaba. Pero no me importaba, había disfrutado un montón.
Por eso, cuando entraron tres chicos negros y el señor mayor y se desnudaron de cintura para abajo mirándome, no les dije nada. Sabía que iban a follarme y me quedé impasible mientras ellos se desnudaban. El señor mayor se tumbó en la cama a mi lado y me metió mano al coño mientras me besaba los pechos. Luego sentí como sus manos exploraban mi ano y me daban palmadas en el culo.
A continuación, los negros me pidieron que les chupara las pollas y obediente se las mamé, luego dejé que me metieran las pollas juntas de dos en dos, primero una por el coño y otra por el culo, luego las dos juntas por los mismos sitios, algo que me hizo mucho daño pero que me excitó a tope. Me corrí con los frotamientos que mientras me penetraban el culo me daban en el clítoris. Mi culo rebosaba leche. Me llevaron al baño y me tumbaron en el suelo, una vez allí, los otros dos se corrieron en mi cuerpo. Sin mediar palabra, se fueron y me dejaron allí tirada. Volví a la cama y me quedé dormida.
Cuando me desperté, dos horas más tarde, fue porque noté que una polla intentaba abrirse paso en mi culo. Abrí los ojos y vi que era Sergio quien me sodomizaba. No tuve fuerzas para reñirle ni para protestar. Le dejé encularme bien, mientras me cogía las tetas y me retorcía los pezones. A punto de correrse me sacó la polla del ano y me hizo abrir la boca, metiéndomela hasta el fondo y se corrió. No tuve más remedio que tragarme toda la leche. Se acostó a mi lado y me lamió el coño hasta que consiguió que yo me corriera. Después me besó pidiéndome perdón. Yo no le dije nada. Me levanté a duras penas y fui al lavabo a ducharme. Después me vestí y cuando iba a irme, los otros siete chicos que faltaban entraron en la habitación.
Les pedí por favor que me dejaran, pero estaban excitados y oí algo así que me decían:
– Follando eres una maravilla, y nos ha encantado encularte. Nos gustaría repetir.

No tuve fuerzas para protestar. Los chicos se desnudaron, me rodearon, me sobaron por todos lados, me desnudaron, me echaron en la cama y uno a uno se me follaron. Sergio, se tumbo a mi lado mirando cómo me la metían por todas partes. Al muy cerdo le excitaba verme sometida. Al final yo estaba hecha polvo. Pero aún llegué a correrme dos veces. Exhausta me quedé luego dormida, y me dejaron por fin en paz.
Al día siguiente, me levanté. Me notaba pringosa de leche. Fui al lavabo, me duché y puse crema en mis agujeros, que estaban muy escocidos después de la orgía vivida. Me vestí y cuando salí de la habitación estaba solo Sergio esperándome en el salón.
– Todos se han ido a sus casas – me dijo y yo vi que él iba sin pantalones, con la polla fuera de los calzoncillos
– Mámamela, por favor, y nos vamos.
Yo no dije nada, me agaché, le hice una buena mamada, con largos lametones desde el capullo a los huevos, y dejé que se corriera en mi boca. Luego fui otra vez al lavabo, me lavé bien la cara y nos fuimos hacia Barcelona.
Besos y hasta otra.

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