Relato erótico
¡Vaya pareja!
Había quedado con una pareja para montar un trío, ella era bisexual y le dijeron que si aparecía una chica que a ella le gustara, él y el marido, harían de voyeurs.
Manuel – Madrid
El primer show tardó bastante en comenzar porque el stripper nunca llegó. De hecho, el espectáculo del desnudo masculino lo dio uno de los seguratas de la puerta, quien a fuerza de ver la repetición del mismo numerito cada noche, lo hizo bastante bien. Para ese momento (la 1 de la noche), yo estaba bastante sudado después de bailar casi dos horas con Carlota. Ella es una hermosa mujer, mide 1’70m, delgada, unas buenas tetas, un par de esbeltas piernas y bella figura de una morena de pelo largo y ojos verdes. Esa noche, Carlota se arregló con una mini falda negra a juego con una blusa roja transparente, el sujetador de encaje negro y un delicioso tanga rojo de hilo dental. Por supuesto que una mujer así vestida, bailando indistintamente, acompañada de su marido y por mí, no pasó nada desapercibida en la pista de baile.
Ernesto, su marido, un hombre elegante iba enfundado en unos tejanos de marca, una camisa de cuadros pequeñitos a tono con los pantalones y una cazadora marrón. Ambos hacen una bonita pareja, y todo el tiempo se están haciendo mimos.
Todo comenzó un domingo a las 7 de la tarde, en el lugar donde nos citamos por primera vez para el clásico cafecito de presentación. La conexión fue a través de Internet, en una página de contactos. Cuando los vi llegar, el rostro se me iluminó de alegría, pues las fotos que habíamos intercambiado en sendos correos electrónicos resultaron ser verdaderas. Ella es una ex modelo de excelente porte y muy guapa. Carlota llegó vestida con un tenue vestido en tonalidades azules, zapatillas de tiritas y sin medias.
El corte de la fina prenda de vestir dejaba ver claramente la bonita figura de esta belleza, quien disfrutaba exhibiéndose. Tomamos algo fresco para aliviarnos del bochornoso calor y comenzaron las coincidencias entre ambos. En tres horas de amena charla, estuvimos de acuerdo en casi todo, empezando por que ellos no toman casi nada de alcohol ni usan drogas. Hablamos de nuestras vidas, del trabajo y de sexo, por supuesto. Supe que ella era bisex activa y él totalmente hetero y le encanta ver, al igual que yo. Hablé de mi inicio y experiencias con este estilo de vida y de muchas otras cosas, para concluir en que el siguiente miércoles iría con ellos a la noche de tríos de un local. Es un lugar pequeño, ubicado en un primer piso. Tiene pista de baile y luces tipo discoteca, así como un dj’s con oídos de artillero para mezclar la música.
Las parejas se sientan en dos filas de mesitas colocadas alrededor, y pegada a la pared, existe una especie de banca corrida a todo lo largo de ella. La barra del bar se ubica en una de las cabeceras del lugar, que cuenta también con dos cuartos oscuros: uno para parejas y el otro para tríos. Ambos espacios tienen una especie de “mirador” desde el que los solos que acuden pueden observar a las parejas y a los tríos en acción, y en el caso del cuarto destinado a los tríos, interactuar con alguna pareja que así lo desea. Este sitio solo cuenta con una lámpara de luz negra y como mobiliario, un ventilador y dos amplios sofás tapizados con material plástico negra, pegados a las paredes. El cuarto destinado a los juegos de las parejas es similar, solo que algo más pequeño. Llegué poco antes de las 9 y busqué dónde aparcar mi coche.
Esa noche, como prácticamente todas en esa zona de esta ciudad, había bastante tráfico, de tal suerte que, para no variar, me estacioné en lugar prohibido. Me sentía algo intranquilo, pues a pesar de que no sería mi primera experiencia con una pareja liberal, era la primera que salía con una mujer que si le gustaba otra mujer en el lugar; sin duda, alguna intentaría ligársela, dejándonos a Ernesto y a mí en un segundo plano. Esa fue la condición y yo había aceptado. Así que, para tranquilizarme, me puse a escuchar algo de música rock a todo volumen, con las ventanas del coche cerradas. Justo a la hora acordada llegaron Carlota y Ernesto. Ella llegó con una gabardina negra que apenas dejaba al descubierto las piernas. Nos metimos en un bar a comer algo y posteriormente, salir rumbo al club.
En eso estábamos, cuando los inefables urbanos hicieron su aparición, obligándonos a Ernesto y a mí salir de estampida a mover nuestros coches. Salimos del restaurante y en mi coche enfilamos para llegar al club de parejas, que los miércoles y viernes se abre también para tríos. Pagamos y al entrar ya había varios solos y dos parejas más. Pedimos refrescos, Carlota un licor y quedé gratamente sorprendido cuando al fin se quitó la gabardina con la que cubría su sensual atuendo para esa noche. Brindamos por el gusto de la compañía y por el inminente placer, luego nos pusimos a bailar. Por supuesto, ella causó sensación y estoy seguro de que todos los presentes nos envidiaron, pues Ernesto y yo compartíamos alegremente a la que, sin duda alguna, era la más sensual y hermosa de las mujeres presentes. Bailamos, bailamos y bailamos, algo más de dos horas.
Yo me sentía eufórico, bañado en sudor y con el ánimo bien puesto para complacer a la pareja anfitriona. Poco a poco fueron llegando más parejas y algunos solos más, pero el local no se llenó, así que teníamos bastante pista para lucir a Carlota, quien intentó un primer acercamiento con una hermosa bailarina del show. Cuando al fin comenzó el espectáculo, el stripper pasó sin pena ni gloria, dando paso a la actuación de la nueva “amiguita” de Carlota, quien en su actuación nos regaló con un cadencioso striptease total, que nos permitió a constatar el buen gusto de Carlota, pues la chica poseía una hermosa figura, con un par de hermosas tetas, coronadas por unos pezones deliciosos, vientre plano adornado por un conjunto de tatuajes que dibujaban caprichosas figuras a todo alrededor de su breve cintura, con redondo y firme culo, cabello rubio e intrigantes ojos azules.
Cuando terminó su actuación escogió a Carlota para que subiera a la pista. Mi acompañante para nada se hizo de rogar y en menos de lo que lo escribo, estaba en el escenario lista para protagonizar una escena de sexo lésbico. Lo primero que salió volando fue el tanga de ambas. Hicieron prácticamente de todo, besos ardientes, se mamaron las tetas, se chuparon el clítoris, se acariciaron y besaron por todas partes, un extraordinario 69 que arrancó gemidos entre los asistentes, para culminar con una deliciosa tijera de coño contra coño, ¡sensacional! Como es costumbre en estos lugares, el espectáculo continúo con un fingido acto sexual entre los strippers para luego la pareja pone en práctica algunas posiciones sexuales, bajar de la pista para ir mesa por mesa agasajando a los espectadores, que para estos momentos están ya bastante cachondos.
Efectivamente, a nuestro alrededor y para solaz del voyerismo de los solos, prácticamente todas las parejas se acariciaban abiertamente. Algunos se daban tremendos besos de lengua y campanilla mientras sobaban los senos, otros disfrutaban mamando los senos o la verga de su pareja. Ernesto y yo acariciábamos a Carlota, quien para este momento y luego del tratamiento que recibió de la stripper estaba ya bien prendida y con ganas de algo más que caricias. Luego de la fingida follada vestida solamente con una minúscula tanga de hilo dental, esta belleza bajó de la pista, caminó directamente a nuestra mesa, se me acercó, me ofreció sus hermosos pechos que yo chupé como becerro en brama, tratando de no lastimarla y haciendo con mi lengua florituras en el delicioso pezón bien erecto. Una de mis manos se dirigió a su depilado pubis e hizo contacto con el coño, que se encontraba húmedo y ardiendo.
Recordé el gusto de Carlota por esta chica, y mi mano libre tomó su mano para ponérsela sobre el turgente culo de la stripper. Fue algo eléctrico, pues la chica, al sentir la mano de Carlota, soltó un fuerte gemido y giró parte de su cuerpo para ofrecer a la sedienta boca de Carlota la teta que le quedaba libre. Mi ardiente anfitriona comenzó a mamar la teta que le ofrecían con la cadencia para producir placer a una mujer, que solamente otra mujer puede hacer. La escena era muy erótica. La bailarina prácticamente desnuda, con una teta en mi boca, el coño en mi mano y sus nalgas y su otra teta en poder de Carlota.
Estuvimos poco tiempo en esta ardiente posición, hasta que una seña de un camarero le recordó a la bailarina que todavía le quedaban mesas por recorrer. Lentamente se levantó, le dio un cachondo beso a Carlota y siguió su recorrido.
Al concluir el show, una voz dijo por los que estaban a disposición de las parejas que así lo desearan, los cuartos negros. Rápidamente nos levantamos y nos metimos al cuarto de los tríos, en que varias parejas ya disfrutaban. Ernesto, Carlota y yo escogimos para retozar el sillón que se encontraba al fondo. Su marido asumió una actitud de voyeur y me dejó actuar solo con Carlota. Por supuesto que no voy a presumir de nada, ella estaba hecha una ardiente cortesana y me fue quitando poco a poco la ropa, además de exigir que no la ayudara con los botones ni con el cinturón. Yo me dejaba hacer, al tiempo que la besaba en la boca, en el cuello, en la nuca, le chupaba el lóbulo de las orejas y manos me faltaban para sentir la turgencia de su magnífico cuerpo. Me quitó la camisa y como pude me agaché para comerme su coño.
Ella, al notar mis intenciones, giró suavemente ofreciéndome la espalda y la increíble belleza de sus nalgas. En ese momento, noté que sus glúteos tenían la adorable forma de corazón y sin pensarlo más, clavé mi lengua entre sus abiertas piernas, en una ardiente caricia que iba del ojo del culo, a los labios del coño y de regreso, en una desaforada batalla de lengua. Mis manos no se estaban quietas y se aferraban a la redondez de sus nalgas. Mi boca, incansable, iba ya del del coño a las nalgas, en una búsqueda del placer para mi ardiente pareja. Cuando sentí que gemía, se ponía rígida y que un delicioso sabor inundaba mi boca, supe que se estaba corriendo y aceleré los movimientos de mi lengua en su coño, caricia a la que sumé mi dedo medio, que comenzó a horadar su delicioso botón del ano. Así culminó este primer encuentro.
Cabe señalar que prácticamente todos “los solos” que esa noche fueron al antro, se encontraban de mirones, algunos con el pene fuera de los pantalones, masturbándose al ritmo de nuestro placer. A nuestro alrededor las cosas no eran muy distintas, en el otro extremo del sillón en el que nosotros tres nos encontrábamos, una señora disfrutaba de las caricias de tres hombres, dando muestras del placer que sentía con tremendos gemidos que se escuchaban perfectamente por toda la habitación. En el otro sillón, dos parejas hacían un cuatro, en el que los hombres se follaban a sus mujeres en posición de “perrito”, mientras ellas se besaban y acariciaban las tetas. Nosotros, luego de que Carlota se corriera en mi boca, giró me cogió suavemente del cabello para levantarme.
Con habilidad, retiró el cinturón para que mis pantalones cayeran y comenzó un delicioso juego de sus manos con mi pene, mientras pegaba sus deliciosas tetas a mi torso desnudo y nos dábamos un cachondo beso. Al cabo de un rato en esta posición, rompí el abrazo para quitarme los zapatos y terminar de sacar el pantalón, al mismo tiempo que Ernesto comenzaba a masturbar a su mujer, mientras ella le correspondía de la misma forma. Quedé solo en calzoncillos y me puse al alcance de la mano de Carlota, quien cuando notó mi presencia, dividió sus atenciones con ambos. En un momento dado, Ernesto sacó un condón y se lo dio a su esposa, quien con la boca me lo puso, para comenzar a darme una sensacional mamada que me hizo ver estrellas y casi me hace correrme ahí de pie, con mi verga entre sus labios.
Le hice una seña con la cabeza para que me diera un poco de tregua, pues todavía no deseaba terminar. Ella así lo entendió y me propuso hacer un 69.
Para no aplastarla con mi peso, me acosté boca arriba para que ella pusiera su ahora espumoso coño y el rosado botón de su ano a mi alcance. Procedí entonces a aplicarme en darle una deliciosa mamada, en la que mi lengua se alternaba en jugar con sus dos orificios a mi alcance. A veces la ponía dura y semejaba un pequeño falo que violaba el rezumante coño de mi amante, en otras ocasiones, era una suave y húmeda caricia que se insinuaba apenas en el nudo del ano de mi caliente amante. En algún momento, la escuché pedirme que le metiera un dedo y así lo hice, solo que no fue un dedo, sino que fueron primero dos, luego tres, cuatro y hasta cinco, los dedos que penetraron en esa ardiente cueva que devoraba, en una increíblemente caliente sesión de sexo oral.
Ella, por su parte, chupaba a un ritmo delicioso mi ahora durísima verga, acompañando la caricia oral al glande, con chupetones en los testículos y a toda la zona. Sus manos no estaban tranquilas, pues mientras me daba una de las más sabrosas felaciones que he disfrutado en mi vida, masturbaba a buen ritmo la verga de su marido. No pude soportar mucho tiempo la sensación tan placentera que en mi verga producía la experta boca de Carlota, la cual hacía verdaderas filigranas con su lengua en mi glande, para luego meterse toda mi verga en su garganta, al tiempo que una de sus manos acariciaba mi escroto y la mano masturbaba dulcemente a su marido. Fue inevitable, exploté en su boca en una abundante venida, que ella se encargó de que fuera muy satisfactoria, pues al sentir como el condón se llenaba de mi crema, chupó aún con más intensidad el glande, produciéndome espasmos de placer que me hicieron ver estrellas, pero dejándome fuera de acción, al menos temporalmente…
Cuando mi pene se hizo flácido, ella rompió el 69 y se dedicó a atender a su marido, repitiendo ahora con Ernesto el tratamiento que me había hecho a mí. Me levanté y pude ver la gran cantidad de solos que no perdían detalle de nuestro trío, e incluso alcancé a observar como algunos, los más calientes, se masturbaban al ritmo de la mamada de Carlota a su marido. Caminé unos pasos para ir por papel higiénico para limpiarme y también para Carlota, a quien, para estos momentos, la humedad de su coño le escurría entre las piernas. Cuando regresé al sillón, vi que Ernesto continuaba dándole su verga en la boca a su mujer, quien muy caliente se masturbaba al mismo tiempo. Me acerqué a ellos y continué mamando el coño de Carlota, quien ahora se masturbaba al mismo tiempo que yo besaba su clítoris.
Repentinamente, ella nos dijo que ya era suficiente de mamar, ahora quería algo más sólido en su coño que mi lengua o sus dedos, y girando, ofreció a su marido el bellísimo espectáculo de sus nalgas en forma de corazón, y una vagina en el centro, que a estas alturas ya se notaba súper lubricada y por lo mismo, abierta y brillante, como invitando a la penetración. Ernesto no se hizo de rogar, con la verga bien dura por delante, arremetió contra el coño de su mujer y comenzó un lento mete saca, que arrancó deliciosos gemidos de placer a la ardiente Carlota. Como él estaba de pie detrás de ella, me acerqué y metiéndome bajo los brazos de Carlota, comencé a chupar de nueva cuenta sus tetas y sus deliciosos pezones. En esta ocasión no solo chupé las tetas, recorrí cabalmente todo el cuerpo de mi deliciosa amiga que estaba a mi alcance.
Así, no quedó ni un centímetro de su piel que no sintiera mi lengua y cuando quise bajarme a mamarle el clítoris al mismo tiempo que se marido la penetraba, una mano intentó acariciar mi semi erecto pene. Alcé la vista solo para ver a un solo que intentaba unirse a nosotros.
No tengo nada en contra, pero no es esa mi preferencia, así que retiré la mano intrusa y cuando me disponía a continuar con mis cachondeos, la voz de Ernesto exigiendo a ese mismo solo que yo había retirado momentos antes, que se alejara de nosotros me distrajo de mi objetivo. Solo escuché como Carlota pedía más y conforme se acercaba su orgasmo, sus súplicas a su marido de que se la follara bien y bien duro, me acerqué y con mi mano acaricié simultáneamente, la verga de su marido y el clítoris de ella.
La caricia tuvo un efecto casi instantáneo, pues un alarido que escapó de la boca de ella, al tiempo que Ernesto se desplomaba sobre la espalda de su mujer, me indicaron que ambos habían terminado al mismo tiempo. Reposamos unos momentos para dedicarnos a ver a las otras parejas, que en los sillones contiguos seguían gozando en grupos de dos, tres o más personas, que en la oscuridad del cuarto y por el efecto de la luz negra sobre las pocas ropas que algunas personas conservaban encima, producían la apariencia de ser más de las que en realidad eran. Calmados los ánimos, recogimos nuestra ropa y salimos del cuarto oscuro solo para ver que la segunda tanda del show ya estaba en el escenario. Una preciosa morena, de pelo negrísimo y rotundas formas, follaba placenteramente en la pista con el stripper.
Fuimos a nuestra mesa, Carlota pidió otra copa y nosotros tomamos un refresco y cuando acabamos, salimos del lugar. En el camino de regreso a su casa, estuvimos hablando como viejos amigos de lo que bien que nos habíamos acoplado, así como de la posibilidad de repetir el encuentro, pero ahora no en el club, sino en una fiesta de unos amigos. Llegamos a su casa y quedamos de hablarnos durante la semana, y ponernos de acuerdo para otro placentero encuentro.
Saludos a todos.