Relato erótico

Venganza tardía

Charo
28 de febrero del 2019

Nunca se hubiera imaginado que al cabo de varios años podría vengarse de su ex novio. Era un tío machista y lo catalogaba de “gilipollas”. El chico se casaba y un amigo común le pidió si podía montarle una despedida de soltero. Aceptó y se lo pasaron bien todos, menos el futuro novio.

Sara – Madrid
Me había reunido en una cafetería con mi compañero Miguel, bueno más que compañero, amigo. Habíamos ido juntos al instituto e hicimos juntos la carrera.
Hacía unos días me había llamado y habíamos quedado.
– Lo que has oído, yo te lo propongo y en paz…
La verdad es que la proposición se las traía. Nada más llegar, me había dado un par de besos y habíamos pedido la consumición, él había ido al grano, directo, como es siempre.
– Mira, Sara, todavía recuerdo cuando en el viaje de fin de carrera me comentabas que tu mayor fantasía era ser gogó en una despedida de soltero, ahora te doy la oportunidad, pagándote claro.
– Oye, ¿te crees que soy una puta o qué?
– No quería ofenderte, solo que supieras que te preferimos a ti antes que a una profesional.
– Pero vamos a ver ¿quién se casa?
– Sebas…
Joder, Sebas era un antiguo novio mío en la carrera, un gilipollas que creía que si un tío se va con todas las tías que quiere es un macho y si el caso es una tía, es una puta. Además tenía la mano muy larga.
Ester era la novia, una pijita que en su vida había roto un plato y que iba virgen al matrimonio a los 25 años. El “bestia y la bella”.
– Vamos, ya sé que no te cae bien Sebas, pero hazlo por el resto, hazlo por mí.
Joder, cada vez que me miraba con esos ojos azules me derretía por debajo.
– De acuerdo pero yo pongo las condiciones. Cuando llegue todos tenéis que estar en pelotas.
– ¿Qué? Eres la leche, Sara.
Y para ratificarlo me dio un beso en la mejilla. Me volvía loca…
– Por cierto, ¿en la despedida de las chicas irá alguna que conozca yo?
– Creo que va Asun.
Seguimos hablando un rato y me acompañó hasta mi casa. Allí en la soledad, maquiné un plan. Sebas me hizo un montón de daño; yo no soy rencorosa pero había que darle un pequeño escarmiento, así que llamé a Asun, primero le hice partícipe de mi plan y accedió encantada. Luego llamé a Robert, mi amigo afro americano. Mi plan estaba completo. Así que me preparé para el gran día.
Esa tarde me duché, me maquillé de manera muy ligera, me peiné hacía detrás con gomina y me puse el traje de “faena”, un corpiño blanco con liguero, medias blancas y un tanga, encima del liguero para que me fuera más fácil, quitármelo. Encima, un abrigo gris perla largo, recuerdo de un viaje que hice a Praga. Me miré en el espejo, solo se veía el final de mis medias y mis zapatos de tacón. Por último, llamé de nuevo a Asun, a Robert y a Miguel.

A este último le dije que en una hora estaría allí y que esperaba que mis condiciones fueran cumplidas. Me tranquilizó diciéndome que todo estaría preparado y que no me preocupara.
Puesto que la suerte estaba echada llamé a un taxi y le di la dirección del chalet en la sierra donde se realizaba. Más de una vez se le iba la vista al taxista a mis muslos así que le dije que si seguía atento a mis curvas y no a las de la carretera, terminaríamos en la cuneta. El hombre se sonrojó y no levantó la vista de la carretera hasta que llegamos a la entrada empedrada del jardín del chalet. Me acerqué a la puerta y llamé. Me abrió Enrique, un colega de la facultad. Sus ojos tenían el brillo de alcohol. Me besó en la mejilla y me dijo lo guapa que estaba. Desde luego en la casa hacia ya un calor tremendo y Enrique ya estaba desnudo, con su miembro apuntando hacia el techo.
Cuando llegué al salón, apareció ante mis ojos el espectáculo más increíble para mujer alguna, 9 tíos desnudos esperándome a mí. 10 tíos en total para mi sola, increíble. Fui saludándoles uno por una, dándoles un beso en la mejilla a cada uno. La mayoría eran compañeros de carrera. Deje al homenajeado el último, Sebas.
Me acerqué insinuante a él, abriéndome lentamente el abrigo, poco a poco. El resto de tíos comenzaron a animar a gritos y silbidos. Me acerqué a un palmo de su cara.
– Hola Sebas, hace mucho, mucho tiempo…
– Hola Sara, estás muy guapa. ¿No me vas a dar un beso?
Acerqué mi boca a la suya y comencé a morrearme con él, con lujuria, metiendo mi lengua en su boca y enlazándome a su lengua, un beso húmedo y sexual. Al tiempo, baje mi mano hasta su rabo y lo agarré: duro como una roca. Me separé de él. Con un movimiento de hombros me desprendí del abrigo, cayendo al suelo.
– Bueno chicos, creo que es hora de empezar el espectáculo ¿no?
Mi pregunta fue contestada por un rugido enorme de satisfacción. En un momento me encontré rodeada de tíos vociferantes, en pelotas y muy calientes. Sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo y en un momento, mi tanga desapareció. De pronto la voz de Miguel tronó en el salón.
– ¡Un momento tíos, un momento! El derecho de estar primero con esta belleza es de Sebas, el pobre que no sabe lo que se hace.
Todos se separaron y Miguel me entregó a Sebas, que agarrándome con fuerza me comenzó a besar de manera salvaje y húmeda. Yo correspondí a su beso pero me desasí de él.
– No, no, Sebas. Tienes que ser buen chico y dejarme hacer a mí.
Me acerqué lentamente de nuevo hacía él con una sonrisa pícara. Todos estaban a mil, gritando y jaleándole. Llegué hasta él y me coloqué en cuclillas, agarre con mucho cuidado su polla y comencé a acariciarlo con mi lengua. Primero la punta en círculos muy pequeños, después descendí con mi lengua hasta el pliegue del prepucio y lo recorrí en círculos, todo lentamente. En ese momento Sebas se apoyaba en la mesa con las dos manos y boqueaba. Ya no oía los gritos, éramos él y yo. Descendí hasta llegar a los huevos.

En ese momento, paso de ser suave, y de un golpe me metí la tranca hasta que su pubis golpea en mi nariz y me dedique a la polla como una posesa, succioné, chupé y jugué con mi lengua.
Sebas siempre había sido un poco precoz, no llevaba ni un minuto y un espeso borbotón me empezó a llenar la boca. Me saqué la polla de la boca y comencé a dirigir los escasos chorros que le quedaban a mi escote. En ese momento volví a la realidad, todos los tíos gritando como locos y dando golpecitos en la espalda a Sebas. Algunos ya se enfundaban sus herramientas en preservativos cuando decidí comenzar a llevar el control de la situación.
– Muy bien chicos, quietos que aquí mando yo, sed buenos y hacedme caso.
Empecé a explicarles en que consistía mi pequeña sorpresa. Se debían sentar en la mesa redonda que había cubierta por una larga faldilla, con la que se taparían la cintura y se pondrían a jugar al póquer. Yo me metería debajo y aleatoriamente me pondría a comer uno de esos hermosos rabos que quedaban ocultos. La cosa consistía en que si el “comido” hacía algún gesto que se le notara el acto, perdería y se levantaría de la mesa. Solo podía quedar uno y ese tendría el privilegio de follarme el primero. A todos les pareció una idea fenomenal y nos pusimos manos a la obra. Me metí debajo de la mesa, todos reían o hacían algún comentario.
Atisbé entre el bosque de rabos que se me ofrecía, escogí uno grueso, lo agarré con la mano y comencé a pajearlo muy suavemente mientras que con la otra mano masajeaba suavemente sus pelotas. Cuando creí que ya estaba suficientemente excitado, lo dejé y continué con otro. Hice lo mismo a los diez y tres tuvieron que abandonar la mesa.
Ya solo quedaban siete. Escogí una polla al azar y de un golpe me la tragué entera hasta los huevos. En honor de su dueño tengo que decir que no se movió ni un pelo, mamaba como una posesa, escurriéndose mi saliva hasta el tronco del pene. Seguí un par de minutos hasta que mi boca se empezó a llenar de una crema espesa, cálida y deliciosa. Tragaba mientras mamaba y pajeaba al mismo tiempo y el tío ni se movió, ¿quién sería? Por fin termine a lametazos de limpiarle la polla hasta que quedó flácida en mi mano.
Pase al siguiente. Bueno, para agilizar las cosas os diré que me pegué el mayor hartón de semen de la historia. Procuraba que la cosa fuera deprisa porque a este paso iba a acabar con el estómago lleno. Los tíos aguantaban bien.

Tuve que empezar a usar malas artes, de esas que solo conocemos las mujeres para que se delataran. Por fin fueron cayendo uno por uno. Salí por fin de debajo de la mesa con los músculos entumecidísimos. El afortunado en probar mis húmedas interioridades (a estas alturas de la fiesta estaba mojadísima) sería José. Cuando salí, debía parecer la auténtica estampa del gangbang. Empapada cara, pelo y corpiño de cremosa esperma. Dos de ellos que habían comentado que después de esto no se les levantaría ni para los restos, al verme, comenzaron desesperadamente a masturbarse.
– Bien Pepe – le hablé mientras le acariciaba el glande – puedes tomar posesión de tu premio.
No dijo nada, me agarró por la cadera, me puso boca abajo en la mesa y me penetró de un golpe, chapoteando bestialmente. En ese momento, empezó a gemir y jadear mientras se movía. Lo que pasa es que el pobre ya llevaba mucho conteniéndose y no hacia ni un minuto que me follaba cuando se corrió. Sonreí satisfecha y ronronee como una gata, aunque el polvo ni me había proporcionado ni un orgasmo. Su sitio fue ocupado… Así comenzó las orgía más fantástica que jamás haya pasado mujer alguna, un puro gozo. Un pene se corría y de inmediato otro ocupaba su lugar, era increíble. En un momento los orgasmos me venían como una ametralladora, ya ni siquiera sabía quien me follaba. Jamás me habían follado así. Llegó un momento en que paramos un poco para descansar y beber algo. Tenía un aspecto alucinante: Cubierta de arriba abajo por una espesa y goteante capa de crema de hombre. No había lugar de mi cuerpo que no hubiera quedado cubierto por ese elixir que me volvía loca. Todos estaban encantados con la fiesta, bueno, todos menos Sebas.
De nuevo comenzaron a animarse así que continuamos con una nueva sesión de sexo. Como nadie había llamado a mi puerta trasera les anime a ello, ya que muchos de ellos jamás lo habían probado. Sebas, por ser el anfitrión, fue el primero. La verdad, que de su follada no saqué nada de placer. Me embestía como si fuera el más macho. Por fin se corrió y comenzó el disfrute. Uno tras otro fueron pasando por mi ano como antes los habían hecho por mi vagina. Gemía como una perra en celo. Cuando vimos que esa vía estaba explotada, comenzamos a experimentar con los tríos, uno por delante y otro por detrás. Increíble, creía que el útero se me salía por la boca de las corrientes orgásmicas que me recorrían.
Para finalizar la fiesta, ducha. Los diez me rodearon y comenzaron a pajearse hasta que reventaron en mí toda su leche. Por fin acabó. Los chicos cayeron reventados donde pudieron. Había llegado mi hora.
– Bueno, chicos, la fiesta ha terminado. Os vestís y os vais que la fiesta continua para Sebas.
Protestas, peticiones… Al cabo de media hora, todos estaban vestiditos y salían ordenadamente. Miguel era el último, le susurre una cosa al oído. Él sonrió y me contestó otra. Por fin se habían marchado. Estábamos solos, Sebas y yo.

– Bueno, Sebas, sube al piso de arriba y espérame en la cama, te voy a ofrecer un espectáculo que jamás olvidarás.
Sebas sonrió y lanzándome un beso con la punta de los dedos, subió hacia arriba. En cuanto desapareció, cogí mi móvil e hice una llamada perdida. Al momento alguien llamó muy suavemente a la puerta. Abrí y… De los bolsillos de mi abrigo saqué unas esposas y subí al piso de arriba. Sebas me esperaba encima de la cama, fumándose un cigarrillo.
– Esclavo, apaga ese cigarrillo- dije mientras le mostraba las esposas.
Miró sorprendido y apagó el cigarrillo. Rodee la cama y esposé primero
un brazo y luego otro. Ya estaba a mi merced.
– Sebas, te voy a ofrecer algo que no olvidarás el resto de tu vida.
– Seguro, putilla. Siempre supe que eras una putilla. Incluso cuando te las dabas de estrecha.
Le mostré una cinta de vídeo.
– ¿Qué coño es eso?
– Tengo entendido que Ester es una chica ¿cómo diría? Chapada a la antigua, ¿verdad? Hasta creo que es virgen ¿no?
– Si ¿qué coño es eso? ¿Me has grabado en vídeo? Si te crees que me vas a joder con eso lo llevas claro. Ester lo comprenderá todo. Sabe que un hombre tiene que hacer cosas de hombres.
Me acerqué lentamente al vídeo e introduje la cinta, oprimí el play y… Sebas miraba la pantalla con ojos desorbitados. ¿Qué había en la cinta?
Ester, la remilgada, la virgencita era la protagonista de la cinta, tomada directamente esta noche de su despedida de soltera, aunque en el vídeo no demostrara nada de remilgada ni de virgen. Mi amigo Robert la estaba enculando y otro compañero suyo negro la follaba por el coño. La cinta seguía más o menos en la misma tónica: folladas, corridas en la cara, introducción de botellas… Toda una película candidata a los Oscar porno.
En ese momento reventó, me llamó de todo lo peor, me amenazó con todo lo que pudo.
– Pero no pienses que la noche acaba aquí, Sebas. El espectáculo no ha hecho más que comenzar ¡Ester, ven!
Sebas abrió más los ojos. Ester apareció por la puerta, completamente desnuda, el pelo desgreñado y con una mirada distraída y algo borracha.
– Te voy a demostrar que muchas veces tu propia chica puede ser la zorra más grande, machito.
Me giré hacia Ester y la agarré por la cintura. Comencé a besarla en la boca con pasión. Nunca antes había besado a una chica pero por joder a Sebas. Al principio, Ester se mostraba reticente pero luego comenzó a corresponderme. Le comí los pezones, como a mí me gusta que me hagan. Cuando comencé a comerle la almeja, los gritos debían oírse en toda la casa. Tuvo un orgasmo bestial.

Sebas lloraba desconsoladamente. Pero la cosa necesitaba de una apoteosis total. Me puse en pie, tenía el cuerpo cubierto por la lefa de todos.
– Ester, límpiame con tu lengua.
Ester comenzó a limpiarme con la lengua. Finalmente, comenzó a comerme el coñito, bebiéndose su contenido y terminó con el ojete, introduciendo la lengua para acceder mejor a la crema. Aquí me arrancó un par de orgasmos fenomenales. Me recompuse un poco y me duché.
Asun había propuesto llevar a un pub a Ester a tomar algo, pub en los que estaba Robert y su colega. Después comenzaron a montar el numerito, que fue grabado en vídeo por Asun. Para rematar, Robert y Asun llevaron en coche a Ester hasta la casa y esperaron a que los demás chicos salieran. Una vez hecha la llamada convenida, me dieron la cinta de vídeo y a Ester. El resto es historia. Me terminé de duchar y me vestí, no sin antes depositar las llaves de las esposas para que Ester liberara a Sebas al despertar. Llamé a un taxi, cuando salí de la casa era aún de noche.
En contra de lo que pensaréis algunos, Sebas y Ester se casaron y se fueron a vivir fuera de Madrid.
¡Ah! Miguel y yo nos fuimos una semana a una casa en los Pirineos. No salimos para nada de la casa en una semana.
Un abrazo para todos.

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